En Donosti con Mikel Erentxun

Mikel Erentxun, nacido en Caracas y donostiarra de pro, nos recoge en un enorme Land Rover negro. ¡°Fui a comprar un coche normal, pero lo vi y me qued¨¦ prendado¡±, explica el m¨²sico mientras cambia las marchas como quien maneja un apero de labranza. Le va bien para escaparse con su familia a los montes que circundan San Sebasti¨¢n. Sobre todo en julio y agosto. ¡°No soporto la invasi¨®n veraniega¡±, reconoce. La capital guipuzcoana, con su bah¨ªa cant¨¢brica y universal, siempre copa los rankings de las ciudades m¨¢s bellas del mundo, pero no fue hasta el cese definitivo de ETA, hace siete a?os, cuando el turismo reaccion¨® en masa. ¡°Est¨¢ bien que la ciudad se abra, pero se est¨¢ vulgarizando el comercio, ahora todo est¨¢ enfocado a lo que viene de fuera¡±, se queja Erentxun.

La primera parada, r¨¢pida, es en Tabakalera, un centro de cultura contempor¨¢nea reci¨¦n abierto que simboliza ¡°la modernizaci¨®n de la ciudad¡±, seg¨²n el m¨²sico. La siguiente, m¨¢s reposada, en el teatro Victoria Eugenia, edificio neocl¨¢sico que vigila el desembocadero del r¨ªo Urumea desde principios del siglo anterior, cuando San Sebasti¨¢n ¡ªDonostia en euskera, y, para los locales, simplemente Donosti¡ª era uno de los balnearios favoritos de Europa. En este escenario que ha sido cine (de hecho, es una de las sedes del 65? Festival de San Sebasti¨¢n, que se inaugura hoy hasta el 30 de septiembre), el que fuera l¨ªder de Duncan Dhu marc¨® un antes y un despu¨¦s en su carrera. ¡°En 2008 decid¨ª dejar atr¨¢s la etapa del ¨¦xito comercial y centrarme en otro tipo de m¨²sica¡±, explica. Aqu¨ª dio sus conciertos de cierre, en los que solaz¨® a sus fans con las canciones pasadas que le hicieron vender millones de discos. Se convirti¨® en un recopilatorio en directo, Tres noches en el Victoria Eugenia. Su ¨²ltimo fen¨®meno superventas.

A los 52 a?os, el m¨²sico acaba de publicar El hombre sin sombra, menos masivo, pero con el que se siente m¨¢s respetado musicalmente. ¡°Estrenan mis discos en Radio 3, toco en salas y en festivales¡­ Estoy m¨¢s c¨®modo en estos entornos que en las radiof¨®rmulas y los grandes recintos. M¨¢s acorde con mi edad y mis canciones¡±, explica, mientras mete su Land Rover de casi dos metros de alto, a duras penas, en un aparcamiento subterr¨¢neo del centro. ¡°Es imposible mover este monstruo por aqu¨ª. El resto, mejor lo hacemos andando¡±, decide.

La almendra de San Sebasti¨¢n es transitable a pie. Tiene la proyecci¨®n de una ciudad grande, pero no llega a 180.000 habitantes. Es uno de los motivos por los que Erentxun no se mud¨® cuando Duncan Dhu era un fen¨®meno fan gigantesco, a finales de los a?os ochenta. ¡°En Madrid no pod¨ªamos salir del hotel, pero en Donosti apenas me paraban por la calle¡±, recuerda, y nos da una interesante informaci¨®n: ¡°Bruce Springsteen vino una semana de vacaciones. Paseaba por la Zurriola y nadie le molestaba¡±. Ese es nuestro siguiente paseo despu¨¦s de tomar un caf¨¦ en el Dry, la cafeter¨ªa del hotel Mar¨ªa Cristina donde Erentxun busca sosiego todas las semanas. Enfilamos la Zurriola, acera mar¨ªtima que pasa por debajo de los cubos del Kursaal, el palacio de congresos y auditorio proyectados por Rafael Moneo y sede del festival de cine. Culminamos en la playa de Gros. ¡°Me gusta el surf, pero no la multitud. Mi mejor verano es dentro de una furgoneta, de gira. Llevo haci¨¦ndolo 30 a?os¡±, cuenta ?Erentxun, que solo va a la playa en invierno y oto?o, ¡°y si llueve, mejor¡±.

As¨ª es su m¨²sica: lluviosa. Reconoce que eso le une con otros m¨²sicos dispares de San Sebasti¨¢n: ¡°La Buena Vida, ?lex Ubago, La Oreja de Van Gogh¡­ Tenemos ese tono melanc¨®lico donostiarra, de una ciudad en la que llueve casi siempre¡±.

Desandamos hacia la Parte Vieja, pero antes de entregarnos a los ?pintxos hacemos una parada en Beltza Records. Es una tienda de vinilos que tiene la reedici¨®n del de Aristogatos, como se llamaban Duncan Dhu antes de ser Duncan Dhu. ¡°?Est¨¢ aqu¨ª!¡±, exclama Erentxun, mientras golosinea de reojo en la secci¨®n de The Smiths, la banda brit¨¢nica que ha influido en gran parte de su carrera en solitario. Ni rastro ese d¨ªa de El hombre sin sombra. ¡°Las discogr¨¢ficas grandes pasan de las tiendas peque?as¡±, lamenta el due?o.

La Parte Vieja est¨¢ inundada de templos gastron¨®micos, pero elige tres. Paramos primero en Paco Bueno, que toma el nombre del abuelo de los due?os, boxeador de cierto triunfo en el pasado. ¡°Sus gambas a la gabardina son obligadas¡±. Seguimos a por las carrilleras del bar Ormazabal, que acompa?an sus due?os con guindillas secadas y saladas de sabor irrepetible. Llegamos a La Vi?a para el postre. ¡°Todos los d¨ªas hay colas por sus tartas de queso. No has probado nada igual¡±, reta el m¨²sico.

La ¨²ltima parada es en Amara, el barrio de su infancia, elevados edificios cementosos. Pero con ¡°la mejor tortilla de patatas del mundo¡±, revela el m¨²sico: las del bar Egoki. ¡°Te he llevado por sitios de pintxos a los que no van los turistas. No se lo cuentes a nadie¡±, dice antes de despedirse.