Un recorrido por el Madrid andalus¨ª: murallas, barrios y leyendas medievales
Del Museo de San Isidro a las calles de La Latina con final en la antigua atalaya de la plaza de Oriente, un paseo por la capital espa?ola siguiendo las huellas del legado musulm¨¢n
Madrid es la ¨²nica capital europea fundada por musulmanes. Y en su lema, ¡°Fui sobre agua edificada, mis muros de fuego son, esta es mi insignia y mi blas¨®n¡±, se sugiere el origen de su nombre. ¡°Mayrit¡±, en ¨¢rabe, significa abundancia de agua. Se han encontrado algunos restos visigodos o romanos en la ciudad, pero ning¨²n indicio de que aqu¨ª hubiera un asentamiento antes del a?o 865, cuando el emir Mohamed I orden¨® la construcci¨®n de una atalaya a orillas del r¨ªo Manzanares, en el mismo lugar en el que hoy se erige el Palacio Real.
En el centro de Madrid, junto a la entrada del Museo de San Isidro, donde se registran y conservan los or¨ªgenes de la ciudad, comienza un fascinante recorrido por el Madrid andalus¨ª, ofrecido por la Fundaci¨®n de Cultura Isl¨¢mica y el Centro de Estudios sobre el Madrid Isl¨¢mico. En el interior del museo, adem¨¢s de valiosas colecciones de arqueolog¨ªa madrile?a, se encuentra el famoso Pozo del Milagro, que se extiende a una profundidad de 24 metros. La leyenda cuenta que San Isidro, el patr¨®n de Madrid, estaba trabajando en el campo cuando su esposa, Santa Mar¨ªa de la Cabeza, lo llam¨® apresuradamente porque su hijo se hab¨ªa ca¨ªdo al pozo. San Isidro or¨® junto al pozo y, de manera milagrosa, el nivel del agua se elev¨®, permitiendo as¨ª el rescate del ni?o.
Saliendo del Museo de San Isidro nos adentramos en las calles de La Latina. Este ic¨®nico barrio madrile?o recibe su nombre en honor a Beatriz Galindo, una humanista que fue apodada La Latina debido a su rol como profesora de Lat¨ªn de Isabel I de Castilla. Sin embargo, en ¨¦pocas pasadas, esta zona era conocida como La Morer¨ªa, un distrito donde los musulmanes residieron despu¨¦s de la conquista de Madrid por Alfonso VI en el a?o 1085. Descendemos por la calle del Almendro, que se presenta empedrada y tranquila. Las calles de este barrio, caracterizado por sus edificios bajos, mantienen una atm¨®sfera serena durante las ma?anas. La Cava Baja, que sirve como arteria principal de La Latina y discurre paralela a la calle del Almendro, realiza una curva que sigue el trazado de la antigua muralla de la ciudad. A solo unos pasos de aqu¨ª, en el n¨²mero 68 de la calle Toledo, se han descubierto 45 tumbas orientadas hacia la Meca. Gracias a la prueba del carbono-14 se sabe que las primeras tumbas datan del siglo IX. Este cementerio musulm¨¢n (o maqbara) constituye el cementerio m¨¢s antiguo de la capital.
La ruta contin¨²a por la calle Almendro. Un par de curvas hasta la iglesia de San Pedro el Viejo, una de las m¨¢s antiguas de Madrid, que luce una imponente torre del siglo XIII. Muy cerca, en la plaza de La Paja, estaba el zoco. En las ciudades musulmanas hab¨ªa dos tipos de zoco: el de productos frescos (carne, frutas, verduras), que siempre estaba extramuros, y los zocos menores, cerca de las puertas de entrada, donde se comerciaba con las artesan¨ªas.
Por la calle Segovia llegamos hasta los bajos del puente Segovia. A la izquierda, estampado en un muro, se encuentra el escudo m¨¢s antiguo de Madrid, que representa un oso y un madro?o con siete estrellas alrededor. Este escudo tiene sus ra¨ªces en la historia de la ciudad y ha generado varias teor¨ªas sobre su origen. Una de ellas lo relaciona con los conocimientos del astr¨®nomo Maslama Al-Mayriti, un cient¨ªfico de la ¨¦poca medieval en Europa. En el cielo de Madrid se ve¨ªa con claridad la constelaci¨®n de la Osa Mayor, y las siete estrellas que la conforman podr¨ªan ser las mismas del escudo. Tambi¨¦n se ha propuesto una teor¨ªa fon¨¦tica que sugiere que la presencia del madro?o podr¨ªa deberse a la similitud entre ¡°Madrid¡± y ¡°madro?o¡±. No obstante, el madro?o es un arbusto que no prospera en la ciudad, sino m¨¢s bien en sus alrededores y en la sierra de Guadarrama.
Del escudo subimos al parque Emir Mohamed I, el fundador de Madrid, donde disfrutar de una de las vistas m¨¢s hermosas de la ciudad. Desde aqu¨ª, se contempla la catedral de la Almudena emergiendo imponente detr¨¢s de la antigua muralla ¨¢rabe, que se alza a una altura de nueve metros y se extiende por m¨¢s de cien. Estos dos magn¨ªficos monumentos, construidos con un intervalo de mil a?os, ofrecen un hechizante vistazo de la historia de Madrid. En estas murallas tiene sus ra¨ªces la leyenda que da origen al apodo de ¡°gatos¡± para sus habitantes. Cuenta la explicaci¨®n m¨¢s popular que cuando Alfonso VI lleg¨® para conquistar la ciudad, uno de sus soldados, armado con una daga, escal¨® la muralla con tal destreza y rapidez que parec¨ªa un felino. Una vez en la cumbre, facilit¨® el acceso a las tropas cristianas, ganando as¨ª el honor y el sobrenombre de ¡°gato¡±. Desde entonces, este animal se ha convertido en sin¨®nimo de valent¨ªa. Hoy en d¨ªa, seg¨²n la tradici¨®n popular, para ser considerado un aut¨¦ntico ¡°gato¡± se requiere que tanto tus padres como tus cuatro abuelos hayan nacido en Madrid.
Llegamos a la majestuosa plaza de Oriente. Por el acceso del parking, en el subsuelo de la ciudad, olvidada detr¨¢s de una cristalera poco cuidada, est¨¢ una de las atalayas de Madrid. Se construy¨® a finales del siglo XI y era un puesto avanzado de vigilancia. A estas atalayas eran enviados los soldados m¨¢s j¨®venes o los presos que conmutaban su pena a cambio de vigilar las fronteras de Al-Andalus. No era un buen lugar para quedarse: los primeros en avistar al enemigo y los primeros en morir. Adem¨¢s, no estaban dise?adas para resistir ataques, sino que su prop¨®sito principal era facilitar un sistema de comunicaci¨®n altamente eficiente entre ellas, el m¨¢s veloz de la ¨¦poca. Este sistema permit¨ªa que la informaci¨®n se transmitiera a una velocidad de hasta 200 kil¨®metros por hora. Cuando se acercaba una amenaza, se encend¨ªa una hoguera en la atalaya. Durante el d¨ªa, el humo resultante serv¨ªa como se?al de alerta para las atalayas cercanas, mientras que, por la noche, la llama ardiente cumpl¨ªa esa misma funci¨®n. Estrat¨¦gicamente ubicadas, conformaban una cadena de comunicaci¨®n, encendiendo sus montones de paja sucesivamente y generando una r¨¢pida transmisi¨®n a lo largo de la red.
La atalaya de la plaza de Oriente se descubri¨® gracias a la construcci¨®n del aparcamiento, y se pudo conservar a pesar de que la intenci¨®n era convertir este vestigio en dos o tres plazas para coches m¨¢s. Esta es una de las voluntades del recorrido por el Madrid andalus¨ª: proteger el patrimonio hist¨®rico, as¨ª como normalizar el legado musulm¨¢n, tambi¨¦n como una manera de combatir la islamofobia.
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