Berl¨ªn ya no es adolescente
Diez propuestas para descubrir las virtudes de la hist¨®rica y apasionante capital alemana
Vida, juventud, historia y memoria. Berl¨ªn transmite eso y mucho m¨¢s. Para el que, si est¨¢ de paso, quiera ignorarlo, la capital alemana parece no haber estado partida durante 27 a?os por un tel¨®n de acero f¨ªsico y figurado. El que fuera el este berlin¨¦s comunista se ha deshecho 19 a?os despu¨¦s -aunque a salvo queden rincones de cierta nostalgia- del rastro del dominio sovi¨¦tico, de los escombros de la ca¨ªda del muro, del desalojo hacia el oeste y el movimiento de 'okupaci¨®n'.
El oeste, m¨¢s residencial y pol¨ªtico, intenta aguantar el ritmo acelerado de su otrora antagonista. Superada la mayor¨ªa de edad, el Berl¨ªn poscomunista es una de esas ciudades que el viajero habitual acostumbra hoy a poner en su 'top ten'. Sea porque est¨¢ de moda, sea porque -con justicia- es una de las mejores fotos del oto?o europeo, la capital de Alemania acaba enganchando. Aqu¨ª, diez motivos:
1. Puerta de Brandeburgo. Como todo icono por excelencia de una gran urbe, s¨ªmbolo de una ciudad contemplado hasta la extenuaci¨®n en los medios de comunicaci¨®n, la Puerta de Brandeburgo se mostrar¨¢ siempre al visitante m¨¢s grande o m¨¢s peque?a de lo que su imaginaci¨®n le hab¨ªa dicho antes de poner un pie en Berl¨ªn. En el l¨ªmite oeste de la concurrida calle Unter den Linden, el que fuera uno de los puntos m¨¢s significativos de separaci¨®n entre la RDA (el monumento qued¨® en tierra de nadie) y la RFA abraza, con su cu¨¢driga tirada por la diosa de la Victoria, la Pariser Platz, plaza que muchos recordar¨¢n porque en uno de sus hoteles, la estrella del pop Michael Jackson protagoniz¨® una cuando menos curiosa imagen al sacar por la ventana -no sin algo de temeridad- a uno de sus hijos.
2. Reichstag. Estamos en Mitte, en la zona este del Berl¨ªn de la Guerra Fr¨ªa. Al otro lado de la Puerta de Brandeburgo, atravesando el que fuera l¨ªmite entre dos mundos, el barrio de Tiergarten acoge la sede del Bundestag, el parlamento alem¨¢n recordado a¨²n como el Reichstag, t¨¦rmino utilizado durante el Imperio. Cualquier gu¨ªa y vecino de la ciudad avisa: ?Cuidado con las colas! Si algo merece unos minutos de espera en el Bundestag es la c¨²pula del edificio destrozada durante la Segunda Guerra Mundial y restaurada hoy por el arquitecto brit¨¢nico Norman Foster. Al margen de la arquitectura -no interesa igual a todo el mundo-, las vistas de la ciudad en un giro de 360? sin demasiados compa?eros de viaje deja ver, entre otras maravillas, el curso del r¨ªo Spree, la altura de la m¨ªtica Torre de Televisi¨®n o el manto verdoso del parque del Tiergarten.
3. Monumento al Holocausto. Rodeando el parque en direcci¨®n a Potsdamerplatz, algo m¨¢s de 2.700 bloques de hormig¨®n se juntan en un laberinto de firme curvil¨ªneo homenaje al holocausto jud¨ªo que entrado el siglo XXI sigue siendo tab¨² en Alemania. Inevitable es el recuerdo que deja el lugar a un cementerio, si bien es cierto que Peter Eisenman, arquitecto estadounidense autor de la obra, reiter¨® en su inauguraci¨®n (mayo de 2005) que esa no era su intenci¨®n. Si recomendable es casi siempre perderse en medio del viaje, esta vez no lo es menos, pero con una salvedad, llegar al extremo norte del laberinto para visitar el centro de informaci¨®n que sobre la persecuci¨®n nazi y di¨¢spora jud¨ªa dispone el memorial para los turistas. Y hacerlo con tiempo para dejarse llevar -el que quiera- por las peque?as pero sobrecogedoras historias de algunas las familias jud¨ªas cortadas entonces de ra¨ªz por la muerte m¨¢s macabra.
4. Topographie des Terrors. El recuerdo del pasado, bofetada en la memoria que hace de Berl¨ªn una de las capitales m¨¢s encantadoras y civilizadas del mundo, es uno de los acompa?antes irresistibles en un paseo por la ciudad. Ya en el barrio de Kreuzberg, oeste (RFA) del viejo Berl¨ªn conocido hoy por dar cobijo a la comunidad turca, el que fuera centro neur¨¢lgico de la Hestapo y las SS nazis es hoy museo al aire libre de los horrores cometidos desde la llegada de Adolf Hitler al poder hasta la planificaci¨®n del holocausto jud¨ªo. Topographie des Terrors es una muestra visual y sonora de los protagonistas del nazismo dispuesta a lo largo de una calle en el que fuera b¨²nker real y metaf¨®rico de su r¨¦gimen policial.
5. Oranienstrasse. Pero el barrio de Kreuzberg, antes que pasado es presente de la vida berlinesa, mezcla de cosmopolitismo, moda y mestizaje. Un combinado que tiene su sitio a lo largo de la calle Oranienstrasse. Desde Heinrich Platz hasta Oranienplatz, la calle invita por la ma?ana al paseante a un buen caf¨¦ acompa?ado de un pedazo de tarta (muy recomendables en todo Berl¨ªn); por la tarde a un vistazo en las exclusivas, pero acogedoras y cuidadas tiendas de moda, y por la noche a una cena a la carta: cocina turca (uno de los mejores kebab del mundo), oriental, italiana, alemana... Hay que recordar los siguientes nombres: Bateau Ivre (ma?ana), Hasir (tarde), SO36 (noche).
6. East Side Gallery. El barrio de Kreuzberg se une a su vecino Friedrichshain a trav¨¦s del puente Oberbaumbr¨¹cke, en el que el arquitecto espa?ol Santiago Calatrava dej¨® su huella en 1990 en un esfuerzo de renovaci¨®n. Es al otro lado del puente y del caudaloso r¨ªo Spree donde la East Side Gallery mantiene 1,3 kil¨®metros del muro que separ¨® dos formas de pensar la pol¨ªtica durante casi tres d¨¦cadas (1961-1989). Tras la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, la ciudad reuni¨® a un centenar de artistas para que utilizasen este pedazo del llamado "tel¨®n de acero" como lienzo para su obra. Hoy, grafitis, lluvia y fr¨ªo han da?ado una obra que intenta lavarse la cara para celebrar su 20? aniversario en noviembre de 2009. Todav¨ªa se puede visitar.
7. Dejando atr¨¢s M¨¹hlenstrasse, la calle que recorre la East Side Gallery, la vista no se pierde demasiado en el horizonte hasta toparse con la Torre de la Televisi¨®n (Fernsehturm), s¨ªmbolo de la Alemania comunista que todav¨ªa hoy, 40 a?os despu¨¦s de auparse en el cielo berlin¨¦s, capitanea el skyline de la ciudad con sus 365 metros (40 metros m¨¢s alta que la Torre Eiffel). A los pies de la torre aguarda el conocido como ayuntamiento "rojo" de Berl¨ªn, mastodonte hacia el que miran, al otro lado de la calle, las dos esculturas de bronce dedicadas a Karl Marx y Friedrich Engels.
8. Arquitectura, tendencias, historia... y arte. El estereotipo al que recurre f¨¢cil el imaginario cuando de Alemania o sus ciudadanos se habla se cumple a rajatabla en la zona de Mitte conocida como Museumsinsel (a escasos metros de la Torre de la Televisi¨®n), una isla de museos perfectamente ordenada en torno a la calle Unter den Linden. Y para gustos, museos: Alte Nationalgalerie, Alte Museum, Deutsches Historisches Museum, Pergamonmuseum (el m¨¢s recomendado).
Todo un complejo urban¨ªstico dedicado al arte en el que, no obstante, destaca la fachada de la catedral de Berl¨ªn, edificio que cumpli¨® su centenario en 2005 y que, como otros que recorren la capital alemana, sufri¨® los estragos de la Segunda Guerra Mundial. Hoy su c¨²pula, a la que se puede acceder -mejor sin pensar en los escalones-, permite disfrutar, como lo hace la del Reichstag justo en la otra punta de Unter den Linden, de una de las mejoras vistas del centro de Berl¨ªn.
9. Y de los museos, embajadas y universidades (hacerse el despistado como alumno de la Humboldt no es mala opci¨®n) de Unter den Linden a una de las zonas de m¨¢s encanto de Berl¨ªn, la calle Oranienburguer (no confundir con Oranienstrasse de Kreuzberg) en la zona conocida como Mitte Norte. Moda, arte y cocina se extienden desde la estaci¨®n de metro Oranienburguer hasta el mercadillo al aire libre Hackescher.
Entre medias, inevitable adentrarse en el edificio conocido como Tachele, una casa okupada por el arte m¨¢s urbano e irreverente; detenerse en la Neue Synagoge, templo jud¨ªo con siglo y medio de vida fracturada por la Noche de los Cristales Rotos (1938) y -como no- la segunda gran guerra; y, por su puesto, pasear y pasear por los patios (hof) de la zona -los hay prohibitivos, pero tambi¨¦n alternativos- hasta caer en la cuenta de que Berl¨ªn bien merece un dolor de pies, eso s¨ª, gorro de invierno en la cabeza para evitar alguna que otra jaqueca.
10. Cierto es que acabar el recorrido por la ciudad de Berl¨ªn por Treptower Park resulta cuando menos atrevido. Lejos de casi todo, en la zona m¨¢s oriental del centro de la ciudad (Treptow), este parque pide estar bien fresco para aguantar la caminata. Pero cierto es tambi¨¦n que son pocos los turistas que se acercan hasta este parque y que no deja a nadie indiferente.
Un camino trazado de hojarasca conduce -paciencia- a una explanada abierta al p¨²blico con dos puertas de piedra adornadas con la hoz y el martillo s¨ªmbolos de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. En medio, una escultura como alegor¨ªa de la madre Rusia. Es el memorial -que parece escondido- a los soldados sovi¨¦ticos ca¨ªdos en el asalto a Berl¨ªn en 1945. Cierra la explanada, tras dejar atr¨¢s placas de piedra relato de algunos episodios del pasado sovi¨¦tico, un soldado ruso a la altura de las gigantes arboledas de su espalda. La espada que empu?a con su mano derecha retiene al que fuera un d¨ªa enemigo a sus pies: la esv¨¢stica del r¨¦gimen nazi.
Cena en el restaurante alem¨¢n Prater Gastst?tte (Kastanienalle, barrio de Prenzlauer Berg). En el mismo barrio, pero por la noche, reserva un hueco para probar la cerveza alemana -o cualquier refresco, que de todo hay- en Kulturbrauerei (Eberswalder Strasse), un complejo industrial hoy reservado a la m¨²sica en directo y el baile.
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