De Betanzos a Ferrol pasando por Pontedeume y Ares, una ruta por las R¨ªas ?rtabras
Ciudades medievales, pazos repletos de camelias, monasterios, bater¨ªas costeras y peque?os puertos pesqueros que conservan el encanto de anta?o trazan un viaje por la Galicia del norte ideal para pasar un fin de semana
Los romanos lo llamaron Portus Magnus Artabrorum, el gran puerto de los ¨¢rtabros. Un t¨¦rmino que a¨²n hoy se utiliza para denominar el conjunto de r¨ªas de A Coru?a, Betanzos, Ares y Ferrol, final de la Costa da Morte y principio de las R¨ªas Altas. Un golfo de varias ensenadas donde, a diferencia de otras r¨ªas gallegas, ...
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Los romanos lo llamaron Portus Magnus Artabrorum, el gran puerto de los ¨¢rtabros. Un t¨¦rmino que a¨²n hoy se utiliza para denominar el conjunto de r¨ªas de A Coru?a, Betanzos, Ares y Ferrol, final de la Costa da Morte y principio de las R¨ªas Altas. Un golfo de varias ensenadas donde, a diferencia de otras r¨ªas gallegas, la industria naval y el comercio mar¨ªtimo tuvieron m¨¢s pujanza que el marisqueo y la pesca. Pese a su alta densidad urbana y sus importantes astilleros, las r¨ªas ¨¢rtabras de Betanzos, Ares y Ferrol conservan ciudades medievales, pazos llenos de camelias, monasterios y peque?os puertos pesqueros llenos de encanto como para dedicarles un fin de semana vagabundeando por un territorio verde que huele a algas y sal y suena al graznido de gaviotas.
Betanzos es el inicio perfecto de esta ruta que queda vertebrada por la AP-9, pero que para descubrir en condiciones hay que recorrer por carreteritas estrechas y pegadas a la costa y no por la asepsia veloz de una autopista. Betanzos es una de las ciudades hist¨®ricas de Galicia, capital de provincia desde la ¨¦poca de los Reyes Cat¨®licos hasta 1834. Mantuvo un activo puerto pesquero y comercial en un meandro f¨¢cil de defender que deja el r¨ªo Mandeo y sobre el que hubo un castro celta de nombre Untia. A los betanceiros les llamaban ¡°los genoveses de Espa?a¡±, por su facilidad y ¨¦xito en el comercio mar¨ªtimo, lo que dio lugar a una floreciente comunidad de familias burguesas que dejaron el muestrario de casonas, palacios e iglesias que hoy jalonan su casco antiguo.
Ese centro monumental empieza en la plaza Irm¨¢ns Garc¨ªa Naveira, un gran espacio abierto y rodeado de casas tradicionales con las t¨ªpicas galer¨ªas de madera pintadas de blanco. En el centro, una estatua recuerda a los hermanos Juan y Jes¨²s Garc¨ªa Naveira, dos indianos que regresaron de Argentina con una inmensa fortuna, buena parte de la cual la invirtieron en obras sociales y de caridad en su pueblo natal. La gran casa de piedra de estilo afrancesado del lateral derecho de la plaza acog¨ªa la vivienda de uno de ellos y las oficinas de sus empresas. En otra esquina se alza la iglesia de Santo Domingo, con una torre al m¨¢s puro barroco gallego y, anexo a ella, el antiguo convento de Santo Domingo, hoy sede del Museo das Mari?as, que recoge la historia de la comarca y una interesante colecci¨®n de trajes t¨ªpicos gallegos.
Frente a la iglesia y sin salir del entorno podemos ver el Liceo, un gran edifico neocl¨¢sico construido en el siglo XVII para acoger el Archivo del Reino de Galicia (cuando eran siete provincias, y Betanzos capital de una de ellas); el fondo documental acab¨® en A Coru?a y el edificio acoge ahora el Aula Municipal de Cultura. En sus bajos est¨¢ la oficina de Turismo. Un quiosco de m¨²sica y una estatua de Diana Cazadora, copia de la que hay en el Louvre y fundida en Par¨ªs en 1866, completan la decoraci¨®n de una gran plaza que hace de conexi¨®n entre el Betanzos moderno y el hist¨®rico.
Para acceder a este ¨²ltimo hay que seguir por la r¨²a do Castro hasta la plaza de la Constituci¨®n, centro del burgo medieval y donde mejor se percibe la pujanza que lleg¨® a tener esta ciudad gracias al comercio, hasta que los sedimentos fueron reduciendo el calado de la r¨ªa, impidiendo que las grandes naves llegaran hasta el final, donde estaba Betanzos. A esta plaza se asoma la iglesia de Santiago, mandada construir en el siglo XIV por Fern¨¢n P¨¦rez de Andrade, notable miembro de la familia que durante siglos rigi¨® los destinos de estas tierras. Y la Torre del Reloj, que aunque est¨¢ adosada y parece parte del templo no lo es; es municipal y se accede desde la puerta que da a la calle. Otros edificios significativos de este bello conjunto son el pazo Benda?a (hoy Agencia Tributaria); el edificio del Concello, de estilo neocl¨¢sico; y el pazo Lanz¨®s, aunque este queda en la calle hom¨®nima, a la misma que da la fachada principal de la iglesia. M¨¢s lugares singulares en este casco antiguo son la farmacia Doctor Couceiro (Prateiros, 80), la m¨¢s antigua de Galicia, en manos de la misma familia desde 1719. O el edificio del Banco Etcheverr¨ªa (Claudino Pita, 2), fundado en 1717. Y los n¨²meros bares y restaurantes donde sirven la famosa tortilla de patatas de Betanzos, ¡°la mejor del mundo¡±, seg¨²n muchas gu¨ªas y art¨ªculos gastron¨®micos (siempre que te guste c¨®mo es: muy poco hecha).
Quiz¨¢ lo m¨¢s llamativo y sorprendente de Betanzos no est¨¢ en el centro, sino en el extrarradio. Los ya citados hermanos Naveira, los grandes mecenas betanceiros, no se limitaron a levantar escuelas, asilos, lavaderos p¨²blicos y otras obras ben¨¦ficas. Tambi¨¦n pensaron en el ocio de sus paisanos. De ah¨ª surgi¨® el parque del Pasatiempo, la m¨¢s enigm¨¢tica obra indiana llevada a cabo por aquellos emigrantes del norte de Espa?a que hicieron las Am¨¦ricas y volvieron enriquecidos. El Pasatiempo es un parque tem¨¢tico y enciclop¨¦dico que recoge los conocimientos de la ¨¦poca (principios de siglo XX) con una fantas¨ªa en piedra. Los jardines giran en torno a un estanque del Retiro con un islote con su correspondiente templete neocl¨¢sico. Figuras de dragones y argonautas, un panel con la hora de diversas partes del mundo ¡ªpresidida por la hora de Buenos Aires (donde hicieron su fortuna los Naveira)¡ª, grutas, un mapa gigante del canal de Panam¨¢, cuevas y pasadizos artificiales, seres mitol¨®gicos. Solo se conserva una parte del jard¨ªn original, que, adem¨¢s, est¨¢ siendo ahora mismo restaurado (permanecer¨¢ cerrado como poco hasta agosto de 2024).
Por cierto, siete kil¨®metros antes de Betanzos viniendo desde Sada, y tambi¨¦n a orillas de la r¨ªa, aparece el pazo de Mari?¨¢n, del siglo XV, un referente de los jardines gallegos y de la Ruta de las Camelias, la flor nacional gallega. Los jardines est¨¢n abiertos a diario y son una visita de lo m¨¢s recomendable (el interior del pazo abre solo determinados d¨ªas).
Bosques y monasterios
La siguiente parada de la ruta es Pontedeume, otra villa medieval y monumental en la desembocadura del r¨ªo Eume, r¨ªa de Ares, donde los Andrade mandaron construir en el siglo XIV un puente de piedra de 78 arcos (una proeza de la ingenier¨ªa para la ¨¦poca) que estuvo en servicio hasta 1870. A su palacio fortificado pertenec¨ªa el torre¨®n medieval que hoy despunta sobre el casco antiguo y que es la referencia de la villa. Pontedeume tiene uno de los cascos antiguos mejor conservados de todas las r¨ªas, lleno de soportales, fachadas de piedra blasonadas, galer¨ªas de madera e iglesias. Al otro lado del puente est¨¢ la playa de la Magdalena, la mejor y m¨¢s grande de la comarca.
En el t¨¦rmino municipal se conserva tambi¨¦n una de las mejores fragas atl¨¢nticas de Galicia. Una fraga, en gallego, es un bosque tupido de ¨¢rboles aut¨®ctonos ¡ªen este caso fresnos, casta?os, abedules, sauces, arces, avellanos, laureles y, por supuesto, carballos (robles)¡ª que forman una pantalla densa de verdor y misterio en las zonas de umbr¨ªa del Eume. Unos 80 kil¨®metros de biodiversidad que fueron declarados parque natural en 1997 y que hoy se visitan por una estrecha carretera que remonta el cauce y permite recorre parte de esta reliquia de los bosques que un d¨ªa cubrieron buena parte de Galicia. A las Fragas do Eume se llega saliendo de Pontedeume por la carretera de Monfero, tomando a dos kil¨®metros el desv¨ªo hacia Ombre y Monasterio. Una verdadera joya ecol¨®gica en cuyo interior se levantan a¨²n los restos del monasterio de Caaveiro, un eremitorio de la Baja Edad Media que lleg¨® a ser luego colegiata del C¨ªster y que a?ade historia, leyenda y misterio al paraje natural.
No es el ¨²nico monasteiro de la ruta. A 17 kil¨®metros de Pontedeume por la AC-151 hay que hacer otra parada en el de Monfero, otro de los grandes monasterios cistercienses de Galicia, contempor¨¢neo del de Caaveiro. Fue refundado en 1124 por el conde Pedro Osorio y muestra, pese al abandono tras la Desamortizaci¨®n de Mendiz¨¢bal, elementos constructivos desde el rom¨¢nico hasta el siglo XVIII.
Redes, siguiente parada, est¨¢ en la ribera norte de la r¨ªa de Ares, y es un pueblo pesquero con cierto encanto marinero. No es un conjunto monumental, sino una localidad sencilla con su placita redonda llena siempre de redes y barcas varadas, con sus fachadas pintadas de colores cremas y pastel y alf¨¦izares de tonos m¨¢s chillones y sus callejuelas estrechas que van a desembocar directamente a la r¨ªa, donde se aprecia ese encanto de anta?o perdido ya en la mayor¨ªa de localidades costeras de Galicia. En el puerto hay un par de bares-restaurante sencillos donde tomar buen pescado.
Seguimos hasta Ares, la localidad que da nombre a la r¨ªa. Tiene un agradable paseo mar¨ªtimo y una enorme playa urbana que contin¨²a m¨¢s all¨¢ con el gran arenal de Seselle, m¨¢s salvaje y natural. Luego, de camino a Mugardos, en vez de seguir la carretera directa AC-130, merece la pena bordear la pen¨ªnsula por una peque?a carretera que lleva a Cerv¨¢s y Chanteiro y llegar a la punta de Coitelada y la punta Sega?o, borde sur de la entrada a la r¨ªa de Ferrol. En la punta de Coitelada quedan a¨²n restos de bater¨ªas costeras, adem¨¢s de grandes acantilados. En la de Sega?o permanece tambi¨¦n una vieja bater¨ªa antia¨¦rea, con una red de galer¨ªas subterr¨¢neas que comunicaban las diferentes piezas.
Desde este punto se tiene una excelente visi¨®n de la entrada a la r¨ªa de Ferrol como de toda la r¨ªa de Ares y de A Coru?a. Otro punto de parada obligada es la cumbre de Montefaro, lugar de estrat¨¦gica importancia que completaban la red de bater¨ªas costeras que hac¨ªa casi imposible la entrada de un buque enemigo al puerto interior de Ferrol. Abajo se ven la r¨ªa y la playa de Chanteiro. Poco antes de Mugardos aparece el castillo de La Palma. Frente a ¨¦l se divisa (casi se toca) su gemelo, el castillo de San Felipe; ambos proteg¨ªan la entrada a la r¨ªa de Ferrol con fuego cruzado. La bocana tiene aqu¨ª apenas 200 metros de ancho y se pod¨ªa cerrar con una cadena tendida entre ambas fortalezas.
Toda esta red de construcciones militares habla de la importancia del puerto de Ferrol como sede del Arsenal y base septentrional de la Armada Espa?ola desde el siglo XVIII. Unas excelentes condiciones naturales de la r¨ªa, larga y estrecha, y unas fortificaciones bien planteadas que demostraron su eficacia en el a?o 1800 al repeler un gran ataque naval y terrestre de 100 nav¨ªos brit¨¢nicos y 15.000 hombres que pretend¨ªan hacerse con el Ferrol y destruir sus instalaciones.
Ferrol, final de la ruta, es una ciudad injustamente tratada por el turismo. Es cierto que, como hija de la Ilustraci¨®n, creci¨® con una planimetr¨ªa ortogonal siempre en funci¨®n de las necesidades militares y navales como sede de la flota el Cant¨¢brico. Pero tiene encantos suficientes, desde el barrio de La Magdalena, centro urbano formado por una cuadr¨ªcula con seis largas calles paralelas cortadas por otras diez perpendiculares, hasta el museo Naval que merecen una visita. Y un art¨ªculo espec¨ªfico para ellos.
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