Islas Feroe, la tierra del ¡®hugni¡¯ y 80.000 ovejas
El remoto archipi¨¦lago asombra con su naturaleza rotunda, su pausado ritmo de vida y la cultura n¨®rdica m¨¢s tradicional
Hay una palabra en fero¨¦s que define la c¨¢lida contenci¨®n que brinda el hecho de estar junto al fuego cuando afuera hace fr¨ªo y el sol asoma apenas unas horas al d¨ªa, cuando la vida se desarrolla en el interior de las casas y siempre hay caf¨¦ caliente y pastel esperando para recibir al amigo que en cualquier momento puede llamar a la puerta, cuando las horas se dedican a actividades como cardar la lana mientras alg¨²n pariente entona antiguas baladas tradicionales que narran las heroicas gestas del pasado vikingo. Se trata del t¨¦rmino hugni, que en ingl¨¦s puede ser traducido como coziness y que en castellano necesita varias frases para ser expresado. Eso es lo que extra?an los habitantes de las Feroe, una regi¨®n aut¨®noma de Dinamarca formada por 18 islas, cuando les toca pasar un invierno lejos de casa.
Enclavadas en medio del remoto tri¨¢ngulo formado por Gran Breta?a, Islandia y Noruega, las Feroe son como un puente hacia el pasado. Un velo de nostalgia se instala en el viajero un par de d¨ªas despu¨¦s de haber llegado. Se debe a la sensaci¨®n de estar visitando un tiempo antiguo, un lugar de infancia en el que la gente no anda con prisas ni con la cabeza llena de proyectos, sino con apenas un par de preocupaciones que normalmente tienen que ver con asuntos tan concretos como la llegada de una tormenta y las consecuencias que puede tener en el estado del camino que conduce al pueblo. Un espacio en el que el tiempo no se mide en horas ni en minutos, sino en los ciclos determinados por el paso de las estaciones o por la ¨¦poca de esquila del ganado. Hasta hace no mucho, de hecho, el correo entre las diferentes islas depend¨ªa de los humores del mar. Hoy existen t¨²neles subacu¨¢ticos que las conectan y carreteras que pueden transitarse aun en d¨ªas de tormenta, pero hasta hace pocos a?os cualquier plan deb¨ªa supeditarse a los caprichos de la meteorolog¨ªa. Y la meteorolog¨ªa es aqu¨ª de lo m¨¢s caprichosa. Quiz¨¢ fue por eso por lo que un soldado brit¨¢nico al que destacaron all¨ª durante la II Guerra Mundial bautiz¨® a las Feroe como ¡°la tierra del quiz¨¢¡±.
Aqu¨ª viven m¨¢s ovejas que personas, y su crianza y la pesca son el pilar de subsistencia de la poblaci¨®n
Avanzamos por un paisaje que nos hace pensar en los inicios del mundo. Las nubes se funden con la niebla que envuelve los acantilados y cada tanto unas gotas de lluvia nos obligan a poner el limpiaparabrisas. Por no haber no hay ni alambradas en los campos, lo que obliga a extremar la precauci¨®n al conducir, ya que en cualquier momento pueden aparecer ovejas en el camino. Y hay muchas aqu¨ª. Ochenta mil ovinos por 50.000 seres humanos. En una tierra en la que apenas crecen la patata y el ruibarbo, su crianza ha constituido, junto con la pesca artesanal, el pilar de la subsistencia de su gente.
Koks, un lugar con estrella
Desde hace algunos a?os, sin embargo, algo est¨¢ cambiando en las islas. Buena prueba de ello son las dos estrellas Michelin que el chef Poul Andrias Ziska ha recibido por elevar la precaria gastronom¨ªa local a la categor¨ªa de arte en el restaurante Koks (koks.fo), situado en una antigua caba?a a orillas del lago?Leynar, en la isla de Streymoy. O el premio al mejor establecimiento de hosteler¨ªa n¨®rdica otorgado al Gimburlombini, el acogedor caf¨¦ que Tj¨®?hild Patursson y Barbara Andreasen regentan en la antigua oficina de turismo de la isla de N¨®lsoy, que aunque cerraron moment¨¢neamente en su web anuncian que volver¨¢n. El secreto parece estar en no dejar que ninguna innovaci¨®n olvide la arraigada tradici¨®n de las costumbres locales. En un mundo en el que las identidades se est¨¢n fundiendo cada vez m¨¢s deprisa, las Feroe han hecho del aislamiento su mayor riqueza. Los tradicionales jers¨¦is de lana han incorporado nuevos dise?os para ocupar las p¨¢ginas de las revistas de moda y los m¨²sicos han compuesto nuevas melod¨ªas? para acompa?ar los versos de las antiguas baladas feroesas. La capital, T¨®rshavn ¡ªPuerto de Thor en fero¨¦s¡ª, ofrece un atractivo mosaico cultural al visitante junto con rincones enigm¨¢ticos, como la peque?a pen¨ªnsula de Tinganes con sus tradicionales casas de madera roja; la vieja librer¨ªa H. N. Jacobsens (bokhandil.fo), abierta en 1865, o el taller de litograf¨ªa Steinprent (steinprent.com), ubicado en una antigua f¨¢brica junto al puerto.
Cenamos en Hanusarstova (hanusarstova.com), una tradicional granja de ovejas en la peque?a localidad de ??uv¨ªk, en la punta sur de Eysturoy, donde John y Harriet han levantado su proyecto de turismo sostenible. El atardecer se extiende durante toda la velada. Es verano en las islas y tenemos casi 20 horas de sol al d¨ªa. Al preguntar si no se les hace duro convivir con la oscuridad en los meses en los que la proporci¨®n se invierte, nos enteramos de la existencia de la palabra hugni. Harriet nos habla de la claridad que desprende la nieve cuando la luna la ilumina y de los melanc¨®licos tonos que ti?en el horizonte cuando el sol asoma perezoso para esconderse pocas horas despu¨¦s. Es un tiempo para estar con los tuyos, dice, para reflexionar. Luego llega la primavera y todo vuelve a renacer. Y nosotros tambi¨¦n.
En la isla de V¨¢gar espera M¨²lafossur, una cascada que cae al mar desde 60 metros de altura
Nos acercamos a G¨¢sadalur, en la isla de V¨¢gar, para la tradicional foto de la cascada de M¨²lafossur, que cae al mar desde 60 metros de altura. Desde el arroyo que la alimenta, y cruzando un puente de madera, parte un sendero que se adentra en la monta?a. Llegados a determinada altura ya no sabemos si las gotas que nos golpean vienen del mar o de las nubes. Junto al filoso acantilado, los ecos del dios del trueno parecen llegar en oleadas para agitar el verde rabioso de la hierba. Nos sentamos en el banco de piedra que una mano sabia ha colocado en el lugar preciso, y entonces lo comprendemos: no se trata del paisaje, ni de la m¨²sica, ni de la comida, ni de las tradiciones, sino de dejarse atrapar por el presente incontestable de esa naturaleza rotunda, el legado inmaterial de unos tiempos remotos que secretamente espera en cada rinc¨®n de las islas Feroe.
Javier Arg¨¹ello es autor de la novela 'A prop¨®sito de Majorana' (Random House).
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