¡®La se?ora Fletcher¡¯, el s¨ªndrome del nido vac¨ªo y el descubrimiento del porno a los 40
La protagonista de la nueva serie de HBO podr¨ªa haberse apuntado a clases de cer¨¢mica si no fuera porque, al irse su hijo a la universidad, se le empiezan a disparar sus fantas¨ªas sexuales
Tengo varias amigas enganchadas a los cursos de cer¨¢mica. En los ¨²ltimos tiempos los talleres para aficionados se multiplican en Madrid. Una moda especialmente triunfal entre mujeres de mediana edad. Aunque no son las ¨²nicas. Seg¨²n la p¨¢gina especializada en arte Artnet.com la cer¨¢mica es una tendencia creciente entre los famosos de Hollywood. Brad Pitt ha sido el ¨²ltimo en apuntarse a un taller tras Leonardo DiCaprio, Seth Rogen o James Franco. Es lo que, con la sorna propia de los medios anglosajones, llaman bro-ramics. En la cuenta de Instagram de Seth Rogen pueden verse muchas de sus piezas. El actor, fumador habitual de marihuana, tiene una extensa serie de vasos-cenicero. Seg¨²n cuentan los que practican esta actividad, cuando trabajas con el torno sientes una calma profunda que entra por las manos y los ojos y se dirige luego al resto del cuerpo. Una actividad introspectiva y placentera. Y tangible, claro: puedes acabar con una vajilla hecha con tus propias manos.
Confieso que me tienta, aunque como tantos asocio esta pr¨¢ctica a una pel¨ªcula que detesto, la empalagosa Ghost. Se estren¨® hace 30 a?os y la efem¨¦ride de este drama rom¨¢ntico interpretado por Patrick Swayze, Demi Moore y Whoopi Goldberg ha tenido su porci¨®n de nostalgia. El caso es que he pensado en los talleres de cer¨¢mica viendo una serie cuya protagonista podr¨ªa haberse apuntado a esas clases si no fuera porque le da por emplear su nuevo tiempo libre en descubrir p¨¢ginas porno.
Mrs. Fletcher, miniserie estadounidense de HBO que pese a su tono c¨®mico toca asuntos nada ligeros, es la historia de una mujer (interpretada por Kathryn Hahn) que se enfrenta al p¨¢nico del nido vac¨ªo cuando su hijo deja la casa materna para ir a la universidad. Sin destriparla demasiado, la trama es m¨¢s o menos la siguiente. En su in¨¦dita soledad, a la mujer se le empiezan a disparar sus fantas¨ªas sexuales. Es la directora de una residencia de ancianos y por las tardes acude a un taller de escritura creativa. Le atraen una compa?era de trabajo gorda y sexi y un jovencito escu¨¢lido con aire de grunge que para mayor gloria del enredo sufr¨ªa los abusos del hijo de la protagonista en el instituto y que ahora coincide con ella en el mismo taller de escritura. En paralelo, la serie contrapone la nueva vida del hijo en la universidad. El chico es, como casi todos los de su edad, aficionado al porno, pero (como tantos de su edad) con un despiste may¨²sculo sobre el sexo y la masculinidad. Mientras la madre coquetea con las posibilidades de una MILF, ¨¦l se da de bruces con una realidad que poco tiene que ver con su estrecha forma de ver el mundo. El porno, en su caso, es una fuente de actitudes t¨®xicas. El hijo pasa de ser un machito de instituto al pardillo de un campus que absorbe todas las nuevas realidades de sexo y g¨¦nero. En esa encrucijada vital madre e hijo estar¨¢n condenados a reencontrarse. La primera temporada se cierra con la trama en un punto impredecible y un giro de guion que deja con ganas de m¨¢s. Qui¨¦n sabe si en la segunda los guionistas pondr¨¢n a todos los personajes a hacer un curso de cer¨¢mica.
Esta columna apareci¨® en el n¨²mero de marzo de la revista ICON.
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