Cornell¨¤: Bodegas Pujol y La Patata
Estos dos locales comparten las virtudes de sus propias creaciones: un cava y una salsa para patatas
En las Bodegas Vins y Caves Pujol, de Cornell¨¤ (Barcelona), casi cada d¨ªa se escuchan canciones de Bob Dylan. Quien las interpreta a la guitarra es el due?o, Joan Pujol, y los que las disfrutan son sus clientes. Algunos lo son hace tantos a?os que conocieron a Joan en el vientre de su madre. ?l, en¨®logo de 58 a?os, es la tercera generaci¨®n que regenta el establecimiento, tras su padre y su abuelo, llamados Joan Pujol, sin sorpresas. En 1928 el abuelo construy¨® estas bodegas al lado de la Rambla de Cornell¨¤. Despu¨¦s de 92 a?os, se sigue peregrinando hasta aqu¨ª para comprar vino ¡ªde cualquier clase y de cualquier parte¡ª y cava elaborado por los Pujol. El espumoso Gran Cornell¨¤ es la joya de la familia.
Las fotos que decoran las paredes dan fe de lo poco que ha cambiado este lugar y de lo mucho que ha variado el mundo. En una de esas im¨¢genes se aprecia el mismo letrero que hoy luce en la fachada ¡ªChampa?a J. Pujol¡ª y una fila de personas que aguardan su turno, vestidas con ropa de inconfundible estilo posguerra. Sostienen botellas vac¨ªas, sacos o unos gigantescos pa?uelos de tela con los que se envolv¨ªan las botellas que compraban, aplicando la bin tsutsumi, una t¨¦cnica de origen japon¨¦s que en catal¨¢n se conoce como embolicar ampolles amb un mocador de fer farcells. A¨²n faltaban unos 20 a?os para que las bolsas de pl¨¢stico invadieran nuestros d¨ªas.
El recinto es impactante. En primer plano, el mostrador, las estanter¨ªas llenas de botellas y los toneles. Sobran metros para aparcar la furgoneta de Joan y albergar otros rincones. En uno de ellos, Joan y Merche, su esposa, habilitaron en 2003 un espacio de degustaci¨®n que hace las veces de bar y ha sido escenario de grandes veladas. Ah¨ª es donde Joan, sin necesidad de que lo animen demasiado, ataca temas como Knockin¡¯ on Heavens¡¯s Door, su gran ¨¦xito. Tambi¨¦n hay una sinfonola que, ante nuestro ruego, Joan resucita para poner a Dylan. Quico, un cliente que ya ven¨ªa de ni?o con sus padres, bromea con que si Joan y ¨¦l se presentaran a alcaldes de Cornell¨¤ ¡ª88.000 habitantes¡ª, ganar¨ªan las elecciones. Pero Joan no quiere ni o¨ªr hablar de pol¨ªtica: piensa que lo mejor que le puede pasar a un negocio como el suyo es que nadie detecte la ideolog¨ªa de quien lo lleva.
Toda Cornell¨¤ ha pasado por las Bodegas Pujol, pero, tambi¨¦n, por La Patata, el otro bar que visitamos. No obstante, hay dos Cornell¨¤s ¡ªdos Catalu?as¡ª muy bien representadas por los emplazamientos de estos locales. El de las Bodegas Pujol pertenece a la zona antigua, nutrida, especialmente, por gente con ra¨ªces en la Catalu?a profunda; el de La Patata se encuentra en la Cornell¨¤ levantada por inmigrantes andaluces, extreme?os, gallegos y castellanos que arribaron a partir de los pasados a?os cincuenta. Alguien insin¨²a que, en un refer¨¦ndum de independencia, en la Cornell¨¤ vieja ganar¨ªa el s¨ª y en la otra el no. Jordi ?vole, amigo de Joan Pujol, es un ilustre ciudadano de la segunda: es hijo de andaluza y extreme?o y en La Patata celebr¨® su primera comuni¨®n.
La Patata naci¨® en 1955 como Bar Esteve, el apellido de su creador. En 1967 cogi¨® el local la familia de Justo Garc¨ªa y Mar¨ªa Las Heras, un matrimonio de Ventosa de la Sierra, el pueblo de Soria donde se hab¨ªan ganado la vida con las ovejas. Bonifacio, Boni, uno de los hijos, hab¨ªa sido pastor desde los nueve a?os mientras daba clases nocturnas. Cornell¨¤ y el bar fueron un alivio: ¡°Si ya me gustaba charlar con las ovejas, c¨®mo no me va a gustar charlar con la gente¡±, nos suelta sentado en la terraza, acompa?ado de Marisa L¨®pez, su esposa gallega, y de sus hijos, Carlos y Sandra, que son los que ahora cuidan de La Patata. Boni ¡ª¡°el primer soriano que naci¨® con ces¨¢rea¡±¡ª tiene 69 a?os y est¨¢ jubilado, pero sufre ese s¨ªndrome tan frecuente de los que han transcurrido la vida en un bar: no sabe estar sin ¨¦l.
A finales de los setenta, Marisa se enamor¨® de Boni y cambi¨® su trabajo en una compa?¨ªa de seguros por La Patata. Ella se recuerda en la cocina con Carlos y Sandra en la cuna. Sus ni?os se despertaban al cesar el alboroto del bar. Pero la estrella de la conversaci¨®n es la madre de Boni, Mar¨ªa, que, por cierto, hab¨ªa servido en las Bodegas Pujol. Acaba de morir a los 100 a?os, v¨ªctima de la pandemia, y este verano regresar¨¢n con sus cenizas al pueblo. Ella fue la inventora de la misteriosa receta de la salsa que vuelve ¨²nicas a las patatas de La Patata: las colas que se forman los fines de semana dan varias vueltas a la manzana.
Barras de convivencia
Dos Cornell¨¤s
Hay dos Cornell¨¤s ¡ªdos Catalu?as¡ª, muy bien representadas por los emplazamientos de estos locales. El de las Bodegas Pujol pertenece a la zona antigua, nutrida, especialmente, por gente con ra¨ªces en la Catalu?a profunda; el de La Patata se encuentra en la Cornell¨¤ levantada por inmigrantes andaluces, extreme?os, gallegos o castellanos que llegaron desde los a?os cincuenta.
El secreto de la salsa jam¨¢s ha salido de la familia. Ni siquiera los camareros est¨¢n al cabo de la calle. Unos hosteleros chinos les ofrecieron una fortuna y lleg¨® a correr el bulo de que la mayonesa Kraft hab¨ªa adquirido la patente. Ellos han soportado la presi¨®n con naturalidad, sin vacilar en su negativa. Sin embargo, esta tarde sucede algo muy c¨®mico. Boni se siente euf¨®rico y habla sin parar. Le grabamos en v¨ªdeo una entrevista y, al evocar la invenci¨®n de su madre, se viene arriba y amaga con desvelar el enigma. Menos mal que su hijo Carlos est¨¢ al quite y lo calla a tiempo: ¡°?Papa, papa!¡±. Boni, en un ataque de felicidad, ha estado a punto de arruinar el gran secreto del bienestar de su familia.
La Patata es un sitio encantador, con sabor a barrio y a pueblo. Dentro de este bar, los modales exquisitos quedan fuera de lugar. Si el serr¨ªn estuviera tolerado, conozco pocos suelos m¨¢s adecuados para arrojarlo.
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