Islas de furor
Denigrar a los otros nos hace sentir por un instante m¨¢s poderosos. Es un odio que envicia y que degrada poco a poco
Hace a?os, cuando los espa?oles est¨¢bamos en medio de nuestra agitada traves¨ªa hacia el enriquecimiento y se democratizaba a toda velocidad la corrupci¨®n, escrib¨ª un art¨ªculo diciendo que uno no se corromp¨ªa de la noche a la ma?ana; que no es que fueras un dechado de virtudes y de pronto se te acercara un d¨ªa un se?or para darte un malet¨ªn lleno de millones por firmar, por ejemplo, la recalificaci¨®n de unos terrenos. Salvo raras excepciones, no creo que la tentaci¨®n sea s¨²bita y enorme. Al contrario; pienso que para lograr que un d¨ªa te ofrezcan una millonada has tenido que trabaj¨¢rtelo antes muy bien; primero haciendo la vista gorda en manejos menudos, luego colaborando en tropel¨ªas medianas y as¨ª sucesivamente. S¨ª, convertirte en un mierda es algo gradual y vas haciendo m¨¦ritos.
Pues bien, creo que esto mismo es aplicable a otro tipo de corrupci¨®n moral. Lo siento, pero voy a volver a mencionar el caso de Ver¨®nica Forqu¨¦, porque es una historia ejemplar que puede tener consecuencias sociales. Por supuesto que, como han dicho otros antes que yo, MasterChef no es el causante de su muerte; los suicidios son siempre multifactoriales, son el ojo de un hurac¨¢n de circunstancias. Pero por supuesto que MasterChef la maltrat¨®. Todos sabemos que en pantalla se monta y se expone la narrativa que el programa quiere; todos sabemos que Ver¨®nica daba una imagen exc¨¦ntrica, por decirlo de una manera suave; todos sabemos que fue entregada a la audiencia para que la despellejaran. Y la audiencia lo hizo con j¨²bilo y pasi¨®n.
Pero lo peor es que no es s¨®lo Ver¨®nica; y no es s¨®lo MasterChef. Este maltrato p¨²blico se est¨¢ convirtiendo en algo habitual, es una forma de funcionamiento, una manera colectiva de ser miserables. Y como se llega a ello poco a poco, igual que con la corrupci¨®n del malet¨ªn, a la gente le es m¨¢s f¨¢cil evitar la culpa. Por ejemplo, puedo imaginar a los jueces de MasterChef comentando un d¨ªa entre ellos, a?os atr¨¢s: ¡°Jo, es que con fulano se han pasado un poco, pobre t¨ªo¡±, algo inc¨®modos ante un peque?o maltrato a un concursante; pero a fin de cuentas era algo menor, y, adem¨¢s, ?qui¨¦n es el responsable ¨²ltimo de tomar estas decisiones? Y por otra parte, ?no es bueno dar algo de carnaza por las audiencias? No s¨¦ si ha habido una conversaci¨®n semejante en el programa, pero son comportamientos habituales que nos han podido suceder a todos en otro contexto. Hablo de las progresivas renuncias al Pepito Grillo interior. De ir acorchando la sensibilidad que hace que a¨²n te turben determinadas cosas. Porque lo peor es perseverar: hoy quiz¨¢ escuezan un poco, pero ma?ana apenas picar¨¢n, y a la tercera vez ya no sentir¨¢s remordimientos. Y as¨ª se va construyendo un ambiente malsano en el que tener conciencia resulta hasta rid¨ªculo: si todo el mundo lo aprueba, no voy a ser yo quien diga nada.
Lo mismo sucede con las redes. No hace falta ser trol, es decir, un energ¨²meno oficial, para convertirte en un linchador en los comentarios a estos programas. ?Pero si parece un juego universalmente admitido! ?No se han puesto ah¨ª los concursantes? S¨ª, se han puesto a concursar, no a que los insultes, pero se ve que hemos perdido la perspectiva. Adem¨¢s de la vista, porque, ?c¨®mo se puede ignorar que Ver¨®nica estaba padeciendo una grave crisis psicol¨®gica? Cu¨¢nto odio destilan las redes contra la gente m¨¢s d¨¦bil: es lo mismo que hacen los maltratadores en los colegios. El odio es un consuelo f¨¢cil ante el propio dolor. Denigrar a los otros nos hace sentir por un instante m¨¢s poderosos. Es un odio que envicia y que degrada, tambi¨¦n poco a poco. Cuantos m¨¢s comentarios malvados escribamos en las redes, m¨¢s callosos seremos, m¨¢s incapaces de ponernos en el lugar del otro, de los otros. As¨ª se va construyendo una sociedad asocial y enrabietada. Ciudadanos que son islas de furor.
El suicidio de Ver¨®nica ha estallado en mitad de este circo inclemente como una bengala que nos permite ver los monstruos que se agazapan en las sombras. Ella era toda verdad en un mundo que es todo mentira y por eso su gesto final ha removido los cimientos. Ha obligado a ver su sufrimiento a un mont¨®n de gente que se negaba a ello; ojal¨¢ les remuerda la conciencia, y no ya para que se sientan culpables, sino para que vuelvan simplemente a tener conciencia, maldita sea. Quiero creer, en fin, que la muerte de Forqu¨¦ no va a ser en vano.
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