Hidra, la musa de Leonard Cohen

"Grecia es un buen lugar / para mirar la Luna, ?verdad?", escrib¨ªa Leonard Cohen en la terraza de la casa que adquiri¨® en Hidra reci¨¦n estrenada la d¨¦cada de 1960. El m¨²sico, entonces un joven poeta en busca de aventuras, sucumbi¨® al hechizo de esta isla griega del golfo Sar¨®nico, cuya belleza cautiva y no deja indiferente al visitante.

Al aproximarse a tierra, tras un trayecto de dos horas desde el bullicioso puerto del Pireo, el tiempo parece haberse detenido. No hay coches ni motos, ni tan siquiera bicicletas, solo burros. Y los cada vez m¨¢s numerosos botes-taxis, que enturbian con su sonido la calma de este enclave rocoso que ha inspirado a escritores, pintores y poetas. En el puerto los muleros esperan para transportar el equipaje de los reci¨¦n llegados por un laberinto de estrechas y empinadas calles. Las sencillas casas blancas de pescadores se mezclan con palacios venecianos del siglo XVIII.

Sobre las viejas y bru?idas losas de piedra del muelle se extienden las animadas terrazas de los restaurantes, bares y caf¨¦s. El puerto se conserva pr¨¢cticamente igual que cuando se rod¨® La sirena y el delf¨ªn (1957), con Sophia Loren, y se dio a conocer la isla al turismo. All¨ª se encuentra el antiguo colmado de Katsikas, hoy conocido como Roloi Caf¨¦, punto de encuentro de la colonia de artistas expatriados en la que se integr¨® Cohen. Encabezados por los escritores australianos George Johnston y su esposa, Charmian Clift, con su talento y rebeld¨ªa trastocaron las costumbres adelant¨¢ndose a una revoluci¨®n que llegar¨ªa 10 a?os m¨¢s tarde con los hippies. El pintor Brice Marden, los poetas Allen Ginsberg y Gregory Corso, Jacqueline Kennedy, Melina Mercouri, Brigitte Bardot, Greta Garbo y Mick Jagger est¨¢n entre la larga lista de residentes y visitantes que dieron color a la ¨¦poca m¨¢s esplendorosa de Hidra, impregn¨¢ndola del toque cosmopolita que a¨²n conserva.

Sus habitantes m¨¢s veteranos se quejan de que el ambiente se ha aburguesado en exceso, pero en la isla la sofisticaci¨®n se sigue dando la mano con la sencillez de forma natural. Maria, la encargada de la atiborrada tienda de comestibles Four Corners, hace la cuenta con un boli sobre el papel donde envuelve un delicioso queso feta; las palomas sobrevuelan las estanter¨ªas de la panader¨ªa del puerto sin que nadie se inmute, mientras en la exclusiva Karmela se despachan ricas tartas. Comer en la tradicional taberna Douskos puede ser una alternativa al lujoso Omilos y sus espectaculares vistas al mar. En la terraza del bar Pirate se disfruta de una copa al tiempo que el yate decorado por Jeff Koons (propiedad del billonario mecenas Dakis Joannou) atraca en el puerto. Volver al alojamiento bordeando el mar por caminos sin asfaltar o subiendo las interminables escaleras subraya el car¨¢cter de esta isla tan singular.

En la ruta a Kamini, un peque?o pueblo de pescadores, se vislumbra el Peloponeso. Desde el puerto de Kamini se observan las evocadoras ruinas de la mansi¨®n de uno de los m¨¢s c¨¦lebres pintores de Grecia, Nikos Ghikas. All¨ª escribi¨® Patrick Leigh Fermor uno de los libros de viajes m¨¢s destacados del siglo XX, Mani: Viajes por el sur del Peloponeso, y se alojaron Lawrence Durrell y Henry Miller. Hidra aguanta el embate del tiempo con la fuerza de una criatura mitol¨®gica; quiz¨¢s su mejor ant¨ªdoto frente al turismo masivo sea la ausencia de playas con arena. El paseo de Kamini a la cercana Plakes no defraudar¨¢. Tambi¨¦n se puede coger un barco a Bisti o llegar en un bote-taxi o a caballo a las m¨¢s remotas Limioniza o Karalis. Otra alternativa es disfrutar de las plataformas de ba?o de la isla para zambullirse en el transparente y c¨¢lido Egeo.