Nuevos golpes bajos
La historia se repite con m¨¢scaras distintas. El nacionalpopulismo actual es una m¨¢scara del viejo totalitarismo
El golpe que acab¨® con todos los golpes, de Juan Francisco Fuentes, es la mejor s¨ªntesis que conozco del golpe de Estado del 23 de febrero. Su tesis central no es nueva ¡ªni falta que hace¡ª, pero s¨ª exacta: ese golpe representa el fin de una tradici¨®n de intervencionismo militar que envenena la historia moderna de Espa?a; con ¨¦l, concluyen todos los golpes. Pero, cabr¨ªa a?adir, s¨®lo los viejos golpes. Al final del libro se interroga Fuentes: ¡°?Fue el proc¨¦s una nueva forma de golpismo?¡±.
La pregunta es ret¨®rica. En el oto?o de 2017, cuando uno escribi¨® que lo que estaba ocurriendo en Catalu?a era un intento de golpe de Estado (o, m¨¢s exactamente, un intento de autogolpe de Estado posmoderno), el esc¨¢ndalo fue general; la realidad, sin embargo, es que, para saber que eso y no otra cosa era lo que estaba ocurriendo, bastaba con haber le¨ªdo la Teor¨ªa general del Estado, de Hans Kelsen, y recordar que el gran jurista antinazi afirmaba que un golpe se da cuando ¡°el orden jur¨ªdico de una comunidad es anulado y sustituido de forma ileg¨ªtima por un nuevo orden¡±. Eso era lo que buscaban las leyes de desconexi¨®n catalanas que, aprobadas en el Parlament el 6 y 7 de septiembre, desencadenaron el golpe, lo que se intent¨® legitimar con el refer¨¦ndum fraudulento del 1 de octubre y culminar con la fraudulenta declaraci¨®n de secesi¨®n del 27. Ese golpe no se trat¨® de dar desde el Ej¨¦rcito, sino desde el Estado ¡ªla Generalitat es Estado en Catalu?a¡ª: por eso fue un golpe posmoderno y tambi¨¦n un autogolpe. Por supuesto, no era el primero de su especie en el pasado reciente: en momentos distintos, con rasgos y matices diferentes, lo hab¨ªamos visto en la Venezuela de Maduro, la Turqu¨ªa de Erdogan o la Rusia de Putin. Lo nuevo, lo in¨¦dito, era que sucediese en una democracia reconocida, como la espa?ola, y de ah¨ª la dificultad para identificar su naturaleza aut¨¦ntica. Esa dificultad deber¨ªa haber desaparecido ya, porque en los ¨²ltimos a?os hemos visto intentos de golpes semejantes en algunas de las democracias m¨¢s solventes del mundo, como ocurri¨® en el Reino Unido de 2019, cuando Johnson intent¨® no evitar un Brexit por las malas con todas las argucias posibles, inclusive el cierre del Parlamento de Westminster. Y ahora, tras la negativa de Trump a reconocer su derrota electoral y tras sus in¨¦ditos tejemanejes para permanecer a toda costa en el poder, en la prensa estadounidense se ha suscitado un debate acerca de si lo que el presidente intentaba era dar un golpe de Estado o no. La respuesta, de nuevo, la tiene Kelsen; o, simplemente, un analista brit¨¢nico como Jonathan Freedland, que, escarmentado por lo ocurrido en su pa¨ªs, resum¨ªa en The Guardian: ¡°Esto no es un golpe convencional¡±. Por supuesto: no es un golpe moderno, sino posmoderno. ?ste se caracteriza, entre otros, por dos rasgos b¨¢sicos. Primero, quien lo da, lo da desde el poder, erosionando previamente las instituciones que garantizan la democracia para evitar que, llegado el momento, puedan resistirse al golpe: por eso es un autogolpe. Y, segundo, quien lo da no lo da en teor¨ªa contra la democracia ¡ªcomo los viejos golpes¡ª, sino en nombre de la democracia: por eso es un golpe posmoderno. En pa¨ªses donde la democracia no est¨¢ consolidada, las instituciones son fr¨¢giles y la divisi¨®n de poderes precaria, estos golpes pueden triunfar: Venezuela, Turqu¨ªa, Rusia; en cambio, en pa¨ªses donde la democracia ha arraigado, estos golpes tienden a fracasar, porque las instituciones y los dem¨¢s poderes ¡ªel legislativo y el judicial¡ª poseen capacidad suficiente para pararlos: Reino Unido, EE UU y (aunque a trancas y barrancas) Espa?a.
Hay que repetirlo: la historia es como la materia; ni se crea ni se destruye: s¨®lo se transforma. Por eso, aunque nunca se repite exactamente, siempre se repite con m¨¢scaras distintas. El nacionalpopulismo actual es, visto as¨ª, una m¨¢scara del viejo totalitarismo, y los golpes posmodernos, una m¨¢scara de los modernos. Las formas son distintas, pero el fondo es el mismo: se trata de destruir la democracia. Al menos en Occidente, estamos vacunados contra los viejos golpes, no contra los nuevos. Ellos son ahora el peligro.
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