Mallorca, regreso a la isla de la calma
La isla balear es el ant¨ªdoto para un a?o claustrof¨®bico. La fot¨®grafa inglesa Kate Bellm retrata el inagotable magnetismo de esta isla. Un refugio en el que creadores y ecologistas encuentran tranquilidad e inspiraci¨®n. Y donde comienza a perfilarse un nuevo modelo de turismo.
El gato Pavarotti holgazanea por la terraza mientras la directora de arte Emanuela Amato recuerda lo opresivo que fue pasar el confinamiento en su pisito de alquiler del centro de Par¨ªs. ¡°Me sent¨ªa como un rat¨®n en una jaula¡±. En noviembre, se mud¨® a una casa en Campanet, un peque?o pueblo de Mallorca, y ahora, cada vez que se levanta de delante de la pantalla, sale al patio y siente sobre su cara un rayo de sol, no se puede creer lo a gusto que est¨¢. ¡°Me siento muy afortunada¡±, dice la italiana.
Si esta isla siempre ha sido objeto de deseo, en tiempos de zozobra pand¨¦mica su atractivo se redobla pese a ser un lugar prohibitivo. Las Baleares son la comunidad con el metro cuadrado m¨¢s caro de Espa?a (unos 3.000 euros) y eso no frena la demanda. Seg¨²n Hans Lenz, ejecutivo de Engel & V?lkers, se prev¨¦ que el volumen del negocio inmobiliario en Mallorca marque un r¨¦cord en 2021. ¡°La crisis de la covid ha hecho reflexionar sobre el tipo de vida que se quiere llevar, y este lugar es un espacio de bienestar ¨²nico¡±, dice. De acuerdo con el registro de su firma, durante el primer trimestre de este a?o hubo un aumento interanual del 66% en b¨²squedas por internet de ¡°propiedades prime [de lujo]¡±.
Amato, de 33 a?os, echa de menos ¡°los aperitivos con los amigos en Par¨ªs¡±, pero se deshace en elogios a su nueva tierra. ¡°Todo est¨¢ hecho a una medida humana. La artesan¨ªa es incre¨ªble. Y el sabor de la verdura¡ Esos tomates, esas lechugas. Hac¨ªa a?os que no me com¨ªa una lechuga que supiese como la del huerto de mi abuelo en Sicilia¡±, cuenta un c¨¢lido mediod¨ªa con una lista de reproducci¨®n de italodisco de fondo. Vino a Mallorca porque su pareja, Lauri Kopio, finland¨¦s de 30 a?os, trabaja con el nuevo director creativo de Camper, su paisano Achilles Ion Gabriel, (33 a?os). Ahora los tres forman parte de la firma de calzado mallorquina, ella como creadora de contenidos. Los fines de semana son depredadores de mercadillos. Amato tambi¨¦n se ocupa desde Campanet del dise?o de Dust Magazine, una fina y modern¨ªsima revista de estilo alemana, escrita en ingl¨¦s, que hace con otros tres italianos ¡ªuno vive tambi¨¦n en la isla, otro en Madrid, otro en Londres¡ª y que se imprime en Lituania. Para darle los toques finales al ¨²ltimo n¨²mero, se reunieron en Campanet. ¡°Ahora puedes trabajar desde donde quieras¡±, recuerda. ¡°La gente se est¨¢ dando cuenta de que no necesitas estar en Par¨ªs o en otra capital importante pagando una barbaridad¡±. Amato espera que, una vez superada la pandemia, el ritmo de eventos de la industria de la moda sea menos fren¨¦tico que antes y poder viajar por trabajo menos y de manera m¨¢s selectiva. ¡°Ma?ana tengo que tomar un vuelo para ir a Italia y ya tengo ansiedad¡±, sonr¨ªe la due?a de Pavarotti.
Cerca de Campanet, en Inca, nos reciben en el cuartel general de Camper su pareja, Lauri Kopio, y Achilles Ion Gabriel. El dise?ador luce la sonrisa de un ni?o que acaba de salir al recreo y un atuendo fabuloso. Una gorra de Prada bien loca con pelo sint¨¦tico rosa; un abrigo asim¨¦trico de Fiskars, una marca de jardiner¨ªa; un pantal¨®n rosa a juego con la gorra enloquecida, y unas botas Camper de piel de vaca con su pelo natural, blanco y negro. Nos habla, en efecto, de su gusto por los mercadillos. Le encantan los siurells, las figurillas t¨ªpicas de Mallorca, y los cuadros m¨¢s estrafalarios que descartan las familias locales. Originario de Laponia, no muestra mayor inter¨¦s por la playa ¡ª¡±es aburrida, ?no?¡±¡ª y enfatiza las virtudes del interior de la isla: ¡°La tranquilidad y la belleza de su humilde paisaje¡±, que, seg¨²n dice, se est¨¢ filtrando a su est¨¦tica. ¡°Creo que Mallorca me est¨¢ volviendo un dise?ador m¨¢s limpio. Prefiero que lo que haga tenga una funci¨®n y no caiga en el exceso formal, aunque s¨ª me gusta darle mi toquecillo surrealista¡±, bromea. Tras una d¨¦cada envuelto en el frenes¨ª parisiense, Achilles Ion Gabriel (33 a?os) se siente mejor que nunca en Mallorca. En su tiempo libre goza de la serenidad de este lugar, ¡°de sus vinos org¨¢nicos¡± y de la nueva cocina de la isla. ¡°Tienes que ir a Ca na Toneta¡±, dice.
¡ªTengo planeado ir ma?ana.
¡ªOh, say hi to Maria!
¡°Qu¨¦ divino¡±, dice Maria Solivellas cuando le damos los saludos del autor llegado del norte.
Ca na Toneta, en Caimari, reivindica la cocina mediterr¨¢nea de toda la vida. Solivellas (Palma, 1970), que lleva el restaurante con su hermana Teresa, entr¨® en el negocio de modo chocante. En 2001 viv¨ªa en Madrid y se dedicaba a la producci¨®n teatral. Le iba bien, pero no sab¨ªa si seguir por ese camino. De todos modos, le lleg¨® una oferta interesante desde Nueva York y el 10 de septiembre por la noche env¨ªo un correo acept¨¢ndola. A la ma?ana siguiente se despert¨® y se estaban cayendo las Torres Gemelas.
¡°Fue como una se?al¡±, dice en su local en Caimari. Volvi¨® a su pueblo, donde su madre y su hermana ya hab¨ªan abierto Ca na Toneta, y se involucr¨® a fondo con ellas. Se puso a investigar el recetario tradicional, a recuperar semillas. Hoy es una chef celebrada cuyo concepto gira en torno a la identidad. ¡°No tengo nada que inventar, solo tengo que imitar a mis antepasados desde este siglo, reverenciar lo que dejamos atr¨¢s por el impacto en nuestras vidas de la industria del turismo¡±, explica seg¨²n nos prepara una cena con sepia y tirabeques, un privilegio que se debi¨® a que el restaurante a¨²n estaba cerrado (reabri¨® a principios de junio). Solivellas dice que la dieta mediterr¨¢nea se vio arrasada por el tsunami tur¨ªstico, proponiendo grasientos lechones como lo m¨¢s t¨ªpico o sobrasadas con ¡ªabracadabra¡ª ¡°carne de Rumania, tripa de China y piment¨®n marroqu¨ª¡±. ¡°Eso es lo que hemos estado ofreciendo en vez de vender que tenemos 25 variedades de tomates espectaculares¡±.
En el pueblo de Binissalem ¡ªdel ¨¢rabe Hijos de Ss¨¢lim o Hijos de la paz, se cree¡ª, el agr¨®nomo Julio Cantos, de 55 a?os, explica c¨®mo poco a poco el discurso del cuidado del medio y de la promoci¨®n del producto local va calando hasta en el n¨²cleo duro de la maquinaria tur¨ªstica. ¡°Los propios lobbies hoteleros se est¨¢n dando cuenta de por d¨®nde van las tendencias y est¨¢n empezando a pedir cosas relacionadas con la agrojardiner¨ªa comestible y la sostenibilidad. Saben que si la isla se degrada, perder¨¢ su atractivo, y que cada vez hay m¨¢s turistas que buscan una experiencia de calidad y con otro nivel de conciencia¡±, dice en L¡¯Exquisit, un obrador ecol¨®gico de pan y reposter¨ªa cuyo lema es ¡°Naturalmente, con el coraz¨®n en las manos¡±.
Otro activista verde, Miquel Ramis (60 a?os), coincide en que, as¨ª sea de forma embrionaria, los vientos soplan en la direcci¨®n de la econom¨ªa verde y la reconversi¨®n tur¨ªstica. ¡°El modelo actual est¨¢ condenado y Mallorca es el laboratorio perfecto para experimentar con uno nuevo que sea viable, menos congestionado. A medio plazo esta isla no va a ser la misma, por eso se est¨¢ volviendo un santuario de la jet-set. Ellos son los que mejor informaci¨®n tienen sobre los lugares donde ponen su dinero¡±, dice a las afueras de Palma en Artifex, un centro de artes de la construcci¨®n y de agricultura regenerativa. Ese inter¨¦s de la gente adinerada y de fondos de inversi¨®n por comprar en la isla es, seg¨²n Ramis, un indicio de un horizonte tur¨ªstico m¨¢s equilibrado ¡ªcosa que ve positiva¡ª, pero a la vez ¨Ccosa que ve muy negativa¨C muestra la gentrificaci¨®n del territorio: ¡°Muchos mallorquines ya no pueden aspirar a vivir en el pueblo donde vivi¨® su familia durante generaciones. ?Qui¨¦nes compran ahora sus casas? Las compran extranjeros con mucho dinero¡±.
Durante la charla se pone a llover, viene el olor de la tierra al mojarse y Ramis exclama: ¡°?Milagro! Aqu¨ª las sequ¨ªas son cada vez peores¡±. La sede, cedida temporalmente por su propietario, es una preciosa casa solariega. Tienen un huerto en el que Ramis presume del tama?o de sus habas cultivadas sin qu¨ªmicos. Por algo Josep Pla en su libro Les illes defini¨® a los mallorquines como ¡°devoradors de faves¡± (devoradores de habas).
La idea de ir concibiendo caminos alternativos bulle por la isla. ¡°Necesitamos enriquecer nuestro abanico de industria apostando por cosas con identidad y con valor a?adido¡±, dice Rosa Esteva, dise?adora y propietaria de la marca de moda Cortana. ¡°Estoy convencida de que esto va a suceder. Hay demasiada gente yendo en esa direcci¨®n¡±, reflexiona mientras desayuna alcachofas en Son Gener, el hotel de su madre, la florista Catr¨ªn Ca?ellas, en Son Servera. Fue dise?ado por el padre de Rosa, el arquitecto Antoni Esteva. ¡°Este hotel¡±, dice ella, ¡°ya era hace 30 a?os una propuesta alternativa al turismo masivo¡±.
Son Gener acaba de abrir y la dise?adora celebra la inmediata respuesta de los clientes: ¡°Ya est¨¢ petado. La gente de toda Europa est¨¢ loca por venirse a Mallorca¡±. A sus 46 a?os, llevaba media vida en Barcelona. Tras la experiencia de pasar la pandemia aqu¨ª, ha decidido quedarse y se ha entusiasmado con la posibilidad de elaborar productos de su firma con trabajadores y materia prima locales. ¡°Antes ¨¦ramos una potencia del cultivo de c¨¢?amo y lino y seguimos teniendo unas condiciones ¨®ptimas para ello¡±, dice la creadora, vestida con prendas suyas sobrias y elegantes, como el paisaje insular.
Uno de los productos por los que Rosa Esteva cree que se debe apostar es la cer¨¢mica. En las ¨²ltimas d¨¦cadas se hab¨ªa quedado algo olvidado, pero recobra fuerza. Visitamos en el pueblo de P¨°rtol a Joan Pere Catal¨¤ Roig (de 48 a?os), uno de los protagonistas del resurgir de este oficio. ¡°Ahora mismo tengo un mont¨®n de encargos, pero no me olvido de cuando hace a?os me iba con mi hermano al mercado, nos pas¨¢bamos horas all¨ª y con suerte volv¨ªamos con 100 euros a casa¡±, recuerda en su taller junto a su gato Timo (le llamaron as¨ª porque cuando se lo dieron le dijeron que era una hembra; pero lo quiere) y a una estanter¨ªa repleta de botes con minerales. Cuarzo. Feldespato. Caol¨ªn. Carbonato c¨¢lcico. Pegmatita. Bentonita. ¡°Y lo que no se comprende es que, cuando m¨¢s demanda de cer¨¢mica hay, no tengamos un programa institucional que impulse nuestro sector¡±, contin¨²a Catal¨¤ Roig, que nota m¨¢s vivas a las empresas. ¡°Saben que el consumo tiene que ver con corrientes de pensamiento, y llegados a un punto tecnol¨®gico tan extremo como el actual es l¨®gico que se ponga en valor de nuevo lo manual¡±.
El ceramista a?ora la Mallorca de su infancia, cuando iba a una cala con sus primos y su abuela Magdalena y a menudo estaban solos. Ellos se ba?aban. Magdalena se sentaba en las rocas y esperaba a que salieran para darles unas gaseosas Androver para que se refrescasen. La cala se llamaba Cal¨® des Moro y hoy, seg¨²n nos dice, es territorio Instagram.
El escritor Sebasti¨¤ Perell¨® nos cita en Palma en la plaza de Santa Eul¨¤lia. ¡°En el bar Toni¡±. Por desgracia, no hay mesa y nos quedamos sin probar sus llonguets, unos panecillos muy indicados para el desayuno. A su juicio, los del Toni no tienen rival. Una vez salidos del chasco, Perell¨®, de 58 a?os, lo recompensa con una rica disertaci¨®n sobre la importancia de recuperar en las din¨¢micas del turismo un trato m¨¢s cercano con los visitantes. ¡°Mallorca podr¨ªa ser el centro de referencia en el pensamiento sobre el turismo. Aqu¨ª naci¨® el fen¨®meno del turismo de masas y estamos en condiciones de repensar muchos conceptos, como el de qu¨¦ es ser un turista, es decir, aquello que no quiere ser nadie y que, seguramente, somos todos¡±, ironiza Perell¨®, que anhela un cambio de modelo tur¨ªstico y a la vez rechaza la ¡°turismofobia¡±.
El autor de Els darreres de l¡¯illa [El reverso de la isla]. Literatura de viatges i les Illes Balears (Leonard Muntaner Editor, 2014) sostiene que una clave para enriquecer el concepto de turismo es aspirar a volver a lograr ¡ªpues as¨ª fue en los primeros tiempos de este negocio¡ª que suponga una experiencia de encuentro entre el visitante y el anfitri¨®n. ¡°Pienso que esta es una idea compartida por muchos mallorquines. Hay una sensibilidad para crear una alternativa con base en la hospitalidad¡±, dice. Perell¨® desea que haya m¨¢s contacto entre unos y otros y tambi¨¦n que el turismo reconecte al viajero con el territorio, que no se pase por Mallorca como se pasa por cualquier otro lugar de vacaciones, como si fuese un no-lugar, sino recorriendo sus sitios, estando en sus sitios. ¡°No se trata de reivindicar el localismo¡±, precisa. ¡°La cuesti¨®n es reivindicar el concepto de localidad, refundar la idea de lo peque?o, de lo min¨²sculo, del sitio mismo¡±.
Un sitio perfecto para esa revisi¨®n intelectual del turismo que reclama Perell¨® es Casa Planas, un centro cultural que atesora el formidable archivo de Josep Planas (1924-2016), un autodidacta que con sus fotos para postales cre¨® la imagen de la Mallorca tur¨ªstica. ¡°Fue el inventor del para¨ªso¡±, dice su nieta Marina Planas, directora del centro. ¡°La idea del turismo que vendi¨® jugaba con el contraste entre lo tradicional, que atra¨ªa a los turistas, y la modernidad, representada por los nuevos hoteles. Presentaba Mallorca como un lugar seguro en plena apertura, pero siempre enfatizando los estereotipos, lo t¨ªpico mallorqu¨ªn y, por supuesto, la belleza de los paisajes¡±.
Despu¨¦s de vivir en Barcelona y en Nueva York, Planas, de 38 a?os, regres¨® en 2015 para ocuparse de este legado familiar y ponerlo al servicio de los artistas e investigadores que quieran entender c¨®mo naci¨® ni m¨¢s ni menos que la industria del turismo, que hoy representa un 10% del PIB mundial. La nieta de Josep Planas, que tuvo el monopolio de la producci¨®n de postales durante tres d¨¦cadas, nos ense?a el edificio del antiguo negocio de su abuelo, que rescat¨® de un total abandono y hoy es una dinamo cultural, y adem¨¢s de sus infinitas postales nos muestra los maravillosos cachivaches que se compraba, aut¨¦nticas rarezas en la Mallorca de su tiempo como c¨¢maras estereosc¨®picas o de esp¨ªa. Un detalle para entender el talante del se?or Planas: seg¨²n Marina, fue el primer fot¨®grafo europeo que utiliz¨® un helic¨®ptero para hacer fotograf¨ªa a¨¦rea. ¡°Los fines de semana¡±, completa su nieta, ¡°se lo alquilaba a la Guardia Civil¡±.
La artista Susy G¨®mez nos recibe en su estudio en una finca rural en Campos. Es una vaquer¨ªa que ha reconvertido en un ampl¨ªsimo espacio para su trabajo creativo. G¨®mez, nacida en Pollen?a, creci¨®, entre los sesenta y setenta, en plena transici¨®n de la Mallorca tradicional hacia la del turismo y ofrece una visi¨®n balanceada sobre el impacto de esta mutaci¨®n, recordando que ayud¨® a superar la ¡°econom¨ªa de subsistencia¡± y a ¡°oxigenar a la sociedad¡±. ¡°La llegada de gente que ven¨ªa de mundos m¨¢s abiertos nos ayud¨® a salirnos de la endogamia y de aquella cosa patriarcal¡±, dice. ¡±Es f¨¢cil decir que todo ha sido un desastre, pero creo que hay que aprender de cada etapa para mejorar¡±. Considera que el reenfoque del fen¨®meno tur¨ªstico ¡°pasa m¨¢s por un ejercicio de autoconciencia¡± e invita a repensar la idea del viaje desde otras perspectivas: ¡°Forma parte de cada uno aprender a estar parados y a viajar en profundidad: por ejemplo, leyendo o viendo una pel¨ªcula con atenci¨®n¡±. G¨®mez sali¨® de Mallorca a los 18 a?os para estudiar en Barcelona y regres¨® de Barcelona en 2002. ¡°Quer¨ªa tener m¨¢s tiempo para mi hija, m¨¢s tiempo para mi obra y m¨¢s tiempo conmigo¡±, explica. ¡°Y volver no supuso encerrarme en una cueva, sino buscar otra posici¨®n de conciencia para ver caminos¡±, dice G¨®mez. Cita una frase de Cocteau para resumir lo que le aport¨® retornar: ¡°Un p¨¢jaro canta mejor en su ¨¢rbol geneal¨®gico¡±.
Otra historia de retorno, m¨¢s reciente, es la de la artista Marta Armengol (33 a?os). ¡°Vine en 2018 y no era mi intenci¨®n quedarme. Dej¨¦ todos mis trastos en Barcelona. Pero al cabo de a?o y pico me dije: ¡®Pues estoy bien aqu¨ª¡±, cuenta en la casa donde creci¨®, en Esporles. No echa de menos una escena art¨ªstica mayor ¡ª¡±estoy descubriendo una muy interesante aqu¨ª¡±¡ª y asegura que trabajar en su tierra le est¨¢ sacando su vena m¨¢s creativa. ¡°En un lugar como este no est¨¢s tan condicionado por el impulso competitivo y la necesidad de posicionarte. Haces las cosas de la manera que m¨¢s te place, m¨¢s aislada y con tiempo para pensar. Me he dado cuenta de que a m¨ª, al menos, me conviene la lentitud¡±. Esta atm¨®sfera vital de Mallorca ha sido desde hace mucho tiempo, y sigue si¨¦ndolo, un im¨¢n que atrae a locales y a for¨¢neos. ¡°Es un magnetismo que no s¨¦ exactamente c¨®mo explicar¡±, dice Armengol. ¡°Pero hay algo que te hace sentir bien. Es algo casi m¨ªstico¡±.
Su buen amigo Guille Wheel, m¨²sico de 29 a?os, reflexiona en su estudio de Calvi¨¤ ¡ªel antiguo teatro de la parroquia, cedido por la iglesia a su anterior grupo, The Wheels¡ª sobre la doble cara de la parsimonia insular, de su suave relax: ¡°Este es un sitio donde se vive realmente bien y que te atrapa, pero tambi¨¦n puede tener un lado melanc¨®lico. Esa vida y este ambiente, que tanto bueno tienen, pueden limitarte. A veces hace falta acci¨®n¡±. ?l tiene previsto mudarse pronto a Madrid para tener nuevas experiencias, aunque sabe que tarde o temprano el mallorqu¨ªn siempre siente la llamada de ¡°Sa roqueta¡±, como dice y traduce: ¡°Su roca¡±. La isla. Esa isla que deslumbr¨® y acogi¨® a su admirado Kevin Ayers (1944-2013), cuyas cenizas fueron depositadas en el cementerio de Dei¨¤ por su hija Galen en una ceremonia de esencia hippie. Cuando eran unos chavales y estaban empezando, Wheel y sus amigos de la banda fueron en moto a Dei¨¤ en busca del l¨ªder de Soft Machine. Al llegar les dijeron que ya no viv¨ªa all¨ª. Fue una desilusi¨®n para aquellos ¡°chicos de 15 a?os que solo quer¨ªan hacer m¨²sica de los a?os sesenta¡±. Mallorca tambi¨¦n es eso: adorar el mito de una Mallorca que ya no volver¨¢.
Tambi¨¦n ha vuelto a su isla natal el realizador Balthazar Klarwein, de 35 a?os, hijo de la Mallorca bohemia. Creci¨® en Dei¨¤ con sus padres, los pintores Laure Klarwein y Mati Klarwein (1932-2002), el ¨²ltimo un artista psicod¨¦lico que ilustr¨® ¨¢lbumes m¨ªticos como Bitches Brew, de Miles Davis, y Abraxas, de Santana. Pas¨® la adolescencia en Barcelona haciendo v¨ªdeos y fotos de skaters delante del Macba, se curti¨® en Londres trabajando con figuras como Mario Testino o Kate Moss y desde hace un a?o est¨¢ de vuelta en la Tramuntana, en una casa de alquiler que comparte con su pareja, la ilustradora Julia Bosch, de 24 a?os. ¡°Durante la pandemia me proyectaba en el futuro y solo me pod¨ªa ver en Mallorca¡±, dice Klarwein, autor del corto Yo, diablo, en el que juega con la cultura hedonista y espiritual que mam¨® con un pie en la s¨¢tira de lo propio y otro en la celebraci¨®n de su bella vitalidad. Como en un ciclo que vuelve a empezar, ha regresado al mismo rinc¨®n donde, desde hace m¨¢s de un siglo, tantos aventureros existenciales han perseguido la arcadia de la serenidad. ¡°Creo que eso es lo que buscamos¡±, dice. ¡°Algo tan simple y tan necesario como una vida m¨¢s lenta¡±.
Las fotograf¨ªas de este reportaje forman parte del libro La isla, de Kate Bellm, a excepci¨®n de los retratos de Rosa Esteva, Susy G¨®mez, Balthazar Klarwein y Guille Wheel. El libro ser¨¢ publicado en septiembre por Mirage Magazine.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.