El guardi¨¢n de las baldosas de Barcelona
Joan Moliner rescata de contenedores las viejas piezas de cer¨¢mica que se desechan en las reformas de casas antiguas. El anhelo de este asesor legal es que se vea como patrimonio a estas reliquias de la alba?iler¨ªa
Una paloma enredada en un rosal, impresa en una baldosa del a?o 1900, aguarda en una terraza con vistas a la sierra de Collserola. La rodean otras 1.700 piezas. En algunas se dibujan uvas, en otras dragones, hay una con lunas y estrellas y muchas otras de diversas formas geom¨¦tricas. Cada una de ellas cobrar¨ªa sentido si su mosaico estuviera completo, pero lo habitual cuando se renueva un edificio antiguo es que los suelos acaben en un contenedor. Estas tuvieron suerte. Joan Moliner (Barcelona, 52 a?os) las rescat¨® de una muerte segura, aunque ahora apenas le sobra espacio en la terraza para una caja de cal?ots.
Moliner, de oficio asesor legal, se encontr¨® por primera vez con estas piezas de textura fr¨ªa en casa de su abuela. Para cada estancia, un mosaico diferente. ?l correteaba siguiendo sus formas y las dibujaba. Ya adulto, en su casa el suelo era de parqu¨¦. Sin embargo, la palpitaci¨®n de esas figuras permaneci¨®. Un d¨ªa, de camino al trabajo, empujado por una fuerza invisible, se baj¨® de pronto de su bici al pasar frente a un saco de obras del que asomaba un bulto de baldosas. Las tuvo inertes en su casa hasta que decidi¨® quitarles el polvo.
¡°Al limpiarlas, vi que detr¨¢s hab¨ªa una serie de letras que me hizo preguntarme: ?qu¨¦ es esto?¡±. Y esa interrogaci¨®n le prendi¨® el nervio por averiguar qui¨¦n las hab¨ªa dise?ado, c¨®mo, cu¨¢ndo, d¨®nde. Encontr¨® poco en internet; algo m¨¢s en librer¨ªas de viejo, en cat¨¢logos antiguos. Son su puerta a los arquitectos, dibujantes y f¨¢bricas que elevaron a finales del XIX el dise?o de la baldosa a categor¨ªa de arte. Escofet, Enric Sagnier, Antoni Galliss¨¤. Los nombres y las fechas borbotean de la boca de este erudito autodidacta de la historia de Barcelona y de sus suelos: ¡°A medida que vas conociendo, quieres saber m¨¢s¡±.
A Moliner no le gusta c¨®mo ha cambiado su ciudad, con esa tendencia a ¡°tirar lo antiguo¡±. Le resulta dif¨ªcil encontrar baldosas enteras. En las obras no es raro que se rompan para que quepan m¨¢s en los contenedores. ¡°?Por qu¨¦ hay museos de historia?¡±, dice. ¡°Porque queremos saber de d¨®nde venimos para saber a d¨®nde vamos. Pues bien, las baldosas forman parte de nuestra identidad¡±.
Su colecci¨®n es un b¨²nker contra la p¨¦rdida de patrimonio. Si es cierto aquello de que las paredes hablan, para Moliner los suelos se van por las ramas. ¡°Tienen m¨¢s marcas. Transmiten m¨¢s historias que las paredes¡±.
Cada nuevo modelo de baldosa con el que se topa queda registrado: f¨¢brica y fecha de producci¨®n, calle del edificio. Las expone en dos perfiles de Instagram: en @col.lecciorajolesdebarcelona muestra las piezas sueltas; y en @rajolesdebarcelona recrea con una aplicaci¨®n digital el mosaico del que un d¨ªa form¨® parte.
Su m¨®vil no deja de tintinear. A veces es un ¡°gracias por la inspiraci¨®n¡± de parte de alg¨²n dibujante o tatuador. Otras son comentarios sobre avistamientos de baldosas o, por ejemplo, sobre el placer que produce escuchar el sonido de una losa contra otra.
?Y ser¨¢ Moliner quien va a la baldosa o la baldosa a Moliner? Hace poco, una mujer le pregunt¨® por un modelo que ¨¦l solo hab¨ªa encontrado una vez en a?os. El d¨ªa de esta entrevista se top¨® de repente con esa rareza. ¡°Las baldosas tienen algo¡±, dice.
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