Badajoz, 24 horas para descubrir los mejores placeres pacenses
La alcazaba ¨¢rabe en el cerro de la Muela, el paseo fluvial junto al Guadiana, paradas para degustar una tapa de pestorejo o el dulce T¨¦cula M¨¦cula, m¨¢s un salto a la vecina Portugal
"Transportad mi coraz¨®n al cielo!¡±, que dijo la escritora Carolina Coronado (1820-1911). Badajoz es ese lugar donde se incendia de sol un horizonte muy llano, no llegan siempre a tiempo los trenes, un mont¨®n de plantas devoran el r¨ªo y el cerdo ib¨¦rico se hace dios en la catedral de la boca. Una ciudad extreme?a donde la prisa es todav¨ªa relativa y algunos lugares a¨²n no se saben tur¨ªsticos y masivos.
10.00 La plaza Alta
Empezamos con buen pie en el puro centro de calles estrechas, tomando un caf¨¦ en La Corchuela (1) (Mel¨¦ndez Vald¨¦s, 12). Al caf¨¦ le sumamos una tostada con cachuela. Es posible tomar unas migas de desayuno, pero mejor hablar de la cachuela, el pat¨¦ extreme?o que esconde un interior de h¨ªgado de cerdo frito en manteca con ajo, especias y piment¨®n de La Vera. Al cielo de la boca con ella. Ya lo dijo Dante: ¡°Mal resiste un deseo contra otro mejor¡±.
Como hay que bajar el desayuno, es momento de subir al cerro de la Muela, donde, a 43 metros sobre el r¨ªo Guadiana, se encuentra la alcazaba ¨¢rabe (2) de Badajoz con su interior intacto de tesoro. Seg¨²n el fundador de la ciudad, Ibn Marwan, hab¨ªa riquezas incalculables bajo la alcazaba que no han sido a¨²n encontradas, pero la fortaleza musulmana esconde preciosas barbacanas y muestra adarves sinuosos. Ya que estamos en el enclave de la alcazaba, aprovechamos para visitar el Museo Arqueol¨®gico (3), a cinco minutos a pie. Est¨¢ en el antiguo palacio de los condes de la Roca y duques de Feria, y esconde impresionantes estelas de guerreros tart¨¦sicos. Salimos por la puerta del Capitel para llegar al espect¨¢culo porticado de la plaza Alta (4). Disfrutad de unos arcos pintados que parecen decir: soy una se?ora y adem¨¢s una se?ora plaza.
13.00 Una capilla barroca
Bajando llegamos al convento de las Carmelitas Descalzas (5) (calles de Arco Ag¨¹ero y L¨®pez Prudencio), que guardan tras el torno el pan de ¨¢ngel (recortes de la sagrada forma que elaboran ellas mismas). Es momento de ver la peque?a capilla barroca, como un fragmento de cielo abarrotado. No est¨¢ abierta al p¨²blico porque no se concibe tur¨ªstica sino capilla misma, pero verla bien vale una misa. Como al final ni todo lo humano nos es ajeno, ni el misticismo nos hace olvidarnos del rugido de las tripas, es recomendable probar una tapa de pestorejo (careta de cerdo): imposible describir el crujido explotando en la boca. Se puede tomar en el bar Los Navegantes (6) (San Pedro de Alc¨¢ntara, 25).
14.00 Comer en la portuguesa Elvas
Como todo pacense sabe, comer en el vecino Portugal es obligado. En Elvas, a unos 20 kil¨®metros, podr¨ªamos ir al restaurante El Cristo (7) a por una zapateira (buey de mar), pero nos decantamos por el frango no churrasco de O Carrascal (8) (Horta do Carrascal, 1). Es un pollo peque?o y delicado que sabe a brasas; los portugueses son los reyes de los pollos asados, de las sardinas gigantescas y de los altramuces. De hecho, har¨ªa m¨¢s la letra de un fado a un frango perdido que a un amor. Y tambi¨¦n al bacalao dorado, que los pacenses heredan y toman como propio. No hay que irse de Badajoz o de Elvas sin pedirlo.
16.00 Tarde de museo
De vuelta a Badajoz hacemos un alto en el camino para ver el antiguo mercado de abastos, ubicado en el recinto de la Universidad de Extremadura (avenida de Elvas, s/n). Se llama Edificio Met¨¢lico (9), es del siglo XIX y estaba ubicado en la plaza Alta, cuando se celebraban all¨ª los mercados; es un homenaje a la frase de Plinio el Viejo: ¡°Hace mucho que ense?amos al hierro a volar¡±. Nos acercamos luego al Museo Extreme?o e Iberoamericano de Arte Contempor¨¢neo (10), un edificio construido en el mismo lugar en el que estaba la prisi¨®n franquista llamada ¡°la c¨¢rcel de los homosexuales¡±, donde se encerraba a los gais. En ocasiones hacen exposiciones basadas en el espacio mismo, como la recreaci¨®n de una celda franquista.
18.00 La mejor merienda
Merendemos. Nos vamos a la pasteler¨ªa Casa Fuentes (11) (avenida de Santa Marina, 4) en busca de un pastel originario de Olivenza y que puede encontrarse en Badajoz, incluso en versi¨®n mini. Tiene el nombre m¨¢s sonoro y gustoso de pronunciar que conozco: T¨¦cula M¨¦cula (o apoteosis de almendras, huevo y az¨²car sobre hojaldre). Otra opci¨®n digna de merienda es la ensaimada de la confiter¨ªa La Cubana (12) (Francisco Pizarro, 9).
19.00 Ocaso junto al r¨ªo
Las ciudades con r¨ªo tienen personalidad. Un paseo junto al Guadiana es obligado. Patos, p¨¢jaros, plantas invasoras¡, vamos camino de ver un atardecer como obertura de ¨®pera. El paseo fluvial puede incluir un aperitivo hecho cerveza en los quioscos; y cuando el sol se cierne sobre el r¨ªo Guadiana, el espect¨¢culo es tan maravilloso que podr¨ªan cobrar entrada solo por mirarlo. Si quisi¨¦ramos llevarnos un souvenir de Badajoz, nada de cacharros que hay que retirar tras el veloz plumero, lo mejor es un lomo doblado. Cerca del paseo encontramos el Se?or¨ªo de Montanera (13).
20.00 Noche de tapas y copa
Es hora de tapear algo por el centro: de raciones al mes¨®n Los Cast¨²os (14) (avenida de Santa Marina, 4), toca probar el ib¨¦rico desde todos sus puntos de vista. Antes de ir al copazo, pasamos con cierta reverencia por la estatua del Porrina de Badajoz, y el fandango entero se nos viene con esa vocecita ya tan antigua, tan de vinilo, que repite el error en el surco del disco. La copa nos tomamos al lado, en el bar Dad¨¢ (15) (plaza de la Soledad, 11). En esta plaza se sit¨²a la capilla de la patrona de la ciudad, la Virgen de la Soledad. Al pasar por ella recordamos Las Tres Campanas, una hist¨®rica jugueter¨ªa donde la Navidad hac¨ªa su nido entonces, cuando la infancia, cuando todo estaba por construir. Un edificio protegido de finales del XIX hoy en obras para convertirse en hotel.
As¨ª nos vamos de Badajoz, sabiendo que a 3.000 o 4.000 dehesas de tiempo, sus piedras milenarias recuerdan que hace siglos en Batalyaws, cuando era reino de taifa, ya exist¨ªa el espect¨¢culo del cielo sobre lo verde, verde. Transportado el coraz¨®n al cielo, como dijo Carolina Coronado.
Mar¨ªa Eloy-Garc¨ªa es autora de ¡®Los habitantes del panorama¡¯ (Arrebato Libros).
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