El monasterio en el desierto que es ejemplo de tolerancia y di¨¢logo religioso en Siria
Mar Musa al-Habashi es una peque?a comunidad monacal entre Homs y Damasco. Fundada por Paolo Dall¡¯Oglio, jesuita italiano secuestrado por el ISIS y a¨²n desaparecido, se ha esforzado desde su creaci¨®n por promover el encuentro entre musulmanes y cristianos
Se acaban de cumplir siete a?os desde la ¨²ltima vez que se tuvieron noticias de Paolo Dall'Oglio, el sacerdote jesuita italiano que fue secuestrado en agosto de 2013 en la ciudad siria de Raqa, al noroeste del pa¨ªs, por miembros del Estado Isl¨¢mico de Irak y Levante (EIIL).
Dall¡¯Oglio hab¨ªa llegado a finales de julio de ese a?o a la ciudad, por aquel entonces capital del autodenominado Estado Isl¨¢mico o ISIS (por sus siglas en ingl¨¦s) para entrevistarse con comandantes locales del grupo terrorista y negociar la liberaci¨®n de varios cautivos. Estaba convencido de que pod¨ªa razonar con los yihadistas. No fue as¨ª, y tras el encuentro con los l¨ªderes del grupo fundamentalista, el sacerdote desapareci¨®, sin dejar rastro.
¡°Desde 2013 nadie sabe nada del Padre Paolo. Adem¨¢s, aqu¨ª no tenemos Internet ni televisi¨®n, as¨ª que todas las noticias que nos llegan de ¨¦l vienen de fuera¡±. Habla Houda Faddoul, la actual responsable de Al Khalil, la comunidad monacal que el italiano Dall¡¯Oglio fund¨® hace m¨¢s de 30 a?os en el antiguo monasterio sirio de Deir Mar Musa Al-Habashi o San Mois¨¦s el Abisinio.
De torre romana a santuario
Seg¨²n cuenta la tradici¨®n local, la historia de Deir Mar Musa se remonta a la ¨¦poca bizantina, cuando los romanos construyeron una torre de vigilancia con el fin de controlar la ruta de la seda entre Damasco y Palmira.
A aquella antigua torre lleg¨® en el siglo VI, Musa al-Habashi o Mois¨¦s el Abisinio, un pr¨ªncipe et¨ªope que, tras hacerse monje cristiano, decidi¨® instalarse en las monta?as sirias de Qalamun, al noroeste de Damasco. All¨ª, el peregrino itinerante fue ganando algunos compa?eros y seguidores que despu¨¦s de su muerte construyeron una peque?a iglesia y fundaron un monasterio en su nombre.
El cenobio qued¨® deshabitado durante siglos hasta que en 1982 el jesuita italiano lleg¨® a Siria para estudiar ¨¢rabe y se top¨® con las ruinas abandonadas de Deir Mar Musa. Tras un retiro espiritual de diez d¨ªas, decidi¨® emprender la tarea de reparar el santuario.
¡°Al principio, el padre Paolo no pensaba fundar una nueva comunidad, estaba listo para quedarse aqu¨ª y simplemente restaurar el monasterio¡±, explica Jihad Youssef, sacerdote sirio y miembro de la comunidad cristiana de Al-Khalil desde 1999. Sin embargo, poco a poco ¡°entre 1984 y 1991, muchos voluntarios fueron llegando para reconstruir el lugar. Despu¨¦s vinieron m¨¢s hombres y mujeres y juntos formaron una comunidad mon¨¢stica completa¡±.
As¨ª, de ser un simple monasterio abandonado en medio del desierto sirio, Deir Mar Musa se ha ido transformando en un lugar de peregrinaci¨®n internacional que da la bienvenida a visitantes de todas las culturas y religiones.
Junto con la oraci¨®n y el trabajo manual, ¡°la hospitalidad es uno de los pilares principales del centro¡±, revela la hermana Houda. ¡°Nosotros acogemos a todo aquel que venga a visitarnos, ya sea cristiano, musulm¨¢n o de cualquier otra religi¨®n¡±, agrega.
Al igual que todos los monjes y monjas de Deir Mar Musa, Houda cree que su misi¨®n es fomentar una relaci¨®n positiva entre cristianos y musulmanes en Siria. ¡°Antes de la guerra, organiz¨¢bamos talleres e invit¨¢bamos a musulmanes, cristianos y tambi¨¦n a gente de otras confesiones¡±, recuerda con entusiasmo. ¡°Incluso hoy d¨ªa, ¡ªprosigue¡ª los musulmanes de la zona mantienen la costumbre de subir al monasterio los viernes [su d¨ªa festivo] y almorzar con nosotros¡±. Estas visitas distendidas son, en realidad, fruto de la gran red de relaciones que, durante m¨¢s de tres d¨¦cadas, los habitantes de Deir Mar Musa, con Paolo Dall¡¯Oglio a la cabeza, han ido tejiendo con el mundo isl¨¢mico.
Impulsado en su trabajo por el di¨¢logo cristiano-musulm¨¢n, Abuna Paolo (como era conocido entre los lugare?os, y que en ¨¢rabe significa literalmente ¡°nuestro padre¡±) manten¨ªa una estrecha relaci¨®n con el mundo musulm¨¢n circundante y reconoc¨ªa el islam como una religi¨®n igualmente v¨¢lida.
¡°Cuando Paolo lleg¨® aqu¨ª, sinti¨® en su oraci¨®n que Dios lo enviaba para construir puentes y armon¨ªa entre el cristianismo y el islam¡±, afirma Youssef. Precisamente, fue en Deir Mar Musa cuando ¨¦l empez¨® a escuchar un discurso distinto sobre las otras religiones. ¡°Nosotros no est¨¢bamos acostumbrados a la apertura, tend¨ªamos a creer que siempre tenemos raz¨®n, que los otros se equivocan y no saben lo que se estaban perdiendo. Pero aqu¨ª hall¨¦ un discurso diferente¡± asegura. "No se trata de discutir lo que es correcto y convencer al otro, sino de respetarnos y amarnos porque adoramos al ¨²nico y al mismo Dios. Hay muchas cosas que todos los seres humanos de diferentes naciones y religiones comparten y podemos comprometernos juntos por el bien com¨²n", a?ade.
Entre la tradici¨®n y la modernidad
Encaramado en lo alto de las laderas orientales de la llamada cordillera Antil¨ªbano, el monasterio de Mar Musa al-Habashi no pod¨ªa estar en lugar m¨¢s remoto. Para llegar hasta all¨ª es necesario recorrer la des¨¦rtica ciudad de Al-Nebek, a 80 kil¨®metros de Damasco, y conducir unos pocos m¨¢s a trav¨¦s del semi desierto. Los ¨²ltimos 30 minutos del camino se emprenden a pie, subiendo por un estrecho sendero de escaleras que llevan a un edificio con aspecto medieval. Dentro de sus antiguos muros de piedra convive la peque?a comunidad religiosa que ha integrado a la perfecci¨®n tradici¨®n y modernidad en su estilo de vida.
¡°En Mar Musa ahora somos cuatro profesos que hemos tomado los votos finales, dos monjes y dos monjas¡±, afirma Jihad. ¡°Adem¨¢s, tenemos dos comunidades m¨¢s: una en Cori, cerca de Roma, y otra en Sulaymaniyah, en el Kurdist¨¢n iraqu¨ª. En total somos ocho miembros, si no cuentas a Paolo, porque no sabemos si est¨¢ vivo o muerto¡±, matiza.
Entre las singularidades de este lugar destaca que hombres y mujeres rezan y trabajan juntos, si bien viven por separado, algo ¡°completamente nuevo en la iglesia cat¨®lica¡±, apunta Jihad. Adem¨¢s, aunque desde el punto de vista can¨®nico la comunidad de Mar Musa pertenece a esta ¨²ltima Iglesia, sus integrantes provienen de diferentes ramas del cristianismo.
Todos ellos comparten el hecho de haber escogido voluntariamente una vida muy simple y de convivencia arm¨®nica con la naturaleza. As¨ª, el monasterio emplea un sistema de calentamiento con agua solar y apoya proyectos ecol¨®gicos en el desierto en los que involucra a toda la comunidad local, como el cultivo de almendras silvestres o de artemisia para luchar contra la desertificaci¨®n. ¡°Aunque desafortunadamente todas estas iniciativas se detuvieron con la guerra¡±, apostilla Jihad.
Hablar sobre pasado y presente para construir un futuro
Al-Nabek, parte de la provincia de Rif Damasco y la regi¨®n donde se erige el monasterio de Mar Musa, fue una de las zonas afectadas por la devastadora guerra civil en Siria que ha provocado la muerte de m¨¢s de 384.000 personas y causado casi seis millones de refugiados.
En los alrededores de esta ¨¢rida ciudad de unos 50.000 habitantes se vivieron intensos enfrentamientos entre el Gobierno y los rebeldes de Hayat Tahrir al Sham (HTS, paraguas de facciones radicales y ex filial de Al Qaeda). El ¨²ltimo, entre julio y agosto de 2017, dio la victoria a las tropas del Ej¨¦rcito regular que, junto con Hezbol¨¢, expulsaron a HTS del lugar. Desde entonces Al-Nabek y sus alrededores han permanecido bajo control de Damasco.
¡°Durante la guerra ten¨ªamos miedo de que algo malo pasara, y que Mar Musa fuera destruido. No es muy dif¨ªcil manipular a alguien para que mate o ataque a otro cuando se mezclan pol¨ªtica y religi¨®n¡±, reflexiona Houda. Deema, miembro de Mar Musa y la act¨²al encargada de la biblioteca del monasterio, coincide: ¡°Siempre hay algo de miedo; recuerdo a uno de mis amigos decir: ¡®Yo no tengo miedo a la muerte, pero tengo miedo a morir a manos de un amigo¡¯. Esta es la preocupaci¨®n que surge entre la gente de cualquier religi¨®n cuando hay una guerra¡±.
Frente al temor inicial, para la comunidad de Mar Musa la contienda realmente supuso un momento decisivo: una manera de comprobar que todos los a?os de di¨¢logo y amistad con la umma isl¨¢mica hab¨ªan dado sus frutos. ¡°En un momento dado no se nos permit¨ªa ir a la ciudad y, aunque los pastores de la regi¨®n ten¨ªan prohibido venir hasta aqu¨ª, hab¨ªa un cabrero musulm¨¢n que sol¨ªa visitarnos por la noche. Nos tra¨ªa pan, leche, queso, y nos preguntaba qu¨¦ necesit¨¢bamos. Se trata de un detalle menor, pero creo que es fruto de todo lo que hemos estado haciendo durante mucho tiempo¡±, considera Deema.
Al mismo tiempo, los miembros de la comunidad monacal Al-Khalil tuvieron que ¡°reconstruir¡± su relaci¨®n con la local, mayoritariamente musulmana: ¡°Pedimos a nuestros amigos de Italia donaciones para comprar un generador para el hospital de Al-Nabek, ya que hab¨ªa un problema muy grande de escasez de combustible y, a menudo, no ten¨ªan electricidad¡±, cuenta Houda. ¡°Adem¨¢s, durante la guerra quer¨ªamos que la gente que viniera aqu¨ª se relajara, especialmente con la terrible crisis econ¨®mica que estamos sufriendo, por lo que no les pedimos que traigan nada, y cuando llega el momento de preparar la comida les servimos algo sencillo y sano¡±, agrega.
En un pa¨ªs en el que se entrelazan m¨²ltiples confesiones religiosas y etnias, la confrontaci¨®n civil y el sectarismo que la sigui¨® ahond¨® a¨²n m¨¢s en estas diferencias. La gente perdi¨® la confianza y el miedo a la guerra impuls¨® a las personas a identificarse con sus comunidades y grupos religiosos.
El monasterio apoya proyectos ecol¨®gicos en el desierto para luchar contra la desertificaci¨®n
¡°Ciertamente la guerra ha provocado odio entre los seres humanos y, adem¨¢s, se ha producido un gran cambio demogr¨¢fico en Siria¡±, reconoce Jihad. ¡°Esto no es algo bueno, pero lo positivo ¡ªcontin¨²a¡ª es que ahora estamos abiertos a reconocer las diferencias que hay entre nosotros y a hablar expl¨ªcitamente sobre ellas¡±. El sacerdote asegura que antes no era as¨ª: ¡°Cre¨ªamos que ¨¦ramos una naci¨®n, pero en realidad la sociedad era fr¨¢gil. Nuestra unidad se hab¨ªa construido ¨²nicamente sobre la teor¨ªa y, aunque no est¨¢bamos en guerra tampoco viv¨ªamos en paz¡±, declara sin ambages.
Jihad admite que la conciliaci¨®n en Siria no es una tarea sencilla, ya que ¡°mucha gente perdi¨® a amigos, padres y madres, hay seis millones de refugiados fuera de Siria, y muchos m¨¢s desplazados dentro del pa¨ªs que perdieron sus casas y sus recuerdos¡±. Para lograr una reconciliaci¨®n primero se necesita ¡°estabilidad pol¨ªtica y personas dispuestas a trabajar por la paz¡±, asegura el sacerdote. Por ello ¡°es necesario empezar a hablar sobre el pasado y el presente, para poder construir un futuro; de lo contrario seguiremos as¨ª durante 50 a?os m¨¢s y luego habr¨¢ otra guerra¡±.
¡°Aunque es un hecho que tenemos distintas formas de pensar y distintas religiones, no podemos olvidarnos de que hay esperanza y nosotro la estamos sembrando en todas partes para construir un futuro mejor para Siria¡±, concluye.
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