La t¨¦cnica ancestral para recolectar agua
En el sur andino de Per¨², un grupo de campesinos liderados por mujeres se ha organizado para sembrar y cosechar agua, una forma tradicional de 'llenar las venas de la tierra', recargar los acu¨ªferos y ayudar a contener el cambio clim¨¢tico

De pronto, el cielo andino se ha cerrado, atenazado por numerosas nubes negras que se cruzan como si quisieran descargar toda su furia. De lejos viene el sonido de los primeros truenos, que retumban sobre este paraje fr¨ªo ubicado a m¨¢s de 4.000 metros de altura. Un rel¨¢mpago tambi¨¦n irrumpe desde el horizonte, por ahora tenuemente. La gente de ac¨¢ sabe lo que se avecina¡
¡ªApaguen todos los celulares, por favor ¡ªdice m¨¢s de uno de los habitantes de la comunidad de Quispillaqta.
La operaci¨®n es inmediata porque, cuando se electrizan el cielo y la tierra, la chispa de una llamada puede ser mortal. Pero el ecosistema esta tarde consuela: la laguna Qinwacucho (en quechua, rinc¨®n de los que?uales) comienza a emerger por entre unas lomas pobladas de ichu, una planta andina t¨ªpica de la zona, como el que?ual. Los cerros parecen acariciar el firmamento.
Siguen los truenos, aunque por un motivo acaso guardado en las entra?as de este cielo, cuando llegamos al pie de la ccocha (laguna, en quechua) el silencio ha vuelto y las gotas de lluvia son apenas peque?as y dispersas. No hay ning¨²n aguacero que interrumpa el homenaje al agua, a la tierra, al entorno. Van a agradecer lo que han logrado, desde hace varios a?os, las hermanas Magdalena y Marcela Machaca y la Asociaci¨®n Bartolom¨¦ Aripaylla (ABA), fundada por ellas: que el l¨ªquido vital no falte incluso cuando las lluvias escasean o cuando los nevados vecinos, como el Portuguesa y el volc¨¢n Qasa ya no tienen hielo perpetuo en sus cumbres imposibles.
¡°Se han secado los ¨²ltimos, con la aceleraci¨®n del cambio clim¨¢tico desaparecieron¡±,? explica Magdalena. Lo que hicieron ABA y estas hermanas fue valiente y persistente. Desde mediados de la d¨¦cada de 1990 (y a pesar de que estos campos hoy serenos estaban entonces golpeados por la violencia desatada por el grupo mao¨ªsta Sendero Luminoso), se dispusieron a rescatar una t¨¦cnica ancestral que ahora es llamada siembra y cosecha de agua y que se ha tornado, literalmente, providencial.
Como cuenta Magdalena, ¡°consiste en almacenar agua de lluvia en vasos naturales secos, tap¨¢ndolos con piedras y arcilla, o con el ichu propio de esta zona¡±. Esta misma laguna, por donde ahora rondan algunas aves altoandinas, como patos salvajes y una a la que denominan uququ, no estaba aqu¨ª hace unos a?os. Fue, en rigor, creada por los campesinos. En el principio hab¨ªa una hondonada, tal vez con un poco de agua de lluvia. Lo que hicieron fue construir diques de piedra y de arcilla, para que lo empozado no se desparrame por las laderas andinas, y m¨¢s bien se infiltre en el subsuelo y recargue el acu¨ªfero. ¡°Al piso no le ponemos nada, si pusi¨¦ramos arcilla all¨ª, impermeabilizar¨ªamos y no filtrar¨ªa¡±, detalla Magdalena con precisi¨®n.
Desde que en 1994 crearon la primera laguna, llamada Apacheta, han inventado 120 m¨¢s que producen nada menos que unos 15 millones de metros c¨²bicos de agua al a?o para las cuencas de Cachi y Pampas. No falta pr¨¢cticamente todo el a?o, aun si en los meses de diciembre, enero, febrero y marzo las precipitaciones son pobres.

Los uququs siguen revoloteando y han venido m¨¢s aves a Qinwacucho. Como si quisieran escuchar a una joven que canta con una dulzura suprema ¡ Hatun qucha patachapi/uchuychalla yana/puyo hatarinray/tiyarinray paralla paranampaq.. (Al borde de una laguna grande/ una peque?a nube negra/ se levanta y se eleva otra vez/es para que llueva/para que venga la lluvia¡). Hacer estos rituales no es solo algo necesario. Es indispensable. Toda la odisea llevada a cabo por las hermanas Machaca y ABA no se entiende sin ellos. Para que esta laguna y todas las dem¨¢s que han creado existan, tuvieron que pedir permiso, o dialogar, con los apus.
Un apu es una monta?a, la propia laguna, o un lugar al que en el mundo andino se le considera sagrado. ¡°A Dios se le implora, con el Apu se conversa¡±, precisa Marcela. ¡°Y hasta se le rega?a cuando hay un accidente o rayos que matan ganado. Se le dice ¡®?acaso no te he compartido la coca? ?acaso yo he sido individualista? ?en qu¨¦ te he faltado? ?por qu¨¦ haces esto?¡¯¡±. Desde una visi¨®n urbanita, parece dif¨ªcil entenderlo. Pero para la gente del Ande es completamente real.
Con el apu se habla, incluso en sue?os, y se le ofrece cari?o. Y no se puede crear una laguna sin su permiso final. ¡°Eso para nosotros es lo central. Tenemos que ponernos de acuerdo con la deidad en el sitio. Si ellos no quieren, no se hace¡±, apunta Marcela. Por eso estamos ac¨¢, con los cantos en quechua, y con una manta de colores donde se han puesto numerosas ofrendas. Flores, papayas, pi?as, uvas, melocotones, puestos en grupos de dos. Una botella de pisco que va circulando en un peque?o vaso, para que tomes ese licor en honor a la mamaccocha, y algo fundamental: hojas de coca. Las debes tomar con las dos manos, mirar al cielo y a la laguna y soplarlas. Luego, algunas palabras, en quechua o en castellano, que te salgan del alma.
Lo hace tambi¨¦n Gustavo Solano, un costarricense que es director del Proyecto Binacional Siembra y Cosecha de Agua, el cual forma parte del Programa Euroclima de la Uni¨®n Europea. ?l, adem¨¢s, ha promovido que esta t¨¦cnica sea llevada a la provincia de Guanacaste, en su tierra, donde se han construido cinco lagunas similares para neutralizar severas sequ¨ªas. ¡°No se trata solamente de hacer una hondonada, un dique. Se trata de ver al agua como una persona, como un ser vivo. Es entender el trasfondo cultural y espiritual que existe¡±, sostiene.
Lo que hicieron fue construir diques de piedra y de arcilla, para que lo empozado no se desparrame por las laderas andinas, y m¨¢s bien se infiltre en el subsuelo y recargue el acu¨ªfero
La joven sigue cantando en quechua, con una suave melancol¨ªa. Se llama Jeanette Rejas y se dice que inventa sus versos mientras mira la laguna. Tal vez los apus la ayudan. M¨¢s abajo, quiz¨¢s a unos 3.500 metros de altura y donde el ichu ya no es abundante, fluye una especie de arroyuelo. Sobre el mismo hay una planta de tama?o mediano, de hojas grandes; a sus pies corre con suavidad un agua cristalina, que parece traer un mensaje de las cumbres. ¡°Provoca humedad para que el agua empiece a manar¡±, afirma Magdalena.
La putaqa, en efecto, tiene la esencial cualidad de hacer que el agua aflore donde la siembras. Es silvestre pero, como produce tal m¨¢gica consecuencia, los campesinos han aprendido a sembrarla en lugares estrat¨¦gicos con el prop¨®sito de que, desde las partes donde est¨¢n las lagunas hasta en estas partes bajas, se abastezca el acu¨ªfero, se cargue la capa fre¨¢tica. Se crea as¨ª todo un sistema que va llenando las venas de la tierra mediante varios pasos sucesivos: acumulaci¨®n de agua en hondonadas naturales, que son cercadas con diques de piedra y arcilla; canales que van dirigiendo el torrente hacia abajo, a fin de que no se desborde; y sembrado de putaqas a lo largo del recorrido. Con todo eso se evita el desperdicio.
Magdalena, que como Marcela es ingeniera agr¨®noma, cuenta que una vez, para verificar el poder de la planta, la sembraron en el patio de una oficina situada en Uni¨®n Potrero, centro poblado que es parte de Quispillaqta y del distrito de Chuschi (departamento de Ayacucho). El agua brot¨® con fuerza incluso en los cuartos vecinos. ¡°Las lagunas reemplazan la funci¨®n de los nevados desaparecidos¡±, enfatiza Magdalena. Si adem¨¢s la lluvia comienza a escasear, hay rituales para llamarla. Uno consiste en recoger un poco de agua en un recipiente y rociarlo por la puna. Otro, hacer cantar a los ni?os en quechua; y otro es azotar a la imagen de San Isidro Labrador.
Est¨¢n frente a Tapaccocha (nido de agua), otra laguna creada. Esta, como varias otras, tiene un ingrediente m¨¢s: en sus profundidades viven truchas de la especie arco¨ªris, con lo que tambi¨¦n se provee de alimento, muy prote¨ªnico, a las comunidades que se ubican cerca, donde la vista se pierde por entre los cerros, las nubes y el horizonte casi infinito. En la de Qinwacucho, se comen con papa andina cocinada antes del ritual y cuando los truenos ya llegan. Sabidur¨ªa de ayer y hoy. Al terminar, luego de soplar la coca y recitar lo que sale de adentro, se viene una granizada imparable que parece echar encima una lluvia de piedras blancas. ¡°Felizmente ¡ªdice Samuel Flores, otro quispillaqtino¡ª porque, si la tormenta se ven¨ªa, no hubi¨¦ramos podido agradecer¡±. La naturaleza y los Apus han sido generosos con nosotros.
¡°Esto es lo que se llama una contribuci¨®n nacional determinada (NDC, por sus siglas en ingl¨¦s)¡±, sostiene Solano a, a aludir a los aportes que el Per¨² se ha comprometido a dar como parte de su lucha contra el cambio clim¨¢tico, siguiendo el Acuerdo de Par¨ªs. La mayor contribuci¨®n, por a?adidura, quiz¨¢s sea defender estos acu¨ªferos, estos montes y estas ccochas.
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