Rebeld¨ªa, des¨®rdenes mentales y Hollywood: c¨®mo la vida de Frances Farmer acab¨® siendo sin¨®nimo de tragedia
Fue una estrella de cine tan fascinante y talentosa que la promocionaron como ¡°la nueva Greta Garbo¡±, pero su nombre no tard¨® en caer en desgracia. La actriz es en el imaginario colectivo una perturbada, una v¨ªctima o todo a la vez
La noche del 27 de enero de 1958, millones de estadounidenses se congregaron ante el televisor para ver el programa presentado por Ralph Edwards Esta es su vida. La invitada lo ten¨ªa todo para llamar la atenci¨®n de los espectadores: era una antigua estrella de cine ca¨ªda en desgracia en la que converg¨ªan historias sobre alcoholismo, drogadicci¨®n, des¨®rdenes mentales y experiencias en hospitales psiqui¨¢tricos. Se llamaba Frances Farmer, y aunque veinte a?os atr¨¢s hab¨ªa sido una actriz tan fascinante y talentosa que la promocionaron como ¡°la nueva Greta Garbo¡±, ahora su nombre era sin¨®nimo de morbo y tragedia.
El nombre de Frances hab¨ªa estado asociado al esc¨¢ndalo desde muy pronto. En abril del 1931, a los 16 a?os, cuando a¨²n estaba en el instituto, gan¨® un concurso de redacci¨®n con un ensayo titulado Dios ha muerto. Recibi¨® 100 d¨®lares de premio y una atenci¨®n que tal vez no deseaba. ¡°?Ni?a de Seattle niega la existencia de Dios y gana un premio!¡±, publicaron peri¨®dicos locales en un titular tan irresistible que incluso otros de tirada nacional, como el Times, se hicieron eco de la noticia. Un pastor local clam¨® contra ella desde el altar, asegurando que si la juventud de Seattle se perd¨ªa, ser¨ªa por la influencia de aquella adolescente. Para desgracia de Frances, su madre, Lillian, ferviente anticomunista y activista conservadora, parec¨ªa estar de acuerdo y conden¨® de forma p¨²blica el texto de su hija.
El ambiente familiar distaba de ser arm¨®nico, as¨ª que cuando empez¨® la universidad, Frances encontr¨® una v¨ªa de escape en el ambiente contestatario de la juventud de la universidad de Washington. All¨ª escrib¨ªa cuentos, poes¨ªa y empez¨® a estudiar teatro. De esa ¨¦poca parte el segundo golpe de efecto en la vida de Frances. Su profesora de interpretaci¨®n la anim¨® a participar en una campa?a del peri¨®dico comunista de Seattle para conseguir nuevas suscripciones, y la que m¨¢s nombres consigui¨® fue ella (aunque seg¨²n algunos bi¨®grafos, como Peter Shelley, fue la segunda pero el peri¨®dico la dio por ganadora porque una chica joven y guapa resultaba mejor para la campa?a de marketing que estaban llevando a cabo). El premio era un viaje a Mosc¨² con parada en Nueva York, as¨ª que con 21 a?os Frances obtuvo algo que a pocos estadounidenses de su ¨¦poca se les pasaba por la cabeza: conocer la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Aunque en realidad ella ten¨ªa m¨¢s inter¨¦s en esa escala en Nueva York, donde aprovech¨® para conocer a los miembros del grupo de teatro experimental The Group.
Frances era bell¨ªsima y sab¨ªa interpretar, pero tambi¨¦n result¨® ser inconformista y contestataria. Criticaba sus propios proyectos, describ¨ªa como tir¨¢nicos a directores como William Wyler y Howard Hawks, lo cuestionaba todo en los rodajes y se gan¨® la fama de actriz problem¨¢tica
El viaje supuso otro episodio de histeria medi¨¢tica y familiar. Lillian Farmer mont¨® en c¨®lera, hizo declaraciones a la prensa hablando de la ¡°daga comunista que buscaba clavarse en el coraz¨®n de Am¨¦rica¡±, a lo que su hija respondi¨® escribiendo Por qu¨¦ me voy a Rusia, un art¨ªculo en el Seattle Times en el que contaba que el objetivo de su viaje era solo conocer de cerca las nuevas t¨¦cnicas interpretativas del pa¨ªs. Cuando regres¨® de Rusia, tras haber presenciado los desfiles del primero de mayo de 1935, dijo haber encontrado el pa¨ªs ¡°fascinante¡±.
Frances se mud¨® a Nueva York para buscar trabajo como actriz de teatro y pronto su agente le consigui¨® una prueba para trabajar en Hollywood. El cine no era su prioridad, pero la oferta econ¨®mica que le hizo la Paramount era tentadora, as¨ª que se traslad¨® a California. El estudio le ofreci¨® el contrato est¨¢ndar de siete a?os y procedi¨® a modelarla como hac¨ªan con todos los aspirantes a estrellas. En la ¨¦poca dorada de Hollywood, los estudios pose¨ªan un control absoluto de las vidas de sus actores, a los que otorgaban una personalidad, dici¨¦ndoles c¨®mo deb¨ªan vestir, comportarse en p¨²blico, en qu¨¦ locales pod¨ªan dejarse ver y qui¨¦nes deb¨ªan ser sus parejas.
Frances era bell¨ªsima, rubia y sab¨ªa interpretar, pero tambi¨¦n result¨® ser inconformista y contestataria. Criticaba sus propios proyectos, como la pel¨ªcula con Bing Crosby, Rivales, que la lanz¨® a la fama, declarando a la prensa que no ten¨ªa ni idea de qu¨¦ iba mientras rodaban. Sin el permiso del estudio, se cas¨® con otro actor, Wycliffe Anderson, que luego cambiar¨ªa su nombre a Leif Erickson. En una entrevista a la revista Collier se desmarc¨® denunciando las deplorables condiciones de trabajo de los granjeros de California y manifestando su apoyo al bando republicano en la Guerra civil espa?ola. Describ¨ªa como tir¨¢nicos a directores como William Wyler y Howard Hawks, que pese a reconocerla como una actriz brillante, se quejaban de su actitud, porque tener a una persona en plat¨® que lo cuestionaba todo retrasaba los rodajes en lo que ten¨ªa que ser una cadena de montaje que funcionaba al mil¨ªmetro. Se gan¨® la fama de actriz problem¨¢tica, y en ese universo, ese era uno de los peores adjetivos con los que pod¨ªan definirte.
El estudio le concedi¨® permiso para marcharse a Nueva York a hacer teatro, donde obtuvo un gran ¨¦xito representando una obra del autor Clifford Odets, que se convirti¨® en su amante. Pero ambos estaban casados y la cosa no termin¨® bien. Odets rompi¨® con ella con un lac¨®nico telegrama: ¡°Mi esposa regresa de Europa. Buena suerte¡±. Frances sufri¨® una fuerte depresi¨®n. A su regreso a Hollywood, parec¨ªa que el estudio buscaba vengarse de ella por considerar el trabajo de actriz de cine de segunda fila frente al teatral, donde adem¨¢s hab¨ªa triunfado. La obligaron a protagonizar una pel¨ªcula de bajo presupuesto junto a su ya exmarido, Leif Erickson, y comenzaron a arreciar los rumores sobre su comportamiento err¨¢tico. Abusaba del alcohol, que combinado con la benzedrina resultaba una mezcla peligrosa. El uso de anfetaminas era moneda corriente entre los actores de su ¨¦poca; el propio estudio les facilitaba esas drogas, legales, para que pudiesen mantener el ritmo de trabajo requerido y mantenerlos delgados ante la pantalla. Los casos de Judy Garland y Marilyn Monroe son quiz¨¢ los m¨¢s famosos, pero ni mucho menos los ¨²nicos. A Frances empezaron darle anfetas cuando combinaba el rodaje de dos pel¨ªculas a un tiempo; rodaba una de d¨ªa y otra de noche, con lo que las sustancias eran imprescindibles para mantenerla despierta y alejar el cansancio.
En estas circunstancias, ocurri¨® un incidente que podr¨ªa haberse quedado en an¨¦cdota pero marcar¨ªa el destino de la actriz para siempre. El 9 de octubre de 1942, Frances conduc¨ªa por la carretera de Santa M¨®nica cuando fue detenida por un polic¨ªa. La pararon por conducir con los faros encendidos durante un apag¨®n dictado por el peligro de los bombardeos japoneses en plena segunda guerra mundial. Adem¨¢s la acusaron de conducir bajo los efectos del alcohol y sin licencia. No le hicieron un test de alcoholemia ni le permitieron llamar a un abogado, pero fue condenada a seis meses de c¨¢rcel, en la que no llegar¨ªa a ingresar al quedar en libertad condicional.
Durante un rodaje, Frances atac¨® a una peluquera disloc¨¢ndole la mand¨ªbula. Tras la denuncia, los polic¨ªas entraron en la habitaci¨®n de su hotel y la sacaron del cuarto de ba?o en el que se hab¨ªa atrincherado, desnuda, arrastr¨¢ndola por la fuerza. Sus im¨¢genes ante el juez al d¨ªa siguiente, despeinada y con una camisa sucia, dieron la vuelta al mundo
Frances estaba fuera de control. Durante un rodaje, atac¨® a una peluquera disloc¨¢ndole la mand¨ªbula. Tras la denuncia, los polic¨ªas entraron en la habitaci¨®n del hotel en el que viv¨ªa y la sacaron del cuarto de ba?o en el que se hab¨ªa atrincherado, desnuda, arrastr¨¢ndola por la fuerza. Sus im¨¢genes ante el juez al d¨ªa siguiente, despeinada, con un traje de chaqueta desordenado, una camisa sucia y dando respuestas sarc¨¢sticas, dieron la vuelta al pa¨ªs compitiendo con las noticias sobre la guerra. Sus respuestas al juez estaban llenas de sarcasmo y mala leche. ¡°Bebo todo lo que puedo, incluida benzedrina¡±. Se quejaba de que no le hab¨ªan dejado llamar a un abogado ante la indignaci¨®n de los presentes y al final la arrancaban de nuevo de la sala mientras le pon¨ªan una camisa de fuerza y ella vociferaba: ¡°?Es que nunca le han roto el coraz¨®n?¡±.
Si colapsos en directo como los de Demi Lovato o Britney Spears siguen provocando tanta hilaridad como inter¨¦s hoy, es f¨¢cil imaginar lo que provoc¨® la escena de Frances en los a?os 40. John Rosenfield fue de los pocos que la defendi¨® en un art¨ªculo que recoge Kenneth Anger en Hollywood Babilonia: ¡°Miss Farmer, que no es precisamente un prodigio de estabilidad emocional ni de sapiencia en la conducci¨®n de su carrera, necesitaba un abogado cierta infausta noche del pasado invierno. Una mano bienhechora pudo haberla rescatado de inmediato de algo tan simple como una violaci¨®n de tr¨¢fico. Pero la sobrecogedora realidad es que la dejaron sola y, naturalmente, perdi¨®¡±.
Le diagnosticaron psicosis man¨ªaco depresiva y, con el permiso de su madre, en vez de ingresar en prisi¨®n, la metieron en el ala de psiquiatr¨ªa del Hospital de los ?ngeles, en los tiempos en los que sitios as¨ª se llamaban manicomios. Solo los actores de teatro de Nueva York con los que Frances hab¨ªa trabajado alzaron la voz a su favor: firmaron una petici¨®n demandando que la soltasen que por supuesto fue ignorada. En el hospital, Frances recibi¨® un tratamiento con inyecciones de insulina que la dejaban atontada, incapaz de concentrarse o recordar eventos muy cercanos. Pas¨® el invierno del 43 al 44 con sus padres en su casa de Seattle, pero al final su madre, sin su consentimiento, se puso en contacto con los estudios de cine para asegurarles que su hija estaba disponible para volver a trabajar. Ella se neg¨® y el ambiente en la casa se enrareci¨® a¨²n m¨¢s, hasta el punto de que Lillian denunci¨® que su hija abusaba f¨ªsicamente de ella. El 23 de marzo del 44 el personal de un hospital psiqui¨¢trico volvi¨® a llev¨¢rsela de nuevo contra su voluntad. El encierro se produjo en su misma ciudad, en Steilacoom. All¨ª pas¨® Frances seis largos a?os. Lo que sucedi¨® en el lugar sigue siendo objeto de controversia.
Jessica Lange interpretando a Frances Farmer en la pel¨ªcula 'Frances' (1982).
En 1950 la liberaron por un motivo parad¨®jico: sus padres necesitaban que alguien cuidase de ellos. Poco despu¨¦s reclam¨® en el juzgado para recuperar sus derechos civiles, las autoridades confirmaron que ya era competente y Frances continu¨® con una vida an¨®nima trabajando de empleada en una lavander¨ªa. Volvi¨® a casarse en el 54 con el ingeniero Alfred Lobley, pero su alcoholismo continuaba y a los seis meses le abandon¨® para volver a California donde trabaj¨® como secretaria. El que ser¨ªa su tercer marido, Lee Mikesell, la anim¨® a escribir un art¨ªculo contando su experiencia y as¨ª el pa¨ªs la encontr¨® de nuevo en lo que ser¨ªa un ef¨ªmero y agridulce regreso. Lleg¨® a aparecer en el show de Ed Sullivan en junio del 57 cantando dos canciones y a rodar una pel¨ªcula de serie B en la que el director dir¨ªa que sol¨ªa aparecer ebria en el rodaje.
Sin embargo, en la entrevista del 58 en Esta es su vida, Farmer negaba haber sido alcoh¨®lica o haber consumido drogas, y declaraba que su ca¨ªda se debi¨® a ¡°una combinaci¨®n de elementos, no era lo bastante madura y tuve una crisis nerviosa¡±. Describ¨ªa la vida en un hospital que no dispon¨ªa de camas suficientes para la gran cantidad de pacientes y c¨®mo ten¨ªa que guardar cola ¡°con 15 o 20 chicas como yo para recibir los tratamientos de hidroterapia o electroshock¡±. Frances afirmaba que nunca se hab¨ªa sentido loca de verdad, pero que ¡°si tanta gente alrededor te trata como un paciente, acabas comport¨¢ndote como uno. No culpo al hospital, hicieron todo por ayudarnos pero no creo que en mi caso me ayudasen mucho¡±.
La actriz abusaba del alcohol, que combinado con la benzedrina era una mezcla peligrosa. El uso de anfetaminas era moneda corriente entre los actores de su ¨¦poca; el propio estudio se las facilitaba para que pudiesen mantener el ritmo de trabajo. Los casos de Judy Garland y Marilyn Monroe son los m¨¢s famosos, pero ni mucho menos los ¨²nicos
Encontrar en vez de a la burbujeante y contestataria Frances del pasado, la roja, la atea, a aquella mujer de aspecto triste que hablaba de la importancia de Dios para sanarse era presenciar tambi¨¦n c¨®mo la rebeld¨ªa de los a?os 30, hab¨ªa sido mutilada, domada y empaquetada por la correcci¨®n de los a?os 50, la destilaci¨®n del american way of life en su cara m¨¢s siniestra. Para algunos espectadores, el de la mujer era un caso de mala suerte; para otros, hab¨ªa tenido un destino triste pero merecido, y en general ejerc¨ªa como muda advertencia de lo que pod¨ªa pasar a alguien si se sal¨ªa del camino marcado. Desde luego, Frances hab¨ªa tenido dificultades serias; nadie se las invent¨®. Pero lo que s¨ª hizo el estudio fue aprovechar esos problemas y la falta de apoyo familiar para desembarazarse de ella por su perfil inc¨®modo en lo laboral y su marcada ideolog¨ªa pol¨ªtica de izquierdas. ¡°Date cuenta de que quer¨ªan atrapar a Frances, y ella lo sab¨ªa¡±, escribir¨ªa el guionista Dalton Trumbo, otro apartado durante a?os de Hollywood por su relaci¨®n con el partido comunista.
Poco despu¨¦s de la catarsis del Esta es su vida, Frances recal¨® en Indian¨¢polis tras una producci¨®n teatral fallida. En esa ciudad pas¨® sus ¨²ltimos a?os. Tuvo hasta el 64 su propio programa en la televisi¨®n local, Frances Farmer Presents. La actriz muri¨® de c¨¢ncer de es¨®fago en 1970. Al poco tiempo sali¨® su autobiograf¨ªa, ?Habr¨¢ de verdad un ma?ana?, escrita en realidad a base de entrevistas con una negra literaria, Jean Ratcliffe, que decidi¨® a?adir chicha para garantizar que el libro se vendiese mejor. Est¨¢ claro que lo consigui¨®. Introdujo detalles como que el hospital estaba plagado de ratas, que hab¨ªan obligado a Frances a comer sus propias heces, a ingerir comida envenenada y tambi¨¦n afirmaba que la actriz hab¨ªa sido violada de forma repetida por m¨¦dicos y otros pacientes. Con tales mimbres, el libro se convirti¨® en un best seller.
El dato m¨¢s truculento asociado a Frances lleg¨® poco despu¨¦s, con Shadowland, otro libro dedicado a su figura. En ¨¦l se afirmaba que si Frances hab¨ªa aparecido d¨®cil y maleable tras sus arrebatos de violencia era porque le hab¨ªan practicado una lobotom¨ªa. Es cierto que el doctor Walter Freeman, el hombre que populariz¨® la t¨¦cnica en Estados Unidos, hab¨ªa operado lobotom¨ªas en el psiqui¨¢trico en el que estuvo Frances en el 48 y el 49. El procedimiento se consideraba una formar r¨¢pida, eficaz y contundente de tratar a los pacientes psiqui¨¢tricos m¨¢s problem¨¢ticos. Un instrumento similar a un picahielos se introduc¨ªa en el cerebro a trav¨¦s del p¨¢rpado a martillazos, cortando conexiones neuronales y consiguiendo que los pacientes se serenasen y volviesen inofensivos. Tambi¨¦n acababa con cualquier tipo de creatividad o personalidad definida, y a medio plazo no resultaba eficaz. El autor de Shadowland, William Arnold, acabar¨ªa reconociendo que toda la informaci¨®n sobre que a la actriz le hab¨ªan practicado una lobotom¨ªa en Steilacoom era de su propia cosecha, provocada por su antipat¨ªa personal hacia la psiquiatr¨ªa.
A Frances le diagnosticaron psicosis man¨ªaco depresiva y la ingresaron en un psiqui¨¢trico. All¨ª recibi¨® un tratamiento con inyecciones de insulina que la dejaban atontada, incapaz de concentrarse o recordar eventos muy cercanos
Hoy la gente llega a Frances Farmer por su leyenda negra. Muchas otras de sus contempor¨¢neas, como Vivien Leigh o Gene Tierney, tambi¨¦n estuvieron ingresadas en sanatorios mentales y recibieron electroshocks, pero todas son, sobre todo, actrices. Frances es en el imaginario colectivo una loca, una v¨ªctima o todo a la vez. Algunos la conocimos a trav¨¦s del cap¨ªtulo Santa Frances, hija de la furia, del citado libro de Kenneth Anger Hollywood Babilonia, la biblia del cotilleo. Otros, por los innumerables blogs o p¨¢ginas de Internet dedicados a la cara oscura de Hollywood, que a menudo caen en la conspiranoia.
La pel¨ªcula Frances, del 82, protagonizada por Jessica Lange, impulsaba de nuevo el mito, dando por buena la historia de la lobotom¨ªa. La canci¨®n de Kurt Cobain del disco In Utero,?Frances Farmer will have her revenge on Seattle, ayud¨® a asociarla con la generaci¨®n grunge. Cobain que estuvo obsesionado por su figura tanto como su esposa, Courtney Love, que se cas¨® con un vestido rescatado de una tienda vintage que hab¨ªa pertenecido a la actriz. Ambos se identificaban con ese relato de la rebelde aplastada por el sistema hasta ser casi eliminada. Y eso es lo que hace que su historia siga perviviendo. Simboliza dos realidades terribles: el destino que un mundo r¨ªgido reserva para sus elementos m¨¢s inc¨®modos y la del tratamiento de las enfermedades mentales. Si todav¨ªa hoy este sigue siendo un campo proceloso en el que conseguir el equilibrio de un paciente puede llevar a?os de pruebas a base de ensayo y error, en la ¨¦poca en la que vivi¨® Frances tener alg¨²n trastorno de este tipo era casi una condena que llevaba al ostracismo, el abuso y el encierro. Frances no sufri¨® una lobotom¨ªa, pero miles de pacientes en Estados Unidos s¨ª; ella pone cara a todas las personas an¨®nimas que pasaron por eso, del mismo modo en el que ?Alguien vol¨® sobre el nido del cuco?, la novela de Ken Kesey y sobre todo la adaptaci¨®n cinematogr¨¢fica dirigida por Milos Forman en 1975, har¨ªan que la sociedad fuese consciente de los devastadores efectos de esa pr¨¢ctica, y se interesasen adem¨¢s por la vida de las personas ingresadas en instituciones mentales con la consiguiente conmoci¨®n colectiva.
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