De qu¨¦ sirvi¨® todo eso
Reconocer que el malestar forma parte de la vida te hace m¨¢s resistente. Como el junco que se dobla y no se quiebra
Hace unas cuantas noches, poco antes de dormir, vi un v¨ªdeo en Twitter que dec¨ªa: ¡°Umberto Eco, buscando un libro en su biblioteca personal. ?Impresionante!¡±. La c¨¢mara segu¨ªa muy de cerca la espalda del escritor, que recorr¨ªa a buen paso un apartamento laber¨ªntico y tan lleno de libros que rozaba el s¨ªndrome de Di¨®genes. Era un v¨ªdeo un poco pretencioso, pero enternecedor. Las paredes forradas de vol¨²menes eran como una muralla, convert¨ªan el piso en un castillo; y si alguien vive atrincherado en un castillo es porque teme algo. En la desnuda lucidez de la madrugada vi clar¨ªsimo de qu¨¦ quer¨ªa protegerse Eco: del dolor del mundo, del sinsentido de la vida. En definitiva, de la muerte. Igual que todos. Porque todo lo que los humanos hacemos, lo hacemos en ¨²ltima instancia contra la muerte. Conmovida, escrib¨ª: ¡°?Y de qu¨¦ sirvi¨® todo eso? Se muri¨® igual. Recuerdo a la gran Simone de Beauvoir diciendo en uno de sus libros de memorias: lo que m¨¢s me tortura son todos esos libros que he le¨ªdo, todo lo que he aprendido, que desaparecer¨¢ en la nada. As¨ª es¡±.
Y ahora viene la parte verdaderamente curiosa de esta historia: el tuit empez¨® a tener muchas respuestas. Algunas muy interesantes, como la de Joker Ruy, que mand¨® un maravilloso dibujo de Quino con un ancianito hundido en un sill¨®n en medio de una biblioteca atiborrada de libros; y el viejo, muy compungido, dice: ¡°Bueno, y ahora que s¨¦ tanto, ?QU??¡±. Pero adem¨¢s hubo un aluvi¨®n de trolls insultantes, cosa que me dej¨® sorprendid¨ªsima. Varios, adem¨¢s, adornaban sus enfurecidos vituperios con una cierta defensa de la lectura (en la l¨ªnea de: ?y ahora viene esta lerda a decirnos que leer no sirve para nada!), lo cual es un indudable avance para un troll. Que los rabiosos de Twitter se enrabieten porque se lee poco, en vez de por ciegos odios sectarios, es una noticia esperanzadora.
Aunque me temo que, en realidad, lo que les ha encocorado no son los libros, sino la menci¨®n al triunfo de la muerte. Y la inesperada virulencia con la que han reaccionado indicar¨ªa lo mal que estamos todos, el cansancio acumulado en este tiempo tan largo y tan dif¨ªcil. El desaliento, el miedo, la indefensi¨®n y, como consecuencia de todo ello, la rabia, que es uno de los (malos) recursos que la gente utiliza para combatir la depresi¨®n.
Mi tuit era un t¨®pico, un cl¨¢sico, la vanitas barroca, el reconocimiento de la vacuidad de la vida. Ya lo dec¨ªa Nabokov en su autobiograf¨ªa: ¡°La cuna se mece sobre un abismo, y el sentido comu?n nos dice que nuestra existencia no es sino una breve grieta de luz entre dos eternidades de tinieblas¡±. Es cierto, no obstante, que esa grieta de luz es todo lo que tenemos, y que la vida, aunque breve, puede ser ub¨¦rrima. Yo me empe?o en darle sentido al sinsentido; en llenar los d¨ªas de belleza. Pues claro que leer nos sirve; y amar; y escuchar m¨²sica. Por eso inclu¨ª en mi ¨²ltima novela la an¨¦cdota de S¨®crates: condenado a suicidarse con la cicuta, S¨®crates pasa su ¨²ltima noche aprendiendo a tocar con la flauta una melod¨ªa muy dif¨ªcil. Uno de los disc¨ªpulos que le acompa?an, desesperado, pregunta: ¡°Pero Maestro, ?por qu¨¦ pierdes tus ¨²ltimas horas en aprender esa canci¨®n, si morir¨¢s al amanecer?¡±. Y el fil¨®sofo contesta: ¡°Para saberla antes de morir¡±. S¨ª, en efecto; la vida es ese intr¨¦pido, arrogante, conmovedor aprendizaje contra la nada. Yo remo hora tras hora en las aguas de la noche para seguir crey¨¦ndolo. Pero a veces llegan las tormentas, aprieta la oscuridad, tienes un momento de debilidad y ni siquiera la belleza te salva (¡°La belleza no es m¨¢s que el comienzo de lo terrible¡±, dec¨ªa Rilke).
Todo esto es normal, y adem¨¢s creo que es bueno asumir esos abatimientos. Mis ataques de ansiedad en la juventud me ense?aron que era mejor dejarse ir, aceptarlos y no luchar contra ellos, porque entonces a?ad¨ªas m¨¢s miedo al miedo. Es como cuando montas en una monta?a rusa: si la ca¨ªda te aterra y endureces tu cuerpo, el est¨®mago se te subir¨¢ hasta las am¨ªgdalas. Pero si te relajas y, cuando el carrito se desploma, t¨² saltas interiormente al vac¨ªo, entonces vuelas. Reconocer que el malestar forma parte de la vida te hace m¨¢s resistente. Como el junco que se dobla y no se quiebra. A fin de cuentas, es la oscuridad la que nos permite entender lo que es la luz.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.