Nuestra hora m¨¢s gloriosa
Estamos ante una crisis de proporciones hist¨®ricas que solo se resolver¨¢ satisfactoriamente desde la racionalidad, la compasi¨®n y el entendimiento mutuo, dentro y m¨¢s all¨¢ de nuestras fronteras
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Como algunos lectores ya sabr¨¢n, actualmente me hallo ingresado en un hospital madrile?o, tras haber dado positivo en la Covid-19. Mi recuperaci¨®n est¨¢ siendo lenta, pero las perspectivas son alentadoras. Aunque encontrarme f¨ªsicamente aislado de los m¨ªos no resulta agradable, el consuelo es que en pleno siglo XXI no faltan recursos para permanecer socialmente conectados. Adem¨¢s, siempre nos quedar¨¢ deleitarnos con los pasatiempos culturales de toda la vida, como escuchar m¨²sica, leer y, s¨ª, tambi¨¦n escribir.
Durante largas horas he recurrido a un ilustre acompa?ante para sobrellevar el confinamiento: sir Winston Churchill. La figura del primer ministro brit¨¢nico siempre me ha fascinado, y estos d¨ªas he podido descubrir nuevos detalles sobre su vida gracias a una extraordinaria biograf¨ªa escrita por el historiador brit¨¢nico Andrew Roberts. El af¨¢n de resistencia del que hizo gala Churchill durante la II Guerra Mundial supone una fuente inagotable de inspiraci¨®n, particularmente valiosa para los tiempos que corren. Su car¨¢cter y su historial ¡ªsin duda, complejos¡ª nos recuerdan que el hero¨ªsmo no est¨¢ re?ido con las imperfecciones, que la clarividencia no est¨¢ re?ida con las contradicciones y que el coraje no est¨¢ re?ido con las indecisiones. Personajes como el de Churchill merecen ser reivindicados, sin que ello implique mitificarlos.
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En la guerra personal que muchos estamos librando ya contra el coronavirus, y por la que desgraciadamente muchos otros habr¨¢n de pasar, es seguro que nos tocar¨¢ poner la sangre, el esfuerzo, las l¨¢grimas y el sudor que en su d¨ªa prometi¨® Churchill. Pero tambi¨¦n deberemos tratar de emular su entereza de ¨¢nimo. El virus tal vez consiga entumecer nuestros sentidos del olfato y del gusto, pero no tiene por qu¨¦ poder con nuestro sentido del humor.
Desde un punto de vista colectivo, resulta tambi¨¦n l¨®gico que nos fijemos en estos momentos en el Reino Unido de Churchill. Numerosos dirigentes vienen afirmando que nuestros pa¨ªses est¨¢n en guerra contra la pandemia, y en cierta medida no les falta raz¨®n. Como en cualquier guerra, necesitamos movilizar todos los recursos del Estado, y promover con renovado ¨ªmpetu una serie de valores c¨ªvicos, como el sentido del deber, la camarader¨ªa y el servicio p¨²blico de todos y para todos. A este respecto, quiero acordarme muy especialmente de los profesionales sanitarios que, en Espa?a y alrededor del mundo, se est¨¢n dejando la piel por combatir el virus y hacer m¨¢s llevadero el sufrimiento a los enfermos.
Nos encontramos ante una crisis de proporciones hist¨®ricas y, por tanto, es leg¨ªtimo abordarla a partir de referentes hist¨®ricos. No obstante, si lo que estamos viviendo es una guerra, ciertamente no es una guerra al uso. La primera gran diferencia es que, en este caso, el enemigo es compartido por el conjunto de la humanidad. La segunda es que la movilizaci¨®n de recursos p¨²blicos debe ir acompa?ada de una desmovilizaci¨®n del grueso de la poblaci¨®n. Es importante tener en mente estas y otras peculiaridades, ya que temo que el lenguaje belicista pueda acabar por nublarnos la vista y hacernos caer en algunas trampas. Para conseguir evitar escenarios indeseables, perm¨ªtanme a?adir unas breves advertencias y matizaciones.
Esta no es una guerra al uso porque el enemigo es compartido por el conjunto de la humanidad
En primer lugar, la destrucci¨®n del virus requerir¨¢ liderazgos fuertes, pero no inflexibles. Que nuestros Estados y sus dirigentes dispongan de una amplia capacidad de maniobra no debe implicar que tengan carta blanca: ni ahora, ni cuando la tormenta amaine. Preservar al m¨¢ximo las libertades civiles y asegurar la rendici¨®n de cuentas por parte de los gobernantes es un imperativo ¨¦tico, pero tambi¨¦n nuestro mejor mecanismo de defensa ante amenazas como la actual. Conviene tener siempre presente que estos atributos no debilitan a las sociedades, sino que enriquecen el debate p¨²blico y, por tanto, incrementan las probabilidades de identificar los cauces de respuesta m¨¢s convenientes.
En segundo lugar, existe el riesgo de que las apelaciones a la responsabilidad patri¨®tica ¡ªque son oportunas y pertinentes¡ª se confundan con manifestaciones de nacionalismo excluyente, de forma que veamos adversarios donde no los hay. No es momento de chivos expiatorios y caza de brujas. Tampoco de dar rienda suelta a instintos poco edificantes, sucumbiendo as¨ª al p¨¢nico. La crisis actual solo se resolver¨¢ satisfactoriamente desde la racionalidad, la compasi¨®n y el entendimiento mutuo, dentro y m¨¢s all¨¢ de nuestras fronteras. Todas las avenidas de cooperaci¨®n internacional en materia cient¨ªfica y tecnol¨®gica deben ser exploradas, siempre desde un esp¨ªritu solidario, que en las circunstancias actuales coincide m¨¢s que nunca con el inter¨¦s propio. Al fin y al cabo, la clave para salir cuanto antes de esta situaci¨®n es que la transmisi¨®n de recursos y buenas pr¨¢cticas entre pa¨ªses sea m¨¢s r¨¢pida que la transmisi¨®n del propio virus.
Otorgar a los Estados y a sus dirigentes amplia capacidad de maniobra no debe implicar que tengan carta blanca
Por ¨²ltimo, hemos de garantizar que, tras la victoria, que a buen seguro llegar¨¢, no nos toparemos con el paisaje socioecon¨®micamente desolador que dejan las guerras. Los esfuerzos de reconstrucci¨®n deben concebirse de manera preventiva, no reactiva, y la maquinaria de absorci¨®n del shock debe ponerse en marcha a pleno rendimiento inmediatamente. Tanto los Estados miembros de la Uni¨®n Europea como las instituciones comunitarias tendr¨¢n que comprometerse a hacer cuanto sea necesario al respecto, si quieren estar a la altura del reto. Conviene asimismo no descuidar el resto de organizaciones y foros multilaterales, cuya labor es imprescindible para dise?ar una respuesta s¨®lida y conjunta. A m¨¢s largo plazo, ser¨¢ menester de todos no olvidar las m¨²ltiples virtudes de la globalizaci¨®n, que, por supuesto, merece ser repensada, pero no vilipendiada.
A lo largo de estas semanas nos jugamos mucho colectivamente, y algunos tambi¨¦n a t¨ªtulo personal. Hoy por hoy, tenemos pocas certezas sobre c¨®mo ser¨¢ el mundo tras la pandemia, excepto que se erigir¨¢ sobre las palabras y los actos por los que optemos en estos instantes cr¨ªticos. Har¨ªamos bien, pues, en mirar de frente al mal que nos aqueja, pero sin perder de vista nuestro propio futuro y el que heredar¨¢n generaciones venideras. La humanidad ha superado pruebas m¨¢s duras que esta, y las haza?as que precisamos ahora no son en absoluto equiparables a las de la II Guerra Mundial. Pero, tomando prestadas las palabras de Churchill, si esta no termina siendo ¡°la hora m¨¢s gloriosa¡± de nuestros respectivos pa¨ªses, al menos que sea la de cada uno de nosotros.
Javier Solana es distinguished fellow en la Brookings Institution y presidente de ESADEgeo, el Centro de Econom¨ªa y Geopol¨ªtica Global de ESADE.
? Project Syndicate, 2020.
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