La Reserva Rotana, m¨¢xima tranquilidad entre vi?edos y golf en Manacor

Rotana Greens es el ¨²nico campo de golf privado de Mallorca. De su cuidado se encarga Tiffany Theler, hija de los fundadores, el suizo Juan Ram¨®n Chacha Theler, ya fallecido, y la princesa austriaca Loretta zu Sayn-Wittgenstein-Hohenstein, descendiente del primer canciller alem¨¢n, Otto von Bismarck. Porque, pese a sus nueve hoyos, la instalaci¨®n requiere los mimos exigidos por la jet set internacional que suele recalar en la isla, incluso en estos tiempos de bajo perfil tur¨ªstico.

La matriz de este formidable ingenio es una possessi¨® del siglo XVII ¡ªsi bien aparece citada en una cr¨®nica de 1242¡ª que tapiza con su charol agrotur¨ªstico el verde del golf y el de una frondosa arboleda en las proximidades de Manacor. La casa, con fachada de piedra de mar¨¦s, cal y madera, y cubierta de teja, se ense?orea en el interior de una finca de m¨¢s de 200 hect¨¢reas de paisaje mediterr¨¢neo, anta?o dedicada al cultivo y al pastoreo de ovejas. Colindante a ella, entre vi?edos, el antiguo cas¨®n de los guardeses se ofrece tambi¨¦n como alojamiento de agroturismo con ocho alcobas rusticanas: Es Mayolet.

De vuelta al hotel La Reserva Rotana, la piedra secular a¨ªsla de la intemperie y entona los sonidos del silencio. Quien busca un rinc¨®n para la lectura, lo encuentra. Quien pretende un trago a deshora, lo obtiene. El gres del pavimento amortigua los pasos. Salitas, salones y corredores guardan el viejo mobiliario de la casa, casi siempre en buen estado. De sus gruesos muros penden los trofeos de cacer¨ªas africanas que tanto entusiasmaban a Chacha Theler: gacelas, ?¨²es, figurillas de ¨¦bano y piezas de arcilla entre vitrinas.

Un santo y se?a mallorqu¨ªn salvaguarda el car¨¢cter de las 32 habitaciones y suites, armadas con sus arcos originales, sus vigas de madera y hasta sus frescos restaurados. Relajantes al tiempo que primorosas. Principescas y, no obstante, terrenales. Vestidas con telas de lleng¨¹es mallorquines, doseles y cabeceros finos, sof¨¢s a rayas. Muchas con un jard¨ªn privado y vistas al ondulado paisaje mallorqu¨ªn.

Tanto glamur obliga a reservar mesa en un restaurante que rinde homenaje a un pasado noble bajo la geometr¨ªa de sus vigas iluminadas y sus ventanucos imperceptibles, pero sobre todo de puertas afuera en los miradores del jard¨ªn. Una isla de luz en medio de esa isla iluminada que es Mallorca.