Burgos, Carri¨®n de los Condes y Sahag¨²n, las luces del Camino
Las tres localidades vertebran una ruta entre las maravillas expuestas en la muestra 'Las Edades del Hombre', que en pleno A?o Jacobeo celebra sus bodas de plata
En t¨¦rminos astron¨®micos, dir¨ªamos que se trata de una especie de conjunci¨®n planetaria: el 800? cumplea?os de la catedral g¨®tica de Burgos y A?o Santo Jacobeo, con el Camino de Santiago atravesando tres poblaciones que son sede de la muestra Las Edades del Hombre, con la solemnidad de un enunciado que ha hecho fortuna (pero no es original, la idea viene de Hes¨ªodo, Ovidio y hasta San Agust¨ªn). El caso es que Las Edades¡ alcanzan este a?o la XXV edici¨®n, sus bodas de plata. Y su lema es Lux (luz), la luz que aportaba el estilo g¨®tico, precisamente introducido en Espa?a a trav¨¦s del Camino Jacobeo. Adem¨¢s de ser concepto clave para la catequesis pastoral, que nunca se les escapa a los mu?idores del evento: caminamos, precisamente, hacia la luz.
Burgos, Carri¨®n de los Condes (Palencia) y Sahag¨²n (Le¨®n), tres en raya en el Camino, son las poblaciones que alojan a las cinco sedes o recintos de la muestra. Y Burgos es, por supuesto, el planeta mayor. El planeta helado, qu¨¦ fr¨ªo. Uno llega avisado. Si creemos al periodista ?lex Grijelmo, que es burgal¨¦s, cuando alguien pregunta por el verano de Burgos puede que le respondan: ¡°Ah, s¨ª, el a?o pasado cay¨® en mi¨¦rcoles¡±. Bueno, pues ya no. Viendo las colas de taquilla, soportando sin amparo un sol tropical, uno constata que las cosas han cambiado.
Burgos, pura emoci¨®n
La catedral de Burgos, en cuyos claustros, alto y bajo, se encuentra la exposici¨®n principal de Las Edades del Hombre, es uno de esos artefactos humanos que sobrecogen. Maravilla, seduce este edificio patrimonio mundial de la Unesco desde 1984. Uno busca la palabra justa para vestir la emoci¨®n, y no es f¨¢cil. Julio Llamazares, en su libro sobre las catedrales de Espa?a (Las rosas de piedra, 2008), no sabe por d¨®nde empezar: el hastial central con su roset¨®n, el cimborrio ¡°que es una aut¨¦ntica filigrana, como toda la catedral; m¨¢s que de canter¨ªa parece obra de orfebrer¨ªa¡±.
Los claustros del templo, al margen del contenido de Las Edades¡, son de por s¨ª para no perder detalle, sobre todo el alto. El tema all¨ª desarrollado es el tiempo y el esplendor de las catedrales. Un tiempo en el que agonizaba el dominio medieval de los monasterios, que hab¨ªan atesorado e irradiado cultura, y comenzaba la construcci¨®n en las ciudades de las grandes catedrales. No eran solo lugar de culto o peregrinaci¨®n, sino que conten¨ªan g¨¦rmenes de asistencia social (hospicios, hospitales) o de ense?anza (¡°estudios generales¡± que dar¨ªan origen a las universidades, en algunos casos). Con el Camino Jacobeo ¡ªaunque sin ¨¦l hubiera ocurrido lo mismo, posiblemente¡ª se introduce en Espa?a el estilo g¨®tico, que aporta, entre otras novedades, aligerar los muros de piedra con vitrales que dan paso a la claridad. De ah¨ª tambi¨¦n el lema de este a?o, Lux.
Hay que advertir que en la exposici¨®n de Burgos se re¨²nen piezas de gran valor hist¨®rico y arqueol¨®gico, pero poco vistosas. Tra¨ªdas de toda Espa?a, eso s¨ª, y no solo de Castilla y Le¨®n, como en otras ediciones. El se?uelo acostumbrado de grandes figuras y obras maestras se aplaza a las entregas de Carri¨®n de los Condes y Sahag¨²n.
Gu¨ªa pr¨¢ctica
La exposici¨®n Lux, de Las Edades del Hombre, estar¨¢ abierta hasta el 19 de diciembre de 2021 en las siguientes sedes: catedral de Santa Mar¨ªa de Burgos; iglesia de Santa Mar¨ªa del Camino e iglesia de Santiago, en Carri¨®n de los Condes, y santuario de la Peregrina e iglesia de San Tirso, en Sahag¨²n
Horarios: martes a viernes, de 10.00 a 14.00 y de 16.00 a 20.00; s¨¢bados, domingos y festivos, de 10.00 a 20.00 (Burgos). Martes a viernes, de 10.30 a 14.30 y de 16.15 a 20.15; s¨¢bados, domingos y festivos, de 10.30 a 20.30 (Carri¨®n y Sahag¨²n).
Informaci¨®n y reservas: 947 07 00 22 / 979 04 00 88 / 987 04 20 56
Museo de la Evoluci¨®n Humana (MEH), en Burgos: paseo de la Sierra de Atapuerca, 2.
Informaci¨®n, reservas y grupos: 902 02 42 46
Exposici¨®n aparte, es imprescindible una visita ¡°oficial¡± al templo cumplea?ero. Porque hay cosas de obligado avistamiento: como el popular Papamoscas, un aut¨®mata-reloj bastante simpl¨®n en la nave central; el sepulcro del Cid y su esposa, do?a Jimena, bajo el cimborrio; la Escalera Dorada de Diego de Silo¨¦; los relieves monumentales de Felipe Bigarny en la girola; la grandiosa capilla de los Condestables, con una Magdalena arrinconada que hay quien atribuye a Leonardo da Vinci¡ Gracias al mont¨®n de retablos y esculturas exquisitas, dispersadas por 14 capillas, uno supera la sensaci¨®n de estar en un cementerio. O en un pante¨®n de hombres ilustres. Es aconsejable en todo caso levantar la vista, sobre todo bajo el cimborrio o en la capilla de los Condestables: el encaje de piedra que proyecta y tamiza la luz cenital es argumento definitivo de las virtudes del g¨®tico triunfante. Por motivos de log¨ªstica (y prevenci¨®n de la covid), queda fuera del circuito el acceso a la capilla del Santo Cristo de Burgos. Una imagen milagrosa y milagrera, con pelo humano (que le crece, seg¨²n la p¨ªa tradici¨®n) y piel animal, muy querida en la ciudad, y cuya devoci¨®n se desbord¨® incluso a tierras de Am¨¦rica, donde familias artesanas siguen reproduciendo su icono junto a los c¨¦lebres ¡°¨¢ngeles arcabuceros¡± y otros santos y v¨ªrgenes. Rafael Alberti se sinti¨® como aplastado bajo los faldones de ese Cristo: ¡°Parece, mi sola amiga,?/ que estoy bajo un sauce negro¡±. Alberti, por cierto, recorri¨® en el verano de 1925 la provincia de Burgos, junto con su hermano, como representante de vinos, muy jovencillo ¨¦l, y dej¨® escrita una singular gu¨ªa en verso de la provincia (La amante).
Burgos ha cambiado, no solo por el clima, no solo desde los tiempos del Alberti vendedor de vinos. Hablamos de mucho antes. De las eras remotas que se explican en el magn¨ªfico Museo de la Evoluci¨®n Humana (MEH). El conjunto de edificios (tres, en realidad) fue orientado por el arquitecto-pintor Juan Navarro Baldeweg de manera que desde las grandes cristaleras se pueda contemplar la catedral, justo enfrente, al otro lado del r¨ªo Arlanz¨®n. Por cierto, el museo es todo un motor cultural, y en estos d¨ªas contribuye al aniversario catedralicio con una aconsejable muestra de pinturas y grabados de la catedral de artistas varios, alguno tan ilustre como Joaqu¨ªn Sorolla.
Lo que no ha cambiado es el ¡°sal¨®n¡± dom¨¦stico de la ciudad, o sea, el paseo del Espol¨®n, edec¨¢n del r¨ªo y su reguero de frescor. Pero s¨ª ha cambiado, y mucho, el escaparate de golosas tentaciones de su orilla, plena de locales para todos los bolsillos y gustos. Incluso para los paladares m¨¢s exigentes. V¨¦anse si no (o pru¨¦bense, mejor) las goller¨ªas de Isabel ?lvarez, propietaria y chef del restaurante En Tiempos de Maricasta?a.
Entre el paseo del Espol¨®n y la plaza del Ayuntamiento se trenza un nudo medieval de calles y callejones (alguno sin salida), placetas, soportales¡ Es la conocida como La Senda de los Elefantes, as¨ª llamada, seg¨²n ?lex Grijelmo, porque de all¨ª todo bicho sale con trompa. Quienes adem¨¢s quieran llevarse de regreso a casa los sabores de Burgos encontrar¨¢n docenas de tiendas en todo el alfoz de la catedral donde poder mercar, no solo las obligadas morcillas (alg¨²n escaparate anuncia ¡°morcillas de autor¡±), sino tambi¨¦n chorizo de jabal¨ª o ciervo, salchich¨®n de venado, cecina curada, pat¨¦ de morcilla o de lechazo, caviar de jam¨®n¡ Por no hablar de quesos (tiernos o ¡°de Burgos¡±, de cerveza, de trufa¡), de los vinos Ribera de Duero o, ya en otro registro, la torta burgalesa, yemas, perrunillas, tetillas de monja, chocolates artesanales¡
Antonio Jos¨¦, el m¨²sico burgal¨¦s (1902-1936), es un nombre del que nadie, o casi, quiere acordarse. En cambio, al Cid Campeador no le hace falta la reciente promoci¨®n televisiva ni dispu?tas bizantinas sobre errores o aciertos hist¨®ricos de la serie de Amazon Prime. Don Rodrigo D¨ªaz de Vivar, El Cid, campea por todas partes, hasta en confiter¨ªas o mercer¨ªas. Vende.
Carri¨®n, segunda parada
Los 90 kil¨®metros de Burgos a Carri¨®n de los Condes pueden hacerse c¨®modamente por la autov¨ªa del Camino de Santiago (A-12). Tambi¨¦n por la carretera nacional N-120, que se ci?e estrictamente a la senda de peregrinos. El problema es que en este caso uno se topa con muchos pueblos, muchas limitaciones de velocidad y m¨¢s guardias civiles que pueblos. Hay un hilo adicional que conecta Burgos con Carri¨®n de los Condes: es la leyenda del Cid. De Carri¨®n eran los condes villanos que, seg¨²n el Cantar de Mio Cid, habr¨ªan desposado y luego ultrajado a las hijas de don Rodrigo en el robledal de Corpes. Al parecer, todo un infundio, un fake a mala idea de castellanos contra leoneses. El caso es que en Carri¨®n, en el monasterio de San Zoilo, se encuentra el pante¨®n de esos condes y su familia. El monasterio, a la entrada del pueblo, es ahora un lujoso hotel con amplio y bien sombreado aparcamiento que conviene aprovechar, porque en el casco urbano es imposible encontrar hueco. Aunque uno no sea hu¨¦sped del hotel, puede visitar el preciosista claustro g¨®tico, la iglesia y sacrist¨ªa, el pante¨®n condal, todo ello debidamente musealizado.
Y luego, a pie, tras cruzar el puente Mayor sobre el r¨ªo Carri¨®n, buscar el Camino, que no es otro que la calle Mayor que atraviesa la villa palentina de punta a punta. ?Qu¨¦ decir de este lugar? Mejor que lo diga, con piadoso circunloquio, el escritor Jes¨²s Torbado: ¡°Los carrioneros del ¨²ltimo siglo (¡) han ido renunciando a un pasado glorioso, olvid¨¢ndolo al menos, y se han puesto afanosos a remodelar su pueblo de tal manera que ya no lo reconoce ni su madre. (¡) siente pena el que llega (¡) al contemplar de qu¨¦ manera un casco hist¨®rico ha devenido en puebl¨®n modernizante, donde la l¨ªnea de la prosperidad la marca lo feo, lo irregular, lo vano, lo pretencioso incluso¡± (Pueblos de Espa?a, 1994).
En el arranque de la calle Mayor-camino se encuentra la iglesia de Santa Mar¨ªa del Camino. Y un poco m¨¢s adelante, en la misma v¨ªa, la iglesia de Santiago. Ambas rom¨¢nicas, y machacadas, y elegidas para alojar sendos cap¨ªtulos de Las Edades del Hombre. Muestras breves pero irrefutables. Aqu¨ª s¨ª, se destapa el frasco de las esencias y las obras reunidas son piezas de primeros espadas, con el nexo com¨²n de la figura de la Virgen, divina peregrina. En Santa Mar¨ªa se pueden ver obras de Pedro y Alonso Berruguete, Gregorio Fern¨¢ndez, Pedro de Mena, Juan de Juni, Luca Giordano¡ En Santiago, cuyo p¨®rtico luce un friso con pantocr¨¢tor que es obra cumbre de la escultura rom¨¢nica, a algunos de los artistas citados se suman los nombres de Fernando Gallego, Felipe Bigarny, Gil de Silo¨¦, Hans Memling, Alonso Cano¡
Entre ambos templos, y en la misma calle de Santa Mar¨ªa, se encuentra la casa natal del Marqu¨¦s de Santillana, guerrero y escritor del siglo XV, uno de nuestros primeros humanistas, autor de unas Serranillas picantonas que anticipan los faroles er¨®ticos de un Giacomo Casanova. Hubo antes otro paisano ilustre, don Sem Tob de Carri¨®n, rabino en el siglo XIV de una sinagoga desaparecida. Poeta tambi¨¦n y autor de unos Proverbios morales que son uno de los primeros monumentos de la literatura hispana.
Sahag¨²n, cuna del mud¨¦jar
De Carri¨®n a Sahag¨²n, a unos 40 kil¨®metros al oeste, cambia el paisaje, se dulcifica. Se espesan las ondulaciones, las manchas de verdor, y estalla el amarillo de los girasoles entre el dorado de retablo viejo de la mies cosechada. Al pueblo de Sahag¨²n se le pueden aplicar las citadas palabras de Torbado, solo que aqu¨ª peor. El destrozo de sus templos y monasterios se ha tratado de aliviar mediante ortopedias sofisticadas, pero la ganga urbana que envuelve a los monumentos sigue siendo desastrosa.
Y sin embargo este lugar es para algunos expertos la cuna de esa arquitectura singular de nuestro pa¨ªs que es el mud¨¦jar. Seg¨²n el profesor Pedro Lavado Paradinas, el llamado ¡°rom¨¢nico de ladrillo¡± (luego tambi¨¦n el g¨®tico de ladrillo) habr¨ªa nacido en el campo por la abducci¨®n de canteros y dineros, por parte de las ciudades, para levantar las grandes catedrales (El arte mud¨¦jar, 2000). Sin restar valor a su tesis, parece m¨¢s plausible una explicaci¨®n ¡°ecol¨®gica¡±; es decir, se empez¨® a construir con ladrillo sencillamente porque es lo que aqu¨ª hab¨ªa: arcilla y no piedra. El primer foco del ¡°incendio¡± latericio estar¨ªa aqu¨ª, a la vera del Camino de Santiago: ¡°Despu¨¦s est¨¢ Sahag¨²n, pr¨®diga en toda suerte de bienes, y donde se encuentra el prado en que, clavadas las lanzas de los campeones del Se?or, se dice que florecieron¡±. As¨ª alude el Codex Calixtinus a la leyenda seg¨²n la cual los chopos del r¨ªo Cea ser¨ªan picas reverdecidas de las huestes de Carlomagno, supuesto peregrino a Santiago.
Junto al r¨ªo se alzaba el monasterio m¨¢s rico y poderoso de la Espa?a altomedieval, el de San Facundo (de ah¨ª el top¨®nimo Sahag¨²n). El rey Alfonso VI, que est¨¢ enterrado en otro convento pr¨®ximo, lo hizo cabeza de los benedictinos castellanos y motor de la reforma cluniacense, la que extendi¨® el estilo g¨®tico. Hoy apenas quedan unas ruinas techadas y un gran arco de entrada, como un meteorito ca¨ªdo del cielo.
A su lado se encuentran las dos sedes sahagundenses de Las Edades¡: la iglesia de San Tirso y la ermita de la Peregrina. Tambi¨¦n aqu¨ª, como en Carri¨®n, el men¨² de obras es de exquisita degustaci¨®n: Pedro de Mena, La Roldana, Alonso Berruguete, Luis de Morales¡ La ermita o santuario de la Peregrina es caso aparte. Resto de un monasterio desaparecido, en una de sus capillas luce, fragmentado, un soberbio muestrario de ataurique o yeser¨ªa mud¨¦jar policromada: solo con ver esa reliquia se amortiza el viaje.
En el centro del pueblo, adem¨¢s de otras iglesias de ladrillo, esta vez m¨¢s enteras, puede uno buscar figones donde despachar una liebre con alubias, un algo de puerros (que son la estrella de la gastronom¨ªa local), unos barbos y cangrejos o un asado lechal. O proveerse de unos amarguillos y otras golosinas a trav¨¦s del torno de las monjas benedictinas, para seguir bien pertrechados el rastro mud¨¦jar de otros pueblos cercanos, agazapados en torno a sus iglesias de ladrillo. Templos humildes, apenas asomados a bardas y tapiales, como animales asustadizos que se mimetizan con la tierra para no despertar codicias, en un horizonte castellano que no tiene escapatoria.
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