Ostrava, industrial y bohemia
La ciudad de la Rep¨²blica Checa, antiguo polo minero y sider¨²rgico, se ha reconvertido sin perder la autenticidad
En una primera impresi¨®n, Ostrava parece emerger del holl¨ªn estalinista que nos golpea con el recuerdo de una de las ¨¦pocas m¨¢s sombr¨ªas de su historia. No en vano, una buena y primera visita para acercarse a esta ciudad de la Rep¨²blica Checa y su biograf¨ªa m¨¢s reciente comienza por las abandonadas instalaciones de la mina Michal y la sider¨²rgica Doln¨ª Vit?kovice. Esta ¨²ltima, sobre todo, nos demuestra con su severo perfil industrial c¨®mo unos altos hornos pueden convertirse, gracias a la imaginaci¨®n y el empuje de su sociedad, en un delicado espacio para albergar conciertos y otras actividades culturales.
En realidad, ver la ciudad, de casi 300.000 habitantes, desde su torre es tambi¨¦n echar una mirada al pasado, cuando este enclave de la Moravia-Silesia, verdadera encrucijada de rutas industriales, se convert¨ªa en un punto imprescindible en la construcci¨®n de aquella pujante Europa del siglo XIX. Fundada por el arzobispo de Olomouc en 1828, la sider¨²rgica ha convivido con la ciudad como una agridulce presencia que tan pronto daba trabajo como amenazaba con devorarla con su presencia inquietante. Cuesta creer que aqu¨ª uno pueda actualmente deleitarse con las vistas, instruirse con su historia y disfrutar con sus conciertos en el Gong, la sala de m¨²sica que antiguamente fue un gigantesco contenedor de gas.
Por ese entonces, y desde mucho antes, la peque?a Ostrava era parte de una rica cuenca carbon¨ªfera y punto de resistencia de la zona para las constantes invasiones del norte. Su fundaci¨®n, ya en las postrimer¨ªas del siglo XIII, y cerca de la estrat¨¦gica confluencia de los r¨ªos Ostravice y Oder, as¨ª parece corroborarlo. Nudo del tr¨¢fico comercial de la ¨¦poca, pas¨® de ser enclave artesanal a locomotora de la regi¨®n desde el siglo XVIII, y un referente industrial durante la ¨¦poca comunista.
Cambio de objetivos
Pero lo mejor de Ostrava es que, sin perder su identidad, ha sabido clausurar esa etapa, desde la revoluci¨®n de terciopelo, en 1989, con la misma ilusi¨®n con la que enfrenta su futuro de ciudad encrucijada: en 1994 se cerr¨® la miner¨ªa de carb¨®n. Esto sin duda ha significado mucho para sus habitantes y para sus autoridades, pues ello sugiere que han debido hacer un gran esfuerzo para orientar el impulso de la ciudad a otras ¨¢reas de crecimiento econ¨®mico m¨¢s amables.
Su casco hist¨®rico, peque?o y cuidado, no tiene ese maquillaje un poco fr¨ªvolo que otras ciudades rezuman como reclamo tur¨ªstico y que termina por empalagar al visitante con sus coquetos esfuerzos por parecer m¨¢s de lo que son. Ostrava no es un decorado para turistas ni mucho menos. No parece interesarle convertirse en un escaparate de cart¨®n piedra y sus actividades culturales y l¨²dicas as¨ª lo confirman, tanto como su vocaci¨®n de acondicionar su pasado proletario y minero para que el visitante la conozca como es y como fue. La calle de marcha y emblem¨¢tica de la ciudad, Stoldoni, es festiva y bulliciosa, pero conserva una impronta aut¨¦ntica (que no de tipismo) que la hace, precisamente por eso, especial. El club Les (Bosque), muy cerca de la plaza principal, es un chiringuito underground donde se puede beber la magn¨ªfica cerveza local e incluso absenta mientras se conversa con los amigos o se disfruta de una lectura po¨¦tica.
Gu¨ªa
? Ostrava se encuentra al oeste de la Rep¨²blica Checa, cerca de la frontera con Polonia, a 170 kil¨®metros de Cracovia.
? www.ostrava.cz
? www.czechtourism.com
Los domingos impregnan todo con su atm¨®sfera de sopor y siesta, exactamente como ocurrir¨ªa en cualquier ciudad de provincias de cualquier pa¨ªs del mundo, y los d¨ªas entre semana se sumerge en su actividad habitual, sin mayores agobios pero sin sosiego. Resulta ideal para pasear y hacerse una composici¨®n de la vida all¨ª. Desde la Torre del Ayuntamiento se puede tener una visi¨®n de 360 grados de la ciudad y, con buen tiempo, descubrir el inesperado y frondoso verdor de los alrededores, el discurrir del r¨ªo que corta en dos la ciudad, su techumbre colorida y barroca, un paisaje umbr¨ªo y fresco que sorprende al visitante.
Vale la pena visitar museos como el Svet Techniky, pasear por su centro hist¨®rico y no dejar de disfrutar con la deliciosa cerveza y con los platos t¨ªpicos como el halusky, que es una pasta de patatas con queso y verduras. Y probar la coca-cola local: Kofola, que es una se?a m¨¢s de identidad de ciudades como Ostrava y su resistencia a convertirse en un simple escaparate tur¨ªstico.
Jorge Eduardo Benavides es autor de la novela El enigma del convento (Alfaguara).
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