Esp¨ªritu totalitario en versi¨®n grotesca
Uno se pregunta qu¨¦ diablos tendr¨¢ que ver tanta ?o?er¨ªa con la pol¨ªtica y la ideolog¨ªa, y se acuerda de la ¨²ltima etapa del franquismo
Los conceptos ¡°derecha¡± e ¡°izquierda¡± siempre fueron por fuerza algo imprecisos. Pero hoy est¨¢n tan pervertidos y adulterados que facilitan a pol¨ªticos, intelectuales, columnistas y tertulianos de esp¨ªritu totalitario dedicarse a repartir carnets de lo uno o lo otro en funci¨®n de sus gustos, aficiones y afanes prohibidores. El marem¨¢gnum es de tal calibre que en la arbitraria denominaci¨®n de izquierdista o derechista intervienen factores pintorescos que nada tienen que ver con la pol¨ªtica ni con la ideolog¨ªa. Pensar que algunas feministas actuales ¡ªj¨®venes, o mayores oportunistas ¡°sobrevenidas¡±¡ª son cortas de luces, tienen mentalidad policial, est¨¢n contra la presunci¨®n de inocencia y abogan por las condenas sin pruebas, no convierte al que lo piensa en un individuo de derechas, sino en alguien que todav¨ªa discierne, distingue lo justo de lo injusto y no se sube al carro que m¨¢s conviene en cada momento. Ser un entusiasta de la bici no convierte a nadie en izquierdista, como sostienen la simplona alcaldesa de Barcelona y otros. De hecho, puede que eso delate m¨¢s bien a un ¡°neose?orito¡± (el se?oritismo es una actitud que se adopta, no depende s¨®lo del nacimiento). Hay ahora, en efecto, mucho se?orito elitista al que le encanta pasear por la ciudad en su bici oyendo el canto de los p¨¢jaros y que pretende, por eso, que los autom¨®viles casi desaparezcan del asfalto. Toma como pretexto la contaminaci¨®n, la sostenibilidad y lo que quieran, pero de lo que nunca se acuerda es del descomunal esfuerzo que millones de trabajadores hubieron de hacer, ahorrando durante a?os euro a euro, para comprarse por fin un coche, y que de repente se encuentran con que casi s¨®lo les sirve para circunvalar y viajar por carretera, y gracias, o bien han de gastar en uno nuevo. En la ciudad no podr¨¢n ni estacionarlo a menos que paguen un parking. Tampoco respeta a cuantos se ganan el jornal con sus veh¨ªculos, desde repartidores y comerciales hasta fontaneros que van de casa en casa y taxistas. ?l quiere unas calles en las que nada le perturbe el buc¨®lico sonido de las aves.
Lo grotesco es que el esp¨ªritu absolutista ha dictaminado que ir en bici es muy de izquierdas y desplazarse con motor de derechas. No s¨¦ qu¨¦ ser¨¦ yo, que jam¨¢s he conducido ni he tenido autom¨®vil y voy a pie o recurro a taxis, pero desde luego no pedaleo fastidiando a conductores y peatones. Tampoco es roja ni de ultraizquierda la persona que no guarda en su domicilio una bandera espa?ola y que, de tenerla, no la colgar¨ªa de su balc¨®n bajo ning¨²n concepto, como no la exhibir¨ªa en la correa del reloj ni en la mascarilla ni en ning¨²n aditamento bobo. No lo es quien no siente mucho apego por su pa¨ªs ¡ªtradicionalmente intolerante, envidioso, inquisitorial y bronco¡ª, y en consecuencia no defiende con vehemencia su ¡°sagrada unidad¡± ni dem¨¢s zarandajas. El patriotismo no es obligatorio ni es de derechas ni izquierdas, porque tanto la derecha como la izquierda lo invocan cuando eso las beneficia. Tampoco ser antitaurino a ultranza supone un blas¨®n ¡°revolucionario¡±: hay y ha habido aficionados a los toros de todos los colores pol¨ªticos. Tener perros y sacarlos de paseo no es de izquierdas ni de ¡°buenas personas¡± (recu¨¦rdese sin m¨¢s la adoraci¨®n que les profesaba Hitler), como no lo es ser animalista: cualquiera con dos dedos de frente detesta el maltrato gratuito a unos seres que dependen de nosotros en ¨²ltima instancia, da igual su posici¨®n ideol¨®gica. Ese cualquiera, sin embargo, sabe que la humanidad se ha alimentado de carne (y m¨¢s le vale, si quiere sobrevivir como especie) y que es preferible probar medicamentos y vacunas en ratones antes que arriesgarse a matar a un semejante con dosis o componentes equivocados. Quien procura coger pocos aviones, o los reh¨²ye, tampoco es por ello de izquierdas; afirmar eso ser¨ªa tan caricaturesco como mantener que cuantos no van de cacer¨ªa con sombreritos rid¨ªculos son unos rojos despreciables y enemigos de la Espa?a eterna.
Uno se pregunta qu¨¦ diablos tendr¨¢ que ver tanta ?o?er¨ªa con la pol¨ªtica y la ideolog¨ªa, y se acuerda con pesadumbre de la ¨²ltima etapa del franquismo, cuando ¡ªal no haber pol¨ªtica y estar prohibidos los partidos¡ª todo se politiz¨® en la vida cotidiana, y hab¨ªa que andar con cuidado al confesar las predilecciones, en ciertos ¨¢mbitos. Si a uno le gustaba el whisky o la coca-cola, quiz¨¢ deb¨ªa ocultarlo para no ser tachado de imperialista. Si le daba al vino tinto, pod¨ªa ser tomado por proletario comunista. Ver f¨²tbol era un pecado may¨²sculo (el nuevo opio del pueblo, peor que la religi¨®n), y ser del Madrid equival¨ªa a una admisi¨®n de franquismo (que se lo digan a Benjam¨ªn Prado, al difunto Rubalcaba o a Valdano). Admirar el cine americano era sumamente sospechoso, como en el otro bando lo era admirar el neorrealismo italiano, qu¨¦ m¨¢s daba que los dos estuvieran poblados de obras maestras. Fue una ¨¦poca no s¨®lo dominada por el esp¨ªritu totalitario: tambi¨¦n de las m¨¢s imb¨¦ciles que he vivido. Cuarenta y cinco a?os despu¨¦s, algo muy semejante regresa con renovado ¨ªmpetu, y m¨¢s neciamente si cabe. A los que tenemos memoria, no saben la depresi¨®n y el agotamiento que eso nos causa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.