Rumania en ocho visitas (y sin vampiros)
De la bella ciudad de Sibiu a Bucarest, pasando por los monasterios pintados de Bucovina, el castillo de Dr¨¢cula y los montes C¨¢rpatos
Rumania est¨¢ de actualidad. Y adem¨¢s, por lo visto, est¨¢ de moda. Est¨¢ de actualidad porque est¨¢ celebrando el centenario de su Gran Uni¨®n (1918) y porque, desde que entr¨® en la Uni¨®n Europea (2007), sale a menudo en los papeles como el pa¨ªs de la Uni¨®n con mayor crecimiento econ¨®mico. Este verano tambi¨¦n ha estado de actualidad por las masivas protestas contra la corrupci¨®n en Bucarest. Y est¨¢ de moda por su cine: la Nueva Ola de cine rumano arrasa en festivales. Y por su literatura: fue pa¨ªs invitado en la ¨²ltima Feria del Libro de Madrid; sorprende la cantidad y calidad de autores rumanos traducidos al espa?ol. En Espa?a, los rumanos son el grupo extranjero m¨¢s numeroso (un mill¨®n). Pero sobre todo, el viejo clich¨¦ folletinesco de unos C¨¢rpatos o una Transilvania surcados de vampiros va cediendo ante la meta asequible (incluso barata, todav¨ªa) de recorrer el pa¨ªs real, salido de una dictadura en 1989 y que conserva un legado asombroso de ciudades medievales, castillos, monasterios, pueblos intactos y paisajes de postal. Se necesita tiempo para acercarse a tal c¨²mulo de patrimonio y cultura; las ocho etapas que proponemos ser¨ªan algo as¨ª como una gu¨ªa b¨¢sica de la Rumania esencial.
1 Sibiu, capital de la cultura
Al salir de Bucarest, antes de entrar en Transilvania, suele hacerse un alto en el monasterio de Cozia, cubierto de pinturas, algunas del siglo XIV: un aperitivo de lo que nos aguarda m¨¢s adelante. Al llegar a Sibiu, se cierne a simple vista una ciudad d¨²plice, la alta y la baja. La acr¨®polis es, claro est¨¢, la ciudad antigua, que mantiene una atm¨®sfera de ¨¢gora sabia. Sibiu fue capital cultural europea en 2007, y aunque entonces se le lav¨® la cara y se adecentaron calles y aceras, sigue transmitiendo un halo muy literario en sus colores desva¨ªdos, desconchones y patios empedrados. En la plaza Grande, los tejados transforman sus mansardas en ojos tibetanos que todo lo escrutan. Tiene no una, sino tres catedrales: cat¨®lica, protestante y ortodoxa.
A un par de leguas a poniente, Sibiel (¡°peque?a Sibiu¡±) es un pueblecito campesino que se ha convertido en un panal para turistas. A la misma distancia, m¨¢s al sur, otra aldea parecida, Rasinari, vio nacer a Emile Cioran, el pensador m¨¢s conocido y m¨¢s rumano (por su fatalismo nihilista), aunque ¨¦l se declarara ap¨¢trida y viviera y muriera en Par¨ªs. El exilio de los escritores rumanos suele ser doble: algunos emigran a tierras extra?as (Cioran, Ionesco, Tristan Tzara); otros se exilian adem¨¢s de su lengua y escriben en franc¨¦s, o en alem¨¢n, caso de Paul Celan y Herta M¨¹ller, la ¨²nica Nobel de literatura rumana de momento: los nombres de Mircea Cartarescu, Ana Blandiana o Norman Manea suenan con insistencia como candidatos.
2 Las sombras de Dr¨¢cula
Al cruzar Transilvania, salen al paso dos bastiones de aspecto tudesco, la ciudad fortificada de Medias y el burgo teut¨®n de Biertan, patrimonio mundial. Los teutones fueron una orden militar creada cuando las Cruzadas, al mismo tiempo que los Hospitalarios de San Juan (Orden de Malta). Biertan ha renacido en los ¨²ltimos tiempos, gracias a las inversiones y cuidados de evang¨¦licos alemanes, y a la eclosi¨®n de casas de turismo rural.
M¨¢s adelante tropezamos al fin con la figura de Dr¨¢cula en Sighisoara. Es una ciudad medieval a la altura del mito. Junto a la soberbia Torre del Reloj, en la plaza alta, hay un caser¨®n (ahora restaurante) donde se dice que naci¨® Vlad Tepes el Empalador, noble del siglo XV convertido por la leyenda en Dr¨¢cula. La novela de Bram Stoker Dr¨¢cula es, m¨¢s que nada, un libro de viajes mod¨¦lico; su historia ha sido llevada al cine m¨¢s de 200 veces (algunas de las versiones m¨¢s fieles fueron el Nosferatu de Murnau, de 1922, o los filmes protagonizados por B¨¦la Lugosi o Christopher Lee). Si se teclea en Google la palabra ¡°vampiros¡± aparecen m¨¢s de 1.000 pel¨ªculas. En Rumania, la figura de Dr¨¢cula estuvo prohibida por Ceausescu (a su ca¨ªda, le gritaban ¡°Dr¨¢cula!¡± a ¨¦l). Camino de las monta?as, la ciudad de Bistrita construy¨® el hotel Corona de Oro, que no exist¨ªa, pero aparec¨ªa en la novela de Stoker y los viajeros preguntaban por ¨¦l. Entrando ya en los C¨¢rpatos, en el Paso del Borgo o de Tihuta, clave en la novela, el imaginario castillo del conde Dr¨¢cula es un hotel.
3 Bucovina, el para¨ªso pintado
Franqueado el arco de los C¨¢rpatos, salimos a la regi¨®n de Bucovina, parte de la hist¨®rica Moldavia (Moldavia, Transilvania y Valaquia fueron el germen de Rumania). En Bucovina, aparte del paisaje agreste y sus casas de madera, llaman la atenci¨®n los monasterios. Pintados de arriba abajo, por dentro y por fuera, con miles de figuras bizantinas. Muchos fueron fundados por Esteban el Grande, en su lucha contra la amenaza turca, en el siglo XVI; dice la leyenda que, por cada victoria, Esteban mandaba construir un monasterio como exvoto. Son muchos. No todos est¨¢n pintados por fuera y seis de ellos son patrimonio de la Unesco. Los m¨¢s impresionantes, el Moldovita, el Sucevita o el de Voronet. Para saber c¨®mo es la vida por dentro en los monasterios puede ser ¨²til la pel¨ªcula M¨¢s all¨¢ de las colinas (2012), de Cristian Mungiu. Mungiu es, junto con Cristi Puiu o Corneliu Porumboiu, uno de los cineastas de la llamada Nueva Ola de cine rumano.
4 Los otros rumanos
La Moldavia rumana (no confundir con la vecina Rep¨²blica de Moldavia, desgajada de la URSS en 1991) ha sido cuna de rumanos ilustres, como los escritores Mihai Eminescu, Ion Creanga o Tristan Tzara. Tras cruzar el desfiladero de Bicaz, con paredones de m¨¢s de 100 metros, y el Lacu Rosu, que en invierno, pese al nombre, parece un helado de menta, se entra de nuevo en Transilvania. En una zona en cuyos pueblos se habla h¨²ngaro. Los h¨²ngaros son en Transilvania casi el 20% de la poblaci¨®n (recordemos que el territorio form¨® parte del Imperio Austroh¨²ngaro; en el conjunto del pa¨ªs, suman el 7%). La ciudad que mejor refleja el brillo de esta minor¨ªa ¨¦tnica es T?rgu Mures. En la comarca de Mures naci¨® el compositor h¨²ngaro Gy?rgy Ligeti, cuya m¨²sica se hizo c¨¦lebre cuando Stanley Kubrick la utiliz¨® en 2001: una odisea del espacio y en pel¨ªculas posteriores.
Se habla tambi¨¦n de los gitanos rumanos y se piensa que son muchos, pero apenas llegan al 2% de la poblaci¨®n. Tienen un rey y est¨¢n confinados en varios pueblos, como Buzescu.
No se habla mucho de los jud¨ªos, pero tienen una historia fascinante en Rumania. Muchos emigraron a Palestina, y algunos han sido escritores de primera fila, como Paul Celan o Mihail Sebastian, cuyo Diario ha sido comparado al de Ana Frank.
5 Iglesias fortaleza
Los C¨¢rpatos fueron siempre un escudo, primero contra las invasiones provenientes de Asia, m¨¢s tarde contra la presi¨®n de los turcos que amenazaban a la cristiandad. De esa ¨¦poca son las llamadas iglesias-fortaleza: el pueblo rodea a un templo convertido en fort¨ªn, donde los campesinos se refugiaban en caso de ataque. Solo ten¨ªan que esperar y resistir, el crudo invierno obligaba a los sitiadores a abandonar. Dos ejemplos soberbios son las iglesias de Prejmier y Harman, reci¨¦n restauradas y declaradas patrimonio mundial. Est¨¢n a media hora de Brasov, otra ciudad fortificada que es uno de los platos fuertes del turismo rumano. Porque al acervo monumental (murallas, la g¨®tica iglesia negra, edificios barrocos, una impresionante sinagoga) suma el atractivo de enotecas, boutiques y locales a la ¨²ltima.
Adem¨¢s, a escasos kil¨®metros, se encuentra el castillo de Bran, que la fantas¨ªa popular ha endosado al conde Dr¨¢cula, por su aspecto fiero sobre un pe?asco escarpado. En realidad, lo que queda es un castillo residencia real de verano, rehecho a principios del siglo XX sobre restos medievales. La leyenda de Dr¨¢cula, no obstante, ha convertido el lugar en un zoco, y a punto estuvo de llevarse a cabo un proyecto de parque tem¨¢tico.
6 Reyes de la monta?a
Muy distinto es el castillo de Peles, mandado construir por el rey Carol?I en 1883. Se encuentra en Sinaia, en un enclave espectacular de monta?a, donde no faltan las pistas de esqu¨ª y deportes de invierno. El palacio es una locura, eso dec¨ªan los propios allegados a la familia real que orden¨® su construcci¨®n; se emplearon materiales car¨ªsimos, maderas preciosas, todo el lujo imaginable en un momento en que gran parte de la poblaci¨®n pasaba hambre. El teatro y algunas vidrieras fueron decorados por Gustav Klimt. Cerca del palacio y sus jardines italianos est¨¢ la casa-museo de George Enescu (1881-1955), el m¨¢s grande de los m¨²sicos rumanos. Enescu dio conciertos en el palacio y manten¨ªa amistad con la reina Elisabeta. Su casa de campo en Sinaia forma parte del Museo Enescu de la M¨²sica, junto con el Palacio Cantacuzino de Bucarest.
7 El delta del Danubio
Es un mundo aparte. El r¨ªo m¨¢s largo y rom¨¢ntico de Europa se abre en abanico al acercarse al mar Negro, con tres brazos principales y multitud de ca?os y canales que entrelazan islas, pantanos y aguazales, bosques, dunas, un territorio anfibio, en fin, declarado por la Unesco patrimonio natural mundial y reserva de la biosfera.
Ribere?a del mar Negro es la ciudad de Constanza, adonde el emperador romano Augusto desterr¨® al poeta latino Ovidio, que muri¨® all¨ª abandonado por todos, ¨¦l que hab¨ªa dedicado sus mejores versos al amor. Pese a ser un puerto muy activo, la ciudad conserva s¨®lidos atractivos, que van de ruinas romanas a museos o un espectacular casino modernista.
Otra ciudad a orillas del Danubio es Braila. La evoca Claudio Magris en su obra magistral El Danubio para recordar a Panait Istrati, un escritor de vida aventurera que fue apadrinado por Romain Rolland; escribi¨® casi toda su obra en franc¨¦s creando un universo mestizo y ambiguo, ligado a los paisajes de su infancia.
8 Bucarest
Cuando se lee que a Bucarest la llamaban ¡°la peque?a Par¨ªs¡±, lo normal es pensar que se trata de una exageraci¨®n piadosa. Pero no. Las avenidas generosas que se abrieron en la belle ¨¦poque est¨¢n ah¨ª, lo mismo que una cantidad considerable de edificios de corte clasicista o modernista, como el Ateneo, el Palacio Real, la Biblioteca Central, el C¨ªrculo Militar, el palacio Cantacuzino y otros muchos. Edificios ahora convertidos en museos, bancos o sedes oficiales. Pero Bucarest sufri¨® recientemente tres plagas b¨ªblicas: la primera fue el terremoto asolador de 1940, rematado con los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. La segunda plaga fue otro terremoto de igual intensidad (7,5) en 1977, que dej¨® 1.500 muertos y numerosos edificios da?ados. La tercera plaga fue Ceausescu. En su delirio megal¨®mano por construir un Palacio del Pueblo descomunal, el dictador arras¨® m¨¢s de siete kil¨®metros cuadrados del casco antiguo. Al ser fusilado junto a su esposa, Elena, dej¨® el edificio sin acabar; como era ya m¨¢s caro demolerlo que terminarlo, se opt¨® por esto ¨²ltimo. El resultado: el actual Parlamento, segundo edificio m¨¢s grande del planeta despu¨¦s del Pent¨¢gono estadounidense. Lo que m¨¢s choca a los actuales visitantes, sin embargo, es lo que queda del viejo Bucarest, un casco hist¨®rico que est¨¢ renaciendo: de d¨ªa, gracias a bancos y oficinas; de noche, ah, la noche: Bucarest se convierte los fines de semana en una de las capitales m¨¢s animadas (?y ruidosas!) que cabe imaginar. Los tiempos han cambiado. Hay que ir y ver para creer.
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