La orilla dif¨ªcil
El verano es tambi¨¦n un escaparate, un espejo que refleja aspectos de la realidad que en otras ¨¦pocas del a?o pasan desapercibidos.
Las he visto todos los d¨ªas, en la playa, en los paseos, en el supermercado. J¨®venes, en¨¦rgicas y mal peinadas por la ma?ana, apenas una pinza para sujetar un mo?o precario y condenado al derrumbe, a menudo volv¨ªa a verlas al atardecer, cuando sub¨ªan la cuesta cargadas de bolsas, sombrillas y neveras port¨¢tiles, y segu¨ªan siendo igual de j¨®venes pero estaban tan cansadas que la vigilancia de sus hijos hab¨ªa consumido ya la mayor parte de su energ¨ªa. Cuando el padre de los ni?os las acompa?aba, y sujetaba por la camiseta a uno que se bajaba del bordillo, y chillaba el nombre de la otra que acababa de esprintar por su cuenta, y transportaba solidariamente la mitad de los bultos, mejoraba su humor, su aspecto, aunque segu¨ªan pareciendo cansadas. Su cansancio me conmov¨ªa porque me devolv¨ªa el agotamiento que yo misma experiment¨¦ hace mucho tiempo, pero este a?o, no s¨¦ por qu¨¦, lo interpret¨¦ de otra manera. Quiz¨¢s porque ahora ya no son la mayor¨ªa, porque a veces incluso parecen pocas en comparaci¨®n con las mujeres de su edad, frescas, descansadas, libres, que no tienen que ocuparse de ning¨²n cr¨ªo mientras se tumban en la playa, o reservan mesa en el chiringuito, o hacen una selecta compra para dos con muchos productos bio.
El mundo cambia continuamente, cambia la realidad y las palabras que usamos para describirla. Nadie habla ya de proletariado y sin embargo ellas, estas mujeres j¨®venes que invierten la mayor parte de su tiempo en cuidar de sus hijos, no est¨¢n tan lejos del sentido etimol¨®gico original de este t¨¦rmino. Es cierto que la prole no es su ¨²nico patrimonio, pero tambi¨¦n lo es que, en la mayor parte de los casos, el resto de sus posesiones se limita a un trabajo precario, mal pagado, que apenas les da para cubrir el alquiler y las facturas, y convierte en una haza?a el poco tiempo que les queda para jugar con los ni?os o ayudarlos con los deberes cuando logran por fin volver a casa. En verano, eso s¨ª, pueden instalarse en casa de sus padres, de sus suegros, para que sus hijos disfruten de las vacaciones que ellas no tienen nunca. Sus novios, maridos, compa?eros, comparten su suerte, la anacr¨®nica condici¨®n de integrar una clase social que ya no existe pero, al menos, no tienen que soportar las miradas de compasi¨®n de los hombres de su edad que han decidido no reproducirse. La estampa de una mujer joven que empuja un carro de la compra con una mano y una sillita con un beb¨¦ cargado de mocos con la otra es capaz sin embargo de suscitar toda una, en mi opini¨®n repulsiva, colecci¨®n de miradas femeninas de censura, cuya interpretaci¨®n oscila entre ¡°hay que ver, para llevar al ni?o as¨ª mejor que no hubieras tenido ninguno¡± y ¡°de la que me he librado, madre m¨ªa¡±.
El mundo cambia continuamente y abre grietas donde antes no exist¨ªan, abismos en las mon¨®tonas planicies de anta?o. Hace menos de un siglo, las vidas de todos los hombres, y las de todas las mujeres, eran muy parecidas entre s¨ª. Ellos trabajaban para llevar dinero a casa, ellas cuidaban del hogar y de los ni?os. Los ricos viv¨ªan mucho mejor, los pobres, mucho peor, pero las diferencias entre las condiciones de vida de familias con el mismo nivel de ingresos eran m¨ªnimas. Ahora sucede algo muy distinto.
Ya no podemos hablar de proletariado, y el ¨¦xito del t¨¦rmino precariado ha resultado ef¨ªmero, pero me refiero precisamente a eso, a la clase media empobrecida a partir de la crisis de 2008, a las v¨ªctimas de nuevas formas de explotaci¨®n, a todos los j¨®venes que encadenan contratos temporales para no alcanzar nunca el nivel de vida de sus padres. Entre ellos, entre ellas, se ha abierto un nuevo abismo, dos orillas opuestas de la misma realidad, que ya no se definen por el patrimonio, ni por el nivel de ingresos, sino por el grado de dificultad de sus vidas.
Escribo este art¨ªculo pensando en los hombres, y sobre todo en las mujeres, que se han atrevido a vivir en la orilla dif¨ªcil, la del cansancio, la de los ni?os con mocos, la que inspira compasi¨®n pero es la ¨²nica que garantiza el futuro de todos.
S¨®lo quiero que sepan que estoy de su parte.
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