En ruta por la Segovia secreta
El desconocido rom¨¢nico de Fuentidue?a; la enebra de Sigueruelo, de 500 a?os, y el palacio rosa de Riofr¨ªo. Una completa gu¨ªa de naturaleza, arte y gastronom¨ªa por la provincia castellana
"No puede ver el mar la solitaria y melanc¨®lica Castilla¡±, escribe Azor¨ªn. ¡°Est¨¢ muy lejos el mar de estas campi?as llanas, rasas, yermas, polvorientas; de estos barrancales pedregosos (¡) Las auras marinas no llegan hasta estos poblados pardos¡±. Cualquiera que visite en primavera Segovia se encontrar¨¢ con una imagen que contradice la de los escritores de la generaci¨®n del 98, esa llanura sin fin en la que, seg¨²n Azor¨ªn, cab¨ªa toda la historia de Espa?a y que algunos han comparado con el Outback australiano: altas monta?as, pinares, profundos ca?ones y un mar ondulante y verde punteado de flores amarillas y amapolas tempranas. Repartidas por las colinas, solitarias ermitas rom¨¢nicas (m¨¢s de 200) dan al paisaje la calidad pict¨®rica de una tabla flamenca. Esta es una ruta de arte, naturaleza y gastronom¨ªa por los lugares menos trillados de la ciudad castellana y su provincia.
La taiga castellana
Enmarcadas por las cimas del Pe?alara, Siete Picos, Mont¨®n de Trigo y la Mujer Muerta, por la vertiente segoviana de la sierra de Guadarrama se extienden las h¨²medas forestas, tapizadas de musgo y helechos, de los pinares de Valsa¨ªn y de la Acebeda, que cubren los valles del Eresma, al este, y del r¨ªo Fr¨ªo, al oeste. Desde el puerto de Navacerrada la carretera desciende revoltosa por el bosque hasta el palacio y los jardines versallescos de La Granja de San Ildefonso, refugio del primer Borb¨®n, el melanc¨®lico Felipe V, a quien solo consolaba la voz del famoso cantante italiano Farinelli, Il Castrato. ¡°Tan grande es la soledad de La Granja¡±, escrib¨ªa en 1837 el misionero evang¨¦lico George Borrow, ¡°que los jabal¨ªes de los bosques vecinos, y especialmente los de una monta?a c¨®nica, cubierta por un hermoso pinar [la Silla del Rey] que se alza inmediatamente detr¨¢s del palacio, llegan muy a menudo hasta las calles y plazas, y dejan las huellas de sus colmillos en los postes de los soportales¡±. Hoy es una villa rendida al turismo de cordero, lech¨®n y judi¨®n (de La Granja), al igual que las pedan¨ªas de Valsa¨ªn y La Pradera, donde se rodaron pel¨ªculas como La ca¨ªda del imperio romano (todav¨ªa se conservan en el bosque los restos del fuerte de Germania construido como atrezo), Patton o Los tres mosqueteros. Varias sendas se?alizadas (y otras que no lo est¨¢n) permiten adentrarse en el silencio de los pinares sin miedo a perderse y a que a uno se lo coman los lobos.
El Centro Nacional de Educaci¨®n Ambiental de Valsa¨ªn (Ceneam) y la oficina de turismo de La Granja, junto a la plaza Mayor, proporcionan informaci¨®n y mapas de las rutas. Al lado, Naturcleta?alquila bicis el¨¦ctricas de monta?a, y Yeguada La Granja ofrece paseos a caballo. Sendas paralelas a la carretera CL-601 permiten ir caminando o en bicicleta hasta las afueras de Segovia (11 kil¨®metros).
Bajo el cielo protector
Desde Madrid por el Alto del Le¨®n o el t¨²nel de Guadarrama, la carretera deja pronto atr¨¢s los pinares para correr por un paisaje di¨¢fano, todo cielo, por el que navegan delicados cirros, algodonosos cumulonimbos o los globos aerost¨¢ticos que despegan al amanecer desde el campo de vuelo de Segovia. A la izquierda de la carretera se vislumbra el palacio rosa de Riofr¨ªo, antiguo pabell¨®n real de caza que se alza solitario en mitad de un viejo bosque de fresnos, robles y encinas limitado por un muro de piedra y poblado por manadas de ciervos y gamos. Enseguida queda a la vista la ciudad de Segovia, declarada patrimonio mundial en 1985, que se rebela contra el clich¨¦ machadiano de enclave cerrado y hosco para mostrarse como una urbe peque?a (52.000 habitantes), luminosa y abierta, llena de plazas y miradores a las cercanas cumbres de la sierra. Sus ra¨ªces se hunden en el Paleol¨ªtico, aunque no fue hasta el siglo II cuando esta antigua mansio (una especie de estaci¨®n de servicio) en la ruta a Cauca (Coca) entr¨® en la historia con la construcci¨®n del acueducto, obra colosal de la ingenier¨ªa romana ¡ªdise?ada para conducir el agua a la ciudad desde el manantial serrano de la Fuenfr¨ªa¡ª que consigui¨® impresionar a la historiadora brit¨¢nica Mary Beard.
Segovia, la ciudad luz
Sobre Segovia han escrito desde Cervantes y Quevedo hasta el Nobel estadounidense Saul Bellow (Los manuscritos de Gonzaga). Algo en lo que casi todos coinciden es en la extra?a cualidad de su luz, ¡°m¨¢s reverberante y fina que la de las otras ciudades espa?olas¡±, seg¨²n Azor¨ªn. M¨¢s all¨¢ de los mesones, el acueducto, la catedral y el alc¨¢zar, hay muchos otros lugares que el turista veloz o voraz pasar¨¢ por alto. La ciudad castellana tiene m¨¢s de 20 iglesias rom¨¢nicas, todas ellas construidas en un periodo de solo 70 a?os, entre 1180 y 1250. Entre las m¨¢s bellas est¨¢n la de San Mart¨ªn, en el barrio de los Caballeros, y la de San Mill¨¢n, en el barrio de las Brujas. Entre las menos conocidas, la de San Justo, en el antiguo arrabal de El Cerrillo, con un singular conjunto de pinturas murales del siglo XII descubiertas por casualidad tras unas obras. Extramuros est¨¢ la de Vera Cruz, la m¨¢s oriental y enigm¨¢tica de las iglesias segovianas, construida en planta dodecagonal y atribuida a los templarios.
Monumentos a los que se han ido sumando nuevos espacios culturales, como el centro de creaci¨®n La C¨¢rcel?o el Museo de Arte Contempor¨¢neo Esteban Vicente, ubicado en el que fuera palacio del rey Enrique IV. El desgraciado monarca, el ¨²ltimo de la dinast¨ªa Trast¨¢mara (1425-1474), ha pasado a los anales como Enrique el Impotente, v¨ªctima de una campa?a de difamaci¨®n pol¨ªtica orquestada por su hermanastra Isabel, que le disput¨® el trono en vida y se hizo coronar reina de Castilla al d¨ªa siguiente de su muerte. Su gusto por lo mud¨¦jar (el cronista Alonso de Palencia, uno de sus cr¨ªticos m¨¢s feroces, le acusaba de vestir ¡°al estilo sarraceno¡±) se refleja en los hermosos alfarjes (artesonados) del monasterio de El Parral, el alc¨¢zar o el monasterio de San Antonio el Real ¡ªhoy convertido en hotel¡ª, en los que trabajaron los alba?iles, maestros de obra y carpinteros moriscos que viv¨ªan en el barrio de San Mill¨¢n, considerados los mejores de Castilla.
Ayer, 23 de abril, se cumplieron 500 a?os de la batalla de Villalar (Valladolid), que acab¨® con la autonom¨ªa de los pueblos y ciudades castellanos representada por los concejos de villa y corte, frente al poder imperial y absoluto de Carlos V. En la m¨¢s bonita de las plazas segovianas, la de las Sirenas, junto al atrio rom¨¢nico de San Mart¨ªn, se alza la estatua del comunero segoviano Juan Bravo, decapitado al d¨ªa siguiente junto a sus hermanos de armas Juan de Padilla y Francisco Maldonado (adem¨¢s de muchos otros). La memoria de Sefarad pervive en la sinagoga Mayor (hoy iglesia del Corpus Christi) y las siete calles de la antigua aljama, entre la catedral y la muralla. Por all¨ª queda la mansi¨®n del rabino y banquero Abraham Seneor (1412-1493), actualmente sede del Centro Did¨¢ctico de la Juder¨ªa. Por la calle de la Cuesta de los Hoyos se llega hasta el mirador de la muralla y a El Pinarillo, donde una estrella de David se?ala el comienzo de un paseo entre pinares, hipogeos y tumbas antropomorfas por el antiguo cementerio sefard¨ª.
Arte en la Campi?a
Del cementerio sale la carretera que conduce a la comarca de la Campi?a Segoviana, con tesoros escondidos como la abad¨ªa de P¨¢rraces?y el claustro del monasterio de Nuestra Se?ora de la Soterra?a, en Santa Mar¨ªa la Real de Nieva, fundado hacia 1393 por la reina Catalina de Lancaster: un conjunto de transici¨®n entre el rom¨¢nico y el g¨®tico, con capiteles historiados que retratan la vida de los campesinos, artesanos, la nobleza y el clero en la Alta Edad Media. Siguiendo hacia el este aguardan otros enigmas, como los misteriosos petroglifos del cerro de San Isidro, en el municipio de Domingo Garc¨ªa, donde est¨¢n se?alizados medio centenar de grabados en roca del Paleol¨ªtico (junto a otros de ¨¦pocas posteriores, incluido alg¨²n grafiti moderno) con figuras de cabras, caballos y ciervos. En 2014, el Ayuntamiento de la vecina villa de Bernardos consigui¨® ganar la batalla al obispado de Segovia por la titularidad de la ermita de Nuestra Se?ora del Castillo, en un cerro coronado por una fortaleza tardorromana. Un peque?o desv¨ªo hacia Mart¨ªn Mu?oz de las Posadas, en el valle del Voltoya depara otra sorpresa: el palacio herreriano del cardenal Diego de Espinosa, hombre de confianza del rey Felipe II, que est¨¢ enterrado en la iglesia del pueblo, en un sepulcro labrado por el escultor Pompeo Leoni.
En este tramo de la ruta no puede faltar la visita a Coca, cuna del emperador romano Teodosio I el Grande (347-395), y su formidable castillo gotico-mud¨¦jar.
Un mar de arena y resina
Al sur del Durat¨®n, surcada por el r¨ªo Cega, por el que transcurre la senda de los Pescadores,? y limitada al sur por el Pir¨®n, se extiende la comarca de Tierra de Pinares. El pino negral o resinero, y en menor proporci¨®n el albar, han poblado esta amplia cuenca de dunas f¨®siles que se intercalan con conjuntos lacustres como las lagunas de Cantalejo, un para¨ªso de la avifauna donde tambi¨¦n se pueden ver corzos y, con suerte, alg¨²n lobo. Para acceder a ellas hay que seguir la pista asfaltada que, a trav¨¦s del pinar, une Aguilafuente y Cantalejo. En coche se puede llegar a la laguna de Navalayegua, y desde all¨ª a pie a las dem¨¢s, hasta un total de 20 que aparecen y desaparecen seg¨²n la ¨¦poca del a?o.
A menos de tres kil¨®metros de Aguilafuente, a la izquierda de la carretera que conduce a Sauquillo y Tur¨¦gano, se esconde la villa romana de Santa Luc¨ªa, del siglo IV. Los mosaicos romanos aparecidos en las excavaciones se encuentran en el aula arqueol¨®gica de la antigua iglesia de San Juan, en Aguilafuente. Destaca el que se encontraba en el centro de una gran sala cuadrangular, el oecus, en el que aparecen cuatro caballos atados por parejas, dos de los cuales a¨²n conservan sus nombres: ?Tagvs (Tajo) y Evfrata (?ufrates). Hasta hace tres a?os, cuando se colocaron paneles informativos y se abri¨® un camino de acceso, la ¨²nica forma de llegar hasta la villa era atravesando los campos de labor.
El ¨²ltimo bandolero
A unos 25 kil¨®metros de Segovia, siguiendo la CL-603 en direcci¨®n a Cantalejo y las hoces del Durat¨®n, sale a la derecha la sinuosa carretera que conduce entre encinares hasta los caser¨ªos de Parral de Villovela y Pe?arrubias de Pir¨®n. De este ¨²ltimo parte una senda que se adentra, emboscada entre sabinas, enebros, encinas, ancianos sauces, fresnos y chopos, por el m¨¢gico ca?¨®n del r¨ªo Pir¨®n. La ruta discurre entre cascadas por la orilla derecha del r¨ªo hasta el puente medieval de Covatillas. En la confluencia de los r¨ªos Pir¨®n y Viejo est¨¢ la cueva de la Vaquera, un importante yacimiento del Neol¨ªtico, y enfrente, la ermita rupestre de Santiaguito, donde cada 25 de julio, festividad de Santiago, los vecinos de Torre?iglesias celebran una romer¨ªa de raigambres paganas. Fue en estos parajes del piedemonte segoviano donde inici¨® sus fechor¨ªas Fernando Delgado Sanz (1846-1914), El Tuerto Pir¨®n, uno de los ¨²ltimos bandoleros del Guadarrama.
Cuatro restaurantes a pie de carretera
- Venta Pinillos. Antigua fonda junto a la carretera a Tur¨¦gano (CL-603, kil¨®metro 83), en la localidad de Pinillos de Polendos. Lleva 150 a?os sirviendo un ¨²nico men¨²: huevos fritos, con chorizo y lomo de cerdo, acompa?ados de ensalada (921 49 61 94).
- Los Trillos. Mes¨®n repartido en dos plantas, con jard¨ªn terraza, vigas vistas y aperos de labranza en las paredes a la salida de Escalona del Prado, junto a la carretera de Aguilafuente. Sirven raciones, tostas, arroces y asados por encargo y almuerzo del segador ¡ªhuevos con lomo y chorizo¡ª (calle de Alfonso Gonz¨¢lez de la Hoz, 4; 921 57 27 14). A 200 metros, en la calle Honda, espera la queser¨ªa Celestino Arribas (921 57 27 00), que elabora y vende quesos, cuajadas y yogures artesanales de leche de oveja.
- Mes¨®n El Arriero. Venta tradicional a las afueras de la ciudad de Segovia, cerca del alc¨¢zar. Entre sus platos: cochifrito, conejo al ajillo, ensalada de verdel, cocido castellano por encargo o cabeza de cordero asada. (carretera de Ar¨¦valo, 10. Zamarramala; 921 43 63 26).
- La Pepi. Abundante y sabrosa comida casera a los pies de la sierra. Su especialidad es la caldereta de cordero. Chuletones, cocina tradicional castellana y, sobre todo enormes croquetas (calle del Puerto, 57, junto a la N-110; 921 50 40 31).
El castillo del se?or obispo
Por la misma carretera se llega a Tur¨¦gano, la Toroda romana, con una plaza de casitas porticadas sobre las que se cierne el castillo de Arias D¨¢vila (1436-1497), cerrado por restauraci¨®n. Camilo Jos¨¦ Cela escribe en su libro Jud¨ªos, moros y cristianos: ¡°Por el aire de Tur¨¦gano, pegado a¨²n a la fantasmal silueta de su castillo, todav¨ªa el obispo Arias D¨¢vila ahorca en el torre¨®n a los correos de la Beltraneja, mientras los cincuenta ballesteros, libres de todo pecho [tributo], de la villa, asisten, dejando los hierros de matar en la sacrist¨ªa, a los funerales por el alma del rey Don Pedro¡±. Adem¨¢s de por su castillo, este municipio es famoso por su cordero. Para conocer la historia de estos parajes hay que visitar el centro de interpretaci¨®n del arte Mud¨¦jar en la iglesia de San Mart¨ªn de Cu¨¦llar, capital de la comarca. Junto a la iglesia est¨¢ el castillo renacentista de los duques de Alburquerque. Desde el adarve de su muralla es donde mejor se abarca el inmenso mar de pinos (2.000 kil¨®metros cuadrados).
Buitres y eremitas
El paisaje segoviano se rompe en las hoces del r¨ªo Durat¨®n, declaradas parque natural en 1989, donde la ermita de San Frutos corona un paraje ¨²nico creado por la erosi¨®n fluvial a lo largo de 140 millones de a?os, con una de las mayores colonias de buitres leonados de la Pen¨ªnsula. Recorrer en canoa esta zona solo es posible en grupos guiados que parten del pueblo de Seb¨²lcor. En cambio, el tramo del r¨ªo entre San Miguel de Bernuy y Fuentidue?a se puede hacer por libre. En San Miguel de Bernuy, el Molino Grande del Durat¨®n ofrece alojamiento y alquila canoas. La Casa del Parque?est¨¢ en la antigua iglesia mud¨¦jar de Santiago, en Sep¨²lveda, donde organizan rutas a pie guiadas por el fondo de las hoces, como la que discurre desde el puente de Talcano, en las proximidades del pueblo, hasta la misteriosa cueva de los Siete Altares ¡ªun santuario eremita visigodo del siglo VII¡ª, cerca del puente de Villaseca, para continuar hasta la presa de la Molinilla. Y una parada antes de comenzar la ruta: el pueblo fantasma de San Miguel de Neguera, en la orilla del r¨ªo San Juan.
Al norte de las hoces se encuentra uno de los rincones menos conocidos de Segovia: las Pedrizas, llamado as¨ª por sus canteras de caliza, en la localidad de Valle de Tabladillo. Encajonado entre barrancos, fue fundado por astures y c¨¢ntabros, y algunas de sus casas lucen las t¨ªpicas balconadas y entramados de adobe de las aldeas norte?as. Siguiendo hacia el norte se llega a Sacramenia, que tuvo un papel relevante en la repoblaci¨®n medieval de la llamada Extremadura castellana, de cuya ¨¦poca conserva tres templos: San Miguel, San Mart¨ªn y Santa Marina. En este ¨²ltimo, durante unas obras de restauraci¨®n, se descubrieron a finales de la d¨¦cada de los ochenta unos frescos rom¨¢nicos que muestran a un drag¨®n devorando a la santa. Falta un cuarto: el monasterio cisterciense de Santa Mar¨ªa la Real, expoliado en 1925 por encargo del multimillonario estadounidense William Randolph Hearst, que acab¨® en Miami Beach. Junto a la carretera hacia Pecharrom¨¢n, surge Santa Mar¨ªa de C¨¢rdaba, una peque?a iglesia prerrom¨¢nica (siglos IX-X) situada en una finca de vi?edos con bodega.
Otra gran desconocida es la villa de Fuentidue?a (se?ora de las fuentes), en la vega del r¨ªo Durat¨®n. Entre los motivos para visitarla est¨¢n sus bodegas excavadas en la roca, sus murallas, la iglesia rom¨¢nica de San Miguel y las ruinas de la de San Mart¨ªn. El ¨¢bside rom¨¢nico de esta ¨²ltima fue cedido en 1956 a Estados Unidos a cambio de 6 de los 23 frescos de la ermita moz¨¢rabe de San Baudelio de Berlanga, en Soria, expoliados 30 a?os antes (hoy en el Prado). As¨ª que para verlo hay que viajar a Nueva York, donde se exhibe en el Museo The Met Cloisters.
En las Highlands segovianas
Por el trazado de la antigua Ca?ada Real Segoviana, en el piedemonte del Guadarrama, discurre ahora la carretera N-110. A los pies del puerto de Malangosto, escenario de las andanzas del Arcipreste de Hita, est¨¢ la localidad de Sotosalbos, con una de las iglesias m¨¢s bellas del rom¨¢nico rural: la de San Miguel Arc¨¢ngel. A tres kil¨®metros de all¨ª sobreviven las ruinas del monasterio cisterciense de Santa Mar¨ªa de la Sierra, hoy sede del proyecto ?bbatte, una peque?a firma que crea prendas textiles hechas a mano, utilizando fibras y tintes naturales.
La carretera corre hacia Pr¨¢dena de la Sierra y la cueva de los Enebralejos, utilizada como necr¨®polis desde finales del Neol¨ªtico (hace 4.000 a?os). La visita puede continuar a pie por el acebal de Pr¨¢dena, a trav¨¦s de un sendero circular de seis kil¨®metros. Entre las vecinas localidades de Sigueruelo, Casla y Arcones se extiende el enebral del r¨ªo Caslilla. En este bosque de sabina albar (Juniperus thurifera)?sobreviven ejemplares centenarios, entre los que descuella la enebra de Sigueruelo, a la que se le calculan m¨¢s de cinco siglos.
Un desv¨ªo de la carretera a la altura de Arcones conduce hasta Pedraza, parte de la red Los Pueblos m¨¢s Bonitos de Espa?a; tan bonito, que parece que ha vendido su alma a ese diablo regordete que se hace un selfi frente al acueducto, como un turista m¨¢s. M¨¢s al norte, a los pies de la sierra de Ayll¨®n, aguarda la villa de Riaza, base para seguir explorando lugares como el hayedo de la Pedrosa, las hoces del r¨ªo Riaza, el enebral de Hornuez, otro bosque relicto de sabinas centenarias, y localidades como Madriguera (en la ruta de los pueblos rojos), Ayll¨®n o Maderuelo.
Un segoviano en las ant¨ªpodas
En el municipio Valverde del Majano, un pueblo de menos de mil habitantes cerca de la ciudad de Segovia, naci¨® el 31 de enero de 1811 Manuel Jos¨¦ de Frutos, el hijo de un comerciante de lana que a los 20 a?os se vio forzado a emigrar. Tras faenar como ballenero por las costas de Per¨² y los mares del Sur, Manuel Jos¨¦ recal¨® a bordo del barco ingl¨¦s Elizabeth en Port Awanui, en la alejada regi¨®n de Te Araroa, en la costa este de la Isla Norte de Nueva Zelanda, donde se dedic¨® al comercio, hizo buenas migas con los nativos de la tribu ngati porou, tuvo cinco esposas, nueve hijos, 41 nietos y 299 bisnietos. M¨¢s de siete generaciones despu¨¦s, el clan maor¨ª de los Paniora (espa?oles, en lengua maor¨ª), suma 16.000 descendientes repartidos por Nueva Zelanda y otros pa¨ªses.
Los maor¨ªes transmiten sus historias mediante la tradici¨®n oral, por lo que poco a poco se fue perdiendo el conocimiento sobre la procedencia de aquel marinero espa?ol. Solo recordaban su nombre y el de de su turangawaewae, la cuna de sus ancestros: Valverde. No fue hasta 2006, a ra¨ªz de un documental realizado por la periodista neozelandesa Diana Burns en colaboraci¨®n con la historiadora espa?ola??Mar¨ªa Teresa Llorente, que se dedic¨® a buscar por los archivos parroquiales de Segovia, que los Paniora pudieron conocer al fin sus or¨ªgenes.
En 2007, una veintena de maor¨ªes Paniora viaj¨® desde las ant¨ªpodas hasta Segovia para visitar el pueblo de su antepasado. All¨ª descubrieron que ten¨ªan familia, descendientes de las dos hermanas de Manuel Jos¨¦. Al a?o siguiente, sus primos les devolvieron la visita, y los viajes se han repetido varias veces en ambos sentidos. Los restos de Manuel Jos¨¦ reposan en una colina de Taumata, con vistas al rio Waiapu y al oc¨¦ano Pac¨ªfico.
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