Werner Herzog: ¡°Siempre he sido un perdedor¡±
El cineasta alem¨¢n afincado en Los ?ngeles est¨¢ a punto de cumplir 80 a?os, pero mantiene una actividad trepidante y su visi¨®n del mundo sigue siendo igual de refrescante. Acaba de publicarse en espa?ol su primera novela, ¡®El crep¨²sculo del mundo¡¯.

Werner Herzog propuso no grabar la entrevista que sigue a continuaci¨®n. El director alem¨¢n cree que las conversaciones se recuerdan m¨¢s sin que medien aparatos. La sugerencia provoca una gota de sudor fr¨ªo en la espalda del periodista, quien considera las amables formas del cineasta un margen de maniobra para rebatir. La documentaci¨®n de las charlas con Herzog (M¨²nich, 79 a?os) es importante. Si una c¨¢mara de la BBC no hubiera estado rodando una charla cerca de su casa en el bohemio barrio de Laurel Canyon de Los ?ngeles en febrero de 2006, ser¨ªa imposible creerle que una bala perdida lo roz¨® mientras hablaba con el periodista.
Mucho de la vida de Herzog desaf¨ªa el chequeo de datos. Fue soldador antes de comenzar a hacer cine. En 1980 se comi¨® su zapato, guisado en grasa de pato, ajo y hierbas, despu¨¦s de afirmar que su protegido, el documentalista Errol Morris, no terminar¨ªa su ¨®pera prima, Gates of Heaven. Dice no so?ar y afirma haber terminado en solo 38 d¨ªas Grizzly Man (2004), el retrato de Timothy Treadwell, un amante de la naturaleza y los osos que ocupa un lugar especial en el vasto retrato de perdedores que componen el cat¨¢logo de su obra.

Antes de rodar su primera pel¨ªcula, Se?ales de vida (1967), Herzog visit¨® Estados Unidos con una beca. Su visa venci¨® y cruz¨® a M¨¦xico en 1964 por la frontera de Texas para evitarse problemas con las autoridades de migraci¨®n y ganarse unos d¨®lares. Sin saber montar a caballo, encontr¨® trabaj¨® en rodeos de la ciudad fronteriza de Reynosa, en Tamaulipas. ¡°Necesitaban un payaso de rodeo y montaba toros salvajes o novillos¡±, cuenta el director. ¡°Era como ir en un coche a 200 kil¨®metros por hora. Cada vez terminaba herido. Una vez un toro me lanz¨® contra un muro de piedra. Fue el fin de la diversi¨®n¡±, recuerda. Pronto encontr¨® otro trabajo pasando cosas del gabacho, como llaman en M¨¦xico a Estados Unidos, para los rancheros ricos: aparatos electr¨®nicos y rev¨®lveres de plata con cachas de madre perla.
Los rancheros lo llamaban El Alem¨¢n porque no pod¨ªan decir Werner. ?l los correg¨ªa pidiendo que en realidad deb¨ªan decirle El Alamein, una broma dif¨ªcil de pillar en un punto perdido de la frontera. ¡°Tuve que explicar que era un campo de batalla al norte de ?frica que, junto con Stalingrado, provoc¨® una gigantesca derrota a las tropas alemanas. Y como siempre he sido un perdedor ¡ªy me ve¨ªa rid¨ªculo porque necesitaban un payaso¡ª, pues fue un papel que interpret¨¦ gustoso¡±.
En el origen de este contador de historias hay un recuerdo de la guerra. Herzog dice que ten¨ªa dos a?os y medio, aproximadamente. Su madre los llev¨® a ¨¦l y a su hermano a ver los restos del bombardeo de Rosenheim, la ciudad de Hermann G?ring, a unos 45 kil¨®metros de donde viv¨ªan. ¡°Era el fuego a distancia, la ciudad en llamas, bombardeada hasta ser borrada. Recuerdo ver una pulsi¨®n amarilla, roja y naranja sobre el cielo que ten¨ªa estos colores. Est¨¢ incrustado en mi memoria. Era algo que inquietaba, algo terrible. Ni siquiera conoc¨ªa Rosenheim ni entend¨ªa qu¨¦ era una guerra, pero sab¨ªa que estaba siendo testigo de algo muy muy muy importante aunque desconocido¡±, se?ala.
Nuevamente hay una guerra en Europa, un tema que Herzog prefiere no entrar en detalle. La charla, en el lujoso hotel Four Seasons de Beverly Hills, transcurre en los primeros d¨ªas de la ofensiva del r¨¦gimen de Vlad¨ªmir Putin en Ucrania. El cineasta alem¨¢n, quien lleva d¨¦cadas en Estados Unidos, prefiere ser cauto. ¡°Me gustar¨ªa destacar dos ideas de Mija¨ªl Gorbachov, con quien hice una pel¨ªcula [Conociendo a Gorbachov, 2018]. Habl¨® amargamente de todas las oportunidades perdidas entre Occidente y Rusia despu¨¦s de la desintegraci¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. ?Tantas oportunidades perdidas! Segundo, repet¨ªa que sin seguridad para Rusia no habr¨¢ seguridad para Europa. Es una idea con visi¨®n de futuro¡±, afirma el director.

Herzog es lo m¨¢s parecido a un Humboldt del cine. Rod¨® en la Ant¨¢rtida, mont¨® ¨®peras en Tokio, estuvo apresado en el Congo, escribi¨® libros de poes¨ªa y ha estado, al mismo tiempo, amenazado de muerte por la derecha alemana y tildado de fascista por la izquierda despu¨¦s del estreno de la genial, c¨®mica y cruel Tambi¨¦n los enanos empezaron peque?os (1970), filmada en Lanzarote con un elenco compuesto por enanos. La pol¨¦mica provocada por esta pel¨ªcula lo convirti¨® durante a?os en uno de los directores m¨¢s controvertidos. Sus detractores visitaron incluso tiempo despu¨¦s el rodaje de Fitzcarraldo (1982), en la selva peruana, para alertar a la prensa local y a sus simpatizantes de que el director estaba convirtiendo en un campo de concentraci¨®n una producci¨®n famosa por m¨²ltiples contratiempos. La bienvenida a la legendaria locaci¨®n la daba un cartel que dec¨ªa ¡°pel¨ªcula o muerte¡±.
¡°Contar una historia es cargar a una audiencia en tus brazos y llevarla¡±, afirma el director frente a un campari con soda que bebe con peque?os sorbos de una pajita de pl¨¢stico. ¡°Es lo que hago en La cueva de los sue?os olvidados, que termina con cocodrilos albinos mutantes y poco tiene que ver con pinturas rupestres. Propongo un salvaje estallido de fantas¨ªa y llevo a la audiencia al reino de sue?o y poes¨ªa. Y lo aman. Eso es lo que hago¡±.
El hombre que hizo mover sobre una monta?a un barco de 350 toneladas para poder completar una cinta sobre Brian Sweeney Fitzgerald, protagonizado por Klaus Kinski, quien so?aba con abrir una casa de ¨®pera en medio de la Amazon¨ªa para que cantara en ella Enrico Caruso. A pesar de an¨¦cdotas como esta, Herzog se considera un director que puede tomar un ¡°no¡± como respuesta. Tiene incluso ¡°un par¡± de pel¨ªculas imposibles para las que no pudo encontrar dinero (una de ellas sobre la conquista).
¡°No gasto 20 a?os tratando de conseguir el dinero porque en ese tiempo he hecho 35 pel¨ªculas y he escrito varias m¨¢s¡±, observa el cineasta, que ha aprendido a trabajar con l¨ªmites. ¡°Siempre los habr¨¢, los tienen incluso Spielberg y Coppola. Extra?amente, se quejan. Yo no formo parte de la cultura de la queja. Es lo que le digo a todo el mundo, que deben abandonarla. Hay que arremangarse y hacer las cosas¡±, afirma.
Durante la pandemia, Herzog termin¨® dos pel¨ªculas y prepara una tercera. Tambi¨¦n escribi¨® dos libros. Cada uno para s¨ª y Dios contra todos, que ser¨¢ publicado pr¨®ximamente, es una escueta autobiograf¨ªa de solo 100 p¨¢ginas que resume su visi¨®n. El otro, El crep¨²sculo del mundo, ha sido publicado recientemente en Espa?a por Blackie Books. Es un relato sobre Hiroo Onoda, un soldado japon¨¦s destacado en la remota isla filipina de L¨²bang junto a otros tres militares durante la Segunda Guerra Mundial, quien se neg¨® a creer que el conflicto termin¨® en 1945 y sigui¨® luchando contra el enemigo durante 30 a?os m¨¢s. La historia encaja en el perfil de personajes por el que el cineasta siente debilidad. Herzog la cuenta dot¨¢ndola de un realismo misterioso que tiene momentos filos¨®ficos, iron¨ªa y sentido del humor.

Para poder narrar esta historia, debi¨® vivir un momento humillante. En un viaje a Jap¨®n a finales de los noventa, el director finalizaba el montaje de una ¨®pera de un compositor local. Este lleg¨® una noche a una reuni¨®n acompa?ado de colaboradores de la producci¨®n. Estaba emocionado porque el emperador Akihito hab¨ªa dado se?ales de que le gustar¨ªa recibirlo en una audiencia privada. Herzog dijo ¡°no¡± porque no sabr¨ªa c¨®mo conducirse en un encuentro marcado por el protocolo. ¡°Nunca deb¨ª haber dicho eso. Todos se congelaron. Se transformaron en estatuas de sal que evitaban mi mirada. Despu¨¦s de un largo, largu¨ªsimo silencio se escuch¨® una voz: ¡®?A qui¨¦n le gustar¨ªa conocer en Jap¨®n si no es al emperador?¡¯. Y dije Onoda¡±, recuerda.
A la semana siguiente, conoci¨® al soldado, quien muri¨® en Tokio en 2014. La jungla fue uno de los primeros temas de conversaci¨®n, un elemento que los uni¨® casi de inmediato. ¡°Hablamos de su cualidad febril y de la ausencia del tiempo. ?l pensaba en el tiempo. El presente no existe, es algo extra?o que no tenemos en cuenta. Lo ¨²nico que existe es pasado y futuro. Todo lo que est¨¢ en medio es una elaboraci¨®n. Onoda, siempre consciente de esto, deconstru¨ªa su propia realidad, su propia guerra. Es algo tr¨¢gico, tiene algo de ficticio y es profundamente humano¡±, recuerda Herzog.
Onoda incorporaba cada detalle que observaba en su relato. Cuando ve¨ªa aviones volando sobre su cabeza, en 1950, ¨¦l pensaba que era el mismo conflicto, pero era ya la guerra de Corea. Siete u ocho a?os despu¨¦s, los buques militares que observaba desde su isla iban a Vietnam. En su l¨®gica, el teatro de la guerra se hab¨ªa movido al oeste. Aunque la cifra es objeto de disputa, Onoda es responsable de unas 30 muertes, principalmente de campesinos de la isla. Sin embargo, fue tratado con reverencia por los gobiernos de Filipinas y de Jap¨®n. ¡°Ninguno de los dos pa¨ªses quiso hurgar demasiado en las heridas, era m¨¢s importante la reconciliaci¨®n¡±, se?ala el cineasta.
La historia de Onoda se toca con su primer largometraje, Signos de vida, sobre un militar que se acuartela en un peque?o fuerte en la Segunda Guerra Mundial y se vuelve loco. Herzog afirma que las coincidencias son solo superficiales, pero su ¨®pera prima parti¨® de una escena que vio a los 16 a?os y le hizo pensar que hab¨ªa enloquecido: ¡°Un valle con 10.000 molinos de irrigaci¨®n. A mi abuelo lo conoc¨ª cuando se hab¨ªa desquiciado, as¨ª que lo ¨²nico que pude pensar de joven fue: ¡®Es muy pronto, no puedo enloquecer tan joven. Es impensable lo que estoy viendo¡±. La imagen se qued¨® con ¨¦l durante varios a?os y la conect¨® tiempo despu¨¦s con la historia del paracaidista Stroszek, quien llega a la isla con su esposa y dos soldados.
Onoda se rindi¨® finalmente en 1974. Ese mismo a?o, Herzog camin¨® de M¨²nich a Par¨ªs como un peregrinaje por su amiga Lotte Eisner, cr¨ªtica de cine y fundadora de la Cinemateca francesa, quien estaba enferma (y vivi¨® una d¨¦cada m¨¢s). El japon¨¦s y el alem¨¢n viv¨ªan en lugares opuestos del planeta una experiencia solitaria. ¡°El mundo se le revela a quien viaja a pie¡±, asegura Herzog en lo que llama uno de sus lemas de vida. ¡°Por supuesto, casi nadie viaja de esta forma. Aquella caminata tuvo un profundo significado porque quer¨ªa prevenir la muerte de mi mentora¡±, a?ade, aunque se ve obligado a explicar que no hace senderismo ni camina con una mochila por la espalda. ¡°Eso es para esot¨¦ricos, para aquellos que abrazan los ¨¢rboles¡±, sentencia a pesar de estar vestido con un ch¨¢ndal de monta?ista para bajas temperaturas.
Herzog habla de su vida y su productivo periodo sentado en el hotel Four Seasons de Los ?ngeles, la ciudad en la que vive desde hace 23 a?os, un detalle que podr¨ªa ser una excentricidad que contradice a su personaje, pero que defiende. ¡°La ciudad no es solo el brillo y glamour de Hollywood. Las tendencias m¨¢s importantes que han dado forma a nuestro mundo en los ¨²ltimos 50 a?os salieron de aqu¨ª. Internet, por ejemplo. Cohetes reutilizables est¨¢n siendo construidos en la ciudad, no en un paraje lejano de Wyoming. Los estudios de aerobics tambi¨¦n se originaron aqu¨ª junto a otras estupideces como las sectas¡±, enumera Herzog. Presume tambi¨¦n de no haber metido nunca un pie al mar en dos d¨¦cadas, desde que se mud¨® a Los ?ngeles desde San Francisco.

A punto de cumplir 80 a?os, no disminuye de velocidad ni de vitalidad. Al aproximarse a esta edad percibe una capacidad ¡°m¨¢s intensa para producir¡±. ¡°Estoy trabajando en cosas nuevas, entre estas, un largometraje en ?frica¡±, adelanta. Todo esto, indica, sin ritmos fren¨¦ticos. ¡°Duermo muchas horas, leo mucho y nunca voy a fiestas¡±, detalla. Herzog detesta la fama. ¡°Me gustar¨ªa, si fuera posible, permanecer en el anonimato. No es sana para ning¨²n ser humano¡±, confiesa un cineasta de culto que ha aparecido en Los Simpson, ha salvado la vida a Joaquin Phoenix antes de que ganara el Oscar (el momento fue capturado en un corto animado). Tambi¨¦n ha interpretado a villanos, cosa que presume hacer con mucha facilidad, en Jack Reacher, un thriller protagonizado por Tom Cruise, y en El mandaloriano, de Disney. El director recuerda el estreno de la historia sobre Boba Fett, uno de los personajes de Star Wars, que se hizo con uno de los clubes de fan¨¢ticos del universo de George Lucas. ¡°Cuando salieron los cr¨¦ditos y mi nombre apareci¨®, nunca hab¨ªa experimentado algo as¨ª en mi vida. Unos 1.500 j¨®venes gritando con j¨²bilo. Es inimaginable. ?De alguna forma sab¨ªan de m¨ª!¡±, se r¨ªe con sorpresa.
Ha guiado (repudia el t¨¦rmino ense?ar) a decenas de cineastas y documentalistas de todo el mundo, a quienes llama colegas, en una academia itinerante llamada Rogue Film School. A pesar de la notable influencia que ejerce, rechaza la etiqueta de genio o autor. Prefiere ser llamado ¡°un buen soldado del cine¡±. ¡°No en t¨¦rminos militares¡, hablo de mantener un puesto de avanzada con un pend¨®n que significa lealtad, coraje y sentido de responsabilidad, cualidades importantes con las que trato de vivir. Tengo credibilidad porque las respaldo con 70 pel¨ªculas¡±, se?ala.
Una de sus principales lecciones a los colegas de la escuela, adem¨¢s de c¨®mo falsificar permisos de filmaci¨®n en lugares p¨²blicos, era transmitirles la importancia de la soledad. Esto puede sonar contradictorio para un oficio tan gregario, pero el cineasta cree que solo ¡°tolerarla como una profunda fuente de existencia te permite conectar de forma significativa con los dem¨¢s¡±.
Herzog encuentra en la escritura un nutriente a su soledad. ¡°Mi obra escrita vivir¨¢ m¨¢s que mi cine. Puede que me equivoque, pero no importa. Casi todos los guiones han sido escritos por m¨ª, historias inventadas por m¨ª con un profundo sentido po¨¦tico¡±. Esto, aclara, sin ser un ser solitario. Su hermano m¨¢s joven trabaja produciendo pel¨ªculas para ¨¦l. Lleva 27 a?os casado con su esposa, Lena. Tiene hijos. ¡°No veo demasiados hombres como yo alrededor. Todos tienen problemas. Soy un bastardo con mucha suerte¡±.
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