?Para qu¨¦ sirve el sexo?
La literatura es antes que nada un placer, como el sexo, pero tambi¨¦n es una forma de conocimiento, igual que el sexo
Hacia 1890, Oscar Wilde remat¨® as¨ª el prefacio a El retrato de Dorian Gray: ¡°Todo arte es completamente in¨²til¡±. La frase expresaba una doble rebeli¨®n, la misma que poco antes se hab¨ªa bautizado como ¡°L¡¯art pour l¡¯art¡±: una rebeli¨®n contra el obsceno pragmatismo burgu¨¦s triunfante en el siglo de la burgues¨ªa; una rebeli¨®n contra el sometimiento del arte a la religi¨®n, a las ideolog¨ªas, a la pol¨ªtica. La sentencia de Wilde equival¨ªa en definitiva a un alegato emancipador: el arte debe ser aut¨®nomo, independiente, v¨¢lido por s¨ª mismo.
Por supuesto, es verdad. Pero eso no significa que el arte sea in¨²til; significa s¨®lo que es in¨²til a los ojos del necio utilitarismo burgu¨¦s que asfixiaba a Wilde y a sus contempor¨¢neos (y que campa todav¨ªa por sus respetos entre nosotros). Lo cierto sin embargo es que, casi siglo y medio despu¨¦s de acu?ada, la indispensable provocaci¨®n del escritor irland¨¦s se ha fosilizado en un dogma, como demuestra la pr¨¢ctica unanimidad con que el mundillo literario de nuestro tiempo, siempre tan d¨®cil a los viejos clich¨¦s de la Modernidad, o tan sordo a sus iron¨ªas, rechaza con remilgos la idea de la utilidad de la literatura. Ahora bien, si enterramos de una vez por todas el in¨²til concepto burgu¨¦s de utilidad, salta a la vista que la literatura es ¨²til, como el arte en general. Siempre lo ha sido. Horacio sostiene famosamente en su Arte po¨¦tica ¡ªel tratado literario m¨¢s prestigioso en Occidente despu¨¦s de la Po¨¦tica de Arist¨®teles¡ª que la literatura debe ser ¡°dulce et utile¡±: su misi¨®n consiste en ¡°deleitar aprovechando¡±, por usar la f¨®rmula de Tirso de Molina. Traducido a nuestros t¨¦rminos, esto significa una evidencia, y es que la literatura es antes que nada un placer, como el sexo, pero tambi¨¦n es una forma de conocimiento, igual que el sexo; por eso, cuando alguien me dice que no le gusta leer, lo ¨²nico que se me ocurre es lo mismo que si alguien me dijera que no le gusta el sexo: darle el p¨¦same, acompa?arle en el sentimiento. Dicho esto, ?acaso hay algo m¨¢s ¨²til que el placer, o que el conocimiento (no digamos que el conocimiento placentero)? ?Hay algo mejor que el sexo? ?Quia!: si lo hubiera, se sabr¨ªa. ?C¨®mo es posible entonces que sigamos encastillados en la sandez de la inutilidad del arte? ?C¨®mo es posible que repitamos en serio las bromas de Wilde y sus contempor¨¢neos? ?No nos da verg¨¹enza seguir prisioneros del materialismo de vuelo gallin¨¢ceo contra el que se insubordin¨® el hero¨ªsmo decimon¨®nico de aquellos dandis del arte puro, que pagaron un precio alt¨ªsimo por su insurrecci¨®n? Es verdad que la utilidad de la literatura, o del arte en general, se asienta sobre una paradoja; ¨¦sta radica en que la literatura es ¨²til siempre y cuando no se proponga ser ¨²til: en cuanto se propone serlo, se convierte en propaganda o pedagog¨ªa, y deja de ser literatura, al menos literatura de verdad, y deja de ser ¨²til. Pero, si la literatura se toma en serio a s¨ª misma, si el escritor es fiel a sus obsesiones y cumple con su obligaci¨®n y no tiene miedo y se arriesga a ir hasta el fondo de lo desconocido para encontrar lo nuevo ¡ªcomo escribi¨® un coet¨¢neo de Wilde: Charles Baudelaire¡ª, entonces la literatura no s¨®lo es placer y diversi¨®n, que es lo primero que debe ser, sino tambi¨¦n purificaci¨®n y conocimiento y autoconocimiento y rebeld¨ªa; igualmente, o sobre todo, una forma de vivir m¨¢s, de una manera m¨¢s rica, m¨¢s compleja y m¨¢s intensa. ?Hay algo tan ¨²til como eso?
En una serie de entrevistas publicadas por la editorial Reino de Redonda y tituladas Le¨®n en el jard¨ªn, ?William Faulkner enumera algunas certezas que ya nadie parece recordar, y que s¨®lo por eso merece la pena leer. Por ejemplo: ¡°Quien se convierta en escritor, si quiere serlo bueno, tiene que ser de una integridad absoluta¡±. Faulkner afirma tambi¨¦n que el escritor asume una gran responsabilidad: contar la verdad. No la verdad de la historia o la ciencia o el periodismo, sino una verdad moral, universal: ¡°Por ¡®verdad¡¯ me refiero a las cosas que son ciertas para todos los pueblos, es decir, el amor, la amistad, el valor, el miedo, la codicia¡±. Otra vez: ?hay algo m¨¢s ¨²til que eso?
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