El culpable de la cat¨¢strofe
Parece casi imposible que esta crisis socave nuestro conformismo, que revoque nuestro terror a discrepar de los nuestros
Qui¨¦n es el culpable del coronavirus? Seg¨²n el artista y disidente chino Ai Weiwei, el Gobierno comunista de su pa¨ªs, que ocult¨® la verdad al inicio de la pandemia. Los escritores estadounidenses Douglas Kennedy y Siri Hustvedt culpan a Donald Trump, que reaccion¨® tarde e infravalor¨® el peligro del virus (Hustvedt tambi¨¦n acusa al machismo universal, a ¡°una fantas¨ªa colectiva de virilidad narcisista¡±), y la escritora francesa Annie Ernaux a Emmanuel Macron, al parecer tan inconsciente como Trump. En Espa?a, los articulistas de izquierda responsabilizan a la derecha, que en sus a?os de Gobierno esquilm¨® la sanidad p¨²blica, mientras los articulistas de derecha culpan al Gobierno de izquierda, que cometi¨® la temeridad delictiva de permitir las manifestaciones feministas del 8 de marzo. Por su parte, los secesionistas catalanes atribuyen el desaguisado a Espa?a, que nos infecta y nos mata, y ciertos integristas religiosos, al Orgullo Gay.
No sigo. Lo anterior no es una antolog¨ªa de disparates, porque algunas de tales acusaciones no son disparatadas. Al contrario: salvo las de los secesionistas y los integristas, que se parecen como dos gotas de agua, casi ninguna carece de fundamento (bueno, para ser sincero, yo lo de la ¡°fantas¨ªa colectiva de virilidad narcisista¡± tampoco lo entiendo); lo peor desde luego son las medias verdades, porque equivalen a mentiras, pero tienen sabor de la verdad: es evidente a toro pasado que lo ocurrido el 8 de marzo fue un error (o una temeridad), pero es un delirio afirmar que fue un error deliberado (o un delito de prevaricaci¨®n). No s¨¦ si est¨¢ en lo cierto David Quammen, autor de Contagio, cuando sostiene que todos somos de alg¨²n modo responsables de la pandemia, por nuestro modo de vida; puede ser, aunque yo dir¨ªa que los pol¨ªticos tienen m¨¢s responsabilidad que los ciudadanos de a pie. Lo que resulta llamativo, en cualquier caso, es la obsesi¨®n por buscar un culpable exclusivo de la cat¨¢strofe; tambi¨¦n que ese culpable acabe siendo siempre quien m¨¢s conviene a cada cual, aqu¨¦l a quien m¨¢s tirria se tiene. Aunque quiz¨¢ no deber¨ªa resultar llamativo. Al fin y al cabo, encontrar un culpable procura un alivio ilusorio en la desgracia, porque significa que ni yo ni los m¨ªos tenemos ninguna responsabilidad en ella. Hagan lo que hagan y digan lo que digan, los m¨ªos no son culpables de nada ni tienen responsabilidad alguna en ning¨²n error; hagan lo que hagan y digan lo que digan, los otros, en cambio, son los responsables de todas las cat¨¢strofes y todos los desatinos. Esta forma de discurrir, respaldando siempre a los tuyos y denigrando siempre a los otros ¡ªaunque, como es natural, los tuyos cometan desaciertos y los otros aciertos¡ª, posee innumerables ventajas: para empezar, te ahorra el trabajo de informarte, la funesta man¨ªa de pensar y el riesgo de descubrir verdades inc¨®modas; pero adem¨¢s ¡ªo sobre todo¡ª con ella nunca te sientes solo, jam¨¢s te conviertes en un aguafiestas, en un rompepelotas que dice No cuando todo el mundo a su alrededor dice S¨ª, nunca corres el riesgo de quedarte a la intemperie y erigirte en el enemigo del pueblo¡ En fin. Que incurran en esta forma voluntaria de estrabismo quienes viven atrapados en la pol¨ªtica partidista, de suyo tan borreguil, es una calamidad que casi inspira compasi¨®n; que incurramos en ella el resto de los ciudadanos es una calamidad sin paliativos.
A estas alturas ya se ha dicho tantas veces que esta crisis nos cambiar¨¢ a todos para bien como que nos cambiar¨¢ a todos para mal, incluso que no nos cambiar¨¢ en absoluto, que es lo m¨¢s probable. Sea como sea, a m¨ª me parece casi imposible que socave nuestro conformismo ¡ªempezando por el m¨¢s insidioso: el conformismo del inconformismo¡ª, que revoque nuestra perezosa y pusil¨¢nime negativa a pensar por cuenta propia, nuestro terror a discrepar de los nuestros o a enfrentarnos a ellos (por muy ciegos que est¨¦n, por muy irracional o est¨²pido que sea lo que hacen o dicen), ni creo que acabe con nuestro p¨¢nico a quedarnos solos y nuestro gregarismo servil. Aunque puedo equivocarme, claro. Ojal¨¢. Porque mientras eso no cambie, nada ha cambiado.
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