En el jard¨ªn Plume, una org¨ªa de verdor en la Alta Normand¨ªa
Creado en 1996 por Sylvie y Patrick Quibel, a unas dos horas al norte de Par¨ªs espera un universo vegetal ingobernable, diferente a cada instante, siempre en movimiento
Amplias extensiones de centeno, sorgo, avena y cebadilla ondean r¨ªtmicamente a ambos lados de la carretera D13 tras el desv¨ªo de Tourville-La-Rivi¨¨re que conduce hasta el jard¨ªn Plume. Hace poco m¨¢s de dos horas que dejamos atr¨¢s Par¨ªs para seguir el curso del Sena en direcci¨®n a la Alta Normand¨ªa. La autov¨ªa nos priva de los vericuetos del r¨ªo, pero a cambio nos predispone de un modo muy cinematogr¨¢fico ¡ªcomo en unos t¨ªtulos de cr¨¦dito cada vez m¨¢s expl¨ªcitos¡ª a la personalidad del paisaje por el que se adentra el coche. El litoral del canal de la Mancha est¨¢ apenas a un paso del destino: Dieppe, Deauville, Le Havre¡ Dando la r¨¦plica al mar, la cadencia de una marea suave de cultivos de forrajeras mecidas por la brisa acuna la mirada desde ambos lados de la carretera. Parece que las recorri¨¦ramos a c¨¢mara lenta, rodeados del murmullo silencioso que choca contra el lugar donde rompen las olas del mar del Norte y devuelve su eco sordo tierra adentro.
Un letrero caligrafiado sobre una tabla indica el acceso al jard¨ªn Plume, en la localidad de Auzouville-sur-Ry. Nada m¨¢s atravesarlo encontramos a Sylvie y Patrick Quibel, art¨ªfices de este vergel al que comenzaron a dar forma en 1996. Ella selecciona semillas bajo el porche de la casa de siega. Enfrente, ¨¦l acomoda plantones de arom¨¢ticas y perennes en el vivero. ¡°Avant, avant; est¨¢is en vuestra casa¡±, dicen se?alando un vano en un seto de haya impecablemente recortado. Queda claro que prefieren que experimentemos el jard¨ªn a teorizar sobre ¨¦l. Nada m¨¢s atravesar el seto uno entiende por qu¨¦.
El jard¨ªn Plume es uno de esos sitios que no aparece en la mayor¨ªa de las gu¨ªas de viaje y al que las fotos, los relatos y las cr¨®nicas no hacen justicia. Es un lugar para sentirlo, para vivirlo. Su trazado hace alarde de un virtuoso planteamiento compositivo pasado por el filtro de la fantas¨ªa. La base, impecablemente ejecutada, es la del jard¨ªn cl¨¢sico a la francesa: perspectivas rectil¨ªneas, parterres floridos, simetr¨ªa, un estanque geom¨¦trico que refleja el cielo como un espejo, topiaria, ejes¡ El matrimonio Quibel abraza esas influencias y las ejecuta con pericia para luego hacerlas saltar por los aires. Conocedores de la constante de la brisa en estas praderas cercanas al mar del Norte, decidieron aliarse con ella para gestar un jard¨ªn en perpetuo movimiento.
Patrick y Sylvie proclaman el prodigio expresivo de la siega, un recurso humilde del que se sirven para crear la base del trazado del jard¨ªn con nada m¨¢s que pasto, hierba silvestre y tierna pradera aut¨®ctona rasurada a diferentes alturas. Sobre esta base, como en un intento de quitar formalidad a la forma, dejan que la anarqu¨ªa invada all¨ª donde previamente han ordenado, recortado, vallado y segado, dando a gram¨ªneas y perennes carta blanca para expresarse a su antojo.
Una niebla de miscanthus y stipas
Los Quibel manejan el lenguaje vegetal de forma magistral. Y es que crear una org¨ªa de verdor como el jard¨ªn Plume ¡ªque cerrar¨¢ sus puertas al p¨²blico el 15 de octubre hasta la pr¨®xima primavera, concretamente hasta el 8 de mayo de 2024¡ª exige un profundo conocimiento de las especies: c¨®mo se comportan, c¨®mo evolucionan, qu¨¦ cabe esperar de cada una de ellas¡ As¨ª, el car¨¢cter voluble y desgobernado de las herb¨¢ceas de escala gigante y las vivaces premeditadamente elegidas por Patrick y Sylvie dinamita la rigidez del jard¨ªn del siglo XVII y otorga a su creaci¨®n un car¨¢cter absolutamente vanguardista.
Ligeras y flexibles, las matas de gram¨ªneas se transparentan contra la luz del d¨ªa, generando una sensaci¨®n de niebla et¨¦rea. Un delirio indomable de miscanthus de espigas plateadas, de stipas y de calamagrostis se mece sin gobierno. Euphorbias, allium, stachys, dalias, zinnias, pr¨ªmulas, rhinantus y salvia todo lo invaden. Entre todas se establece un di¨¢logo que multiplica hasta el infinito el potencial pl¨¢stico de una vegetaci¨®n explosiva y colorista tocada por la luz tamizada de Normand¨ªa y una suave brisa que jam¨¢s cesa. ¡°Te sientes dominado por las plantas y los recuerdos de la infancia vuelven a ti¡±, dice Patrick Quibel.
Las especies est¨¢n elegidas y ubicadas de tal manera que la transici¨®n entre las estaciones replica en el jard¨ªn Plume el p¨¢lpito suave del rumor del mar. Del oto?o al verano, herb¨¢ceas seleccionadas por su color y momento de floraci¨®n marcan un ritmo que no cesa. ¡°Provocamos esta fusi¨®n para que la cadencia se suceda de forma natural¡±, explica Patrick Quibel. ¡°Que las zinnias se apoderen suavemente de los altramuces; que las plantas de tabaco emerjan de forma paulatina de entre una alfombra de asperulas al final de su floraci¨®n. Que amapolas, nigellas, gordolobos, hinojos y eneldos serpenteen en todos los recovecos¡ Nos gusta esa abundancia aparentemente espont¨¢nea¡±.
Esta mezcla libre de gram¨ªneas y vivaces que florecen durante todo el a?o d¨¢ndose el relevo es la gran aportaci¨®n del jard¨ªn Plume. Sin olvidar el estanque espejo rasante al nivel del prado, sublime en su sencillez. O la gran ola de boj, a la que se ha ido dando forma sin patr¨®n, recortando a?o tras a?o sus crestas afiladas. Una l¨¢mina de agua y una topiaria ¡ªdeudoras nuevamente del jard¨ªn cl¨¢sico franc¨¦s¡ª empleadas con tino que resultan esenciales en el car¨¢cter vanguardista de este espacio.
En un jard¨ªn tan vitales son los elementos tangibles como los intangibles. El jard¨ªn Plume est¨¢ hecho de texturas y de materia. Pero tambi¨¦n de luz, de dinamismo, de movimiento, de rumor, de antagonismos¡ De atrevimiento, de sensibilidad, de conocimiento hist¨®rico, de audacia, de curiosidad, de un profundo dominio del reino vegetal¡ De furia contenida por el orden; de orden azorado por la furia.
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