Weimar, la ciudad de Goethe
Visita a las dos casas del autor de ¡®Fausto¡¯, que vivi¨® m¨¢s de 50 a?os en la ciudad alemana. El Museo de la Bauhaus y el campo de concentraci¨®n de Buchenwald completan la ruta
Con sus luces, a veces inclinadas hacia las penumbras, Weimar representa un espejo de la cultura alemana. Hubo una Edad de Oro cuando Goethe, Schiller, Wieland y Herder coincidieron en esta ciudad del Estado libre de Turingia. Y all¨ª fue donde crearon Cranach el Viejo, y Bach y Liszt. Nietzsche quiso pasar en Weimar sus ¨²ltimos a?os de vida. A principios del siglo XX, Weimar se convirti¨® en la capital de la ruptura art¨ªstica que supuso en la concepci¨®n del espacio dom¨¦stico la escuela de la Bauhaus. Mientras, la Rep¨²blica de Weimar, nacida en 1918 en el Teatro Nacional de la ciudad, constituy¨® el principio de una nueva era democr¨¢tica en un pa¨ªs unificado. Un gran reto que se fue al traste en 1933 con el Tercer Reich. Luego vino otra vez el remonte de esta ciudad de 65.000 habitantes.
8.30 La biblioteca de la duquesa
La biblioteca dieciochesca (1) de un mill¨®n de vol¨²menes, bautizada con el nombre de su patrocinadora, la duquesa regente Ana Amalia de Brunswick-Wolfenb¨¹ttel, espera la visita de 290 personas al d¨ªa (conviene ir temprano para conseguir una entrada en la taquilla). El esfuerzo permite admirar la belleza de un conjunto de estilo rococ¨® en el que predominan el blanco y el dorado. Las escaleras se enroscan presididas por bustos de m¨¢rmol que parecen vigilar manuscritos, incunables, primeras ediciones y partituras musicales.
9.30 Un ginkgo biloba
Al otro lado de la biblioteca crece un ¨¢rbol de ginkgo biloba que se ha convertido en un emblema de la ciudad. Sus hojas amagan una partici¨®n, pero evocando una unidad. Todo lo cual fue dignificado por un poema de Goethe: ¡°?Notas en mis versos y canciones?/ que yo soy Uno y Dos?¡±.
9.45 Palacio de Burgplatz
En lo que fue el castillo y palacio ducal, en Burgplatz, se ubica el Schlossmuseum (2), el mayor museo ciudadano. Alberga colecciones, especialmente de pintura y escultura, desde la Edad Media hasta principios del siglo XX. El bel¨¦tage, o piso noble, anima a un viaje por una sucesi¨®n de salas cargadas de maravillas. Apabullantes son las habitaciones de la princesa Mar¨ªa P¨¢vlovna, gran patrona de las artes en Weimar.
11.00 Coleccionista de minerales
La primera casa de Goethe en Weimar est¨¢ en el parque de Goethe (3), cerca del r¨ªo Ilm. Luego el escritor vivi¨® medio siglo, hasta su muerte en 1832, en su mansi¨®n de Frauenplan, en el centro. Hoy es el Museo Nacional de Goethe (4), un homenaje al literato que llev¨® el idioma alem¨¢n a una de sus cimas. Fue durante d¨¦cadas consejero del duque Carl August, responsable de minas, carreteras y finanzas. Y director del teatro y de la biblioteca ducal. Su vivienda tiene un puente interior para unir dos edificios y conectar salas, cocinas y despachos. La Sala de Juno aloja una r¨¦plica de su admirada diosa romana, cuyo original contempl¨® en la Villa Ludovisi. Hay 23.000 objetos, su colecci¨®n de minerales y su biblioteca con 6.000 vol¨²menes. Sus restos mortales reposan en la Cripta de los Pr¨ªncipes (5).
12.00 Elogio de la vida dom¨¦stica
El movimiento de arte, dise?o y arquitectura de la Bauhaus se estableci¨® en Weimar entre 1919 y 1925 (luego ir¨ªa a Dessau y Berl¨ªn). El arquitecto Walter Gropius fue el impulsor y director inicial de la escuela. Despu¨¦s, el nazismo empez¨® a perseguir a sus artistas. A los nazis les pareci¨® insoportable que la Bauhaus rompiera las formas inmarcesibles del clasicismo con unos principios que contribuyeron decisivamente a sentar las bases del Movimiento Moderno en arquitectura, del dise?o industrial y gr¨¢fico. La segunda colecci¨®n m¨¢s importante sobre la Bauhaus (despu¨¦s de la de Berl¨ªn) se alberga en el museo de arte de Theaterplatz (6). A finales de 2018 se inaugurar¨¢ un museo de nueva planta seg¨²n un proyecto de la arquitecta Heike Hanada junto con el arquitecto Benedict Tonon.
12.30 La plaza del mercado
En el cogollo de la vieja Weimar se alzan el ayuntamiento neog¨®tico (7), la casa de Cranach el Viejo (8) y el lujoso hotel Elephant (9), donde ponen un mu?eco en un balc¨®n que representa a Lutero predicando. Para comer en plan r¨¢pido abundan los puestos de salchichas de la Turingia. El restaurante Zum Schwarzen B?ren (10) (El Oso Negro) lleva en la plaza desde 1540. No falta el goulash.
13.30 Autob¨²s a Ettersberg
Para acercarse a Ettersberg (11), el bosque donde se deleit¨® la clase aristocr¨¢tica de Weimar, y donde se ubica el monumento conmemorativo de Buchenwald, se toma el autob¨²s n¨²mero 6 en Goetheplatz (12) o en la estaci¨®n central. El billete cuesta dos euros y en 20 minutos se recorren los ocho kil¨®metros que llevan al campo de exterminio de 40 hect¨¢reas arrancadas a un bosque de abetos y abedules. Antes de ver los edificios del monumento se puede pasear un poco por Ettersberg, donde la nobleza de la Weimar cl¨¢sica cazaba ciervos de diez puntas. La duquesa Ana Amalia organizaba all¨ª veladas literarias y musicales. Goethe interpret¨® debajo de un roble el papel de Orestes en Ifigenia en T¨¢uride. El compositor Franz Liszt era otro asiduo. Una Arcadia reconvertida en campo de concentraci¨®n que los nazis empezaron en 1937.
14.30 Krematorium
Lo m¨¢s alto del campo de concentraci¨®n de Buchenwald, aparte de la congoja que produce, es la chimenea del Krematorium. Seg¨²n escribi¨® Jorge Sempr¨²n, el olor que se expand¨ªa ahuyentaba a los p¨¢jaros, y no se o¨ªa ni un solo canto en el bosque. A sus 20 a?os, Sempr¨²n luchaba con la Resistencia en Francia cuando fue capturado por los nazis y deportado a Buchenwald. Era 1943 y Sempr¨²n vio y padeci¨® all¨ª el radikal B?se, el mal radical, y eso por ser absoluto, no por imposible. Los hornos crematorios, fabricados por Topf und S?hne, son la prueba del crimen nazi. Tras probar su eficiencia en Weimar, fueron instalados en Auschwitz, el campo de concentraci¨®n y exterminio cercano a Cracovia. Hay cinco kil¨®metros de recorrido en Buchenwald y el viajero puede modular su visita y tiempo. En 1945, los norteamericanos liberaron a 21.000 prisioneros, entre ellos a Sempr¨²n, pero las v¨ªctimas mortales fueron casi tres veces m¨¢s.
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