Ferrara, de palacio en palacio
Villa Melchiorri, el Castillo de los Este, el Palazzo dei Diamanti o el de Massari, el Museo Schifanoia, la Casa Romei... esta ciudad de la regi¨®n italiana de Emilia-Roma?a merece una visita sin prisas
Ferrara es una de las joyas de la regi¨®n italiana de Emilia-Roma?a. Esta ciudad de poco m¨¢s de 130.000 habitantes es pr¨®spera, tranquila y a¨²n se estructura en gran parte desde el urbanismo de sus a?os de esplendor, cuando aloj¨® la corte de los Este (siglos XIII-XVI). Lo m¨¢s recomendable para visitarla es coger un tren desde las otras peque?as urbes de esta regi¨®n norte?a. Desde Bolonia se tardan solo 40 minutos. Si salimos hacia el centro desde la estaci¨®n podremos apreciar c¨®mo los primeros palacios cumplen una premisa recurrente en muchas provincias europeas, donde el tren distaba del meollo m¨¢s o menos un quil¨®metro, copado a finales del siglo XIX por villas de la burgues¨ªa, de estilo liberty.
En Ferrara, el palacio m¨¢s celebrado es el que el arquitecto Ciro Contini, proveniente de la familia jud¨ªa retratada en una c¨¦lebre novela de Giorgio Bassani, construy¨® en estilo art nouveau a principios del siglo XX para el florista Melchiorri en el n¨²mero 184 de la Via Cavour, una arteria id¨®nea para llegar a la zona monumental. Si bien para notar mejor la diferencia entre ¨¦pocas, es preferible hacerlo desde Via Giuseppe Garibaldi, con acceso directo al Palazzo Municipale. La actual sede del Ayuntamiento fue durante siglos la residencia de los duques de Este. Su ingreso desde Via Giuseppe Garibaldi nos sit¨²a de sopet¨®n en su patio, en cuyo lateral izquierdo luce la escalera del honor, realizada en 1481 por el Benvenuto degli Ordini, una anomal¨ªa en ese perfecto orden geom¨¦trico, antesala de la enorme plaza de la catedral.
La familia de Este decidi¨® edificar un nuevo palacio al lado del anterior para sentirse m¨¢s seguros ante hipot¨¦ticas revueltas del pueblo, hastiado a finales de la Edad Media entre inundaciones y aumentos de impuestos. El Castillo de los Este, cuyo arquitecto fue Bartolino de Novara, es quiz¨¢ la mayor atracci¨®n tur¨ªstica de Ferrara tanto por la sobria espectacularidad de su exterior, un festival geom¨¦trico, como por el montaje expositivo del interior, rubricado por Gae Aulenti. Aqu¨ª conviene parar un momento, tomarse un respiro y orientar nuestros pasos futuros. Ante nosotros, flanqueados por palacios, se abre el horizonte de una calle rect¨ªsima, con adoquines a?ejos.
El gran auge de Ferrara acaeci¨® durante el gobierno de H¨¦rcules I, apodado Diamante o Viento del norte. Tras el asedio de la Rep¨²blica de Venecia en 1484, este duque medit¨® sobre las necesidades de su capital. La soluci¨®n fue la adici¨®n herc¨²lea, ideada en 1492 por el arquitecto Biagio Rossetti con dos v¨ªas, de sur a norte y de este a oeste, con el fin de duplicar el espacio urbano y fortificar su per¨ªmetro defensivo. La primera de estas calles es el Corso Ercole d¡¯Este. Su extensi¨®n y silencio propicia andarla sin prisa, fij¨¢ndonos en los detalles hasta vislumbrar su joya de la corona, el Palazzo dei Diamanti del mismo Rossetti, as¨ª denominado porque su fachada se reviste de m¨¢s de 8.000 bloques de m¨¢rmol veteado de rosa, creadores de m¨²ltiples perspectivas por sus puntas, id¨¦nticas a las de la piedra preciosa. El Palazzo dei Diamanti, que en su interior acoge la Pinacoteca Nacional, es tramposo en su belleza, capaz de despistar hasta ocultar una de sus funciones, la de lanzadera del Cuadrivio de los ?ngeles.
En este punto de su trama ortogonal, Rossetti no quiso una plaza, sino la uni¨®n de varios palacios junto al m¨¢s vistoso, acompa?ado por el austero de los Turchi di Bagno y Palazzo el Prosperi-Sacrati, con una portalada de estilo veneciano como elemento m¨¢s caracter¨ªstico.
El cruce de ¨¢ngeles, este ser¨ªa su significado literal, es la encrucijada con la segunda v¨ªa del trazado de Rossetti, el Corso Porta Mare, con una sucesi¨®n de parques, como el del Palazzo Massari, reconvertido en el Museo de Arte Contempor¨¢neo, o la Piazza Ariostea, quiz¨¢ la m¨¢s moderna de Ferrara al conjugar una buena ubicaci¨®n, la sostenibilidad, el ocio y lo monumental de la estatua de Ludovico Ariosto, otro de los artistas del Renacimiento m¨¢s celebrados en esta localidad italiana. La plaza, fruto de la adici¨®n herc¨²lea, es un eje hacia distintos destinos, como el cementerio de la Cartuja. Corso Porta Mare termina en Rampari San Rocco, un parque de baluartes con unas vistas de hondos contrastes entre la Ferrara hist¨®rica y los bloques de pisos en la lontananza.
Desde aqu¨ª alcanzaremos la puerta Medaglie d¡¯Oro, inicio del Corso Giovecca, nombre que muestra la trascendencia de la comunidad hebrea en Ferrara. En su n¨²mero 170 se halla el Palazzo di Marfisa d¡¯Este, paradigma de estas residencias en el siglo XVI. Marfisa era una amante de las artes y se distingui¨® por proteger al poeta Torquato Tasso. Este palacio, a su vez, marca el debut de una trilog¨ªa vinculada con el clan. Justo detr¨¢s, el refugio de un exiliado florentino se transform¨® con el tiempo en un nudo para conectar las posesiones de la primera familia ciudadana. As¨ª fue como el Palazzo Bonacossi devino el engarce del de Marfisa d¡¯Este con la delicia, as¨ª bautizaron los duques sus moradas, del Palazzo Schifanoia. Su nombre sintetiza el uso de esta villa casi vacacional. Schifanoia podr¨ªa traducirse como asquear al aburrimiento, desafiarlo hasta vencerlo, algo conseguido en este marco, cuya primera piedra se puso en 1385 para jalonarse con ampliaciones hasta finales del Quattrocento, inspiradas en el Belvedere romano del Papa Nicol¨¢s V. La visita al actual Museo Schifanoia va m¨¢s all¨¢ de su notable colecci¨®n. Los frescos, muchos de ellos de autor¨ªa incierta, son el reflejo de c¨®mo esos poderes del Renacimiento disfrutaban de sus pocas horas de relajo.
El Schifanoia es otro quil¨®metro cero para muchos itinerarios. Si fu¨¦ramos hacia los baluartes del Amor, San Antonio y San Pedro podr¨ªamos descubrir un complejo religioso con el rec¨®ndito monasterio de Sant¡¯Antonio in Polesine como bandera. En cambio, si uno prefiere acercarse al centro, siempre a cuatro pasos, circular¨¢ por Via Savonarola, con dos palacios para completar un retrato de los de Este y sus aliados en el apogeo ferrar¨¦s. En su n¨²mero 9 es frecuente ver c¨®mo se arremolinan los estudiantes de la universidad desde 1959, cuando esta instituci¨®n ocup¨® el Palazzo de Renata de Francia, consorte de H¨¦rcules de Este. A pocos metros, en la otra acera, una ventana sin cristales es el cebo para conocer la Casa Romei, de 1391 y perteneciente a un banquero, ignorante de legar una pieza ¨²nica por ser una transici¨®n entre lo medieval y un cuajo renacentista, omnipresente en su vecina. El Palazzo de Renata de Francia, de 1475, es el pen¨²ltimo antes del cierre en otra delicia estense, el Palazzo Paradiso, a nada de la plaza de la Catedral. Modificado con su puerta del reloj en el siglo XVII, estuvo en la vanguardia desde 1753, cuando se transform¨® en biblioteca p¨²blica, algo excepcional en ese momento.
Las dimensiones de Ferrara son magn¨ªficas para pasearla sin apremios. Tras tantos palacios, sus ¨¢ngulos menos se?alados a¨²n pueden deparar muchas sorpresas sin tantos abolengos, como la Via delle Volte, con sus arcos menos lujosos y sublimes por imperfectos en su perspectiva, una postal casi secreta sin los galones de todas las ilustres residencias de este trayecto tan palaciego.
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