El largo brazo del pasado
Un grupo de hombres detr¨¢s de un mostrador sobre el que hay un caj¨®n de cerveza. En el caj¨®n se lee mi apellido¡
Supe de ¨¦l hace cinco a?os, en julio de 2015. Me envi¨® un correo en el que dec¨ªa: ¡°Soy de Jun¨ªn. Hace unos cinco a?os descubr¨ª un archivo que tiene unas 8.000 fotos de las d¨¦cadas del cuarenta y cincuenta en la ciudad¡±. Jun¨ªn es una ciudad de 100.000 habitantes que queda a 250 kil¨®metros de Buenos Aires, el hombre que me escrib¨ªa era un documentalista llamado Christian R¨¦moli, y quer¨ªa hablarme de un proyecto relacionado con su hallazgo. En los a?os que siguieron tuvimos contactos espor¨¢dicos. Un d¨ªa de 2019, cuando yo estaba en Madrid o en Berna, no recuerdo, me escribi¨®. Hab¨ªa movido cielo y tierra hasta conseguir fondos para revelar las fotos, y no eran 8.000: eran 47.000. Me enviaba algunas, como muestra. Lo que vi en ellas me dej¨® muda. Siguieron, a eso, unos meses de silencio. Hasta que, semanas atr¨¢s, volvi¨® a escribirme. Me dijo que las fotos no eran 47.000: eran 70.000. Y que hab¨ªa, adem¨¢s, 120 horas de material f¨ªlmico. Im¨¢genes de Eva y Juan Domingo Per¨®n, de la dirigencia pol¨ªtica local y nacional, de las calles, las tiendas, los bautismos y las comuniones de Jun¨ªn: el registro de 60 a?os de vida ciudadana.
El hombre que hab¨ªa tomado esas fotos era Alberto Haylli. Le dec¨ªan El Gordo. Hab¨ªa nacido en 1911. Trabaj¨® para el diario juninense La Verdad, tuvo un estudio fotogr¨¢fico de prestigio. Falleci¨® en 1994, mientras sub¨ªa con su mujer las escaleras de un supermercado. Antes de morir intent¨® infructuosamente que el municipio lo ayudara a poner en valor el archivo descomunal que hab¨ªa acopiado y del que hab¨ªa vendido una parte porque necesitaba dinero. Cuando ¨¦l muri¨®, su hija Herminia guard¨® todo sin saber qu¨¦ hab¨ªa, puesto que la mayor parte estaba en negativo. Durante 12 a?os, miles de fotos y cientos de horas de pel¨ªcula permanecieron en un cuarto. Hasta que, mientras buscaba material para otra historia, alguien le dijo a Christian R¨¦moli que la hija de Haylli ten¨ªa im¨¢genes que pod¨ªan ayudarle. Fue a verla. Ella lo hizo subir a una terraza. ¡°Hab¨ªa una piecita¡±, dice R¨¦moli, ¡°y mucho sol. El lugar estaba oscuro y hab¨ªa cosas amontonadas. Empiezo a enfocar mejor y veo que hay latas y latas¡±. Le digo: ¡°?Qu¨¦ es esto, Herminia?¡±. Y me dice: ¡°Esto es todo el trabajo que hizo mi viejo¡±. Ah¨ª estaban, ordenadas por fecha y por tema, seis d¨¦cadas de historia. Le pregunt¨¦ a R¨¦moli si le hab¨ªa mostrado las fotos a un profesional para saber si ten¨ªan, adem¨¢s de valor hist¨®rico, valor art¨ªstico, y me dijo que no. Le pregunt¨¦ si no hab¨ªa pensado que quiz¨¢s en muchas ciudades hubiera archivos como ese, y me dijo que lo singular en Haylli eran la monumentalidad, el orden y la variedad del registro.
Despu¨¦s de recibir rechazos y promesas vanas de funcionarios, R¨¦moli consigui¨® fondos y mont¨® el Proyecto Haylli. En ese marco, digitaliz¨® y desclasific¨® 65.000 negativos, planea un libro y una serie documental para el canal argentino Encuentro. Habla de Jun¨ªn como si fuera el centro del mundo, y del archivo de Haylli como si fuera la biblioteca de Alejandr¨ªa. Relata con entusiasmo vand¨¢lico las fotos de Eva y de Per¨®n, de los intendentes y caudillos locales. Pero a m¨ª me sobrecogen otras im¨¢genes: una mujer de pie frente a una tienda de Gath & Chaves, de espalda a unos ¨¢rboles desnudos que parecen presagiar el apocalipsis; otra mujer leyendo junto a una radio del tama?o de un televisor; la hija de Haylli sentada en una reposera en medio del campo, como una Alicia al otro lado del espejo, tomando una taza de t¨¦. Y me sobrecogen, m¨¢s que nada, las fotos que R¨¦moli me envi¨® en 2019 y que abr¨ª durante aquel viaje por Madrid o Berna: un grupo de hombres detr¨¢s de un mostrador sobre el que hay un caj¨®n de cerveza. Por la ropa, deben ser los a?os cuarenta. En el caj¨®n se lee mi apellido. El mostrador, el caj¨®n, la cerveza: todo eso era parte de la cervecer¨ªa de mis bisabuelos. Me qued¨¦ mirando la imagen con la convicci¨®n de que iba a revelarme un secreto que siempre busco y que no s¨¦ cu¨¢l es. La ciudad de Haylli, la ciudad de R¨¦moli y la ciudad en la que yo me crie son, por si hace falta decirlo, la misma.
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