La leyenda de una v¨ªctima del ¡®apartheid¡¯ y la nueva Sud¨¢frica
Mandlenkosi Makhoba, uno de los ¨²ltimos l¨ªderes sindicalistas de su destacada generaci¨®n, fue enterrado a los 78 a?os en la majestuosa llanura Mahlabathini en Kwazulu-Natal. As¨ª fue su vida
Mandlenkosi Makhoba, uno de los ¨²ltimos l¨ªderes sindicalistas de su generaci¨®n en la Federaci¨®n de Sindicatos Sudafricanos (Fosatu), fue enterrado a los 78 a?os en la majestuosa llanura Mahlabathini en Kwazulu-Natal.
Los trabajadores de la industria, como Mandlenkosi, constituyeron las bases de la Fosatu en 1979, cuando las organizaciones democr¨¢ticas de trabajadores forzaban al sistema apartheid para que se reconociesen las organizaciones sindicales. La federaci¨®n continu¨® ganando derechos para los trabajadores negros, contribuy¨® a la creaci¨®n de un nuevo orden en el trabajo y al establecimiento de un convenio colectivo de trabajadores, mientras desafiaban el racismo y la desigualdad. En 1985, sent¨® las bases para la formaci¨®n del Congreso de Sindicatos Sudafricanos (Cosatu), movimiento sindical que result¨® decisivo en la transici¨®n democr¨¢tica.
Mandlenkosi fue uno de los agentes del cambio que dieron lugar al movimiento sindical moderno de Sud¨¢frica. Sin embargo, no fue uno de los beneficiarios. Su muerte marca el fin de la era de los ¡°obreros¡±, trabajadores de la industria que fueron utilizados como mano de obra y a los que se les deneg¨® la educaci¨®n, pero que representaban la solidaridad de los trabajadores.
La vida de un obrero bajo las condiciones del apartheid
La historia de Mandlenkosi ilustra la transformaci¨®n de los sindicatos consolidados, desde la voz del obrero desfavorecido que luchaba por su reconocimiento hasta el trabajador de clase media actual que est¨¢ relativamente m¨¢s amparado. Tambi¨¦n representa a los perdedores de la nueva Sud¨¢frica, mostrando c¨®mo crece y se reproduce la desigualdad sistem¨¢tica. Su vida narra la historia de los sue?os perdidos y de la necesidad de recuperar a una generaci¨®n que est¨¢ desapareciendo.
Las historias de estos obreros y obreras quedaron durante mucho tiempo eclipsadas por los grandes hombres y mujeres de la exitosa lucha por la democracia. Afortunadamente, Mandlenkosi vivi¨® para ver la reedici¨®n, en 2018, de su autobiograf¨ªa, The Story of One Tells the Struggle of All: Metalworkers under Apartheid. Su historia vaticina lo que ha ocurrido tanto a nivel local como mundial, c¨®mo se expuls¨® de las f¨¢bricas y las minas a la mano de obra organizada a costa de los avances tecnol¨®gicos y el auge del neoliberalismo.
Conocimos a Mandlenkosi siendo fundidor de Rand del Este, ahora Ekhuruleni, hace unos 40 a?os, mientras investig¨¢bamos el cambiante mundo laboral de la industria metal¨²rgica. Este fornido ¡°obrero¡± arquet¨ªpico ya vert¨ªa metal fundido para moldear piezas de maquinaria antes de que se tomaran en serio la salud y la seguridad laboral.
Junto a muchos de sus vecinos, hab¨ªa emigrado desde su casa en el Bantustan de KwaZulu para desempe?ar los trabajos m¨¢s duros que requer¨ªan de fuerza f¨ªsica y de disciplina industrial. Los bantustanes eran las ¨¢reas rurales subdesarrolladas donde se obligaba a vivir a los negros bajo las condiciones del apartheid.
Considerado como un ¡°aprendiz de fundidor¡± sin cualificaci¨®n en la ¨¦poca de la segregaci¨®n, Mandlenkosi cobraba menos que los ¡°supervisores¡± blancos a los que ¨¦l mismo hab¨ªa ense?ado. "Eso me pon¨ªa furioso", dijo entonces.
- "No cobro lo mismo que ¨¦l, ?pero se supone que soy su maestro! ?C¨®mo puede ser que alguien inteligente reciba lecciones de un est¨²pido como yo?".
Durante su vida laboral, Mandlenkosi resid¨ªa entre la ciudad y el campo. Viv¨ªa en un complejo de albergues segregados por sexo para trabajadores negros migrantes en Vosloorus, al este de Johannesburgo, a un viaje en autob¨²s desde su lugar de trabajo. Estaba realmente disconforme con las condiciones insalubres del albergue y la falta de privacidad, con 16 hombres en una habitaci¨®n y no mucho mejor que los complejos mineros y las literas de hormig¨®n a los que estos albergues hab¨ªan sustituido. Los hombres deb¨ªan prepararse la comida tras una jornada de trabajo y sus correspondientes desplazamientos. Los robos eran muy frecuentes, y los excesos con el alcohol y las agresiones violentas marcaban los fines de semana.
Adem¨¢s de esta sensaci¨®n de miseria, quedaba la aceptaci¨®n resignada de ser incapaz de tener una vida social normal. Lo m¨¢s preocupante para Mandlenkosi era volver a casa, en Mahlabathini, solo para encontrarse con su p¨¦rdida de autoridad como padre. Esto le afect¨® profundamente.
- "Cuando un hombre vuelve a casa, ya no se le respeta m¨¢s porque ha estado lejos durante mucho tiempo".
El sindicato
Por tanto, no es de extra?ar que en julio de 1979 Mandlenkosi se uniese a un entonces incipiente sindicato metal¨²rgico que, con el tiempo, se convertir¨ªa en el Sindicato Nacional de Obreros Metal¨²rgicos de Sud¨¢frica. Mandlenkosi explic¨®:
- "Me un¨ª al sindicato porque los patrones no trataban a los empleados como seres humanos, sino como animales".
Los hombres que formaban parte del sindicato ven¨ªan de distritos similares en KwaZulu y otros lugares, y compart¨ªan la crudeza de vivir en los albergues. En otras palabras, les un¨ªan redes de apoyo mutuo.
Aunque Mandlenkosi hab¨ªa trabajado en la ciudad de forma intermitente durante 20 a?os cuando lo conocimos, su imaginario cultural se hab¨ªa formado en los valores rurales:
- "Trabajo aqu¨ª pero mi esp¨ªritu est¨¢ en Mahlabathini. Est¨¢ all¨ª porque vengo del campo. Nac¨ª all¨ª, como mis padres".
En 1983, lo despidieron de la fundici¨®n por haber participado en una manifestaci¨®n no autorizada. Tras varios per¨ªodos de trabajo temporal, volvi¨® a casa definitivamente.
Las penurias de la vida rural
En 1991 lo localizamos en su finca en lo alto de una monta?a en Mahlabathini. Hab¨ªa conseguido 15 cabezas de ganado, 10 por el ilobolo (dote de esposa) de sus dos hermanas mayores.
Quince personas, su mujer y sus catorce hijos, viv¨ªan con ¨¦l en los seis rondavels (chozas de estilo africano) de su impecable finca, desde la que acced¨ªa a la tierra en la que cultivaba ma¨ªz y algunas verduras.
Sin embargo, un an¨¢lisis m¨¢s detallado del hogar revelaba una triste realidad: la casa de Mandlenkosi era una versi¨®n de una barriada rural. Los ni?os pasaban los d¨ªas haciendo las labores dom¨¦sticas, cortando le?a y recogiendo agua dos veces al d¨ªa de un arroyo que estaba a medio kil¨®metro. Su dieta, excepto en ocasiones especiales, se limitaba a harina de mijo, y a menudo pasaban hambre.
A medida que los ni?os crec¨ªan y se independizaban, la salud de Mandlenkosi empeoraba. Incapaz de continuar trabajando en una tienda de la zona, la falta de alimentos se intensific¨®. Mientras se adentraba en una ¨¦poca l¨²gubre de su vida, enfermo de Parkinson, la familia se empobreci¨® demasiado como para poder cultivar la tierra y las ilusiones de anta?o por comenzar una nueva vida en una sociedad mejor se hab¨ªan convertido en ¡°un sue?o¡±.
La desigualdad de oportunidades de vida que sufri¨® Mandlenkosi contin¨²a, puesto que sus hijos son parte de los millones de trabajadores marginados que apenas logran subsistir en las barriadas rurales y en asentamientos irregulares alrededor de los grandes n¨²cleos urbanos.
Hoy en d¨ªa el Congreso de Sindicatos Sudafricanos (Cosatu) acoge trabajadores relativamente privilegiados del sector p¨²blico, un tercio de los cuales posee titulaciones por encima de la ense?anza secundaria y el 40% tiene un trabajo adecuado a su formaci¨®n. La producci¨®n en la fundici¨®n en que Mandlenkosi trabaj¨® est¨¢ en gran parte robotizada.
A la desaparici¨®n de muchos trabajos manuales se suma el despido de la mano de obra tradicional debido a la precariedad laboral en la era digital.
Paul Stewart es profesor asociado de Sociolog¨ªa, en la Universidad de Zululandia. Edward Webster es profesor de investigaci¨®n distinguido, del Centro Sur de Estudios sobre la Desigualdad, Universidad de Witwatersrand.?
Art¨ªculo traducido con la colaboraci¨®n de Casa ?frica. Traducci¨®n: Alberto Dom¨ªnguez. Puede leer el original en The Conversation.?
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