Getaria, para¨ªso marinero
Jornadas veraniegas de buen comer, deliciosos txakol¨ªs, una visita al Museo Balenciaga y chapuzones en sus playas salvajes
Las ¨²ltimas curvas viniendo de Zarautz o de Zumaia permiten asomarse ya al proleg¨®meno del para¨ªso. Las lomas del Rat¨®n de Getaria, ese monte leve, verde y m¨¢gico con forma de roedor tumbado, se inclinan sobre la villa marinera donde nacieron aventureros (Juan Sebasti¨¢n Elkano), genios de la moda (Crist¨®bal Balenciaga), cocineros (Pedro y Aitor Arregi), madres de estrellas de la ¨®pera (Pepita Embil, la de Pl¨¢cido Domingo) y pescadores (casi todo el pueblo). Retumban las olas contra el espig¨®n.
Getaria es seductora en general y, en particular, lo es por la v¨ªa de lo abarcable: cuatro villas antiguas, un front¨®n, cinco callejuelas adoquinadas y encantadoras, dos playitas, unos cuantos barcos y se acab¨® lo que se daba. No hace falta m¨¢s para morir de placer en la costa. Bueno, entre esas cuatro esquinas hay m¨¢s cosas. Hay, de hecho, infinidad de cosas en este pueblecito guipuzcoano situado a 25 kil¨®metros de San Sebasti¨¢n.
El turista accidental o el iniciado ¡ªpreferible lo segundo: los restaurantes, hotelitos y pensiones est¨¢n a tope en verano, Es mejor reservar¡ª puede darse al famoso hedonismo vasco/gama salitre de m¨²ltiples formas. D¨¢ndose un garbeo por el muelle. Entrando en una cooperativa donde se fabrican las deliciosas anchoas del Cant¨¢brico en conserva. Visitando el Museo Balenciaga. Recorriendo la iglesia de San Salvador y su suelo inclinado (pero muy inclinado). Atravesando el pasaje de Katrapona que va a dar al puerto viniendo de la calle Mayor, antiguo vestigio de la Getaria medieval y amurallada. Olisqueando los aromas que vienen de las parrillas, instaladas en plena calle. Echando un partido de pelota. Subiendo a San Prudencio. D¨¢ndose un chapuz¨®n en el mar fresco y tranquilo. Degustando un soberbio txakol¨ª y unos calamares en la terraza del Mayflower o en la del Itxas-Etxe. Meti¨¦ndose entre pecho y espalda, suave, lentamente, un rodaballo, un rape o un cogote de merluza en cualquiera de los santuarios del buen comer que aqu¨ª proliferan como setas en el bosque: Elkano (el templo del rodaballo), Kaia-Kaipe, Ir¨ªbar, El Astillero¡ O en el Balearri, sobre la misma arena de la playa de Malkorbe, un chiringuito en versi¨®n cant¨¢brica, o sea un restaurante como Dios manda pero a 10 metros de la toalla, con su comedor de madera, su servicio impecable, sus golosinas celestiales en forma de pez, sus txakol¨ªs, ?ay, los txakol¨ªs!
Porque esa es otra: merece la pena organizar una visita ¡ªen los alrededores de Getaria o de Zarautz¡ª a alguno de los peque?os productores de este vino blanco con aguja que se elabora con la uva aut¨®ctona hondarrabi zuri: Ameztoi, Txomin Etxaniz, Gaintza¡ hasta el mism¨ªsimo Karlos Argi?ano elabora el suyo, el K5, una aut¨¦ntica delicia de frescura, un vino/luz, un blanco que no es del todo un blanco, una aguja leve y casi incorp¨®rea. Uno se sienta al aire libre, en un atardecer de agosto, delante de una botella de estas y de un platito de anchoas o calamares, cierra los ojos, escucha el rumor del mar y siente que ya est¨¢ todo dicho en esta vida, o casi.
Al d¨ªa siguiente el visitante puede acercarse a otra preciosa villa marinera, la vecina Zumaia, montarse en un barco y contemplar desde el Cant¨¢brico el tramo de playas, acantilados y rocas donde se rod¨® un cap¨ªtulo de la serie Juego de tronos. O simplemente bajar andando a la preciosa playa de Itzurun y adentrarse en el geoparque de la Costa Vasca y sus monumentales estr¨ªas rocosas meti¨¦ndose en el mar de el flysch, uno de los conjuntos geol¨®gicos m¨¢s antiguos del mundo. Hasta llegar a la playa de Sakoneta y darse un ba?o entre el verde de los montes y el azul y blanco de las olas.
Son las ocho de la tarde. Regresamos. Huele a mar y a besugo en las brasas. Cuadrillas de amigos se apelotonan en el quicio de las tabernas de la calle Mayor. El visitante apura el trago, en silencio se pierde del grupo, sus pasos le llevan, entre viejas casas de piedra con la ropa tendida fuera, a las peque?as escaleras que suben al balc¨®n volado sobre el mar y sobre la min¨²scula playa de Gaztetape, tomada por los surferos. Mira al horizonte. Los pesqueros vuelven a puerto. Es verano en Getaria. Seguiremos informando.
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