Qu¨¦ ver en Brujas: entre callejuelas y canales para descubrir sus rincones m¨¢s pintorescos
Entre los muchos encantos de este municipio belga est¨¢n su coraz¨®n medieval, sus tiendas de productos locales e incluso un curioso museo dedicado a las patatas fritas. Adem¨¢s, una de sus mayores ventajas es que puede abordarse de forma f¨¢cil
Rom¨¢ntica y surcada por canales, la ciudad belga de Brujas es uno de esos destinos inevitables. La ventaja es que no defrauda: serenas v¨ªas navegables, parques verdes, animados mercados, kil¨®metros de carriles-bici, galer¨ªas de arte llenas de grandes joyas de los primitivos flamencos¡ a lo que hay que sumar buena cerveza y chocolates, como en todo el pa¨ªs.
Sobre otras ciudades belgas, la tur¨ªstica Brujas tiene, adem¨¢s, otra ventaja: puede abordarse de forma f¨¢cil y conserva rincones pintorescos entre sus callejuelas y canales, m¨¢s all¨¢ de los que aparecen en Instagram. Es la escapada m¨¢s t¨ªpica desde Bruselas, pero conviene pasar m¨¢s de un d¨ªa para contemplar su encanto al ocaso, cuando el empedrado y el agua se dejan acariciar por la luz de la luna y las l¨¢mparas de gas.
Un coraz¨®n medieval: Markt, Burg y el norte de Brujas
Rodeado por un canal, el centro de Brujas est¨¢ en Markt y Burg, dos plazas espectaculares conectadas entre s¨ª, que son siempre el primer contacto con la ciudad. Aqu¨ª se agrupan casi todos los atractivos medievales de Brujas y solo cabe una cosa: deambular por su mara?a de callejas y canales, todos bell¨ªsimos, y dejarse llevar por su magia.
Markt, la plaza del mercado, es el centro neur¨¢lgico, rodeada de edificios medievales con gabletes y de terrazas. Los carruajes de caballos repiquetean frente a los restaurantes con mesas al aire libre y turistas m¨®viles en mano, bajo el espectacular Belfort, una imponente torre del siglo XIII y el s¨ªmbolo de la ciudad. Desde lo alto las vistas son magn¨ªficas y desde su campanario un carill¨®n manual hace repicar sus 47 campanas para que se escuchen en toda la ciudad. Markt sigue siendo desde la Edad Media el centro del mercado de alimentaci¨®n. Se monta cada mi¨¦rcoles y resulta perfecto para comprar souvenirs gastron¨®micos o darse un capricho, como unos ricos gofres.
Más información en la nueva guía Bruselas y Brujas de Cerca, de Lonely Planet, y en la web lonelyplanet.es.
A un lado de la plaza, en un edificio neog¨®tico, el Historium Burgge es toda una experiencia por la que merece la pena dejar por un momento las calles: un museo-experiencia multimedia, que nos hace retroceder a 1435, como en una pel¨ªcula medieval, con simulaciones interesantes, como la del estudio del pintor Jan van Eyck.
Al este de Markt est¨¢ la otra plaza, la encantadora Burg, centro administrativo de Brujas desde hace siglos. El Ayuntamiento preside el conjunto y en uno de sus lados, tres formidables fachadas interconectadas deslumbran con su decoraci¨®n dorada. Sin apartarse mucho, si callejeamos por la bella Blinde-Ezelstraat, encontramos uno de esos enclaves fotog¨¦nicos con los que nos sorprende Brujas: junto al canal, entre el edificio barroco del Brugse Vrije y el Ayuntamiento.
Cruzando el puente al sur de esta plaza se llega al encantador edificio del Vismarkt, del siglo XIX, donde casi todas las ma?anas abren puestos de pescado y, m¨¢s tarde, de artesan¨ªa. Buscando rincones con encanto, hacemos tambi¨¦n una incursi¨®n a una buena cervecer¨ªa de ambiente local: la microsc¨®popica De Garre, en una calleja entre Markt y Burg. Aunque, posiblemente, la plaza Burg ofrece su versi¨®n m¨¢s tranquila y atractiva al caer la noche.
De compras por el centro
Aunque el centro de Brujas pueda parecer a veces un conjunto de puestos de gofres y patatas fritas, hay que recordar que es tambi¨¦n una zona en la que reside gente que a diario hace la compra y sale a comer o a tomar algo. As¨ª que es un lugar perfecto para buscar cervezas interesantes, quesos, embutidos, ropa vintage o curiosidades de todo tipo.
Adem¨¢s del mercado de los mi¨¦rcoles de Markt, callejeando se encuentran sitios como Diksmuids Boterhuis, una cl¨¢sica tienda de ultramarinos que lleva vendiendo quesos, miel, charcuter¨ªa y mostaza desde 1933, engalanada con volantes rojiblancos y repleta de embutidos colgados del techo. O como Jam Jam Konfituur, donde deleitar la vista con las mermeladas y chutneys caseros de esta r¨²stica tienda con estanter¨ªas llenas de tarros hasta el techo y un interminable abanico de sabores, como higo, pera y nueces o fresas y champ¨¢n.
Para los amantes del chocolate ser¨¢ dif¨ªcil escoger: en Brujas hay unas 50 tiendas dedicadas a este producto, pero solo unas cuantas hacen sus creaciones in situ. Probablemente, la mejor sea The Chocolate Line, con sabores experimentales del maestro chocolatero Dominique Persoone (los hay de aceitunas negras con tomate, de habano, de wasabi¡ y tambi¨¦n sabores m¨¢s convencionales).
Cuando los brujenses desean tomar algo especial van al Bacchus Cornelius, con unas 450 cervezas y raras variedades guezes (l¨¢mbicas), adem¨¢s de jenevers (ginebras) y licores macerados con flor de sa¨²co, ar¨¢ndonos rojos y cerezas. Lo m¨¢s famoso: su sedosa ginebra casera a base de chocolate.
Y entre tiendas, cervezas y dulces se van descubriendo lugares curiosos como Jeruzalemkerk, una de las iglesias m¨¢s antiguas de la ciudad, un macabro monumento supuestamente inspirado en la iglesia del Sagrado Sepulcro de Jerusal¨¦n, con un espeluznante retablo cubierto de calaveras. O como la peque?a iglesia del Sint-Janshospitaal, la OLV-ter-Potterie: solo hay que tocar el timbre para admirar sus magn¨ªficas piezas de los siglos XV y XVI y un conjunto de barroco exuberante.
Otro lugar curioso en el centro hist¨®rico es Huis Ter Beurze, se cree que la primera Bolsa de valores del mundo, una alargada construcci¨®n del siglo XIII que hoy se utiliza solo para actos privados.
Los muy viajeros disfrutar¨¢n en Boekhandel De Reyghere, una surtid¨ªsima librer¨ªa de viajes anexa a la original y muy antigua librer¨ªa que la misma familia ha mantenido generaci¨®n tras generaci¨®n, y entre cuyos clientes m¨¢s ilustres figura Albert Einsten.
Cuatro museos curiosos: de las l¨¢mparas a las patatas fritas
Aunque los encantos de Brujas est¨¢n sobre todo en sus calles y canales, no est¨¢ de m¨¢s asomarse a algunos de sus curiosos museos (sobre todo cuando llueve, cosa frecuente). Hay algunos m¨¢s convencionales, como el evocador museo de cultura popular Volkskundemuseum, organizado en torno a 18 escenas tem¨¢ticas que ilustran c¨®mo era la vida flamenca en otros tiempos, incluyendo una tienda de golosinas de los a?os treinta, un taller de sombreros o una cocina tradicional. Pero hay otros m¨¢s originales, como el revelador Museo de las L¨¢mparas Dom¨¦sticas, donde se exhiben m¨¢s de 6.500 objetos ligados a iluminaci¨®n de los hogares a lo largo de la historia: adem¨¢s de la historia de la humilde l¨¢mpara, trata de sensibilizar sobre el consumo y el ahorro energ¨¦tico.
Dos ideas m¨¢s para los amantes de la comida belga: Choco-Story, un entretenid¨ªsimo museo del chocolate que documenta la historia del grano de cacao y termina con la producci¨®n (y cata) de pralin¨¦s reci¨¦n hechos; y el Frietmuseum, porque en esta ciudad no pod¨ªa faltar un museo de la patata frita. Aqu¨ª se traza la historia de la patata de sus or¨ªgenes incas a su salto a las freidoras belgas. En su freidur¨ªa presumen de servir las mejores patatas del mundo. Y todo en un edificio hist¨®rico del siglo XIV.
Explorando el sur: arte, canales y artesanos
Recorrer Brujas es como explorar un museo al aire libre, sobre todo en el sur de la ciudad, donde se concentran edificios hist¨®ricos, galer¨ªas e iglesias. Su arquitectura g¨®tica, sus canales bordeados de sauces, sus plazas con mercados¡ todo es pintoresco. Y m¨¢s all¨¢ de las tiendas de recuerdos, solo con curiosear un poco encontraremos bares y caf¨¦s ocultos en calles secundarias, j¨®venes artesanos y mucha historia por todas partes.
La joya de la zona es el Groeningemuseum, una galer¨ªa de arte de categor¨ªa mundial, con especial ¨¦nfasis en las obras ba?adas de luz de los primitivos flamencos (hay un cuadro excepcional de El Bosco y pinturas fant¨¢sticas de Van Eiyck y Memling, sin que falten autores posteriores como Magritte). Otra joya es el Museo Sint-Janshospitaal, en la capilla restaurada de un hospital del siglo XII, que re¨²ne diversos objetos m¨¦dicos, pero es conocido sobre todo por sus seis obras maestras de Hans Memling. Un consejo: merece la pena echar un vistazo a su farmacia de 1645, que funcion¨® hasta finales del siglo XX, un bonito espacio alicatado con hileras de frascos. Otro museo que es parada obligada es el Gruuthusemuseum, un museo de artes aplicadas que ocupa un edificio del siglo XIII magn¨ªficamente restaurado y con un toque rom¨¢ntico.
Pero lo mejor, tambi¨¦n aqu¨ª, es descubrir los parques y canales del barrio. Podremos asomarnos a la evocadora lonja del pescado (Vismarkt), donde los pescaderos llevan siglos vendiendo sus capturas, o al Begijnhof, un beaterio para mujeres del siglo XIII, uno de los mayores encantos de Brujas, con edificios encalados alrededor de un jard¨ªn sembrado de altos ¨¢rboles y narcisos. Cerca, unida por un puentecito, est¨¢ Wijngaardplein, una plaza tur¨ªstica pero irresistible, bordeada de caf¨¦s.
Junto al Begijnhof, otro de los enclaves m¨¢s bellos de la ciudad es Hof Arents, un pintoresco puentecito por el que repiquetean continuamente los cascos de los caballos y sus carruajes. En este barrio est¨¢n las zonas verdes m¨¢s bonitas de la ciudad, pero tambi¨¦n parques como el Koningin Astridpark y el Minnewater, cuidados y perfectos para andar entre parterres, senderos y canales. El segundo se conoce como el ¡°lago del amor¡± y en tiempos medievales contaba con un muelle al que llegaban barcos llenos de lana, vino, especias y sedas desde lugares remotos y se llevaban los tejidos flamencos.
Por todo el barrio es f¨¢cil encontrar lugares encantadores para comer, con patios arbolados como One Restaurant; con estufas de hierro, como De Stoepa; o con vistas maravillosas a los canales, como el popular caf¨¦ Caf ¡®t Klein Venetie, para cualquier momento del d¨ªa, con el campanario asom¨¢ndose sobre una serie de fachadas medievales. Al atardecer resulta un perfecto broche para terminar cualquier jornada.
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