El s¨ªntoma
La duda es su alimento. Encerrados para no tenerlo, nos preguntamos sin parar si lo tenemos. Nos pasamos los d¨ªas palpando con la mente nuestros cuerpos.
Estos d¨ªas vivimos acurrucados, atrincherados, temiendo al enemigo, rodeados por met¨¢foras de guerra. Vivimos en un mundo bajo asedio, con costumbres distintas, esperanzas distintas, el mismo miedo viejo. Tantas cosas nos turban y hay, entre tantas, una palabra que se apoder¨® de nuestras vidas: s¨ªntoma.
La palabra s¨ªntoma tiene m¨¢s de 2.000 a?os. La inventaron m¨¦dicos griegos con ese sufijo que su lengua us¨® tanto: syn. Nuestros idiomas est¨¢n llenos de palabras que empiezan con ese sin que significa con, junto:simpat¨ªa es compartir el pathos, un dolor; s¨ªntesis es juntar thesis, opiniones, posiciones; sinfon¨ªa es reunir phonos, sonidos o voces. Y s¨ªntoma quiere decir lo que coincide, lo que aparece al mismo tiempo. Un s¨ªntoma es lo que te sucede junto con alguna otra cosa para decir que esa otra cosa te sucede.
Ahora mismo esa otra cosa es ese virus que nos ha detenido, que ha cambiado nuestras vidas en pro de nuestros cuerpos. En sociedades que viven para cuidar y mostrar sus cuerpos, que los esculpen, los retratan, los aman y detestan, viven pendientes de ellos, nunca hemos estado tan pendientes. Estos d¨ªas nos encerramos para preservar nuestros cuerpos, y ese encierro subraya todo el tiempo ese cuidado. Estos d¨ªas los cuidamos tanto que no dejamos que nuestros cuerpos toquen otros cuerpos. Y en ese encierro y aislamiento los examinamos obsesivos, buscamos con horror esos s¨ªntomas del horror que no sabemos c¨®mo evitar: solo sabemos esperar que no nos toquen, rogar a ning¨²n dios que no nos toquen, y oscilamos entre el a m¨ª nunca y el a m¨ª seguro.
Esa duda es el alimento de los s¨ªntomas. Los s¨ªntomas siempre son preocupantes, pero estos d¨ªas nos ocupan. Nos cuentan mil veces cu¨¢les son; encerrados para no tenerlos, nos preguntamos sin parar si los tenemos. Nos pasamos los d¨ªas palpando con la mente nuestros cuerpos, chequeando cada una de sus reacciones, pregunt¨¢ndonos con el coraz¨®n en la boca si esa tos no ser¨¢ por fin la se?al tan esperada inesperada desesperada, tan temida: el s¨ªntoma. El s¨ªntoma se apoder¨® de nuestras vidas.
Y es curioso que el s¨ªntoma funcione con modos tan actuales: no importa por lo que es sino por lo que dice. Un m¨ªnimo sofoco te molesta pero m¨¢s que nada te preocupa porque no sabes qu¨¦ lo causa, qu¨¦ te dice sobre los desarreglos, las asechanzas de tu cuerpo. El s¨ªntoma es la forma que tiene el cuerpo ¡ªnuestro cuerpo, nosotros mismos¡ª de hablarnos, de amenazarnos, y no siempre es del todo comprensible. El s¨ªntoma te obliga a escucharte el cuerpo con una escucha temerosa: establecer con tu cuerpo relaciones de miedo. Un s¨ªntoma ¡ªes su ferocidad, nuestra desgracia¡ª puede significar cosas tan distintas.
El s¨ªntoma es un animal lleno de astucias, de peque?as perfidias. Puede ser objetivo o subjetivo, y se aprovecha. Si el cuerpo se te llena de manchitas alguien lo mirar¨¢, evaluar¨¢, dir¨¢ de qu¨¦ se trata. Pero cansarse o sentir dolor en la cabeza o en el pecho es imposible de medir con precisi¨®n, siempre sospechable: lo embustero, socarr¨®n del s¨ªntoma.
¡°Manifestaci¨®n reveladora de una enfermedad¡±, lo define la Academia, que prefiere la concisi¨®n sin m¨¢s alardes. Aunque enseguida se pone m¨¢s mist¨¦rica: ¡°Se?al o indicio de algo que est¨¢ sucediendo o va a suceder¡±. Sin decir que el problema es precisamente ¨¦se: porque algo est¨¢ sucediendo, tanto va a suceder. En estos d¨ªas tener alguno de los s¨ªntomas temidos puede ser el principio de una ordal¨ªa incalculable. Por lo cual, tan a menudo, mientras podemos, nos hacemos los tontos, no escuchamos los s¨ªntomas: no, no debe ser nada, me confundo; no, esto me pasa siempre; no, es pura sugesti¨®n, estoy nervioso. Si algo sabemos ¡ªest¨¢ claro¡ª, es negar lo evidente, lo innegable. Si algo sabemos es mentirnos. El s¨ªntoma, a veces, lo permite, se r¨ªe y regodea, espera con la paciencia del que sabe, no se apura.
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