?scar Tusquets: ¡°En nuestra juventud, llev¨¢bamos la libertad sexual a unos extremos absolutamente manicomiales¡±
El arquitecto y escritor barcelon¨¦s publica 'Sketchbook' (Apartamento), una recopilaci¨®n de 200 dibujos con algunos de sus dise?os m¨¢s ic¨®nicos
Antes de que todo el mundo tuviera que sumar varios trabajos para que juntos parecieran uno ¨Cfood curator, dj y consultor de marcas, pongamos¨C, ?scar Tusquets (Barcelona, 1941) ya hac¨ªa muy bien cuatro cosas muy dif¨ªciles: dise?ar muebles, proyectar edificios, pintar cuadros y escribir libros. Su ¨²ltimo cuaderno de opiniones y provocaciones intelectuales, Pasando a limpio (Acantilado), va por la segunda edici¨®n. Y sus "amigos j¨®venes" de Apartamento le han animado a publicar Sketchbook, un cuaderno que re¨²ne dibujos de sus dise?os, replicados de los m¨¢s de 60 que guarda en su casa, Villa Andrea, una imponente construcci¨®n palladiana en la parte alta de Barcelona. Este mes, adem¨¢s, se ha reabierto, despu¨¦s de tres meses de cierre por la cuarentena, la exposici¨®n 'Objetos de deseo. Surrealismo y dise?o, 1924-2020' en CaixaForum (Barcelona). Tusquets mantuvo una larga relaci¨®n creativa y de amistad con Salvador Dal¨ª de la que surgieron varios dise?os para espacios, mobiliario y objetos y de la que el arquitecto hablar¨¢ en una conferencia paralela a la muestra.
A Tusquets siempre se lo imagina uno hablando en una terraza con una copa en la mano. Esta entrevista no pudo hacerse as¨ª, sino por Skype, una ma?ana de la interminable fase cero. Coqueto, prepar¨® el espacio colocando como fondo un cuadro reciente del Pante¨®n de Roma. Durante una hora y pico decidimos interrumpirle lo menos posible:
"?El coronavirus? Los ¨²nicos que lo est¨¢n haciendo bien son los suecos. Abrir los colegios, llevar una vida normal. No podemos colapsar la sanidad pero, superado esto, va a haber muertes. Los viejos nos morimos. Lo digo yo que tengo 78 a?os y si me toca, me toca.
Lo del aprobado general en la escuela me recuerda a los aprobados pol¨ªticos de mi ¨¦poca. Mis hijos siguen las clases por internet. Tienen 15 a?os. No he jugado al f¨²tbol con ellos, pero s¨ª que he navegado, he ido a vela, hemos hecho otras cosas. Soy consciente de que podr¨ªa ser su abuelo, por eso soy m¨¢s transigente. Se lo digo siempre a mi mujer que es m¨¢s dura: '?No ves que yo soy como su abuelo?'.
Aun as¨ª, no desobedezco las normas del confinamiento, claro. Como escribo y pinto, lo puedo hacer en casa. Ya no tengo el despacho en la planta de arriba. Ahora lo alquilo a unos economistas. Trabajo en el semis¨®tano. Estoy escribiendo un libro sobre envejecer y sobre la muerte. Es un panfleto. El t¨ªtulo provisional es:?Vivir no es tan divertido y envejecer un co?azo. Lo es por una serie de motivos. Te abandona la belleza, te abandonam la excitaci¨®n, los amigos¡ Yo cada vez que rehago la lista en el tel¨¦fono tengo que borrar a dos o tres. Racionero, Wagensberg¡ es un co?azo.
Yo no voy a funerales. Son muy antiest¨¦ticos y no compensa lo mal que te lo pasas. Tengo clar¨ªsimo que quiero que me incineren y que hagan una fiesta con alcohol y todo tipo de afrodis¨ªacos. Que se r¨ªan recordando lo bien que lo pasaron conmigo. Ninguno de mis padres est¨¢ enterrado. Mi padre dio el cuerpo a la investigaci¨®n, que ahora dicen que hay demasiados.
Cuando revis¨¦ los blocs para publicar este libro con los chicos de Apartamento pens¨¦: 'Esto ahora no lo sabr¨ªa hacer'. Me pasa mucho. No solo no me arrepiento de lo que he hecho, sino que pienso que ahora no ser¨ªa capaz. Al final, es un compendio del trabajo de 50 a?os, desde que empec¨¦ a guardar los blocs. Antes trabaj¨¢bamos en hojas sueltas, ¨¦ramos unos inconscientes.
No tengo muebles m¨ªos en casa, no me gusta. Conservo uno de cada, apilados en el garaje, para la fundaci¨®n. Excepto una silla Lucas, un par de Stradivarius y la mesa del comedor. En el comedor tengo sillas Thonet de distintas ¨¦pocas, compradas en chamarileros. Todos vivimos de ella, de Eames y de Jacobsen. Como dec¨ªa Eugenio d¡¯Ors: lo que no es tradici¨®n es plagio. Innovar, ojo. Miguel Mil¨¢ siempre dice: '?Qu¨¦ les ha cogido con lo de innovar?'. ?l es un caso extremo.
Cuando yo era joven, Gaud¨ª estaba muy mal visto. Yo me atrev¨ª a defenderlo, incluso la Sagrada Familia. Una amiga me dijo: 'Solo una persona con tu mal gusto puede defender ese esperpento'. Me pasa como con la Semana Santa andaluza: cuando entro, me convierto. Pero me dura solo 20 minutos.
De las obras que est¨¢n haciendo ahora, todos los detalles est¨¢n equivocados. Si me dan tres a?os y tres millones de euros, yo lo arreglo. Hay un desaf¨ªo para el cual no veo soluci¨®n, que es la luz artificial. Si estuviera vivo Ingo Maurer, lo podr¨ªa hacer. Yo trabaj¨¦ con ¨¦l. Gaud¨ª cre¨ªa que la escultura ten¨ªa que estar toda fuera y explicar la historia sagrada, como en las iglesias rom¨¢nicas. Pobre Subirachs, que hizo las esculturas de la Fachada de la Pasi¨®n, puso buena fe, pero es un error may¨²sculo. Falta lo del P¨®rtico de la Gloria, que ah¨ª tiene que haber como 150 esculturas. Yo he hablado muchas veces con Antonio L¨®pez: 'Anto?ito, te lo tendr¨ªan que encargar a ti, pero al cabo de 10 a?os, habr¨ªas hecho medio pastorcillo'. ?l me contest¨®: 'Tendr¨ªan que encarg¨¢rselo a Barcel¨®'. Es muy listo.
Lo de Antonio es muy curioso porque ¨¦l ha pintado de maravilla la miseria de la posguerra, el plato de Duralex, sus hijos abrigad¨ªsimos porque est¨¢n pasando un fr¨ªo tremendo, estos barrios de los suburbios de Madrid¡ Y como es muy coherente, aunque venda cuadros por millones de euros, ¨¦l contin¨²a yendo con una zamarra, y teniendo vasos de Duralex, y con una gorra de cazador, y con unas zapatillas viejas. Yo ya s¨¦ que esto es muy pict¨®rico pero yo no vivo as¨ª, por eso cuando hago cuadros, tengo que pintar la silla de Aalto que tenemos en casa.
De pintores, fui m¨¢s amigo de la gente de la Escuela de Madrid: Maribel Quintanilla, Paco L¨®pez. Pero he tenido sobre todo amigos fot¨®grafos. Oriol Maspons, amigo ¨ªntimo. Tuve una gran amistad con Catal¨¤ Roca, que me ha ense?ado una cosa important¨ªsima: iluminar, que no se ense?a lo suficiente.
Escritores tambi¨¦n. Cuando creamos Tusquets Editores con Beatriz de Moura ¨¦ramos amigos de Vargas Llosa, de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, de Carlos Barral, de Juan Mars¨¦, de Vila-Matas, que entonces era jovenc¨ªsimo. Estoy un poco cansado de hablar de la gauche divine y de Bocaccio. Fue muy divertido, yo creo que s¨ª que tuvo su importancia, igual que la Movida madrile?a, pero que hagan una exposici¨®n, pues no s¨¦. Prefiero no ir a esas cosas. Para la gente que no lo vivi¨®, es todo muy fantasmag¨®rico.
Primero ¨ªbamos al restaurante La Mariona que ten¨ªa una mesa comunitaria al fondo y all¨ª te encontrabas al escultor Corber¨®, a Catal¨¤ Roca, a Oriol Maspons y a Leopoldo Pom¨¦s con Peki d¡¯Oslo, que luego fue Amanda Lear. Hac¨ªa unos strip tease fant¨¢sticos. Y luego ya ¨ªbamos a Bocaccio, que ten¨ªa unos horarios muy razonables. Llegabas a las 11 y a las 3 ya estabas en casa.
"Llev¨¢bamos la libertad sexual a unos extremos absolutamente manicomiales. No se pod¨ªan tener celos porque la propiedad privada estaba mal. Si se acostaban con tu novia, ten¨ªas que estar absolutamente abierto a esa posibilidad".
Creo que los finales de los sesenta y principios de los setenta en Barcelona fueron fant¨¢sticos. Hasta el coronavirus he tenido mucha suerte. Con mi amigo Llu¨ªs Clotet decimos que somos la primera generaci¨®n europea que no ten¨ªa ninguna posibilidad de que la llamasen a la guerra. Hice el servicio militar y pensaba: 'Ay, si me llaman', pero no hab¨ªa posibilidad. Vivir de joven los Beatles, los Rolling, el festival de Bath, al que fui, Zeleste, Pau Riba, la Barcelona de los escritores latinoamericanos¡
Esta cosa tan francesa de decir que en el 75 de pronto todo cambi¨® es absolutamente ignorante de la realidad. Los ¨²ltimos cinco a?os de la dictadura fueron diferentes. Si t¨² eras un obrero sindicalista seguramente lo pasabas mal, pero en la universidad no hab¨ªa ni un franquista, estaba lleno de t¨ªos del PSUC, todos eran comunistas. Lo que dijo V¨¢zquez Montalb¨¢n es verdad: contra Franco viv¨ªamos mejor.
C¨®mo era Cadaqu¨¦s entonces, qu¨¦ maravilla. La libertad sexual, que la llev¨¢bamos a unos extremos absolutamente manicomiales. No se pod¨ªa tener celos porque la propiedad privada estaba mal. Si se acostaban con tu novia, ten¨ªas que estar absolutamente abierto a esa posibilidad. La defensa que ten¨ªa esta actitud es que era sincera. Era ingenua, pero era sincera.
C¨®mo era Londres. C¨®mo era ?msterdam. Y todo esto lo viv¨ª con 25 a?os. Una era magn¨ªfica.
Y esto que viene ahora¡ decir que nos pasa por ser demasiado modernos, por ser demasiado sofisticados¡ a ver, no me fastidies, comer murci¨¦lagos vivos es bastante medieval. ?Que saldremos mejores? Yo creo que no, saldremos m¨¢s pobres. La crisis econ¨®mica va a ser tremenda. Todo esto es tan tremendo que con los amigos ya no hablamos del proc¨¦s. ?Qui¨¦n nos iba a decir que ya no nos importase el Torra! Yo creo que mis hijos cuando sean mayores dir¨¢n: a los 15 a?os vivimos una cosa que no nos la creer¨ªais".
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