Consejos para lanzarte a esquiar
Prepararse f¨ªsicamente y tener el equipo a punto es fundamental al inicio de la temporada de esqu¨ª
Estamos a las puertas de un nuevo invierno y de una nueva temporada de esqu¨ª. Entre los aficionados -se calcula que unos cinco millones en nuestro pa¨ªs- hay sed de nieve y muchas ganas de volver a las pistas. Prepararse f¨ªsicamente, tener el equipo a punto y ser conscientes de los riesgos y c¨®mo superarlos har¨¢ que las vacaciones en la monta?a sean seguras y divertidas.
Nuestro cuerpo, lo m¨¢s importante
Para la mayor parte de los aficionados, los que acuden con la familia a pasar unos d¨ªas en la nieve -quiz¨¢ dos o tres veces al a?o-, esquiar es un reto f¨ªsico que sobrepasa con creces su preparaci¨®n f¨ªsica. El esqu¨ª supera en exigencia a otros muchos deportes porque se practica habitualmente en condiciones m¨¢s duras: las jornadas son largas (con frecuencia cinco horas o m¨¢s), el fr¨ªo y el viento dificultan la respiraci¨®n y la falta de ox¨ªgeno en altitud hace que los m¨²sculos tarden m¨¢s en reaccionar. Aunque pueda parecer sorprendente, el esqu¨ª, practicado con intensidad, es el tercer deporte que m¨¢s calor¨ªas quema, unas 16 kilocalor¨ªas por minuto para una persona de unos 70 kilos, por detr¨¢s de correr y nadar.
Por todo eso, resulta aconsejable empezar a preparar nuestro cuerpo un mes antes de enfrentarse a unas vacaciones en la nieve. Una de las primeras consideraciones es cuidar el peso; el exceso de kilos aumenta la fatiga, agrava las consecuencias de una ca¨ªda y dificulta los movimientos sobre los esqu¨ªs o la tabla de snow. Practicar deporte de forma regular y vigilar la alimentaci¨®n ayudar¨¢ en este cap¨ªtulo. Seg¨²n los especialistas, es buena idea fortalecer los cu¨¢driceps, los m¨²sculos anteriores de las piernas, los isquiotibiales y los gl¨²teos que evitan caerse hacia atr¨¢s. Practicar bicicleta (tambi¨¦n vale la est¨¢tica) durante ese mes previo o correr (sobre todo por terrenos irregulares para desarrollar el sentido del equilibrio) son ejercicios adecuados para el esquiador; tambi¨¦n son aconsejables los estiramientos de las extremidades superiores e inferiores y los del t¨®rax.
Precisamente, ninguna jornada de esqu¨ª deber¨ªa comenzar sin estirar previamente porque de ese modo se estimulan los m¨²sculos, aletargados por el fr¨ªo, para que empiecen a quemar cuanto antes. Esto es f¨¢cil de decir pero dif¨ªcil de hacer; sobre todo a principio de la temporada cuando todo el mundo est¨¢ deseando lanzarse por la pista y la impaciencia puede con cualquier consideraci¨®n. Metidos ya en faena, atenci¨®n sobre todo a la primera y a la ¨²ltima bajada del d¨ªa. En el primer descenso -una vez m¨¢s, la impaciencia es el enemigo- conviene detenerse dos o tres veces para dar tiempo al cuerpo a ir calent¨¢ndose. En el ¨²ltimo, la fatiga acumulada durante el d¨ªa es responsable de numerosas ca¨ªdas; saber retirarse a tiempo es garant¨ªa de que al d¨ªa siguiente volveremos a estar en la pista. Y todo sin olvidar la necesidad de beber con frecuencia porque el ejercicio f¨ªsico, el fr¨ªo, el viento y el sol, cuando lo hay, deshidratan en la monta?a m¨¢s de lo que parece.
Material duro, material blando
As¨ª se llama, en el argot del esquiador, a los esqu¨ªs, las tablas o las botas, por un lado, y a la ropa por otro. Tambi¨¦n ellos deben estar en buenas condiciones para afrontar la temporada. Cuando se compra un equipo, sobre todo si ha sido sido caro, se tiende a pensar que es para toda la vida o casi; sin embargo, esqu¨ªs, tablas, fijaciones y botas se deterioran con m¨¢s rapidez de lo que parece. Si atendemos a la opini¨®n de expertos, estos materiales quedan obsoletos en tres o cuatro a?os, aunque esto depende tambi¨¦n del uso que se haga de ellos. Los esqu¨ªs y las tablas pierden la elasticidad que es su capacidad de adaptarse a las irregularidades del terreno y, por tanto, de estar en contacto permanente con la nieve que es lo que necesita el esquiador para controlar el descenso. Tambi¨¦n las botas se quedan sin elasticidad con el tiempo. El exterior, la carcasa, se vuelve m¨¢s r¨ªgida; el interior, el bot¨ªn, ya no se acopla al pie y al tobillo como cuando eran nuevos provocando incomodidad y menor protecci¨®n frente al fr¨ªo. Si esqu¨ªs y botas han tenido una vida intensa, habr¨ªa que cambiarlos cada cuatro o cinco a?os.
Algo similar ocurre con las fijaciones cuyos muelles van perdiendo la capacidad de extenderse y contraerse: su papel en la seguridad es vital porque de ellas depende que se libere la bota en caso de ca¨ªda. Es conveniente revisarlas a principios del invierno y volver a regular su dureza en funci¨®n del peso que ha podido variar desde el a?o anterior. Esa puesta a punto vale tambi¨¦n para los esqu¨ªs. Lo mejor ser¨ªa haberlos guardado bien secos al acabar la temporada anterior y, como m¨ªnimo, haber encerado la suela cubriendo incluso los cantos para evitar su oxidaci¨®n.
Si esto no se ha hecho, si los cantos est¨¢n oxidados y la suela est¨¢ afectada por ara?azos o hendiduras acusadas por piedras o hielo, o se volvi¨® c¨®ncava o convexa, es necesario acudir a un taller especializado. Los hay en la mayor¨ªa de las estaciones importantes y pueden reparar el material de un d¨ªa para otro; los precios oscilan entre unos 10 euros para un simple encerado hasta los 40 de una revisi¨®n completa. Un esqu¨ª bien reparado cambia completamente su comportamiento; la suela expulsa mejor el agua y, por tanto, desliza mejor y los cantos proporcionan un buen agarre y un mejor trazado en los giros. Una forma de asegurarse de que el equipo est¨¢ en condiciones es alquilarlo en tiendas o servicios t¨¦cnicos de las estaciones que ofrezcan confianza. Un equipo de gama media puede costar unos 25 euros al d¨ªa, en torno a 30 si es de gama alta y hasta 50 si est¨¢ en el top.
La ropa sufre un desgaste menor. El tejido exterior mantiene por m¨¢s tiempo su capacidad antideslizante para aminorar los efectos de una ca¨ªda; las capas interiores, tipo Goretex u otros, s¨ª pierden con los a?os sus cualidades y protegen menos del fr¨ªo y de la humedad. Los guantes son, seguramente, el complemento que exige una renovaci¨®n m¨¢s frecuente.
Seguridad ante todo
Los especialistas coinciden: la mejor forma de prevenir accidentes es el comportamiento adecuado del esquiador. La mayor parte de los aficionados esqu¨ªan por encima de sus posibilidades; es decir, demasiado r¨¢pido y con escaso control. La preparaci¨®n casi perfecta de las pistas, con superficies lisas como la palma de la mano y sin obst¨¢culos, y un material ligero, r¨¢pido y aparentemente f¨¢cil de controlar permiten a un esquiador medio alcanzar velocidades que hace unos a?os estaban s¨®lo al alcance de deportistas de ¨¦lite. Los esqu¨ªs carving, salidos del mundo de la competici¨®n, mantienen al esquiador pegado a la nieve -y por lo tanto corren m¨¢s- y le impulsan al final del giro. Tanta velocidad, unida a la masificaci¨®n de las estaciones, incrementa el riesgo. El esquiador que desciende r¨¢pido debe saber que s¨®lo con pasar cerca de otro m¨¢s lento puede provocar su ca¨ªda, sin necesidad de tocarle, por el miedo y el sobresalto que le causa.
Es verdad que la tecnolog¨ªa tambi¨¦n ha desarrollado elementos de seguridad. El casco, el m¨¢s conocido. Como ocurre con esqu¨ªs, tablas y botas, tras varias temporadas de uso pierden su capacidad protectora y habr¨ªa que cambiarlos; y por supuesto, tras sufrir alguna rotura. Seg¨²n algunos especialistas, ni siquiera los mejores del mercado ofrecen una protecci¨®n total en caso de accidente grave -hay que recordar el caso del expiloto Michael Schumacher- y deben desarrollarse m¨¢s hasta alcanzar los niveles de calidad que tienen, por ejemplo, los cascos de motoristas. S¨ª son ¨²tiles para evitar golpes y heridas de consideraci¨®n menor en cabeza y cara, sobre todo en los ni?os en los que el 50 por ciento de las contusiones las reciben en estas partes del cuerpo. Rodilleras, mu?equeras y protecciones dorsales, las populares 'tortugas', pueden evitar golpes aunque a d¨ªa de hoy no hay estudios disponibles que demuestren al cien por cien su eficacia absoluta.
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