Alb¨®ndigas de buey a la carbonara
Una pasi¨®n genuina gu¨ªa a Jos¨¦ Gordon en su b¨²squeda de bueyes. Los encuentra en el origen mismo de su raza, tanto al norte de Portugal como en Galicia, Asturias o Le¨®n. Los adquiere cuando tienen entre tres y cuatro a?os de edad, se los lleva a su propia casa, los cr¨ªa en un espacio exclusivo, les habla y les colma de cuidados y cari?os, pero no les pone nombre. Cuando alcanzan entre diez y doce a?os de edad, con respeto y afecto, los acompa?a hasta su muerte, digna, a la que el buey se enfrenta tranquilo, incluso duchado. En ese momento, Jos¨¦ agradece que no tengan nombre.
Gordon nos suministra la carne de buey, protagonista de la receta este mes y un animal en v¨ªas de extinci¨®n debido a la mecanizaci¨®n de las labores del campo. Como ingrediente, el buey resuelta dif¨ªcil de trabajar: sus cualidades gastron¨®micas vienen determinadas por las condiciones de origen, raza, nobleza, alimentaci¨®n, edad, peso¡ una conjunci¨®n de circunstancias que convierte cada ejemplar en un producto ¨²nico al que hay que atender de manera indidual.
Con partes de la pierna, como la cadera y la tapilla, confeccionamos estas alb¨®ndigas. Ya en la nariz, sobresalen los aromas intensos propios de esta carne de buey que, una vez en el paladar, ofrece un sabor largo, con un destacable toque mineral fruto de la dilatada vida del animal. Para la receta, en la mezcla de la picada a?adimos cabecero de ib¨¦rico puro que refuerza el punto graso y jugoso de la elaboraci¨®n.
La salsa es pura untuosidad. Se realiza al momento a base de yema de huevo y combina de manera formidable con el ali?o crujiente de los dados salteados de guanciale, una papada de cerdo curada. El queso peccorino rallado coronando el plato acaba por envolver el conjunto, logrando un bocado amplio y redondo. Delicioso.
Por su naturaleza, el buey no da ni leche ni terneros, y requiere una alimentaci¨®n de 15 kilos de piensos naturales y 30 de forraje al d¨ªa. No es dif¨ªcil entender que criarlos durante a?os supone una inversi¨®n importante. En estos tiempos, en que los negocios se rigen por un principio indiscutible de rentabilidad, el ¨²nico beneficio real que Jos¨¦ obtiene es la posibilidad de consagrarse enteramente a su pasi¨®n, a su noble capricho, la cr¨ªa de bueyes y la obtenci¨®n de la mejor carne posible. Gordon es ya, lamentablemente, uno de los ¨²ltimos artesanos de estas disciplinas deficitarias y maravillosas. Sin embargo, gente como ¨¦l, a los cocineros nos aclara el camino.
Alb¨®ndigas de buey a la carbonara
Ingredientes (para cuatro personas)
540 gramos de carne de cadera buey
260 gramos de cabecero de ib¨¦rico puro
9 yemas de huevo
50 gramos de pan
150 gramos de guanciale
Queso peccorino
Sal y pimenta
Aceite de oliva
Elaboraci¨®n
Pasar por la picadora la carne de buey y el cabecero de ib¨¦rico; ali?ar la carne picada con aceite, sal y pimienta, a?adir miga de pan, remojada previamente en agua, y 3 yemas de huevo; amasar bien la mezcla para conseguir bolas de alb¨®ndigas.
Picar el guanciale en dados y fre¨ªrlo con un poco de aceite en la sart¨¦n, hasta lograr dados crujientes; depositarlos en papel absorbente.
En el momento del consumo, fre¨ªr las alb¨®ndigas en aceite de oliva por breves momentos, para que queden doradas por fuera y jugosas en su interior; depositar las alb¨®ndigas en papel absorbente.
Ali?ar en un cuenco las alb¨®ndigas con el guanciale, una yema y media de huevo por cada 6 alb¨®ndigas y un toque generoso de pimienta; colocarlas en el plato y coronar con el queso peccorino rallado.
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