Menteplanismo
Cuando cunde el miedo, hay gente que prefiere no pensar y que se refugia en la simpleza del dogma y las teor¨ªas m¨¢gicas
Dicen que un pesimista es aquel que cree que estamos en la peor situaci¨®n posible, mientras que un optimista es quien piensa que a¨²n podemos empeorar much¨ªsimo. Partiendo de esta premisa, no cabe duda de que vivimos tiempos muy optimistas, porque la realidad parece deteriorarse cada d¨ªa un poco m¨¢s. Lo demuestra la campa?a electoral de Madrid, que ha sido especialmente indecorosa, un petardeo de insultos y rencores, un desconsuelo de ataques grotescos coronado por la cobarde miseria de las balas. Se dir¨ªa que estamos en ca¨ªda libre, y no s¨®lo en Espa?a; ah¨ª tienen, por ejemplo, el manifiesto de militares franceses de ultraderecha que amenaza veladamente con un golpe de Estado. ?Pero si incluso hay una cruzada internacional de los ultras italianos, franceses, h¨²ngaros, norteamericanos y espa?oles contra el papa Francisco, al que por lo visto consideran un rojo peligroso! Es de sainete.
Est¨¢n pasando muchas cosas a la vez, todas nefastas, que tienen el com¨²n denominador de la obnubilaci¨®n mental, de un apag¨®n mundial del raciocinio. Y as¨ª, crecen por doquier los negacionistas, los terraplanistas y dem¨¢s istas descerebrados que sostienen mentecateces asombrosas. Pero a¨²n asombran m¨¢s esas personas supuestamente normales que prestan cierta atenci¨®n a tales delirios y que se justifican diciendo que hay que escuchar todas las opiniones. Por todos los santos, sostener que la Tierra es plana o que el virus es un invento para esclavizarnos no son opiniones, sino imbecilidades. Es como asegurar que dos m¨¢s dos son siete: ?acaso considerar¨ªamos esa suma chiflada una opini¨®n? ?Y c¨®mo es posible que haya gente que no se d¨¦ cuenta de esta obviedad? Nos estamos volviendo medio tontos.
Este fosfatinamiento de cabezas tiene varias causas. Una de ellas es, sin duda, la tremenda revoluci¨®n tecnol¨®gica que estamos viviendo. Nunca antes en la historia de la humanidad ha habido un salto t¨¦cnico tan colosal como el experimentado en los ¨²ltimos 40 a?os; y ya sabemos que todo avance o cambio radical genera una fuerza retr¨®grada que lo combate. De ah¨ª las memeces conspiratorias y acient¨ªficas. Sucedi¨® tambi¨¦n al comienzo de la industrializaci¨®n, en el primer tercio del XIX, con el movimiento brit¨¢nico de los luditas, que destru¨ªan los telares mec¨¢nicos y llegaron a matar a alg¨²n empresario, o de los swing, que romp¨ªan las trilladoras. En los ¨²ltimos a?os ha surgido una corriente reivindicadora del ludismo que sostiene que no iban en contra de las m¨¢quinas, sino que eran simples obreros luchando por sus derechos, y es cierto que sus condiciones laborales eran terribles y que los pobres fueron aniquilados (hubo una treintena de ejecuciones), pero tambi¨¦n creo que la revoluci¨®n industrial les sobrepas¨®. La vida es as¨ª de compleja, puedes tener en parte raz¨®n y en parte no. Sucede lo mismo con esas personas a las que la crisis de 2008 empobreci¨® para siempre, un sector social desamparado que ve c¨®mo los ricos culpables de la crisis siguen en el poder, m¨¢s ricos que nunca, mientras ellos se hunden. Esto hace que no se sientan representados por la democracia, cosa que comprendo; pero al mismo tiempo me parece tr¨¢gico que crean que la soluci¨®n est¨¢ en Trump, o en Le Pen, o en Vox. El populismo y la extrema derecha engordan con los obreros descontentos.
Todo esto tambi¨¦n puede ser origen de nuestra confusi¨®n mental: me refiero a la crisis econ¨®mica mal resuelta, al descr¨¦dito de la democracia y la desaparici¨®n de los referentes sociales tradicionales. Es un entontecimiento del que no se libran los ultras de izquierda: hace poco publiqu¨¦ en mi Facebook una petici¨®n de Amnist¨ªa Internacional en apoyo de Alex¨¦i Navalni, encarcelado en Rusia, y algunos de los comentarios fueron tan feroces y dogm¨¢ticos (como el rancio apoyo ciego a los rusos o el t¨ªpico truco totalitario de denigrar a la v¨ªctima) que me dejaron pasmada: cre¨ªa que esos fanatismos estaban superados. Pero no. Vivimos tiempos inciertos, cambios monumentales, crisis de valores que la pandemia ha empeorado. Y, cuando cunde el miedo, hay gente que prefiere no pensar y que se refugia en la simpleza del dogma y de las teor¨ªas m¨¢gicas. El sue?o de la raz¨®n produce monstruos. Mucho m¨¢s peligroso que el terraplanismo es el menteplanismo que nos azota.
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