El canal de Castilla, un sue?o navegable
Caminantes y cicloturistas disfutan hoy de los 207 kil¨®metros de v¨ªas acu¨¢ticas entre Valladolid y Palencia, una idea visionaria del marqu¨¦s de la Ensenada que se hizo realidad durante cien a?os
La red de canales navegables que surcaba Centroeuropa y por la que se pod¨ªan mover con facilidad mercanc¨ªas y personas fue siempre la envidia y la admiraci¨®n de la corte de Castilla. La nefasta red de caminos del reino hacia lento y caro el trasporte de cereales y lana hasta los puertos por los que se exportaba.
¡°La fanega de trigo que en Palencia se vende a ocho reales cuesta en Santander 22, sin embargo de ser el punto m¨¢s inmediato¡±, se quejaba a mediados del siglo XVIII Zen¨®n de Somodevilla y Bengoechea, primer marqu¨¦s de la Ensenada, ministro ilustrado de Fernando VI. As¨ª que ni corto ni perezoso propuso una tarea tit¨¢nica: construir a pico y pala una red de canales similares que unieran las principales capitales castellanas con el puerto de Santander para dar salida r¨¢pida y econ¨®mica a los excedentes de grano y permitir la entrada de otras manufacturas desde el extranjero. Las mercanc¨ªas ir¨ªan en barcazas arrastradas por reatas de bueyes desde dos caminos de sirga que se construir¨ªan en paralelo al canal.
La idea -hija de la Ilustraci¨®n- no era mala. Otra cosa es que se pudiera llevar a cabo. Las obras se iniciaron a mitad de 1753 pero los problemas financieros y t¨¦cnicos y las guerras retrasaron enormemente su ejecuci¨®n. Adem¨¢s, estaba la Cordillera Cant¨¢brica por en medio, que en ning¨²n caso se pod¨ªa salvar por agua. En el mejor de los casos, si es que se terminaban las obras, las mercanc¨ªas hab¨ªa que traspasarlas a carromatos en Alar del Rey para cruzar la monta?a hasta Santander.
Tras muchas penurias, el 8 de noviembre de 1849 -seg¨²n consta en una placa en la iglesia de Medina de Rioseco- se inauguraron los primeros kil¨®metros de la obra alimentados por las aguas de los r¨ªos Pisuerga y Carri¨®n. El canal empez¨® a funcionar gestionado por una empresa privada y lleg¨® a contar con 350 gabarras en uso. Pero la alegr¨ªa dur¨® poco. Pronto apareci¨® en escena un fuerte competidor: el ferrocarril. La construcci¨®n de la l¨ªnea f¨¦rrea Valladolid-Santander en 1866 dio la puntilla al pomposo proyecto del marques de la Ensenada, cuya utilidad fue decayendo paulatinamente hasta que en 1955 cerr¨® oficialmente sus compuertas. Unos a?os m¨¢s tarde se desmantelaron las esclusas, verdaderas joyas de la arqueolog¨ªa industrial, seg¨²n cuenta quienes las conocieron en uso.
La hora de los turistas
Hoy, los 207 kil¨®metros del Canal de Castilla, adem¨¢s de dar servicio de riego a los campos palentinos, se han convertido en una excusa inmejorable para recorrer a pie, en coche o en bicicleta uno de los lugares m¨¢s curiosos de Castilla y Le¨®n. La obra en realidad la forman tres canales diferentes, en forma de Y invertida, que se unen en el paraje de El Serr¨®n, cerca de Calahorra de Ribas. El primero en ser excavado fue el canal de Campos, un tajo de 78 kil¨®metros sobre la tensa piel castellana que nace en Medina de Rioseco. El canal del Norte llega hasta Alar del Rey, en las estribaciones de la Cordillera Cant¨¢brica. El canal del Sur nace en El Serr¨®n y tras bordear Palencia capital sigue en paralelo a la N-611 hasta entregar sus aguas de nuevo al Pisuerga en Valladolid.
Adem¨¢s de los paisajes de horizonte infinito de los campos palentinos y vallisoletanos, lo que m¨¢s llama la atenci¨®n del viajero son las 49 esclusas que se construyeron para salvar los 150 metros de desnivel entre Alar del Rey y Medina de Rioseco, conocidas todav¨ªa por su numeraci¨®n: la veinte, la seis...
Los dos caminos de sirga permiten recorrer los tres ramales a pie o en bicicleta en completa libertad, disfrutando en primera fila de los restos de f¨¢bricas y almacenes, de casas escluseros y molinos y de todo el entramado industrial que creci¨® a su vera. Adem¨¢s hay empresas que organizan rutas en canoa por el canal y los r¨ªos que lo alimentan.
Un negocio en torno al turismo de interior que ha dado nueva vida al sue?o visionario e ilustrado del marqu¨¦s de la Ensenada.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.