Por qu¨¦ es ingenuo creer que el deporte y la pol¨ªtica no tienen nada que ver
El 26 de agosto los jugadores de la NBA se plantaron en protesta por el caso Jacob Blake y reabrieron el eterno debate sobre si es correcto o no politizar el deporte. Antes que ellos, los ol¨ªmpicos Tommie Smith y John Carlos o el jugador de f¨²tbol americano Colin Kaepernick ya se pronunciaron pol¨ªticamente en el terreno de juego
¡°Hazte un favor: juega y calla¡±. Este fue el expeditivo consejo que un comentarista de Fox News le dio a LeBron James en octubre de 2018. Por entonces, el ala-p¨ªvot de Akron, Ohio, se hab¨ªa embarcado en su personal cruzada contra la violencia policial y el racismo sist¨¦mico. Una toma de conciencia pol¨ªtica que, con el tiempo, ha acabado transform¨¢ndole en uno de los m¨¢s firmes detractores del presidente Donald Trump en el mundo del deporte. Por eso Trump detesta a LeBron y le ha convertido en diana de tuits hostiles, donde le compara con Michael Jordan, un deportista modelo, de imagen impoluta, en opini¨®n del presidente, y que nunca cometi¨® el ¡°error¡± de mezclar pol¨ªtica y deporte.
A?o y pico despu¨¦s de que le exhortaran a meterse en sus asuntos (y tras dedicar casi todo ese tiempo a, sobre todo, no callarse y seguir jugando), LeBron James ha vuelto a estar en el ojo del hurac¨¢n pol¨ªtico y medi¨¢tico. El ahora jugador de Los ?ngeles Lakers ha sido uno de los l¨ªderes m¨¢s visibles del plante que los jugadores de la NBA impulsaron el pasado 26 de agosto en protesta por el caso Jacob Blake, el en¨¦simo ejemplo de hasta qu¨¦ punto ser afroamericano sigue resultando un deporte de alto riesgo en Estados Unidos.
"El deporte me parece una extraordinaria met¨¢fora de la vida. Que un grupo de atletas de ¨¦lite deje de competir para hacer una denuncia colectiva de una injusticia flagrante que se reproduce una y otra vez, como est¨¢ ocurriendo ahora con la violencia racista en Estados Unidos, traslada un mensaje muy elocuente y con una enorme repercusi¨®n" Xavier Pujadas, profesor de Historia del Deporte en la Universitat Ramon Llull
Los playoffs se reanudaron el pasado s¨¢bado, tras una pausa reivindicativa que dur¨® apenas 72 horas. Pero los que siguieron de cerca la negociaci¨®n entre jugadores, propietarios de franquicias y directivos de la liga aseguran que la competici¨®n estuvo a punto de ser cancelada de manera definitiva. Al final, tras largas deliberaciones, se impuso una v¨ªa intermedia, impulsada por la mediaci¨®n de personalidades como Barack Obama o el propio Michael Jordan. LeBron y compa?¨ªa han aceptado seguir compitiendo en su burbuja de Orlando hasta que uno de los equipos a¨²n en liza se proclame campe¨®n, a finales de octubre. Pero a cambio exigen que la liga se comprometa sin reservas con lo que consideran que importa de verdad, la agenda de cambio social impulsada por el movimiento Black Lives Matter. Como dijo Jaylen Brown, escolta de los Boston Celtics, durante la reuni¨®n decisiva, "mejor quedarnos aqu¨ª y convertir cada partido que juguemos en un formidable escaparate para nuestras ideas que irnos a casa y que el mundo deje de escucharnos".
?No se deber¨ªa politizar el deporte? Que se lo digan a Jesse Owens. El atleta de Alabama, nieto de esclavos, hijo de emigrantes expulsados del Profundo Sur por la pobreza y el racismo, gan¨® cuatro de las medallas de oro m¨¢s politizadas de la historia en los Juegos de Berl¨ªn de 1936. Owens respet¨® las directrices del Comit¨¦ Ol¨ªmpico Estadounidense: en su estancia en la capital del Tercer Reich, mantuvo un perfil bajo, no se permiti¨® ning¨²n gesto estridente y en ning¨²n momento habl¨® de pol¨ªtica. Pero su ¨¦xito en la pista y el color de su piel fueron argumentos demoledores contra la propaganda racista de Adolf Hitler, que aspiraba a convertir aquellas olimp¨ªadas en la demostraci¨®n emp¨ªrica de la superioridad de la raza aria.
Aunque Hitler no entregaba las medallas, s¨ª hab¨ªa adoptado la costumbre de acercarse al podio para felicitar a los ganadores. Uno de sus hombres de confianza, el arquitecto Albert Speer, asegura que el supremo jerarca nazi dej¨® de frecuentar el podio en cuanto result¨® evidente el dominio afroamericano en las pruebas atl¨¦ticas. Pero s¨ª se cruz¨® con Owens cuando este abandonaba el estadio con una de sus medallas colgada del cuello. Le salud¨® brevemente, con g¨¦lida cortes¨ªa. Ese saludo, que no captaron las c¨¢maras, es historia del deporte. Y, s¨ª, tambi¨¦n de la pol¨ªtica.
?Politizado hasta la m¨¦dula?
No hace falta remontarse a la Antigua Grecia para constatar que deporte y pol¨ªtica han ido casi siempre de la mano. El deporte moderno, gestado y consolidado en la Inglaterra del siglo XIX, nunca pretendi¨® ser una forma de ocio inocente y as¨¦ptica, sino m¨¢s bien una herramienta educativa para las clases pudientes que, con el tiempo, se convirti¨® tambi¨¦n en un formidable veh¨ªculo de adoctrinamiento popular y un arma al servicio del proyecto imperial brit¨¢nico. Luego se export¨® al mundo y se adapt¨® a otros contextos sociales sin perder ese car¨¢cter profundamente pol¨ªtico que le acompa?a desde sus or¨ªgenes.
Tal y como explica Xavier Pujadas, profesor de Historia del Deporte en la Universitat Ramon Llull, ¡°el deporte naci¨® con una perspectiva ideol¨®gica inherente, ha sido explotado pol¨ªticamente por reg¨ªmenes de muy diversa ¨ªndole y, adem¨¢s, lleva en su esencia la competici¨®n entre identidades nacionales, locales o electivas, entre proyectos de convivencia, maneras de ser y maneras de vivir¡±.
En opini¨®n de Pujadas, la exhortaci¨®n a ¡°jugar y callar¡± que reciben atletas comprometidos con sus ideas como LeBron James no est¨¢ muy alejada del cinismo del que hac¨ªa gala el dictador Francisco Franco en su c¨¦lebre frase: ¡°Haga como yo, joven, no se meta en pol¨ªtica¡±. Para Pujadas, los que insisten en la conveniencia de separar pol¨ªtica y deporte responden, por lo general, a dos v¨ªas de pensamiento: ¡°Por un lado, la ingenua. La de los que creen contra toda evidencia, pero de buena fe, que una actividad social, como es el deporte, puede de verdad separarse de su dimensi¨®n pol¨ªtica. Y por otro, la interesada. La de los que aspiran a ejercer un cierto monopolio de la pol¨ªtica (y del deporte) y, por tanto, quieren que deportistas, actores o intelectuales se callen para poder ser ellos los que hablen sin que nadie les conteste¡±. Este falso apoliticismo es ¡°propio de reg¨ªmenes autoritarios, pero tambi¨¦n de democracias conservadoras que toleran mal la discrepancia, la disidencia y el activismo transformador¡±.
Para Miguel Fern¨¢ndez Ubir¨ªa, autor de libros en que se mezcla deporte y pol¨ªtica sin el menor recato, como F¨²tbol y anarquismo o El escudo del bal¨®n cosido, ¡°exigir que se separe una cosa de otra es una soberana estupidez¡±. Y no solo porque ¡°casi todo se puede y debe mezclar¡±, sino tambi¨¦n porque ¡°pol¨ªtica y deporte forman parte de la sociedad en la que vivimos, no puede pretenderse que el deporte funcione como una burbuja independiente¡±. En opini¨®n de Ubir¨ªa, ¡°resulta curioso (o tal vez no tanto) que ese rechazo a la politizaci¨®n sea esgrimido casi siempre por la derecha y la ultraderecha. Ellos, que tradicionalmente han hecho uso del deporte, en especial del f¨²tbol, como herramienta pol¨ªtica para que la gente no pensase en otras cuestiones realmente vitales¡±.
En un art¨ªculo publicado en la web de Al Jazeera, Faras Ghani se plantea hasta qu¨¦ punto ¡°usar el deporte como plataforma de activismo y cambio social¡± puede resultar ¨²til o m¨¢s bien contraproducente, dado el ¡°rechazo¡± que muchas de estas actitudes despiertan
Ubir¨ªa tiene una opini¨®n formada sobre el plante de agosto en la NBA y el posterior acuerdo para que la competici¨®n se reanudase: ¡°En principio, me pareci¨® bien que esos deportistas multimillonarios se implicasen por fin con sus semejantes y denunciasen la brutalidad, la violencia y la injusticia que sufren los negros en Estados Unidos. Por desgracia, el plante, como era de prever, se ha quedado en casi nada. Han acabado volviendo al redil exigiendo a cambio una serie de concesiones que en el fondo son in¨²tiles. Pero, ?qu¨¦ pod¨ªamos esperar de ellos?¡±.
Pujadas admite que la manera en que se ha resuelto la crisis puede suponer ¡°una relativa decepci¨®n¡±. Sobre todo, porque su car¨¢cter de ¡°acto de respuesta emocional y espont¨¢nea¡±, no planificada, hac¨ªa prever que, esta vez, ¡°los jugadores iban a llegar hasta el final, actuando con una contundencia poco frecuente en iniciativas de este tipo, que suelen ser m¨¢s de cara a la galer¨ªa¡±. En opini¨®n de Pujadas, ¡°paralizar la liga de manera definitiva habr¨ªa transmitido a la sociedad el poderoso mensaje de que hay situaciones en la vida en que el deporte pasa a segundo t¨¦rmino incluso para los profesionales del deporte¡±.
Sin embargo, el historiador del deporte matiza que ¡°lo que han acabado haciendo no deja de ser una soluci¨®n de compromiso m¨¢s o menos razonable, un intento de hacer compatible el activismo sincero con un cierto realismo¡±. Despu¨¦s de todo, ¡°ning¨²n plante deportivo va a acabar de la noche al d¨ªa con la violencia racista, y tampoco se puede exigir a un grupo de profesionales que lleven su compromiso con sus ideas al extremo de renunciar a seguir ejerciendo sus profesiones¡±. Eso ser¨ªa ¡°poner muy alto el list¨®n del activismo social¡±. M¨¢s que preguntarse si los jugadores de la NBA han hecho o no lo suficiente, cabr¨ªa plantear ¡°por qu¨¦ otros deportistas est¨¢n haciendo, en la mayor¨ªa de los casos, mucho menos que ellos¡±.
Represalias y cazas de brujas
En un art¨ªculo publicado en la web de Al Jazeera, Faras Ghani se plantea hasta qu¨¦ punto ¡°usar el deporte como plataforma de activismo y cambio social¡± puede resultar ¨²til o m¨¢s bien contraproducente, dado el ¡°rechazo¡± que muchas de estas actitudes despiertan. Ghani cita el ejemplo de LeBron James, pero tambi¨¦n el de Colin Kaepernick, el jugador de f¨²tbol americano que opt¨® en 2016 por arrodillarse durante el himno de Estados Unidos en un acto de protesta hasta entonces in¨¦dito. El periodista destaca la enorme repercusi¨®n que tuvo el gesto de Kaepernick. Pero insiste tambi¨¦n en las represalias sufridas por el jugador, que vio al final de temporada c¨®mo su contrato con los San Francisco 49rs era rescindido y ning¨²n otro equipo de la NFL se decid¨ªa a ficharlo, en gran medida por miedo a las reacciones que su contrataci¨®n podr¨ªa suscitar entre patrocinadores y aficionados.
Ghani repasa a continuaci¨®n lo que ocurri¨® con Tommie Smith y John Carlos, medallistas ol¨ªmpicos en M¨¦xico 1968, que aprovecharon la ceremonia de entrega de medallas para lucir guantes negros en solidaridad con los Black Panthers. Hoy recordamos el suyo como un gesto valiente y pionero, pero lo cierto es que fueron ¡°abucheados por el p¨²blico presente en el estadio, criticados sin apenas matices por la prensa de todo el mundo y expulsados del equipo ol¨ªmpico de los Estados Unidos¡±. ?Su delito? Politizar un acontecimiento deportivo, los Juegos Ol¨ªmpicos, cuya supuesta ¡°pureza¡±, se ha pretendido siempre preservar a toda costa.
Para Xavier Pujadas, los ejemplos de Smith y Carlos y otros similares demuestran hasta qu¨¦ punto ¡°instituciones conservadoras como el Comit¨¦ Ol¨ªmpico Internacional o la FIFA persiguen activamente y penalizan el activismo hasta que deja de generar controversia¡±. Es una l¨®gica heredada en gran medida, de la Guerra Fr¨ªa, ¡°cuando la ¨²nica manera de hacer posible una gran competici¨®n internacional entre pa¨ªses ideol¨®gicamente enfrentados era crear una ficci¨®n de neutralidad y apoliticismo que hiciese que todos los implicados se pudiesen sentir m¨¢s o menos c¨®modos¡±.
?Competir en silencio?
Hoy, el COI y la FIFA toleran en sus competiciones la condena activa del racismo, la violencia machista o la homofobia siempre que se haga ¡°de una manera as¨¦ptica y que ellos puedan controlar, con lo que en el fondo la convierten en anecd¨®tica y redundante y la desactivan de toda verdadera capacidad para promover el cambio social¡±, dice Pujadas. En cambio, cualquier posicionamiento que resulte controvertido se proh¨ªbe ¡°en aras de ese ideal profundamente interesado de conservaci¨®n de la pureza y neutralidad del deporte¡±.
A Ubir¨ªa, estas restricciones a la libertad de expresi¨®n de los deportistas le parecen ¡°algo aberrante que coarta la libertad personal y colectiva, pero teniendo en cuenta el trasfondo mafioso de instituciones como las que citas, COI, FIFA o UEFA, no me sorprende que tomen ese tipo de decisiones. A fin de cuentas, son el poder en el deporte¡±. Ubir¨ªa reivindica un ideal de pureza deportiva muy distinta, que tiene que ver ¡°con fen¨®menos como la actual eclosi¨®n del f¨²tbol amateur en todo el mundo, que se plantea como alternativa al f¨²tbol mercantilista¡±. Se trata de una tendencia ¡°muy interesante pero que la mayor¨ªa de la gente desconoce¡± y que el autor relaciona con lo que ocurri¨® en lugares como Am¨¦rica Latina en las primeras d¨¦cadas del siglo XX, ¡°cuando en el seno del movimiento anarcosindicalista se crearon gran cantidad de equipos de f¨²tbol populares en una experiencia que fue muy enriquecedora para la clase proletaria¡±.
Ese tipo de activismo deportivo popular y con arraigo comunitario, y no el que puedan ejercer privilegiados como LeBron James, es el que Ubir¨ªa considera de verdad interesante ¡°y con un indiscutible potencial para impulsar el cambio social¡±. Pujadas coincide en que el verdadero impulso transformador habr¨ªa que buscarlo, sobre todo, ¡°en el deporte de base, que fue una escuela de valores conservadores en el pasado, y hasta cierto punto lo sigue siendo, pero tambi¨¦n puede servir para educar en valores distintos, como la integraci¨®n en la diversidad, la solidaridad o el compromiso social¡±.
Sin embargo, Pujadas tambi¨¦n valora el poderoso ejemplo que supone que deportistas profesionales se comprometan con causas sociales relacionadas con el humanismo b¨¢sico y los derechos humanos: ¡°El deporte me parece, sobre todo, una extraordinaria met¨¢fora de la vida. Que un grupo de atletas de ¨¦lite deje de competir para hacer una denuncia colectiva de una injusticia flagrante que se reproduce una y otra vez, como est¨¢ ocurriendo ahora con la violencia racista en Estados Unidos, traslada un mensaje muy elocuente y con una enorme repercusi¨®n¡±. Aunque sea por un d¨ªa. Aunque el activismo irrumpa en el deporte profesional muy de vez en cuando, pero no lo cancele ni lo frene. No hay por qu¨¦ silenciar a LeBron James. Tampoco hay por qu¨¦ quitarle la canasta. Jugar y hablar son, en su caso, dos formas de estar en el mundo que se complementan perfectamente.
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