En busca de criaturas legendarias
De la Cueva del Milod¨®n, en la Patagonia chilena, al zoo de Gerald Durrell en la isla brit¨¢nica de Jersey para conocer al dodo, y una sorpresa paleontol¨®gica en el centro de Los ?ngeles
![Entrada al monumento natural Cueva del Milod¨®n, al norte de Puerto Natales (Chile).?](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/5T4UC4Y4FAOD5GTDQ6VA7W7CTY.jpg?auth=e5a837b84f25b84df223b3d9675308d67e98452c88a2996c019adae2b48391d7&width=414)
Los animales extintos que compartieron su existencia con los humanos no solo han dejado su huella en forma de dibujos prehist¨®ricos, huesos que aparecen aqu¨ª y all¨¢ o, los que desaparecieron en los siglos recientes, en relatos de aquellos que fueron testigos de su marcha. Representan sobre todo un recordatorio imborrable de la fragilidad y diversidad de la vida en la Tierra. Nos siguen fascinando porque nos recuerdan que existieron otros mundos y otros seres y que humanos como nosotros convivieron con animales con los que ahora solo podemos so?ar. Nos perdimos como especie los dinosaurios por unos cuantos millones de a?os, pero a¨²n as¨ª compartimos el planeta con animales descomunales durante milenios, criaturas que, poco a poco, se fueron extinguiendo o, seguramente, fuimos aniquilando.
![Esqueleto de ballena azul en el Hintze Hall del Museo de Historia Natural de Londres, ahora cerrado por la pandemia de la covid-19.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/Q3AM3GGYSAOKS3PJJJDXLZJD3Y.jpg?auth=96604c99cd6c5f664ef84cd222fd41d9996f32433082bb823cdf52274a3e9792&width=414)
El lugar obvio para encontrarse con esos seres desaparecidos son los museos de ciencias naturales: casi todas las grandes ciudades albergan uno maravilloso, empezando por el de Madrid, que adem¨¢s de esqueletos, f¨®siles y todo tipo de bichos disecados acoge un cuadro de un oso hormiguero que se atribuye a Goya. Los de Nueva York, Par¨ªs, Chicago, Londres, Berl¨ªn, entre muchos otros, son tambi¨¦n fascinantes y visitas obligadas. Pero los animales extintos est¨¢n en muchos m¨¢s sitios, podemos cruzarnos con ellos en numerosos viajes, a veces sin ni siquiera saber que est¨¢n ah¨ª. Como escribi¨® Sharon Levy en su libro Once & Future Giants (Gigantes del pasado y del futuro), ¡°vivimos rodeados por huesos de gigantes¡±. Y merece la pena buscarlos.
El dodo de Gerald Durrell
![Ilustraci¨®n de un dodo de 1792.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/MPIXJKZPMZIYLVIBHMWYL77HRI.jpg?auth=78650be46e2e09d813ceb1ab41a07a5644c929af0ab5c2dd87c9447bf7e3c93d&width=414)
El dodo, un p¨¢jaro de la isla Mauricio de unos 20 kilos de peso que no pod¨ªa volar, una especie de primo grande y atolondrado de las palomas, fue exterminado por marineros holandeses en el siglo XVII, que los molieron a palos por diversi¨®n, porque ni siquiera su carne era comestible. Era una criatura que no ten¨ªa depredadores naturales y que, por lo tanto, se acercaba sin temor a los nuevos seres que aparecieron por su isla. Fue la primera vez que la humanidad se dio cuenta de algo que ahora nos parece obvio: las especies pueden extinguirse. ¡°Hasta entonces al hombre nunca se le hab¨ªa ocurrido que un animal pudiera dejar de existir¡±, escribe Douglas Adams en su maravilloso libro de viajes Ma?ana no estar¨¢n (Anagrama), un recorrido en busca de animales en peligro de extinci¨®n, que le lleva a Mauricio para tratar de encontrar una paloma rosada y un murci¨¦lago frug¨ªvoro. ¡°No era la primera extinci¨®n que se produc¨ªa, pero aquel animal era particularmente notable y solo viv¨ªa en esa isla. Era evidente que no exist¨ªan m¨¢s ejemplares. Y como para hacer nuevos dodos se necesitan dodos, nunca m¨¢s habr¨ªa dodos¡±. Y as¨ª, este p¨¢jaro de pico absurdo se convirti¨® en una criatura real y, al mismo tiempo, mitol¨®gica.
En todo el mundo existen apenas una decena de esqueletos completos de dodo. Uno de ellos se encuentra en un lugar insospechado: Jersey, una isla en el Canal de la Mancha entre Francia e Inglaterra, en uno de los zoos m¨¢s peculiares del mundo: la Durrell Wildlife Conservation Trust. Adem¨¢s de autor del cl¨¢sico y desternillante libro de memorias Mi familia y otros animales (Alianza) y de muchos otros relatos de viajes, el naturalista y escritor Gerald Durrell fund¨® este parque zool¨®gico con la intenci¨®n de salvar especies de su extinci¨®n. Es un zoo donde algunos animales ¡ªafortunadamente no los osos, gorilas u orangutanes¡ª viven en semilibertad y otros, como los l¨¦mures, en libertad total. Su ¨²nico objetivo es rescatar a especies para reintroducirlas en su h¨¢bitat. Curiosamente, una de las que ha logrado salvar es la paloma rosada de las islas Mauricio que Douglas Adams busc¨® en sus aventuras.
El s¨ªmbolo de la Fundaci¨®n Durrell es un dodo y su imagen se puede encontrar en todos los rincones del parque, hasta en los l¨¢pices que se compran como recuerdo. Su esqueleto recibe a los visitantes en la entrada: al ser un animal tan caracter¨ªstico, con su inconfundible protuberancia al final del pico, sirve de contundente recordatorio de lo que la humanidad puede hacerle a la naturaleza. ¡°El dodo casi no se parece a un p¨¢jaro¡±, explic¨® hace unos a?os el experto en animales desaparecidos Errol Fuller. Este investigador, autor de libros como Lost animals o Dodo: From Extinction to Icon, destacaba la importancia simb¨®lica de esta criatura la ¨²nica vez que se ha subastado uno de sus esqueletos. Fue en 2016, y alcanz¨® un precio de 400.000 euros. ¡°Se hizo incre¨ªblemente popular desde 1865, cuando Lewis Carroll lo present¨® como un personaje en el libro Alicia en el pa¨ªs de las maravillas, pero incluso antes de eso ya era todo un icono, un s¨ªmbolo. De alguna manera, representa la extinci¨®n y la rapidez con que el hombre puede influenciar el entorno¡±.
![Estatua de un milod¨®n en la Cueva del Milod¨®n, en la Patagonia chilena.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/GCYXQRS2ZOBOIOA36NT45FDBO4.jpg?auth=a78fac56e60a5eefdd542411d7ce4960e8198b3a12437e5e91668a565c07ee0a&width=414)
Gigantes del hielo
El dodo no es el ¨²nico animal extinto que se puede encontrar en Jersey. Por aquellos bellos parajes, como en tantos otros de lugares de Europa, vagaron los gigantes del hielo, entre los que el mamut ocupa un lugar ¨²nico en nuestra imaginaci¨®n. La isla brit¨¢nica alberga un muy interesante yacimiento paleol¨ªtico en un lugar llamado La Cotte de St Brelade, donde se han encontrado numerosos huesos de mamuts. Es muy posible que se tratase de una trampa: los humanos provocaban estampidas, hac¨ªan que estos mam¨ªferos gigantes cayesen por un barranco y, una vez muertos, los despedazaban. Como ocurr¨ªa con las ballenas, los mamuts serv¨ªan para todo, desde para hacer chozas con sus mastod¨®nticos huesos hasta para el arte: la representaci¨®n m¨¢s antigua de un ser imaginario es el llamado hombre le¨®n de Ulm, una peque?a talla en marfil de mamut con unos 40.000 a?os de antig¨¹edad que muestra a un hombre con cabeza de felino. Fue imaginada y fabricada cuando los homo sapiens acababan de llegar a Europa, y puede verse en el museo de la ciudad alemana de Ulm.
¡°Los mamuts siempre han fascinado¡±, escribe la prehistoriadora francesa Maryl¨¨ne Patou-Mathis en Histoires de Mammouth. ¡°Pertenecen a la cultura popular como testimonian numerosos libros, documentales y hasta v¨ªdeojuegos¡±, prosigue la investigadora, que cita los dibujos animados de la saga Ice Age, los tebeos de Rahan o la bell¨ªsima escena con la manada de mamuts del cl¨¢sico por antonomasia de la literatura de la prehistoria, La guerra del fuego, de J. H. Rosny. Curiosamente, no es una figura especialmente frecuente en el arte paleol¨ªtico, salvo en la cueva francesa de Rouffignac, que ofrece nada menos que 100 ejemplares rodeados de otros gigantes de la Edad de Hielo, como los rinocerontes lanudos o los enormes ciervos llamados megaloceros. En Espa?a, existen pinturas rupestres de mamuts en la cueva del Pindal (Asturias) o en la del Castillo (Cantabria), aunque en una zona no accesible al p¨²blico.
![Pintura de un mamut en la cueva de Rouffignac (Francia).?](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/JEQ2MBWQOTNECHLL5KOMVJPE4M.jpg?auth=c0e1a15499e240b4e8fdacfc94a33aa63c93796490eb00d7cd38b985e6ec551c&width=414)
Los mamuts forman parte de la megafauna prehist¨®rica que desapareci¨® al final de la ¨²ltima glaciaci¨®n, aunque cada vez m¨¢s evidencias se?alan que no se debi¨® solo a la subida de las temperaturas, sino tambi¨¦n a los seres humanos. Es en Australia y en Am¨¦rica donde est¨¢ m¨¢s clara esa relaci¨®n, porque la llegada de los sapiens coincidi¨® con el final de estos animales, que sobrevivieron m¨¢s tiempo en Am¨¦rica que en ning¨²n otro lugar precisamente porque el largo viaje de la humanidad fue especialmente lento ah¨ª. Por eso este continente es uno de los mejores sitios para buscar los restos de esas criaturas del pasado.
Uno de los viajes m¨¢s famosos de la literatura del siglo XX empieza precisamente as¨ª, cuando Bruce Chatwin decide seguir el rastro de un trozo de piel prehist¨®rico que conservaba su abuela, lo que le lleva a los confines de Am¨¦rica y, finalmente, a escribir En la Patagonia (1977). La leyenda familiar sosten¨ªa que aquel trozo reseco de piel pertenec¨ªa a un brontosauro (un tipo de dinosaurio) o a un mamut, aunque el escritor brit¨¢nico descubri¨® finalmente que se trataba de un milod¨®n, un perezoso gigante extinguido hace unos 12.000 a?os, cuya piel ¡°conservada por el fr¨ªo, la sequedad y la sal apareci¨® en una cueva de la Patogonia chilena¡±, escribe. ¡°Esta versi¨®n era menos rom¨¢ntica, pero ten¨ªa el m¨¦rito de ser veraz¡±. A una media hora de Puerto Natales, se puede visitar la m¨ªtica Cueva del Milod¨®n: una enorme caverna de m¨¢s de 200 metros de profundidad, 80 de ancho y 30 de alto, en el que hace unos 15.000 a?os se alojaba esta criatura.
![El Rancho La Brea, en Los ?ngeles (Estados Unidos).](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/Q6Y6IMCJXQG6S4BRBTMIRIAJHU.jpg?auth=6465584ae94b49d827a4b9a00054a44885351b3636ae42b23d88ee30863e56fd&width=414)
Cuando en Europa hab¨ªa leones
Un animal prehist¨®rico extinto que despierta una especial mezcla de fascinaci¨®n y temor es el tigre de dientes de sable, el smilodon. Este poderoso felino pod¨ªa pesar hasta 250 kilos y sus caninos alcanzaban los 18 cent¨ªmetros. Uno de los yacimientos donde m¨¢s restos han aparecido se encuentra en el centro de una inmensa metr¨®poli, Los ?ngeles, en la Costa Oeste de Estados Unidos. Se conservaron gracias a los pozos de alquitr¨¢n del Rancho La Brea, de donde se han extra¨ªdo miles de huesos. Son los vestigios de una ¨¦poca en la que poderosos felinos salvajes ¡ªtigres, panteras, leones¡ª, poblaron toda la Tierra. En Los ?ngeles, todo hay que decirlo, siguen presentes porque los pumas aparecen de vez en cuando por la ciudad californiana, incluso uno vive en Griffith Park, el famoso P-22.
En el Rancho La Brea, en el centro de Los ?ngeles, se han extra¨ªdo miles de huesos de poderosos felinos
Gracias a la cueva de Chauvet, en el sur de Francia, que alberga las pinturas prehist¨®ricas m¨¢s antiguas de Europa, se descubri¨® que los leones de las cavernas no ten¨ªan crines y confirm¨® lo que ya se sab¨ªa desde el hombre le¨®n de Ulm: que los primeros humanos mantuvieron una relaci¨®n de fascinaci¨®n, cercan¨ªa, incluso identificaci¨®n, con estos poderosos felinos. Pero su paso por Europa no se limita a la prehistoria. El bi¨®logo Alex Richter-Boix recordaba recientemente en un hilo en Twitter que ¡°los textos griegos est¨¢n llenos de referencias al le¨®n. El animal aparece en varios mitos, siendo famoso el le¨®n de Nemea al que Heracles mat¨® con sus propias manos en el primero de sus trabajos. ?Pudo Heracles matar a un le¨®n en Grecia?¡±. Richter-Boix explica c¨®mo los leones europeos aparecen en textos de Her¨®doto y de Arist¨®teles, hasta que, ya en ¨¦poca de los romanos, se esfuman. Salvo en el Estado indio de Gujarat, ya no quedan leones fuera del ?frica subsahariana, cuando llegaron a ser muy abundantes en Oriente Pr¨®ximo, Asia y el norte de ?frica.
Un lugar donde se puede reflexionar sobre el destino de estas magn¨ªficas bestias son los circos romanos, los coliseos de Roma y Pompeya (Italia), El Djem (T¨²nez), Arl¨¦s y Nimes (Francia) o Pula (Croacia), porque los juegos fueron una m¨¢quina de matar prisioneros lanzados a los leones, pero tambi¨¦n de matar a las propias bestias en cacer¨ªas organizadas para deleite del pueblo. Mary Beard y Keith Hopkins recuerdan en su libro The Colosseum que Pompeyo Magno organiz¨® unos juegos en el primer siglo de nuestra era en los que fueron cazados 20 elefantes, 410 leopardos y 600 leones. Un misterio nunca totalmente resuelto es c¨®mo neutralizaban y transportaban vivos hasta Roma estos animales ¡°sin la conveniente ayuda de un dardo tranquilizador¡±, se?alan Beard y Hopkins. Numerosos documentos demuestran que el tr¨¢fico fue muy intenso. Por ejemplo, unas cartas de Cicer¨®n en las que, cuando era gobernador de Cilicia (actual Turqu¨ªa), protesta porque le piden que capture leopardos para unos juegos y aseguraba que no resultaban nada f¨¢ciles de conseguir.
Son criaturas que siguen vagando por la tierra en forma de fantasmas, que recuerdan que hubo una ¨¦poca m¨¢s salvaje en la que nuestra especie formaba parte del mundo natural, pero tambi¨¦n que los seres humanos siempre han tratado de derrotar a las fuerzas de la naturaleza y, lo que es m¨¢s grave, muchas veces lo han conseguido.
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