Y el mundo se hizo uno
Samuel Morse, esclavista y xen¨®fobo, fue a la vez un revolucionario: invent¨® la simultaneidad¡ y el tiempo global
Es un poroto: al lado de Morse, Bill Gates es un poroto.
En mi barrio dicen que algo es un poroto para decir que es insignificante. Y la palabra poroto es un placer: la pe restalla, las O sugieren, los labios protuberan. En estos d¨ªas la frase me da vueltas: comparado con el invento del se?or Samuel Morse, Internet ¡ªla fijaci¨®n contempor¨¢nea¡ª es un aut¨¦ntico poroto.
Samuel Finley Breese Morse hab¨ªa nacido en Boston a fines del siglo XVIII, hijo de un pastor calvinista y ge¨®grafo que descend¨ªa orgulloso de los primeros invasores: todos muy serios, muy religiosos, muy conservadores. En Yale estudi¨® teolog¨ªa, matem¨¢ticas y ¡°ciencias de los caballos¡±, pero prefiri¨® dedicarse a la pintura hist¨®rica: compon¨ªa ¡ª?con gran respeto por las reglas cl¨¢sicas¡ª retratos de ricos, escenas mitol¨®gicas, tartas con su nata. Y al mismo tiempo se fascinaba con asuntos tan nuevos, tan hipot¨¦ticos como la electricidad.
Oscilaba. Sin dejar de pintar se lanz¨® a experimentos, pero nadie sabe c¨®mo encontr¨® su idea decisiva. A?os antes un brit¨¢nico, William Sturgeon, hab¨ªa inventado el electroim¨¢n: un trozo de hierro que se carga de magnetismo ¡ªy atrae otros metales¡ª cuando recibe una descarga el¨¦ctrica. Morse imagin¨® que esos movimientos pod¨ªan transformarse en un lenguaje: todo estaba en manejar las descargas para que movieran una aguja con sentido. Un impulso corto ser¨ªa un punto, uno m¨¢s largo una raya, y entre puntos y rayas reprodujo el alfabeto ¡ªy lo llam¨® C¨®digo Morse. Solo le faltaban generadores y cables que pudieran llevar esos impulsos fuerte y lejos; tras a?os de fracasos lo logr¨®.
En 1843, a sus 52, su Gobierno le dio un dinero para tender 60 kil¨®metros de cable; el 1 de mayo, la noticia de la nominaci¨®n de un candidato conservador a la presidencia viaj¨® desde Baltimore, donde suced¨ªa, a Washington, donde a¨²n no, en cuesti¨®n de segundos. El mundo hab¨ªa cambiado y todav¨ªa no lo sab¨ªa. La era de la informaci¨®n hab¨ªa empezado.
La t¨¦cnica estaba, faltaban herramientas. En unos a?os las llanuras de Am¨¦rica se llenaron de postes con sus hilos, se vaciaron de b¨²falos; en 1856 se inaugur¨® el primer tendido transatl¨¢ntico, 4.000 kil¨®metros de cable submarino entre Londres y Nueva York. Era una obra colosal y, por supuesto, naufrag¨®. Pero 10 a?os despu¨¦s su sucesora ya estaba funcionando y un inversor americano pod¨ªa jugar en tiempo real en la Bolsa de Londres ¡ªo mandar un poema a su amante brit¨¢nico.
Fue una explosi¨®n. Hacia 1900 la Tierra estaba surcada por 300.000 kil¨®metros de cables telegr¨¢ficos, electricidad convertida en letras. Phileas Fogg ya pod¨ªa dar la vuelta al mundo en 80 d¨ªas; una noticia pod¨ªa hacerlo en 80 segundos. Por primera vez en la historia la palabra fue m¨¢s r¨¢pida que el hombre. El discurso se volvi¨® et¨¦reo, la informaci¨®n le gan¨® a la materia.
Es dif¨ªcil exagerar el cambio que eso produjo: cre¨® la simultaneidad, invent¨® otra forma del tiempo. Antes del tel¨¦grafo, algo que suced¨ªa en Madrid tardaba dos o tres meses en existir para un habitante de Buenos Aires. Un rey de Espa?a ¡ªalg¨²n Felipe¡ª segu¨ªa reinando en Per¨² mucho despu¨¦s de muerto porque nadie en Per¨² sab¨ªa que se hab¨ªa muerto. Con el tel¨¦grafo, las cosas empezaron a suceder al un¨ªsono, en un tiempo cada vez m¨¢s global.
Samuel Morse fue rico y famoso y se muri¨® a sus 80, venerable. Ten¨ªa hijos y nietos y condecoraciones y una barba de pr¨®cer. Hab¨ªa cambiado el mundo, pero no de ideas: segu¨ªa siendo un se?or conservador que defendi¨® la esclavitud ¡ª¡°La posesi¨®n de esclavos es una condici¨®n sin ninguna caracter¨ªstica moral particular, no m¨¢s que ser padre o empleador o gobernante¡±¡ª y detestaba que su pa¨ªs se llenara de cat¨®licos y otros migrantes de segunda: ¡°Debemos tapar el agujero en nuestro barco por el cual entran esas aguas fangosas que amenazan con hundirnos¡±.
Hab¨ªa perdido, samur¨¢i triste, casi todas sus guerras: es dif¨ªcil ganarlas cuando uno quiere cambiar y conservar al mismo tiempo.
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