Identificado el soldado argentino n¨²mero 100 en el cementerio de las Islas Malvinas
Nuevas pruebas de ADN sobre los restos exhumados por la Cruz Roja permiten ubicar la tumba del capit¨¢n Rub¨¦n M¨¢rquez
Lorna M¨¢rquez tiene en sus manos dos fotos. En una se ve a su t¨ªo, Rub¨¦n M¨¢rquez, vestido con uniforme militar. En la otra est¨¢ su abuela Elda, posando junto a dos cruces blancas sin nombre en el cementerio militar de Darwin, en las Islas Malvinas. Entre una y otra imagen hay 16 a?os, pero las une una vida. M¨¢rquez cay¨® en combate el 30 de mayo de 1982 durante una misi¨®n de reconocimiento en el Monte Kent, alcanzado por balas del SAS brit¨¢nico. Elda viaj¨® a las islas en 1998 y pos¨® sin saberlo junto la tumba que ahora, gracias al programa de identificaci¨®n acordado por Argentina y el Reino Unido, se ha confirmado que es de su hijo. La mujer muri¨® hace 10 a?os sin saber que hab¨ªa acertado aquel d¨ªa que pos¨® para la foto. Pero sus nietas Lorna y Victoria viajaron a Buenos Aires desde Coronda, en Santa Fe, para confirmar por escrito aquella intuici¨®n de madre. Rub¨¦n M¨¢rquez ya no descansar¨¢ bajo una placa de m¨¢rmol negro con la inscripci¨®n ¡°Soldado argentino s¨®lo conocido por Dios¡±: desde hoy es el soldado n¨²mero 100 identificado en Malvinas por la Cruz Roja y el Equipo Argentino de Antropolog¨ªa Forense.
Lorna y Victoria son sobrinas de M¨¢rquez, muerto a los 30 a?os sin descendencia. Hoy, hablan en nombre de la generaci¨®n que hered¨® el trabajo de b¨²squeda de la abuela Elna. ¡°El t¨ªo naci¨® militar y muri¨® haciendo lo que m¨¢s quer¨ªa, que era defender a su patria¡±, dice Lorna a los periodistas. Habla junto a su hermana en el Espacio de la Memoria, una dependencia de la secretar¨ªa de Derechos Humanos que funciona en los edificios de la Esma, el mayor centro ilegal de detenci¨®n de la dictadura (1976-1983). Acaban de recibir el documento que certifica que el cuerpo de M¨¢rquez est¨¢ enterrado en la tumba n¨²mero 10 de la fila cinco del sector B del cementerio de Darwin. ¡°Mi abuela us¨® toda su vida para saber d¨®nde estaba enterrado su hijo. Hoy podemos decirle a la abuela que el t¨ªo tiene una tumba con su nombre¡±, agrega Lorna entre l¨¢grimas.
M¨¢rquez era militar de carrera cuando lleg¨® a Malvinas. ¡°Llam¨® desde Buenos Aires y le dijo a la abuela: ¡®Mam¨¢, la patria me llama? Y sali¨® enseguida para las islas¡±. Muri¨® d¨ªas despu¨¦s como parte de un comando que se intern¨® en tierras enemigas. Cay¨® en combate junto a un compa?ero, Oscar Blas. Lorna cuenta que la familia siempre tuvo informaci¨®n no confirmada de que M¨¢rquez y Blas hab¨ªan sido enterrados juntos en las tumbas 9 y 10 del sector B del cementerio. Aquellos datos tan precisos formaron parte, durante a?os, de una historia que la abuela Elda contaba a sus nietos. ¡°Ella viaj¨® en el 98 con la hermana de Blas a Malvinas. Una noche, a la vuelta de la cena, encontraron en la mesa de luz de su habitaci¨®n de hotel un papelito an¨®nimo que dec¨ªa que Rub¨¦n y Oscar estaban en las tumbas 9 y 10. Nunca supimos quien dej¨® esa carta, pero la abuela estaba convencida de que el dato era cierto. La verdad es que nunca cre¨ªmos mucho la historia del papelito¡±, explica Lorna.
Lo cierto es que Marquez estaba all¨ª, en la tumba 10. La familia se convenci¨® de ello cuando, a finales del a?o pasado, las pruebas de ADN realizadas sobre los restos exhumados por la Cruz Roja en Darwin confirmaron que en la tumba 9 estaba Blas. M¨¢rquez tuvo que esperar hasta ahora porque la familia no pudo aportar al banco de datos gen¨¦ticos sangre de perfiles directos, como padres o hermanos. Esa tarea recay¨® en los sobrinos, e hicieron falta estudios adicionales para alcanzar el grado de certeza exigido para considerar cierta una identificaci¨®n. Pese a las dudas iniciales, Lorna form¨® parte en marzo pasado de aquel viaje a Malvinas de 248 familiares de 90 soldados identificados por los forenses. Lorna rez¨® frente a la tumba n¨²mero 10. ¡°Ahora s¨¦ que no me equivoqu¨¦¡±, dice. Desde aquel viaje se sumaron 10 pruebas de ADN positivas y restan a¨²n otras 21. El secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj, promete que el trabajo sobre las muestras gen¨¦ticas no terminar¨¢ hasta que est¨¦n los nombres de todos los soldados argentinos.
El cuerpo de M¨¢rquez lleg¨® al cementerio de Darwin gracias al trabajo de un militar brit¨¢nico, Geoffrey Cardozo, que se encarg¨® de enterrar a los soldados argentinos que quedaron esparcidos por el campo de batalla tras la derrota. Cardozo abri¨® 237 tumbas en un descampado en la isla Soledad y tuvo que cerrar 121 sin nombre, algunas incluso con m¨¢s de un cuerpo. El desamparo de los argentinos enviados a la guerra por la dictadura, la mayor parte de ellos apenas adolescentes reci¨¦n salidos de la milicia, era tal que muchos ni siquiera ten¨ªan placa de identificaci¨®n.
Conocer su sitio de entierro era una deuda de la democracia argentina. El impulso de un excombatiente argentino, Julio Aro, dio inicio a un largo proceso diplom¨¢tico que termin¨® con un acuerdo entre Argentina y Reino Unido para que, por intermedio de la Cruz Roja, se trabajase sobre las tumbas del cementerio de Darwin. La tarea contin¨²a.
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