S¨¨te, la ciudad de Brassens, de ¡®Candice Renoir¡¯, el arte urbano y un teatro al aire libre con vistas al mar
Mediterr¨¢nea, pesquera y genuinamente francesa, esta localidad de la regi¨®n de Occitania presume de sus hijos ilustres, de canales y tambi¨¦n de ser escenario de una de las series m¨¢s populares del pa¨ªs galo
A unos 45 minutos en coche al sur de Montpellier, S¨¨te es una ciudad casi desconocida, incluso para los franceses, a pesar de ser el mayor puerto pesquero del Mediterr¨¢neo franc¨¦s y el escenario de una de las series policiacas m¨¢s populares de la televisi¨®n francesa: Candice Renoir. Pero, adem¨¢s, es conocida como la ¡°peque?a Venecia del Languedoc¡± por los muchos canales que la atraviesan, incluidos el Canal Du Midi, que acaba aqu¨ª su viaje de 240 kil¨®metros desde Toulouse, y el Canal del R¨®dano, que recorre 98 kil¨®metros desde Beaucaire.
A pesar de que la ciudad no tiene muchos puntos de inter¨¦s convencionales mantiene un refrescante ambiente franc¨¦s, y al pasear por sus calles, junto al viejo puerto pesquero o al subir el Mont St-Clair, se encuentran m¨²ltiples encantos m¨¢s que suficientes para justificar la escapada. Y si no, siempre puede uno limitarse a recorrer los escenarios de la serie policiaca francesa, filmada entre S¨¨te y Montpellier.
Los escenarios de Candice¡
Candice Renoir es una serie franco-belga de enorme ¨¦xito en Francia con 10 temporadas. Su protagonista, una polic¨ªa rubia, de sonrisa permanente y madre de cuatro hijos, se hace querer, junto con su equipo, y ya de paso nos lleva a recorrer este rinc¨®n del Mediterr¨¢neo franc¨¦s. La comisar¨ªa de polic¨ªa que vemos en la serie est¨¢ en el Quai Vauban, en pleno centro, aunque su casa est¨¢ en la cercana Balaruc-les-Bains, convertida tambi¨¦n en un lugar de peregrinaje para los amantes de esta ficci¨®n. Tambi¨¦n aparecen otros muchos sitios de la zona, como Aniane, en una zona de vi?edos, los juzgados de Montpelier, el puerto en seco de Marseillan, el cementerio marino de S¨¨te o el enorme ?tang de Thau, la laguna costera entre S¨¨te y Agde. Y, por supuesto, muchas calles de lo m¨¢s reconocible en esta ciudad pesquera. Tambi¨¦n se aprecia en la serie una de las caracter¨ªsticas m¨¢s evidentes de la ciudad: la multiculturalidad, con una mezcla de personajes de origen norteafricano, portugueses, espa?oles y franceses.
Más información en las guías Lonely Planet de Francia, de Provenza y la Costa Azul y en lonelyplanet.es.
La impresi¨®n que uno tiene al recorrer S¨¨te, en la regi¨®n de Occitania, es de autenticidad, de ser una ciudad industrial, nada de postal, pero atractiva y poco tocada por la vida moderna. Sus calles del centro, con un trazado tortuoso, y las casas tradicionales se unen al tr¨¢fico de barcos pesqueros, a los puentes que suben y bajan o a los aromas que se respiran en el canal para sumergirnos en un verdadero puerto del Mediterr¨¢neo sin mucho artificio.
¡ y los de Paul Val¨¦ry
Pero antes que Candice, S¨¨te ya ten¨ªa un ilustre embajador: el poeta Paul Val¨¦ry (1871-1945), que naci¨® y vivi¨® gran parte de su vida en la ciudad, a la que la llam¨® ¡°la isla singular¡±. De hecho, uno de sus poemas m¨¢s famosos est¨¢ inspirado en el bonito cementerio marino. El paseo con Paul Val¨¦ry por la ciudad llevar¨¢ a los lugares que inspiraron a este poeta simbolista, sobre todo a su museo, donde se guarda una extensa colecci¨®n de manuscritos originales, documentos y obras de arte de Val¨¦ry. Ocupa un edificio de estilo brutalista de la escuela de Le Corbusier en la parte alta de la ciudad, rodeado por un bonito jard¨ªn y con unas estupendas vistas. En su interior, m¨¢s de 4000 obras de arte forman parte de un recorrido por el arte franc¨¦s desde el siglo XIX hasta nuestros d¨ªas. Las mejores vistas: desde la cafeter¨ªa del museo.
Paul Val¨¦ry est¨¢ enterrado en el cementerio marino, cruzando la calle. Para encontrar su tumba, no hace falta buscarla por su nombre, ya que est¨¢ enterrado con el nombre de Grassi, que era el apellido de su madre. Este camposanto, que hasta 1946 se conoc¨ªa como cementerio de Saint-Charles, se construy¨® para albergar a los trabajadores que fallecieron durante la construcci¨®n del muelle de Saint-Louis, que proteg¨ªa el puerto de la ciudad. Es un lugar especialmente visitado por quienes buscan las tumbas de familiares o personajes ilustres de la zona, pero tambien por quienes llegan hasta aqu¨ª para disfrutar de las vistas del Mediterr¨¢neo y de los barcos de pesca que entran y salen del puerto.
El espacio Georges Brassens
Cine, poes¨ªa¡ y m¨²sica. Nos queda por visitar la ciudad del tercero de sus hijos predilectos, el cantautor Georges Brassens (1921-1981), considerado ¡°el poeta de S¨¨te¡±, que cuenta con su propio Espacio Georges Brassens, un museo para sumergirse en su vida. Figura como uno de los mejores poetas franceses de la postguerra y puso m¨²sica a poemas de muchos otros escritores. Una audiogu¨ªa con su voz nos lleva de viaje desde su infancia en S¨¨te hasta sus triunfos en los escenarios de Par¨ªs a trav¨¦s de fotos, recortes de prensa y todo tipo de objetos que representan las diferentes etapas de su vida. Adem¨¢s, se proyectan pel¨ªculas y recitales del cantautor.
Cuando Brassens naci¨® en 1921, en el popular barrio situado cerca de los muelles, S¨¨te acog¨ªa a muchos italianos del sur, como su madre, procedente de la Basilicata, que llegaron para pescar anchoas y para hacer toneles. En su juventud asisti¨® al instituto Paul Val¨¦ry, donde un profesor de Franc¨¦s le inici¨® en la poes¨ªa. Los veranos los pasaba en la apartada playa de Corniche y se juntaba con compa?¨ªas que le llevaron en m¨¢s de una ocasi¨®n a la comisar¨ªa. Tras desarrollar su carrera musical y triunfar, Brassens regresaba a menudo a S¨¨te y en sus versos pidi¨® ser enterrado en la playa de su ciudad natal. Y en referencia a Paul Val¨¦ry escribi¨®: ¡°Yo, el humilde trovador, voy m¨¢s all¨¢ / El buen maestro me perdona / Y eso al menos si sus versos son mejores que los m¨ªos / Mi cementerio ser¨¢ m¨¢s marino que el suyo.¡± Brassens ¡°pasa su muerte de vacaciones¡± frente al estanque de Thau, en el cementerio de Le Py.
El Mont Saint-Claire, los canales y otras visitas imprescindibles
S¨¨te tiene la autenticidad y un agradable ambiente como sus mejores reclamos. Es como una Venecia peque?a, pero mucho m¨¢s industrial. Los canales atraviesan la ciudad y una colina, el Mont Saint Clair, domina el centro y permite unas impresionantes panor¨¢micas que alcanzan hasta los Pirineos. Adem¨¢s, hay barrios con encanto como La Pointe Courte, un puerto pesquero en el centro (el famoso Le Cadre Royal) y 12 kil¨®metros de playas de arena fina.
Fundada en 1666 por Luis XIV para dar una apertura mar¨ªtima al Canal du Midi, un paseo por su casco hist¨®rico revela su personalidad, especialmente a lo largo de Le Cadre Royal, que es en realidad la parte del antiguo canal real que queda entre dos puentes, el Pont de la Civette y el Savonnerie. Le Cadre Real era el kil¨®metro 0 del largo viaje de las mercanc¨ªas que atravesaban todo el pa¨ªs por canales hasta llegar al mar, pero hoy se ha convertido en una de las plazas principales de la ciudad. S¨¨te no solo ha crecido a su alrededor, sino que es aqu¨ª donde se desarrolla la vida y las fiestas m¨¢s famosas de la ciudad, como unas populares justas na¨²ticas, que vienen celebr¨¢ndose desde finales del siglo XVII. Es imprescindible una parada en el mercado des Halles, diario, para los esp¨ªritus gourmets, con puestos de los mejores productores locales para degustar o llevarse un regalo gastron¨®mico.
Pero el alma de la ciudad es el puerto pesquero, el m¨¢s grande del Mediterr¨¢neo franc¨¦s, construido por Luis XIV. Hay que tomarse un rato para pasear por sus muelles, entre los barcos de arrastre, los marineros que descargan sus mercanc¨ªas o acercarse al puerto deportivo de S¨¨te que se encuentra frente a ¨¦l. Lo mejor, ir al Quai de la Daurade al final del d¨ªa para contemplar a los pescadores. Dominando el puerto de S¨¨te desde sus 33 metros de altura, el faro Saint-Louis serv¨ªa para indicar la entrada al canal gracias a su luz roja. Ahora tambi¨¦n sirve para tener una vista de 360 grados del puerto pesquero, el puerto deportivo y el casco antiguo. Para llegar solo hay que recorrer el paseo empedrado del muelle de Saint-Louis y luego, eso s¨ª, animarse a subir los 120 escalones del faro.
Uno de los paseos m¨¢s bonitos de la ciudad parte precisamente del faro, y se prolonga por el camino de la Cornisa. Son dos kil¨®metros de agradable paseo con maravillosas vistas sin obst¨¢culos del Mediterr¨¢neo, que los habitantes de la ciudad aprecian mucho y que, adem¨¢s, permiten llegar a las dos calas m¨¢s famosas de S¨¨te: La Nau y La Vigie. Un poco m¨¢s adelante hay otro agradable paseo: el del Lido. Esta larga barra de arena se extiende a lo largo de 12 kil¨®metros entre S¨¨te y Marseillan y est¨¢ bordeada por una v¨ªa verde. Es el camino para llegar a una de las siete playas de arena fina por las que es famosa la ciudad.
Dos espacios verdes y dos teatros
Entre los espacios naturales de S¨¨te m¨¢s emblem¨¢ticos est¨¢ el Monte Saint-Clair, bordeado por otro gran espacio verde: el bosque de Pierres Blanches. Saint-Clair fue hace tiempo una isla mediterr¨¢nea, antes de que se formara el cord¨®n del Lido entre S¨¨te y Marseillan y se cerrara la cuenca del Thau. Ahora est¨¢ unido a tierra, pero tiene la vista m¨¢s hermosa del archipi¨¦lago del Thau. El mejor panorama lo tenemos desde la cruz blanca que marca su cima (175 metros). Se puede llegar en coche pero tambi¨¦n es una buena caminata.
Para un buen paseo a la sombra, el bosque de Pierres Blanches es el m¨¢s apreciado por los vecinos de S¨¨te. Est¨¢ en medio de la antigua isla, con varios senderos que serpentean entre los ¨¢rboles y con unas bonitas vistas sobre el Mediterr¨¢neo y la laguna de Thau. Y en su sendero bot¨¢nico se pueden descubrir m¨¢s de 400 especies de plantas. El bosque es perfecto para ir al atardecer e incluso llevarse algo para tomar en las muchas mesas para p¨ªcnic de la zona.
El Th¨¦?tre de la Mer es uno de los lugares m¨¢s emblem¨¢ticos. Situado desde hace m¨¢s de tres siglos a los pies del monte Saint Clair, est¨¢ en el lugar donde antes estuvo un cuartel y luego un hospital, pero desde hace tiempo se utiliza para acoger cada verano los principales eventos art¨ªsticos. Lo mejor es su escenario al aire libre, desde donde se contempla como tel¨®n de fondo el mar. Su nombre ¡°oficial¡± es Teatro de Jean Vilar, en homenaje a un famoso actor y director de S¨¨te, conocido, entre otras cosas, por haber creado el festival de Avi?¨®n.
El otro teatro emblem¨¢tico es el Teatro Moli¨¨re, un edificio de estilo italiano al que merece la pena acercarse, aunque solo sea para verlos desde fuera; est¨¢ reconocido como Monumento Hist¨®rico desde 2003. A lo largo del a?o, aqu¨ª se ofrecen m¨¢s de 40 espect¨¢culos de teatro, danza, canto, m¨²sica cl¨¢sica o contempor¨¢nea, arte l¨ªrico, circo contempor¨¢neo...
Dos barrios
Aparte de Le Cadre Royal, hay algunos barrios en S¨¨te por los que hay que callejear, como el Quartier Haut (barrio alto), encaramado en la ladera de una colina, y conocido tambi¨¦n como ¡°Le Petit Naples¡± por la gran comunidad italiana que vive all¨ª y sus callejones llenos de tendederos; o ¡°Le Petit Montmartre¡±, porque viven muchos artistas y presume de sus muchos estudios y galer¨ªas, pero tambi¨¦n muchos frescos del MACO (Museo al Aire Libre).
Al otro lado del canal, mirando hacia la laguna, el otro barrio emblem¨¢tico es Le Pointe-Courte, que fue siempre el barrio de los pescadores de la laguna de Thau. Conserva un ambiente de pueblo y tiene una identidad propia desde el siglo XIX, cuando se empezaron a construir aqu¨ª cobertizos para guardar las redes de pesca. A esto le siguieron peque?as caba?as de los pescadores alrededor del puerto y, poco a poco, aquello se fue transformando en el barrio Pointe-Courte, con el ambiente t¨ªpico y los colores vivos en sus fachadas que hoy conocemos. Su mayor encanto radica, precisamente, en su tranquilidad.
Museos y arte urbano
La Fundaci¨®n Paul Val¨¦ry y el Espacio Brassens no son los ¨²nicos museos de la ciudad. Est¨¢n tambi¨¦n el Museo Internacional de las Artes Modestas (Mus¨¦e International des Arts Modestes), el Museo del Mar y el Centro Regional de Arte Contempor¨¢neo (Centre R¨¦gional d¡¯Art Contemporain). A los que se a?aden algunas galer¨ªas de arte, entre ellas una antigua capilla convertida en galer¨ªa (La Chapelle du Quartier Haut), en las que exhiben fotograf¨ªa y arte contempor¨¢neo.
Con el original nombre Museo Internacional de Artes Modestas (MIAM), este antiguo almac¨¦n de vinos situado a orillas de la acequia real se centra en redescubrir objetos cotidianos de forma imaginativa y caprichosa que nos devuelven por un momento a la infancia. Hay esculturas, juguetes, figuritas, artilugios, v¨ªdeos y todo tipo de baratijas.
M¨¢s convencional es el Museo del Mar, situado entre el cementerio marino y el Th¨¦?tre de la Mer. Est¨¢ dedicado a la historia mar¨ªtima de S¨¨te, su puerto, su construcci¨®n, sus tradiciones... todo a trav¨¦s de maquetas de barcos y todo tipo de objetos hist¨®ricos que adornan sus paredes.
Pero uno de los museos m¨¢s c¨¦lebres de S¨¨te es el que no tiene edificio que lo acoja. Es el Mus¨¦e ¨¤ Ciel Ouvert (MaCO), concebido como un paseo art¨ªstico. Naci¨® a partir de K-Live, un festival que rinde homenaje al arte callejero cada a?o a principios de junio y que llena todas las paredes, fachadas y hasta tejados de obras artistas urbanos tanto conocidos como desconocidos. Un paseo por las calles de S¨¨te descubre m¨¢s de 40 grandes frescos urbanos, que van renov¨¢ndose, ya que cada a?o el K-Live llena la ciudad de andamios, mesas redondas, visitas guiadas y tambi¨¦n actuaciones y conciertos. El color llena barrios y edificios y convierte a S¨¨te en una de las mecas del arte urbano europeo.
Y en cualquier ¨¦poca del a?o, quedan frescos gigantes en sus fachadas, como el que nos llama la atenci¨®n en la calle Paul Val¨¦ry, muy cerca del mercado central, con una monumental versi¨®n de un cuadro cl¨¢sico (El Saco de Roma) pintado en espray por el artista callejero italiano Andrea Mattoni. O la obra de Codex Urbanus, muy cerca del Liceo Paul Val¨¦ry, que rinde homenaje a as leyendas locales y a los pintores de S¨¨te. En las laderas del Mont Saint-Clair nos sorprende el origami pintado de Mademoiselle Maurice. Y, de vuelta al barrio alto, un retrato gigante y realista del pensador, del conocido C215 (Christian Gu¨¦my).
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