La vida despu¨¦s del confinamiento: ?cambiaremos tanto por dentro?
Analizamos c¨®mo afectar¨¢n a nuestros h¨¢bitos y a nuestra mentalidad la grave crisis sanitaria y el periodo de reclusi¨®n forzosa que trae consigo
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"Como me acabe de acostumbrar bien a esto, no me volv¨¦is a ver el pelo en la calle nunca m¨¢s". La sentencia la publicaba un escritor, hace unos d¨ªas, en una red social. Y no es el ¨²nico que proclama, durante esta crisis, que estar en casa permanentemente es una especie de bendici¨®n (salvando que el Apocalipsis sigue bramando fuera). Luego est¨¢n, en la cara B, los memes que se amontonan e inundan pantallas pidi¨¦ndoles a los bares que vayan haciendo acopio de cerveza, porque, en comparaci¨®n, el asalto que algunos prometen hacerles deja lo del desabastecimiento masivo de papel higi¨¦nico reducido a categor¨ªa de an¨¦cdota. ?Qu¨¦ va a pasar con nuestra naturaleza sociable cuanto termine, o se levante paulatinamente, el confinamiento? Obviamente, no llenaremos los bares (entre otras cosas, porque no estar¨¢ permitido). Pero, ?cambiar¨¢ tanto nuestra forma de ser y relacionarnos?
Desde el punto de vista de la psicolog¨ªa, el estilo de apego de cada uno determina los mecanismos de afrontamiento de la realidad. Hay personas m¨¢s introvertidas, m¨¢s ansiosas, m¨¢s equilibradas o m¨¢s ca¨®ticas e impulsivas. "Ese factor es el que hace que cada espa?ol est¨¦ teniendo una respuesta distinta ante la pandemia y, sobre todo, ante sus consecuencias restrictivas", afirma Carmen Soria, psic¨®loga sanitaria y directora del gabinete Integra Terapia de Madrid. Nuestra respuesta tras el confinamiento y nuestros mecanismos para sobrellevar cada fase, depender¨¢n tambi¨¦n de estas formas de ser. "Afrontaremos la situaci¨®n, la entenderemos y, por fin, se producir¨¢ la aceptaci¨®n. Entenderemos que somos vulnerables, pero no impotentes. Habr¨¢ cambios, indudablemente, pero estos no tienen por qu¨¦ ser todos negativos", apunta Soria. La psic¨®loga pone algunos ejemplos: habremos aprendido que podemos mantener nuestras relaciones aun a distancia, habremos sabido descartar a quien no tiene que estar en nuestra vida, habremos asumido lo vulnerables que podemos ser al cambio de h¨¢bitos y habremos ampliado nuestro ocio casero.
Nacer¨¢n nuevas formas de arte
"Somos animales sociales, gregarios y creativos. Y adaptaremos las formas de comunicarnos a los medios que tenemos", apunta Soria. Adem¨¢s, el espejo de la Historia da pistas de c¨®mo bullir¨¢n las emociones despu¨¦s del confinamiento. ?Y qu¨¦ hay m¨¢s af¨ªn al arte que los propios sentimientos? Ante la peste negra medieval y sus posteriores ciclos epid¨¦micos, que llegaron hasta bien entrada la Edad Moderna, la angustia y ansiedad colectiva de la poblaci¨®n sirvieron para alumbrar nuevos ritos, como procesiones de flagelantes y votos y penitencias. Tambi¨¦n se hicieron m¨¢s conscientes de la fragilidad de la vida humana, y de la condici¨®n de la muerte como igualadora de clases sociales, desde el Papa hasta el campesino. Prueba de ello es el nacimiento de las danzas de la muerte, un nuevo g¨¦nero art¨ªstico que, a trav¨¦s de la combinaci¨®n de texto literario y representaci¨®n gr¨¢fica, retrataba a la parca como un esqueleto que arrastra con su macabro baile a personas de todos los estratos sociales. Hoy, el fruto de la creaci¨®n no ha de ser tan l¨²gubre, sino que todo apunta a que tendr¨¢ que ver con la transformaci¨®n digital, un territorio a¨²n por explorar para muchos artistas de este pa¨ªs. De hecho, ya ha nacido el primer museo de artistas visuales inspirados en la pandemia. Est¨¢ en Instagram, claro.
Mientras, en la calle, habr¨¢ un t¨ªmido miedo a tocarse
?A qui¨¦n no le ha pasado sorprenderse viendo estos d¨ªas en una pel¨ªcula una imagen de un vag¨®n de metro atestado, con sus planos cortos de manos poblando los asideros y ninguna distancia de seguridad entre los apelotonados viajeros? Desconcierta observar esa calma perfecta, patrimonio anterior a la Covid-19. Y la sensaci¨®n de extra?eza se potencia para aquellos que viven solos, y atraviesan ahora su quinta semana sin tener ni un mero roce f¨ªsico accidental con otro ser doliente. La imagen cuando bajamos a la compra es real y homog¨¦nea en cualquier punto del pa¨ªs: se suceden las miradas recelosas a distancia hacia quienes comparten espacio f¨ªsico con nosotros en el supermercado. Les tratamos con el remilgo de la supervivencia, ahora que cada uno de nosotros somos posibles vectores involuntarios del virus. Y el caso es que, en esta actitud, no hay nada nuevo bajo el sol.
La huida y el miedo al contagio asociado a la epidemia tambi¨¦n lo padecieron nuestros ancestros, tal y como recoge el cronista Andr¨¦s Bern¨¢ldez (1450-1513) cuando se?ala: "Los vivos hu¨ªan unos de otros, los que estaban en el campo, de la villa, para que no se les pegase". Lo mismo nos indica un autor de la ¨¦poca, el escritor Giovanni Boccaccio, en su libro de cuentos El Decamer¨®n. En ¨¦l narra la salida de un grupo de j¨®venes de la ciudad de Florencia a una villa campestre ante la llegada de la peste en 1348. Este tipo de medidas, de aislamiento voluntario, fueron aplicadas fundamentalmente por miembros de la aristocracia, tal y como se observ¨® tambi¨¦n en C¨®rdoba ante la epidemia de peste declarada en la ciudad en 1488. Por contra, y como nota esperanzadora, la profesora de Historia Medieval Margarita Cabrera recuerda, en un estudio sobre aquella pandemia, que los recelos sociales generados por el miedo al contagio tambi¨¦n convivieron con fen¨®menos de solidaridad social; especialmente, la familiar, donde imperaba el cuidado m¨¦dico de los contagiados y su acompa?amiento.
El temor ir¨¢ pasando¡ y querremos abrazarnos
Sobre la duda de si ese miedo a tocarnos se esfumar¨¢ con los d¨ªas, la psic¨®loga responde "?Seguimos yendo de vacaciones a lugares en los que han ocurrido cat¨¢strofes naturales? Yo dir¨ªa que s¨ª, sin tener datos estad¨ªsticos en la mano. El tema radica en cu¨¢nto tiempo pas¨® desde que se produjo el desastre hasta que se recuper¨® la zona como tur¨ªstica. La cuesti¨®n est¨¢, m¨¢s que en si vamos a tener desconfianza, en hasta cu¨¢ndo vamos a tenerla. Este 'hasta cu¨¢ndo' va estar muy condicionado por la evoluci¨®n de la pandemia y los consejos m¨¦dicos". Y a?ade: "Las personas que lleven el distanciamiento al puro miedo por relacionarse es, probablemente, porque respondan a patolog¨ªas previas, psicol¨®gicas o psiqui¨¢tricas, y no tanto a la pandemia en s¨ª". Haz la prueba entre tus familiares y amigos. Adela Iglesias, profesora de 57 a?os, afirma: "Muero por abrazar a mis amigas, a mis conocidos y a los desconocidos que se dejen. Ans¨ªo el contacto f¨ªsico y no me da miedo (a no ser que alguien est¨¦ estornudando o tosiendo, pero eso ya lo viv¨ª en el metro y los autobuses antes del confinamiento y he sobrevivido)". Se suma a sus deseos Jos¨¦ Luis, un trabajador de banca jubilado de 74 a?os, que lleva sin pisar la calle desde el anuncio del estado de alarma: "Mi ideal ser¨ªa seguir con las mismas costumbres que ten¨ªa antes de empezar la cuarentena, y hacer algo excepcional para celebrar con mi familia el fin de la pesadilla".
Los adolescentes nos llevar¨¢n ventaja
Desde el inicio de la pandemia, estamos viendo tambi¨¦n cambios importantes en nuestra econom¨ªa, que sufre ahora una marcada polarizaci¨®n: algunos sectores est¨¢n sufriendo sus terribles consecuencias, pero otros salen reforzados, como es el caso de algunas plataformas como Netflix, que han incrementado su valor burs¨¢til. Muchos son los que aprovechan para "ponerse al d¨ªa" y ver cantidad de series que dec¨ªan tener atrasadas. Tambi¨¦n en esto hemos encontrado diferencias notables a la hora de sobrellevar mejor o peor el encierro (y, por tanto, los que pueden estar por venir). En palabras de la psic¨®loga, "los adolescentes est¨¢n muy acostumbrados a este tipo de ocio de pasar horas en casa. Creo que esa pauta, posiblemente, les ha facilitado las primeras semanas de estancia: no es algo tan distinto a sus h¨¢bitos conocidos". As¨ª, saldr¨¢n menos afectados. Aunque matiza: "Habr¨¢ que ver si se mantiene, porque no es lo mismo un marat¨®n de Play o de Netflix cuando tienes la libertad de hacerlo a cuando no. La saturaci¨®n puede reducir su efecto positivo, a fuerza de costumbre". Sobre los j¨®venes, Fernando Bay¨®n, fil¨®sofo y director del Instituto de Ocio de la Universidad de Deusto, anota: "Necesitaremos a los adolescentes. Se generar¨¢ una educaci¨®n para el ocio en el interior de las familias muy interesante, que nos obligar¨¢ a reflexionar. Es falso que los nativos digitales sean menos sociales. Hay mucho solitario de bar. Y mucha persona sola en casa jugando a los videojuegos en compa?¨ªa".
Y no podremos bajar la guardia
Tiraremos mucho de esp¨ªritu cr¨ªtico. No va a quedar otra. Suceder¨¢, por ejemplo, ante las muchas teor¨ªas conspiranoicas que asocian el inicio del contagio a una posible guerra bacteriol¨®gica, cuya mecha prendi¨®, seg¨²n quien opine y siempre sin pruebas, en un lugar u otro del planeta, a merced de supuestos intereses econ¨®micos y estrat¨¦gicos. O para evitar contagiarnos de bulos y fake news. La angustia asociada a una situaci¨®n devastadora ya mell¨® a nuestras sociedades predecesoras, que tambi¨¦n buscaron sus propios chivos expiatorios. Fue el caso de los jud¨ªos, a los que, como recuerda un texto del m¨¦dico de papas Guy de Chauliac, se les acus¨® de emponzo?ar el agua de los pozos durante la epidemia de peste negra. Muchos de los tristes episodios de su persecuci¨®n que tuvieron lugar en la segunda mitad del siglo XIV, se explican a ra¨ªz de aquel recelo. Lo que nos lleva a la importancia de la empat¨ªa: es un gran momento para empezar a cultivarla.
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