Focas-roca, kiwis y ping¨¹inos con cresta
Ruta para avistar, pagando o gratuitamente, estas y otras especies de las Ant¨ªpodas en Nueva Zelanda
Ballenas, albatros, delfines, leones marinos, el ic¨®nico kiwi, focas que parecen oscuras rocas o una extra?a especie de ping¨¹inos con ojos amarillos. Nueva Zelanda reserva sorpresas a los viajeros ¨¢vidos de contemplar animales poco comunes en el otro hemisferio. Pistas para verlos en libertad o, cuando no queda m¨¢s remedio, en cautividad (y pagando).
Focas en Kaikoura
El cielo es gris, pero por un capricho de la iluminaci¨®n el mar tiene un alegre tono turquesa. Una estrecha carretera ondula paralela a la playa, si es que pueden llamarse as¨ª a las pilas de rocas negras y porosas que se amontonan en la orilla. Pero espera, una de ellas se mueve. No, ?son varias! Desde la ventanilla izquierda del autob¨²s descubres que son focas. Muchas, much¨ªsimas focas, que se re¨²nen en grupos a escasos metros del asfalto para contarse c¨®mo ha ido su jornada de pesca y descansar, solo un poquito, antes de volver a zambullirse en las picadas olas en busca de la merienda. En los kil¨®metros que faltan para llegar a Kaikoura no paramos de verlas. Tan tranquilas. Al llegar al pueblo nos enteramos de que estamos en otro de esos lugares ¨²nicos para el avistamiento de ballenas y delfines. Hay muchas excursiones donde elegir, pero a las focas las hemos visto gratis.
Kiwis en cautividad
Aunque son el s¨ªmbolo nacional neozeland¨¦s, estos p¨¢jaros son incre¨ªblemente dif¨ªciles de avistar en la naturaleza. Son muchos m¨¢s los neozelandeses que nunca han visto uno en libertad que los que s¨ª lo han hecho. La ¨²nica oportunidad para muchos son los centros de vida salvaje que aseguran ver por lo menos un kiwi despierto en cada visita. Porque estas aves no vuelan; apenas les quedan vestigios de sus alas y son nocturnos. Por eso hay que acabar entrando en naves que simulan la noche y en las que se intuye a estos animales escarbar en el suelo con sus alargados picos.
Los zoos locales son el ¨²ltimo recurso para ver a estas y otras de las extra?¨ªsimas aves que actualmente sobreviven a duras penas, como el kakapo o el pukeko. Evolucionaron desde que la isla se separ¨® de tierra firme, con la suerte de que no tuvieron depredadores importantes hasta la llegada de perros y gatos.
Ping¨¹inos y albatros en Dunedin
Dunedin es una ciudad universitaria bendecida con la pen¨ªnsula de Otago, que presume de la mayor concentraci¨®n de vida salvaje de toda la isla sur. La parte buena es que en apenas 30 kil¨®metros de largo pueden verse albatros, leones marinos, focas y varias especies de ping¨¹inos, entre los que destaca el amenazado ping¨¹ino de ojos amarillos. La parte mala es que no puedes ir por tu cuenta; debes contratar el paquete tur¨ªstico de turno (entre 25 y 80 d¨®lares) y confiar en que los animales se apiaden de ti, dej¨¢ndose ver para que no tires tu dinero a la basura.
Para ver ping¨¹inos a tu aire sin violar los l¨ªmites de ninguna reserva proponemos otras tres opciones desperdigadas por la costa de la isla sur. Eso s¨ª, recuerda que las probabilidades se triplican (por no decir que empiezan a existir) si acudes al alba o al atardecer.
01 Nugget Point
Desde Dunedin seguimos la carretera hacia el sur, el territorio conocido como las Catlins. Aqu¨ª empieza a hacer fr¨ªo de verdad, y m¨¢s a¨²n cuando miras en el mapa cu¨¢n al sur est¨¢s. Escalofr¨ªos aparte, hay que estar alerta para no pasarse el desv¨ªo a Nugget Point, que lleva hasta el pie de un faro del que sale un sendero no apto para quienes padezcan de v¨¦rtigo. En las calas del final hay una importante colonia de ping¨¹inos de Otago (azules y de ojos amarillos) que conviven con focas y elefantes marinos.
02 Madera petrificada en Curio Bay
Un poco m¨¢s adelante, y siempre meti¨¦ndose por la carretera m¨¢s estrecha o en peor estado, se llega a un bosque jur¨¢sico solo visible con marea baja. Curio Bay es un lugar perfecto para explorar como cr¨ªos, eso s¨ª, sin tocar ni un pedacito de madera petrificada. Dos horas antes del atardecer hay muchas oportunidades de ver desfilar a los peque?os ping¨¹inos de ojos amarillos.
03 Desierta Monro Beach
Una hora de caminata es el precio a pagar por visitar la remota playa de Monro, en la costa oeste. Pero si el paseo cruza un bosque con ¨¢rboles de 30 metros y est¨¢ tan bien cuidado como todo lo que huela a senderismo en este pa¨ªs, el precio se paga con gusto. La playa vac¨ªa, solo para ti, es la recompensa. Y el premio gordo es ver aparecer a una torpe figura emergiendo de las aguas y dirigi¨¦ndose a las rocas como quien va a comprar el pan. Es un ping¨¹ino crestado, tambi¨¦n conocido como p¨¢jaro bobo de las Ant¨ªpodas, nativo de Nueva Zelanda y en peligro de extinci¨®n. Lo observamos embobados, agazapados detr¨¢s de unas rocas que parecen formadas por capas pulidas de plastilina de colores. ?Qu¨¦ maravilla que a¨²n existan lugares as¨ª, y qu¨¦ tristeza que cada vez sean menos!
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