Entre glaciares y tallas de jade
El oeste de la isla sur de Nueva Zelanda, una regi¨®n despoblada perfecta para descubrir
Menos mal que hemos llegado ahora y no a principios del siglo pasado, pues la vida debi¨® ser dura en la West Coast neozelandesa. Porque si acababas en esta regi¨®n, uno de los lugares m¨¢s remotos del mundo, ten¨ªas tres opciones: ser minero, le?ador o mujer europea que recorre el mundo en barco para casarse con un desconocido. Y, desde luego, no un desconocido que viviese c¨®modamente, sino uno de los que, tras haber pasado todo el d¨ªa talando ¨¢rboles o buscando oro y jade, se reun¨ªa cada noche en el pub con sus compa?eros para verse las barbas empapadas de cerveza y terminar gastando el oro y meando en un ¨¢rbol.
Normalmente, adem¨¢s, bajo una lluvia persistente, pues esta franja linda al oeste con el mar de Tasmania y al este con una cordillera conocida como los Alpes sure?os. Esto crea un microclima en esta franja de tierra en la que puedes hacer ranitas en la orilla del mar y pasear por un glaciar a menos de 50 kil¨®metros. ?Y qu¨¦ conlleva que sean tan pocos los que desean vivir aqu¨ª (unas 30.000 personas en una superficie similar a la de la Comunidad Valenciana)? Que sea una de las zonas mejor preservadas del planeta.
A pesar de las grandes extensiones dedicadas a la ganader¨ªa, se encuentran un sinf¨ªn de pistas de senderismo, descenso de r¨ªos, zonas de escalada, playas desiertas y bosques. Una gozada de naturaleza por explorar en la que es f¨¢cil perderse: solo hay una carretera, de norte a sur; dos carriles durante 500 kil¨®metros. El para¨ªso de quien se oriente mal, pero tambi¨¦n una maldici¨®n en el caso de que ocurra lo que nos ocurri¨® a nosotros y, en definitiva, a cualquier otro turista que estuviese en esta isla: las lluvias (claro) se llevaron por delante un tramo de la carretera. Quedaban dos opciones: explorar la zona durante cinco d¨ªas hasta que la arreglasen o dar la vuelta completa a la isla por donde hab¨ªas venido.
Y eso conlleva no poder acercarte a ninguno de los dos glaciares que se extiende por la cordillera, tan f¨¢cilmente accesibles que da hasta pena haber llegado con tan poco esfuerzo a resbalarte en su hielo azul. Son muchos los grupos que organizan excursiones a lo largo de ambos glaciares, llamados Fox y Franz Joseph. Ir caminando implica acabar col¨¢ndote por las grietas de hielo, y sobrevolarlo en helic¨®ptero admirarlos desde su nacimiento hasta la morrena.
Siguiendo con las formaciones naturales curiosas, algo m¨¢s al norte se llega a un lugar conocido como las Pancake Rocks, donde el oleaje se cuela por los agujeros de unos acantilados de roca caliza para lanzar el agua salada hacia el cielo. En cada embestida del mar contra estos acantilados hay lugares en los que la ducha est¨¢ asegurada y otros donde contemplar por qu¨¦ las curiosas formaciones onduladas de la roca se parecen a cr¨ºpes apilados tras miles de a?os de golpes de mar.
Aunque no todo en esta costa son paisajes y animales. Tambi¨¦n hay alg¨²n peque?o n¨²cleo urbano. ?Uno! y encima se llama Greymouth (boca gris). Es el lugar al que acercarse si se buscan los dos productos que ahora identifican a esta zona. Primero el whitebait, pececitos pescados en las orillas de los r¨ªos con peque?as redes que aderezan todo tipo de comidas en la regi¨®n, ya sean ensaladas, tortillas o pizzas. Y segundo, las tallas de jade. Preciosas piedras pulidas de color verde con la que crear colgantes y pendientes, en las que la pericia y empe?o del artista se agranda cuanto m¨¢s trasl¨²cida se observa la creaci¨®n.
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