Y Felisa apareci¨®
Las redes sociales ayudan a localizar a la antigua profesora de Manuel Guti¨¦rrez Arag¨®n, quien public¨® una carta en 'El Pa¨ªs Semanal' para encontrarla
Felisa apareci¨®. As¨ª, en cuesti¨®n de unas horas, el director de cine Manuel Guti¨¦rrez Arag¨®n, que hab¨ªa publicado una misiva en la secci¨®n Carta Blanca de El Pa¨ªs Semanal para localizar a su antigua profesora, supo de su paradero. Los conocidos y desconocidos de las redes sociales le ayudaron a averiguar que se encuentra en una residencia de Palencia, a donde la trasladaron sus familiares hace tres meses. Felisa Urtiaga, de 94 a?os, catedr¨¢tica de Griego y doctora en Derecho, sufri¨® una ca¨ªda en su casa el pasado diciembre, d¨ªas despu¨¦s de haber hablado por tel¨¦fono con Guti¨¦rrez, con el que segu¨ªa en contacto. Ese accidente la ha ido sumiendo poco a poco en sus recuerdos, hasta hacerlos m¨¢s v¨ªvidos que su propio presente.
La historia de esta profesora comienza en un pueblo de Santander, Villapresente, a principios de siglo XX y se enlaza con la de cientos de docentes que sirvieron de subterfugio a los valores de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza durante el r¨¦gimen franquista. Urtiaga, la peque?a de 12 hermanos, se empe?¨® en estudiar, aunque su madre no la considerase la mejor idea. En cambio, su padre anim¨® a sus hijos a formarse. ¡°Mi abuelo era un hombre muy adelantado a su tiempo, muy involucrado en todo, en el pueblo, donde pele¨® para que llevaran la luz el¨¦ctrica; y as¨ª eran mis t¨ªas y mi madre: iban en bicicleta, Felisa andaba en una moto y despu¨¦s tambi¨¦n tuvo un coche, estamos hablando de los a?os 40 y 50¡±, recapitula Pilar V¨¢zquez, sobrina de Felisa, que nunca se cas¨® ni tuvo hijos. ¡°Creo que tuvo una ilusi¨®n de joven, pero nada m¨¢s, siempre fue muy libre¡±.
Libre, extraordinaria, de una gran inteligencia, culta, respetuosa y con sentido del humor. As¨ª la recuerdan sus amigas y familiares. Hay una an¨¦cdota de su juventud que todos coinciden en se?alar porque marc¨® su car¨¢cter tenaz y resume la relaci¨®n con su padre: para que pudiese estudiar, Felisa deb¨ªa coger el tren desde su pueblo al vecino Torrelavega; su padre la acompa?aba todos los d¨ªas a las seis de la ma?ana para que llegase bien. All¨ª se encuentra el IES Marqu¨¦s de Santillana, donde primero se form¨® y despu¨¦s ejerci¨® de profesora, teniendo entre sus alumnos a Guti¨¦rrez Arag¨®n, del que estaba ¡°muy orgullosa¡±, como coinciden en se?alar sus allegados.
Felisa comparti¨® claustro con Samuel Gili i Gaya. Como recuerda Guti¨¦rrez en su carta, el franquismo castig¨® a brillantes profesores en un exilio interior y as¨ª lleg¨® el ling¨¹ista a aquel pueblo santanderino. Esa convivencia provoc¨® un trasvase de conocimientos y valores ¡°de educaci¨®n, rigor y tambi¨¦n libertad¡± que Felisa procur¨® trasladar a sus estudiantes. ¡°Yo era muy mal alumno de Griego, pero los valores de la Espa?a ilustrada pudieron llegar a nosotros gracias a maestros como ella¡±, incide el cineasta y novelista.
La profesora cambi¨® Torrelavega por Palencia a mediados de los a?os 60. Reci¨¦n llegada a la ciudad comenz¨® a involucrarse en un grupo de mujeres universitarias que celebraba asambleas peri¨®dicamente, pero aquellas charlas la desilusionaron r¨¢pidamente. En lugar de encontrar el ambiente acad¨¦mico que esperaba, se top¨® con charlas dom¨¦sticas. ¡°Ella ven¨ªa con una apertura de pensamiento que chocaba con todo aquello¡±, recuerda una de sus compa?eras, Carmen Fern¨¢ndez.
Ambas se encontraron algunos a?os m¨¢s tarde como docentes del mismo instituto, el IES Alonso Berruguete. ¡°En seguida me di cuenta que ten¨ªa algo especial, una cultura e inteligencia muy por encima¡±, reflexiona la profesora. La describe como comprometida pol¨ªticamente, de humor inteligente y mordaz. Como catedr¨¢tica, apoy¨® siempre, huelgas incluidas, a sus colegas. Otra de sus compa?eras, la tambi¨¦n catedr¨¢tica y poeta Casilda Ord¨®?ez, ya fallecida, la defini¨® en un poema as¨ª: ¡°Monol¨ªtico aguante en toda suerte/ discreci¨®n en el trato con la gente/ hondos interrogantes en la frente/ en la lucha a traici¨®n el brazo inerte¡±. Pero sobre todo Fern¨¢ndez destaca su preocupaci¨®n y cercan¨ªa con el alumnado: ¡°Fue profesora de mi hijo y ¨¦l siempre me dec¨ªa: todos deber¨ªan dar la clase como ella. Eso la define, los alumnos le ten¨ªan mucho cari?o¡±.
Tanto es as¨ª que manten¨ªa el contacto con algunos, como es el caso de Guti¨¦rrez Arag¨®n. Llamadas de tel¨¦fono y algunas visitas en momentos relevantes, como cuando este ingres¨® en la Academia de Bellas Artes o le pusieron su nombre a un instituto de secundaria, les permitieron prolongar su amistad.
Pero despu¨¦s del pasado diciembre, cuando hablaron por ¨²ltima vez, nada. Al otro lado del tel¨¦fono no respond¨ªa nadie. Llam¨® a algunos conocidos, pero no sab¨ªan de ella. A los correos tampoco contestaba. El pasado domingo quem¨® su ¨²ltimo cartucho. Public¨® una carta en El Pa¨ªs Semanal que era un llamamiento a la vez que un homenaje a su profesora. Unas horas despu¨¦s las redes sociales, virtuales y tambi¨¦n tradicionales, hicieron eso que le da sentido a su existencia y encontraron a Felisa.
Una noche de diciembre la profesora quiso ponerse el pijama. Felisa, que segu¨ªa viviendo sola, que hab¨ªa sido una excelente jugadora de tenis y esquiadora y sal¨ªa a caminar cada ma?ana por la carretera de Palencia que lleva al monte El Viejo, tropez¨® y cay¨®. Pas¨® la noche en el suelo. A la ma?ana siguiente la encontr¨® la chica que acud¨ªa regularmente a ayudarla. Felisa estaba consciente y fue ingresada, pero poco a poco su mente se ha ido deteriorando. Habla sobre la guerra y con algunos familiares que ya no est¨¢n. Estos d¨ªas, aislada por la crisis del coronavirus en una residencia, no siempre puede ponerse al tel¨¦fono para hablar con su sobrina. ¡°Pero s¨¦ que la cuidan muy bien, llamo y me cuentan c¨®mo va, cuando acabe esto volver¨¦ a verla, como el resto de mis primos¡±, asegura.
Quiz¨¢s, perdida en esas batallas griegas que ayudaba a entender a sus alumnos, puede que ya no logre salir del mundo hel¨¦nico. A Guti¨¦rrez Arag¨®n le queda el consuelo de saber d¨®nde est¨¢. La recuerda como ¡°una atleta ol¨ªmpica¡± que sostuvo una antorcha, la de los principios institucionalistas, y vacila sobre si ¡°nosotros seremos capaces de transmitir a las nuevas generaciones esos mismo valores¡±. Lo que parece claro es que Felisa ha sido antorcha para muchos que hoy piensan en ella con la esperanza del reencuentro.
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